Inicio Blog Página 84

CERDOS DE SANTA FE

1

El taxista había rebasado a otro para ganarle el pasaje. ¡Gandalla! pensé al ver su acción. Lo abordé allá por la colonia Presidentes de la Delegación Álvaro Obregón, muy cerca de las barrancas de Juchique (colindantes con Santa Fe), eternamente inundadas de basura, perros semisalvajes que parecen coyotes, casas de lámina y cartón, drogadictos, pepenadores y uno que otro muertito que van a tirar por ahí.

-¿Qué pasó joven, ya se va ir a pasear?
-Sí, a comer con la novia -dije con displicencia para que se callara y me dejara observar el popular paisaje (pues entonces ni novia tenía). Reinició el taxímetro.
-¿A dónde lo llevo?
-Voy la Doctores.
-¿Nos vamos por Santa Lucía o bajamos hacia Becerra?
-Por donde sea más rápido.
-Ah, bueno, pues vámonos por Capula- respondió.

El interior del Tsuru olía a garnacha. El conductor, conforme circulábamos sobre la avenida, iba saludando a cuanto conocido se encontraba, les pitaba el claxon o estiraba el brazo, que por lo regular mantenía recargado sobre la ventanilla abierta.

-¿Y usted es de por aquí?
-Tengo casi dos años viviendo en la Presidentes.
¡Pus entons es nuevo acá en el barrio!- exclamó.
-Yo he vivido acá arriba toda mi vida –dijo, y aminoró la marcha para dejar pasar a una pareja con siete críos-. Antes aquí ni había gente, puros cerros y llanos, ¡el chingo de llanos!, unos se agrietaron y se hicieron más pinches barrancas; sí había una que otra casa, pero se podían contar desde lejos.

Cuando reveló esto calculé su edad, mis cuentas fueron a dar a los cincuenta y varios años.

-¡Si usted hubiera conocido por acá en ese entonces! Así como ora hay harta gente en las calles, así había aquí de chanchos, ¡un montonal de cerdos por todos lados! Puerta Grande, el Pirul, la Piloto, la Cañada, la Presi, Capula, ¡en todo esto!

Luego de una pausa preguntó:
-¿Y usted quiere mucho a su novia?
-Sí, sí la quiero -contesté, con los cerdos corriendo por los llanos de mi imaginación.
-¡Qué bueno, jovenazo! Nomás aguas, luego nomás lo envuelven a uno; y luego ya casado, ni el cariño ni la costumbre, nomás la cartera.
-Tengo poco con esta chica, pero pues a ver qué sale -dije, imaginando mi recién inventada novia.
-Yo me casé chavo, ¡en mis meros jugos! Me dedicaba a peinar la basura. Acá, arriba -dijo señalando con el dedo hacía el cielo- estaban los tiraderos. Todos los camiones subían pa’ acá la basura. Me apañaba todo el cartón y el vidrio y los subía al reciclaje, y me llevaba harta lana, ¡era de los mejores!… Allí conocí a mi esposa. Era la hija del mero machín, el dueño de la recicladora; también tenía todo el negocio del nixtamal; todos los molinos que había desde allá arriba hasta por Mixcoac eran de él; bueno, ahora son de sus hijos.
-Sí, por lo regular monopolizan zonas- dije (por decir algo).

-¿Ve esa tortillería?, ¡es de mi exesposa! Cuando yo me casé pues la tenía bien enculada, y estaba bonita y bien buena; no es por nada pero tenía un cabuz bien cotizado, y pus yo fui el ganón. Se la fui a pedir a mi suegro y ni me peló, nomás le preguntó a ella si estaba segura y ella dijo que sí. Le heredó un cachote de terreno y unos molinos y tortillerías. A mí me dijo: mira, te voy a legar esto, pero tienes que cuidar bien a mi hija, y si no la cuidas bien te mando romper tu madre. Yo nomás dije que sí y que me da tres botes, de esos de leche en polvo de kilo, bien llenitos de pura plata y oro -y mientras lo decía, dibujaba con sus manos el tamaño de los botes-. Pus si de la basura sale lo mejor, ¡mis cuñados hasta compraron detectores!; en fin, mi suegro hasta me dio también noventa puercos.

