NOVEDAD EDITORIAL: AMADO NERVO

erdonarán mi laxo concepto de “novedad editorial”, pero me lo parecen estos textos publicados hace cien años y recopilados hace cincuenta por primera vez. Llegaron tarde a su destino. Para ser una carta, dieron un largo rodeo. Pero no se trata de una carta, sino de un libro. Entonces más o menos llega a tiempo. Apenas a tiempo de causar asombro por su pertinencia.

Mira qué actual es Nervo: previó las computadoras y se imaginó que los animales se rebelan contra el hombre. Lo asombró la ciencia como si fuera un poema y se hastió del mundo (¡tal como nosotros!). Pero por otra parte, vivió en una época banal que moría de aburrimiento. Su actitud es la de alguien meditando tranquilamente ante la velocidad del mundo, como un moderno Eclesiastés que se atreve a predicar que sigue sin haber nada bajo el sol. Eso se debe a que mira dentro del alma y encuentra el viejo ser humano, el hombre de siempre con un alma gastada de sentir por milenios.

Olvidaba Nervo que los hombres olvidamos, que no arrastramos la memoria por siglos y que las generaciones nacen con asombro siempre. Olvidaba yo, al leerlo, que el asombro es igual en todos los tiempos. Leer es desanimarse, es comparar las épocas y a las personas. Es darse cuenta de que algo humano se desgasta. Ni siquiera los ideales de ahora son como los de antes, es como si fueran también desgastados por la Historia, por el aburrimiento.

En fin, incluso el aburrimiento aburre, y entonces hay que voltear hacia el mundo a ver qué se encuentra por ahí. Nervo fue cronista de actualidades por toda la vida, miraba la vida como viejo sabio que ve circular las mismas personas de siempre. En fin, eso lo divertía: mirar todo aquello que hace semejantes a los hombres, esos mismos que se creen únicos. Así que su crónica de sociales es un poco el registro amable del ridículo.

¿Servirá de algo viajar, conocer nuevos paisajes, nuevas personas? ¿O es que todo es lo mismo en Biarritz que en París? Le gustaba tanto al poeta viajar, mirar a los hombres desplazarse en busca de una ilusión. Y luego, las despedidas en las estaciones. Qué bonito, es el momento en que pensamos que somos irremplazables. Toda esa gente que va a despedirse del viajero, el cual piensa que deja aunque sea un huequito en los demás, un espacio del tamaño de una nuez, que nadie va a llenar. Y al viajar, pensaremos que la mirada de los amigos nos acompaña, que ellos siguen con nosotros.

Qué curioso, algo muy parecido le dijo Alfonso Reyes cuando murió: “Eras cosa pequeñita, cabías en una nuez”. Y ahora, yo me pregunto si nos hace falta ese viajero, el cronista de hace un siglo. Me parece que no. Qué lástima, hubiera sido tan bonito conocerlo y, ahora, echarlo de menos.

Amado Nervo. Obras completas. Tomo I (1973), recopilación, prólogo y notas de Francisco González Guerrero (prosas), Alfonso Méndez Plancarte (poesías), 1ª ed. mexicana. México, Aguilar, 1991.

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