IN THE SHIRE

UNA AVENTURA CLÍNICA

De no ser porque suena soberbio, me atrevería a decir más seguido y en voz alta que soy un milagro médico. No haré el recuento aquí de las razones, basta mencionar que para contar el número de especialistas médicos que me han atendido a lo largo de mi vida se necesitan los dedos de mis dos manos y sospecho que de uno de mis pies. Estoy viva, soy un adulto funcional (me gusta creerlo), gracias a la atención médica oportuna. Obviamente no soy el único milagro.

Valoro los sistemas de salud pública no sólo como un derecho de los trabajadores sino como un derecho universal. De primera mano sé que el IMSS (nací ahí) y el ISSSTE (por mi trabajo tengo acceso a él) tienen muchísimos defectos y que urgentemente necesitan una mejor administración, pero lo cierto es que pueden funcionar de manera excelente, por ejemplo hace 30 años cuando le abrieron de oreja a oreja la cabeza a mi padre para extraerle un tumor en su frente.

Por eso, cuando una biopsia sugirió que yo tenía cáncer en la tiroides no dudé en operarme en el ISSSTE. Siempre que lo cuento recuerdo los ojos dilatados y la cara de sorpresa de alguien-que-conozco (que es clasista y detesta el IMSS, supongo porque no es el Hospital Ángeles) al escucharlo. Durante nuestra primera cita, el oncólogo me preguntó el motivo de mi presencia y yo le dije que era derechohabiente, o sea he pagado mis impuestos al estado, ahora le toca a éste retribuirme. No me quejo. Mi oncólogo siempre ha estado al pendiente de mí, ¡hasta por celular nos comunicamos!

Debido a la cirugía perdí la tiroides y las paratiroides, es decir vivo con hipotiroidismo (el metabolismo lento que deviene en sobrepeso es el síntoma más evidente, no el único) y con hipoparatiroidismo (para absorber el calcio que mis músculos y mi sistema nervioso requieren, mi cuerpo necesita suplementos). Ambas condiciones desquiciaron mi sensación de normalidad, me hurtaron la soberanía de mi cuerpo. Me he quejado profusamente de los síntomas, de los cambios fisiológicos, de los nuevos hábitos y de la dificultad de aceptarlo, todo eso y lo que venga, pero esta vez prefiero concentrarme en otro aspecto.

El primer aniversario de mi tiroidectomía (la operación mediante la cual perdí la tiroides) lo cumplí en Oxford. Para esa fecha puede decirse que estaba encontrando cierta estabilidad. Sin embrago, meses después fue evidente que mi cuerpo estaba teniendo problemas para absorber calcio. Cuando sucede una crisis de hipocalcemia (baja de calcio) se experimentan hormigueos y entumecimientos, de moderados a intensos, en diferentes partes del cuerpo, cuando se agudiza ocurren calambres en los músculos o su contracción involuntaria, o sea brincan.

Así fue como llegué al National Health Service (Servicio de Salud Nacional, o NHS en el Reino Unido). La NHS como la BBC (el servicio público de radio y televisión) me han arruinado para bien y para mal los servicios de salud públicos y la televisión respectivamente. La BBC intenta ofrecer una programación variada, entre sus mejores producciones están sus documentales escritos y presentados por especialistas en el tema. Después de ver varias decenas ya no soporto Discovery Channel. Ennoblece su calidad, la ausencia de comerciales, porque la BBC se financia mediante el erario público, en consecuencia no admite patrocinios, ni renta su espacio para el anuncio de productos y servicios.

La NHS es otra institución pública del Reino Unido y también se costea con los impuestos. Fue creada en 1948 a partir de la idea de que un buen sistema de salud debe estar disponible para todos los habitantes, incluidos aquellos que no son británicos, como es mi caso. Ofrece todo el rango de servicios médicos y, en ciertas condiciones, exenta a los pacientes del pago de medicamentos, es decir, son gratuitos. Entre quienes disfrutan de este beneficio están los adultos mayores o las personas con condiciones permanentes, como la epilepsia.

Para recibir atención médica tuve que registrarme en la clínica más cercana a mi domicilio, la mía está a cinco minutos a pie. Una vez hecho el registro pude pedir cita con el médico general, en mi caso, es una mujer que ha sido lo bastante comprensiva para no interrumpir mi tratamiento. En cuanto vio mi resumen médico solicitó que me refirieran con un oncólogo y en pocas semanas pude solicitar la cita, es más, ¡me llegaron cartas recordándome que la hiciera!

Entonces, comenzó la aventura, primero, hay que llamar para pedir la consulta médica, y entre el acento de quién me atendía y mis nervios de novata yo sufrí. El siguiente inconveniente fue que la cita me la dieron para un par de meses después. Me impresioné porque me asignaron el Churchill Hospital que pertenece a la Universidad de Oxford. Las instalaciones no le piden nada a ningún hospital privado en México (sí, pienso en el Ángeles). No obstante, por encima de lo accesorio, en la sala de espera, sea en México, sea en Inglaterra, los pacientes de oncología nunca vamos solos a consulta con el especialista, alguien nos acompaña, los padres, la pareja, los amigos. Una diferencia notable es que en esa sala hay niños que van a revisión, mientras que en México ellos van a otra área con un médico diferente.

Llegada la consulta surgió otra complicación, durante ella el oncólogo sugirió que deberían suprimirme una de las hormonas que tomo. Supusimos, mi esposo y yo, que era el desdén hacia los diagnósticos de mis muy mexicanos médicos. Después nos enteramos que la producción de esa hormona es cara, aunque yo tomo una dosis muy baja. Todavía ignoramos que lo motivó. Afortunadamente, mi esposo siempre me acompaña y entre los dos hemos convencido a la médico general (no al oncólogo) de que suprimir esa hormona me hace daño, lo cual es cierto.

El problema principal fue que nadie solicitó una prueba de sangre para ver cómo estaba mi nivel de calcio y para octubre yo estaba sufriendo de calambres. La médico general hizo lo que pudo y terminó solicitando que me atendiera un endocrinólogo (como debió hacerlo desde el inicio). Volví a pasar por el trámite, los nervios, llamé, pedí cita, pero me la asignaron tantos meses después que primero viajé a México y visité a mis médicos antes de que ésta tuviera lugar. Me asignaron una endocrinóloga joven y comprensiva. Hizo varios ajustes a mis dosis ¿y todo para qué? Cuando tuve que comunicarle los resultados de un examen de sangre me enteré que se fue a Birmingham.

En las últimas semanas tuve hipercalcemia (nivel alto de calcio en la sangre) y es desagradable, la peor parte fue padecer vértigo y náuseas por una semana. Según un examen de sangre reciente persiste el nivel alto, no sé cuándo me acabarán de calibrar. No es fácil e ignoro de dónde saco la paciencia. La aventura continúa. De igual modo, en las últimas semanas comenzaron las campañas rumbo a las elecciones generales en el Reino Unido. Entre los varios asuntos de interés público la NHS representa un tema que se ha discutido casi todos los días por varias razones. Es una institución inmensamente apreciada por los residentes, pero está rebasada en su capacidad para ofrecer el servicio que se espera de ella. Algunos sectores políticos sugieren aumentar su presupuesto. Otros sectores proponen cesar su gratuidad para inmigrantes, en lo personal me parece ingrato porque los trabajadores inmigrantes también pagan impuestos. En menos de un mes se sabrá de qué modo los votantes decidieron calibrar esa institución y espero que no les dé calambres.

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