-¿Puercos?
-Sí jefe; le digo que por aquí estaba lleno de marranos, casi todos salvajes; ¡por eso las carnitas de por acá están chingonas! La gente de aquí pus sabe prepararlas. Yo puse un bisne de carnitas cuando me casé, y seguí criando chanchos. Me iba muy bien, hasta que esa culera me empezó a poner los cuernos, con mi quesque amigo el muy ojete… sí, que me da bajilla con el filete. ¡Y pinche vieja, me quitó todo! -se quejó con resentimiento-. Yo con el oro construí el cantón de tres pisos, compré carro y camioneta, puse el bisne, y me dio una patada por el culo y me amenazó, y también sus hermanos me amenazaron de muerte; pus sí, ya me vio más traqueteado y me mandó a la chingada.

Íbamos pasando por la presa Minas de Cristo (en las inmediaciones de Becerra) cuando un tufo de agua estancada y basura me impregnó el olfato; vi un agua que parecía petróleo cayendo desde las tuberías que sobresalían de su alta muralla, vi el cieno, el cascajo y los plásticos que formaban una falsa superficie sobre la que unos niños chutaban un balón.

-Por eso le digo que aguas; las viejas son cabronas, joven; ¡si lo sabré yo! Por eso ora traigo un taxi; más bien desde que me separé le pego al volante. ¿Me voy pa’ la Jalisco o le entramos al Peri?
-Hacia el Viaducto -señalé, con los marranos en la mente.

-¿De que se ríe, joven? -preguntó, y me percaté de que me iba observando por el retrovisor.
-Nada, jefe; me estaba acordando de los puercos.
-No se ría -dijo con el semblante serio-, si los entrena son hasta mejores que los perros, hasta más fieles. Fíjese que lo único que me llevé de con mi vieja fue mi ropa y un puerco, “la muñeca”; le puse así pero era macho, ¡bien chingón!… ¡media hasta aquí! -dijo, señalando la altura del espejo lateral del auto-. Era un semental; se lo rentaba a los vecinos pa’ que preñaran a sus puercas.

Marchábamos sobre Viaducto, a la altura de avenida Revolución.

-Usted me dice dónde me salgo.
-Pasando Parque Delta, me dejas en doctor Vértiz -respondí; él continuó el hilo de su historia.

-¿Luego qué cree, joven? Ya después de un tiempo, que me voy con un tío a chambear a Puebla, una semana nomás, y cuando regresé, mi papá se había comido a “la muñeca”. Todavía hay carne, me dijo el cínico, ¿usted cree? Me dio un chingo de coraje. Le dejé de hablar doce años, ni en las navidades le hablaba; apenas tiene poco que lo saludo. Yo quería un chingo a mi puerco. Era el único que me esperaba cuando llegaba de la chamba, y me cuidaba, parecía perro.
-¿Por aquí lo dejo, joven?
-Sí, en la esquina.

Comí carnitas ese día.

IN THE SHIRE

0

PECULIAR E INTELECTUAL
Por: Martha Patricia Reveles

Vine a Oxford porque estoy de año sabático, un derecho laboral que sabe a privilegio. Vivo en esta ciudad porque mi esposo comenzó a trabajar en la Universidad de Oxford el año pasado, y aunque es una institución famosísima no es la única escuela de educación superior en la ciudad: la Universidad de Brookes tiene su sede aquí.

Oxford es la ciudad del poeta W. H. Auden, del novelista de las moscas, William Golding, del mundo feliz, Aldous Huxley, del filósofo empirista John Locke y de la santísima trinidad de la literatura fantástica, C.S. Lewis, Lewis Carroll y J. R. R. Tolkien. Es también la ciudad de una las bandas de rock alternativo más celebradas y protoemos, Radiohead. Oxford fue la inspiración para la Hogwarts School of Witchcraft and Wizardy (Escuela de Magia y Hechicería), de hecho en Christ Church College (parte de la Universidad de Oxford) se grabaron varias escenas de las siete películas de Harry Potter. En su dining room, por ejemplo, se filmaron las cenas de los magos del futuro.

Esta ciudad posee un aura intelectual que irradia más allá del Reino Unido, sólo equiparable a la de Cambridge o Harvard. Tan sólo en los últimos 113 años (porque los Nobel comenzaron a entregarse en 1901), su principal universidad ha producido 51 premios Nobel, repartidos entre las áreas de Economía, Física, Literatura, Medicina, Química y el de la Paz. De igual modo, en Oxford han vivido durante su etapa estudiantil la mayoría de los políticos que han sido primer ministros del Reino Unido, lista que incluye a la controvertida Margaret Thatcher (Maggie o la bruja, pa’los british).

