La escritora mexicana Laia Jufresa comparte sus siete hábitos:
1. PRENDER VELAS. No sé por qué, no sé a quién, pero cuando escribo en casa prendo siempre una vela. Tal vez porque escribir es, a la par, dar todo lo que uno tiene y pedir de más.
2. BLOQUEAR EL INTERNET. Esto es vital y hay muchos programas para hacerlo, pero yo no siempre lo logro, así que de plano trato de ir a trabajar a bibliotecas o cafés o bancas en el parque sin WIFI. (Y tengo un celular sin datos móviles).
3. RECONOCER EL MIEDO. Se hace así: cuando estás en medio de un proyecto y llevas días atorado (días en que sólo estás viendo internet, “haciendo investigación”, o corrigiendo lo que llevas escrito en vez de avanzar), generalmente es algún miedo metiéndote la pata. Así que sacas una hoja y una pluma y escribes, sin parar, todo (¡todo, aunque sea de lo más irracional!) lo que te da miedo de este proyecto. Es como caldo de pollo para el alma escribana, o como se llame. Pero funciona.
4. CUOTAS. En épocas de estar generando un primer borrador, me impongo un número de palabras por día. En épocas de re escritura, me impongo un número de horas por día. La diferencia es clave porque, al menos para mí, estar cuatro horas inventando algo nuevo sería imposible. En cambio a la hora de reescribir puedo estar ocho. El chiste es tener una meta clara y realista, y no irse a la cama sin haberlo logrado.
5. MOVERSE. Sí, hay que sentarse a escribir, pero también hay que levantarse. Hay ideas que sólo vienen del movimiento, del cuerpo y de las pausas. Los libros, al menos los míos, se escriben tanto en el papel como en las caminatas.
6. DAR A LEER Y LEER EN VOZ ALTA. Darle a leer, primero, a gente que nomás me echa porras (mamá, tías) y me contesta las preguntas. (Lo importante es: ¿entendieron todo? Si no, lo más probable es que no fui clara). El siguiente borrador se lo doy a escritores amigos. (Lo importante es encontrar gente muy crítica pero muy de confianza). Pero también trato de leerle de vez en cuando -a quien sea- algo en voz alta, es algo que extraño de los talleres y que siempre funciona: poco importa qué dirá quien me escucha, sé que las partes que me dieron vergüenza leer son las que debo quitar o trabajar.
7. ESCRIBIR. Es obvio pero a todos se nos olvida a ratos: la verdad es que al final del día -con o sin velas, miedos, lectores, duchados o en pijama- el único hábito que importa es escribir, re-escribir, y volver a empezar.
Laia Jufresa creció en el bosque de la niebla de Veracruz y pasó su adolescencia en París. Cuando a los 18 años se mudó a la Ciudad de México, descubrió que no sabía cruzar la calle. Desde entonces, escribe narrativa. Es autora de la novela Umami y el libro de cuentos El esquinista. Umami se ha traducido a seis idiomas, fue galardonada como la mejor novela en español en el Festival de primeras novelas de Chambéry, Francia y recibió el premio PEN Translates Award.
Fotografía de Claudia Leal.