Oxford se encuentra al noroeste de Londres, a una hora y media de camino si se viaja en uno de los camiones que conectan la capital política del Reino Unido con una de las principales capitales del conocimiento y la investigación en el mundo. Aunque posee una reputación colosal y en gran medida se lo debe a la universidad homónima, la ciudad exhibe una personalidad peculiar.

Oxford rebosa de parques y zonas boscosas intercaladas con zonas residenciales, instalaciones de alguna de las universidades y hasta oficinas y comercios. Hay dos parques cerca de mi departamento. Uno de ellos, Bury Knowle, está a una cuadra y media de distancia, es una gran extensión de pasto, árboles, una zona de juegos para niños, una biblioteca pública, tres canchas de tenis, un mini golfito y un circuito para correr. Uno de mis pasatiempos favoritos es ir a caminar al parque para ver a los niños jugando y a los perros corriendo, o viceversa.

El otro parque, South Park (nada que ver con la serie animada de MTV hasta donde sé), está a veinte minutos de caminata y el trayecto es una verdadera aventura. Para llegar a él puedo irme por un pasaje escondido, que atraviesa mi barrio de este a oeste. En su primera parte el pasaje es un callejón que pasa debajo de un puente muy bajo, luego, bordea los lindes de un hospital y una zona de departamentos, un escuela para niñas y los dormitorios de Brookes. Por último, se convierte en un sendero rodeado de plantas y árboles. Durante la caminata siempre experimento la inminencia del cruce con un conejo blanco, vestido de chaleco y saco con un reloj de bolsillo, que me rebasará corriendo, o que me encontraré con un par de hobbits que afablemente me saludarán.

Otro rasgo particular de Oxford es la multiculturalidad y el poliglotismo de sus habitantes. Si bien, la base de la población es anglosajona, anglicana y de habla inglesa, migrantes de todas las regiones del mundo constituyen un fuerte componente de la población. Por ejemplo, en mi barrio, Headington, existen cafés atendidos por polacos o barberías dirigidas por turcos; mientras que en el barrio aledaño, Cowley, hay una gran mezquita; y en el centro de la ciudad hay un local de burritos atendido por españoles. En mi barrio, como en el resto de la ciudad, es imposible andar por la calle o viajar en el transporte público sin escuchar conversaciones en otras lenguas, como chino o italiano. Hay días en que me sorprende la cantidad de hispanohablantes con los que me cruzo, principalmente españoles, chilenos o colombianos. Oxford es una pequeña gran Babel.

Las dos universidades, los parques y las zonas boscosas caben en 45.59 km2: Oxford es del tamaño de la Delegación Miguel Hidalgo del Distrito Federal. Se trata de una ciudad con 150 mil habitantes aproximadamente, es decir, más o menos 20 mil habitantes más que la Delegación Milpa Alta. Oxford es una ciudad pequeña, quizá demasiado pequeña para mí. Hasta hace unos meses mi vida siempre transcurrió entre Naucalpan y el D.F., pero lo cierto es que no me aburro.

LA ÚLTIMA PREGUNTA

0

LA SEÑITO DE LA LITERATURA INDEPENDIENTE

Hay cierta actitud entre quienes escriben que es prácticamente indescriptible en términos racionales, pero que está ahí operando entre algo que podríamos llamar mezquindad, malondismo y traumas de adulto al que su papá le pegó de chiquito. Alguna vez un amigo que trabajó muy de cerca con los encargados de los festejos del Bicentenerio, me contó que, en realidad, aquella actitud era producto de dos factores fundamentales: necesidad de protagonismo y falta de recursos en el sector cultural: “No sabes lo que he visto que son capaces de hacer las grandes plumas mexicanas por cien mil pesos para escribir una novela histórica”, llegó a contarme aquel sujeto.

Conozco un periodista que, entre broma y broma, dijo en una cena: “Mira, el periodismo funciona muy simple: tú dices el nombre y yo preparo la intriga”. Bueno, pues en aquella dotación de recursos estatales para celebrar que Chema (no Yazpik, sino Morelos) y el cura más carismático entre las viudas del que se tenga registro, nos dieron patria y libertad, o al menos eso es lo que se sigue argumentando en los libros de texto, escritores y creadores maldijeron, traicionaron, apuñalaron por la espalda y prometieron cosas que no pudieron cumplir. Hasta hay una anécdota de la esposa y el esposo, escritores los dos, que cobraron el anticipo de una novela sobre el Benemérito de las Américas en una editorial, y luego se la vendieron a otra. Y pos con el subsidio estatal, todo mundo salió ganando.

Hay quienes afirman que la mezquindad es producto del maldito sistema que tiene a quienes escriben sin la posibilidad de ganar un quinto en el libre mercado y que, pos ni modo, si la mano invisible no fuera tan usurera con los escritores, todos estarían agarrados de la mano justo como en el horrible mundo que se imagina Lionel Hutz, el abogado de Los Simpson, cuando piensa en una sociedad sin juristas.

En los bares y en las reuniones, el modus operandi de los escritores es sacar la mayor parte de chupe gratis y hablar mal de todo colega que se les venga a la mente. A veces no distinguen entre poetas y ensayistas (¡Ja!). A veces, ni siquiera han bebido lo suficiente como para inventar y decir cosas tan malvibrosas.

Últimamente he recordado a una mujer que conocí en un encuentro. El primer recuerdo que tengo de ella es estarse ufanando frente a un grupo de jóvenes escritores, de cómo su feroz crítica había logrado que más de una (ojo: nunca se habló de “más de uno”), dejara de escribir. “Para este negocio hay que tener la piel gruesa”, finalizó mientras miraba a su audiencia como quien ha tomado un curso para hablar en público: detuvo la mirada en puntos de fuga que se encontraban en medio de la frente de quienes la escuchaban, esto con el fin de proyectar que lo que acababa de decir era una sentencia, una verdad irrefutable. Después aplicó su técnica de “destrucción de posibles nuevos talentos” en los talleres que impartió, y tan tan.

Todos los seres humanos somos incongruentes la mayor parte del tiempo, pero pocas veces he encontrado tantos absurdos en un sola mente como los hay en este tipo de escritores. Porque esta mujer, quien se jacta de su demoledor juicio, se la pasa hablando sobre la rapacidad del libre mercado y de los errores de la modernidad occidental. No encuentro una actitud más ad hoc a la rapacidad que ella misma denuncia que andar por la vida alardeando de la cantidad de escritores que ha dejado devastados por el camino. ¿Que no es así como Slim se regodea en el baño de espumas al recordar la cantidad de empresas que ha destruido por su poderío económico?. No se me ocurre estar más alineado al “cerdo capitalismo” al que tanto detesta, que arrasar con la posible competencia, con los posibles sucesores. No hay peor depredación asociada al libre mercado que aniquilar nomás porque hay que conservar el monopolio de lo cool y de lo independiente (debería considerar que los años pasan y uno, caray, no se hace más joven).

En fin, mi última pregunta es: ¿Será que las becas del FONCA deban incluir, además del estipendio, terapia lacaniana?

PuebLONDON

1

“WE LOVE CANADA (GO HOME)”

En México la indignación toma las calles, los medios de comunicación y las redes sociales protestan por la desaparición de cuarenta y tres estudiantes normalistas (y la acumulación de insensateces, injusticias y robos descarados). Mientras, Canadá está de luto por la muerte de dos soldados asesinados la semana pasada.

Las diferencias no admiten paralelismo. El horror de las fosas descubiertas en Guerrero, la rabia ante la insensibilidad de la clase política, la violencia acarreada por el narcotráfico y el empeoramiento de la situación económica, comparadas con la situación general canadiense, ponen en evidencia las profundas diferencias entre ambas naciones.

En la mira
El miércoles 22 de octubre, un hombre armado con un rifle cruzó la colina donde se ubica el edificio del parlamento en Ottawa (Parliament Hill), la capital política de Canadá. Lo pudo hacer porque el parlamento no está bardeado, porque la reja de la colina está abierta al público todo el día. Los niños visitan el lugar en recorridos organizados por las escuelas y juegan libremente en el jardín. Los miércoles hay una clase de yoga frente a la entrada del parlamento para los representantes, los asesores y trabajadores, y la colina pone a disposición para que todo el que quiera vaya allí a hacer “el perro”.

El miércoles es día de sesiones en el parlamento canadiense. Los representantes del país se reúnen con los miembros de sus partidos, el edificio está lleno. El hombre del rifle caminó hacia allí sabiendo que tenía el paso franco, que encontraría a la gente a la que quería disparar, que se inmolaría por una causa que apenas abrazó unos cuantos años atrás. Incluso el Primer Ministro estaría ahí. Si pudiera llegar hasta él…

Avanzó hasta donde el soldado realizaba su guardia de honor y disparó varias veces a quemarropa. Nathan Cirillo cayó fulminado. El tirador corrió entonces hasta el edificio principal, entró, disparó mientras avanzaba, sin alcanzar a nadie más, y fue muerto a tiros por los policías que estaban ahí en ese momento.

Medio día después todo el país sabía que Micheal Zehaf había aniquilado a Nathan Cirillo, quien se encontraba desarmado. Que el caído era un hombre de veinticuatro años, padre soltero de un niño de seis, que tenía una novia con la que salía desde junio y que era querido por todos los que lo conocían. El país entero sabía también que Zehaf había tenido problemas con la policía anteriormente, que usaba drogas “recreativas”, tenía alguna enfermedad mental y era visto con recelo en la mezquita a la que acostumbraba asistir, pues tenía una actitud “poco amistosa”.

Los radicales
Desde el momento en que se escucharon los disparos en la colina del parlamento la radio oficial (CBC) comenzó a transmitir los hechos. Se habló, por ejemplo, con una parlamentaria que estaba atrincherada, junto con otros representantes, en uno de los salones de discusión del edificio. La mujer susurraba al celular que estaban bien. Habían levantado una barricada con las sillas y una enorme mesa de trabajo para impedir el paso a cualquier invasor. Afuera, los viandantes que habían logrado ver al atacante lo describían: moreno, pelo largo, negro, armado con un rifle.

Apenas el lunes 20 otro hombre había arrollado a dos soldados en las calles de un pequeño pueblo en la provincia de Quebec. Uno de ellos murió. También se supo muy pronto que este hombre se había convertido al Islam apenas dos años atrás y se había “radicalizado”. La preocupación de Canadá sobre la seguridad del país no se basa en el temor de un ataque desde fuera, sino en la reacción de jóvenes canadienses, nacidos en este país, convertidos recientemente al Islam que han decidido inmolarse ante la decisión del gobierno de enviar tropas para combatir a los extremistas del Estado Islámico (ISIS).

De estos personajes canadienses se dice que se han “radicalizado” en sus ideas. En los casos de estos jóvenes que atentaron contra militares canadienses, incluso los miembros de la comunidad islámica los ha considerado una mala influencia para el resto de los fieles. Sin embargo, ante esta situación el único canadiense que mostró una radicalización total fue el primer ministro, Stephen Harper, quien calificó los ataques de “terrorismo”, sin tomar en cuenta que ninguno de los casos fue perpetrado por ninguna institución religiosa o política. Que fueron actos individuales de personas con antecedentes comunes: adicción a las drogas y enfermedad mental. Sin embargo, con sus declaraciones, Harper puso a Canadá en la mira.

¿Ahora qué?
En México las marchas continúan, aun cuando la esperanza de encontrar a los estudiantes con vida se reduce todos los días. El problema crece geométricamente con cada fosa que se encuentra, ya que se suman los cuerpos de muertos anónimos que exigen identificación.

En Canadá se debate una reforma a las medidas de seguridad, pero nadie quiere que cambie su derecho a transitar libremente por sitios que deben ser públicos. Ellos no pueden entender el horror de la impunidad, tanto como nosotros no podemos entender que las banderas estén a media asta en todo el país por “tan solo” dos soldados muertos. Hay una brecha difícil de cruzar en este aspecto. Son demasiados los muertos de un lado, es enorme el simbolismo de dos, por el otro.

Al día siguiente del atentado, en una mezquita de Ottawa alguien pintó un grafitti: “We love Canada. Go home”. Los vecinos se organizaron de inmediato, fueron a limpiar las paredes de la mezquita hasta que no quedó rastro del graffiti y pegaron cartulinas en las ventanas: “You are home”.

Hay cosas contra las que no se puede despotricar.

KONKRETO GYM

0

Los dos muchachos están arriba del ring a la espera del encuentro. Ya aguantaron año y medio y eso, de acuerdo con los especialistas, es indicio de que están preparados para iniciar el periplo que los llevará a la gloria, o en menos de dos caídas directo a la lona.

Este movimiento que vamos a practicar hoy, chavos, se llama Aguamala”, advierte la voz grave pero juvenil de un instructor, cuyo rostro se resguarda tras las telas verdes y amarillas de su máscara, a la que adora tanto como a su padre, Fishman.

En el centro de uno de los barrios más antiguos de la ciudad, el de La Merced, se erige un edificio más bien moderno, que desde las escaleras advierte la existencia del Konkreto Gym, uno de los paraísos terrenales en el que conviven los dioses, semidioses y los mortales. En este lugar de Plaza Santo Tomás se dan cita personalidades como Fuerza Guerrera, Pirata Morgan, Hombre Bala, Lady Apache, entre otros nombres bien institucionalizados sobre la lona. Además de prepararse aquí de manera física para sus batallas, entrenan a los que, como ellos, algún día tuvieron esa ilusión de tener la personalidad encubierta por un halo de misterio que cautiva, apasiona y enamora a los seguidores del pancracio. Las paredes son blancas y contrastan con el azul marino del ring principal, mismo que amenaza con romperse cada vez que uno de los cuerpos pesados, fuertes y preparados, caen de manera casi artística sobre él, “pues tienen que saber cómo caer, es uno de los principios de la lucha libre”, da cátedra el maestro Fuerza Guerrera a sus jóvenes pupilos.

Salir y entrar es una actividad frecuente, los horarios son tan flexibles que la gente puede estar aquí incluso como observadores, cuenta Rubén Manrique, desde su oficina, donde atiende los pendientes propios de dueño. Miguel entra por una puerta de lámina. Lo recibe como siempre el ring azul, con sus constantes crujidos por el peso de sus contendientes; mira de reojo hacia los que ahí se azotan y camina hacia la vitrina que tiene una virgen, en la pared lateral del cuadrilátero. Su mano izquierda recibe la maleta que cargaba la derecha, pues se va a persignar, antes de vendarse las manos, como desde hace un año y seis meses lo hace luego de su horario de trabajo en el mercado.
Trabajo en una cremería, en el mercado. Salgo a las seis y me paso acá, donde practico de ocho a diez de la noche y ya después me voy a mi casa”, comenta el joven de veintiocho años, alto, moreno, de barba y cabello negro.

“A ver señoritas, no se rasguñen que esto es lucha, no pelea en el mercado, ¡chingao!”, se oye la voz de Pirata Morgan, quien se encuentra recargado en una de las cuerdas, con su vestimenta negra; con un Kleenex se limpia el sudor de entre las cicatrices que tiene en su frente. Frente al majestuoso ring azul, que sigue sin romperse, hay unas delgadas escaleras de lámina, que dirigen al otro piso del gimnasio. Este es el sitio de las pesas y las máquinas de ejercicio común, sin embargo ahí la lucha no se puede desdeñar, por lo que hay otro ring, pero éste es rojo.

“Admiro a Rey Misterio, el mismo maestro Fuerza Guerrera, al Mosco de La Merced. No sé si quiero ser como ellos porque es mucha responsabilidad, por el momento sólo quiero venir a practicar lucha, es mi pasatiempo, a lo mejor en lo que consigo novia”, aclara Miguel, quien ya está a punto de subir a su rutina.

De fondo Sympathy for the devil se percibe sólo de vez en cuando, pues por lo regular los azotes propinados por Rodolfo a su contrincante de mayor altura y masa muscular, interrumpen la canción. El “grandote” se repone y ahora es el turno de Rodolfo de caer, acto seguido ambos practicantes se alejan de sí para ir a las cuerdas, se impulsan con ellas para acercarse; es la oportunidad que cada uno tiene para soltar un golpe, menor pero certero. “Grandote” recibe uno en el estómago, mientras que Rodolfo en el hombro, la fricción hace que se alejen de nuevo a las cuerdas, esta vez para impulsarse con mayor fuerza. Repiten la operación y esta vez uno de los dos cae, es Rodolfo, quien ya espera el impacto encima de su rival, quien como cae se levanta y hace una suerte de llave que no es precisamente eso, por la expresión de Pirata Morgan.

“A ver, cabrón, no me hagas repelar; ¿qué es eso?, en lo que te preparas para la llave, este maestro te gana, le das tiempo de levantarse, tienes que evitarlo, recuérdalo. ¡Otra vez!”, y tras la indicación del maestro vuelven a sus posiciones.

“Mi ilusión al venir aquí es que me distraigo de los problemas que pueda tener, en el trabajo, la familia, hasta con los amores, cuando los hay. Además esto hizo que poquito a poco dejara de tomar… no es que fuera un borracho, pero a veces sí siento que se me hacía vicio ya”, termina Miguel su frase con una risa.

El joven se prepara y sube al ring, saluda con un cabeceo a su rival, quien en el fondo es compañero de la misma ilusión y entonces se preparan, el Hijo de Fishman, con su máscara verde y líneas amarillas sube al ring para comenzar a enseñarles el “Aguamala”. Con ellos termina una rutina más en el Konkreto Gym, quizás un semillero que en algún momento dará una mata de luchadores tan buenos y admirados como las leyendas.