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TERCIOPELO

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PATAS DE GALLO

Envejecer con dignidad se reduce a mero eslogan comercial, humor negro de nuestro tiempo. Permanecemos prosternados ante la juventud perenne seducidos por ser jóvenes; parecer joven, imitar la ridícula juventud: Katy Perry, Madonna, Marthita Debayle, Adal Ramones; santificamos la creciente galería de monstruos: Lyn May, Irma Serrano, Meg Ryan, Barry Manilow, Mickey Rourke… Los padres de una niña de 7 años en Dakota decidieron “arreglar” sus orejas con cirugía plástica para evitar el bullying; no es cosmética, es apoyar a su hija.

Y es que después de los 25 nada es igual y todo se sale de su lugar… con tendencia a expandirse. La caída de las carnes, su aflojamiento irreversible y la extrañeza de sus movimientos, sucede sin previo aviso. ¿Acaso alguien nos habla de los síntomas? ¿Hay síntomas tan tempranos a los 26 años, quizá desde los 7? Las mujeres vivimos acosadas por el fantasma Patas de Gallo, el síndrome Axila de Elefante, la todopoderosa diosa Celulitis. En los varones a la persecución de las canas, le sucede la deforestación de las frentes y el irónico empelusamiento de las orejas. El afofamiento no discrimina…

El mercado en continua expansión sin duda es el cosmético: mascarillas, dentadura, cirugía, implantes (donde quieras, tamaña Pamela Anderson), spas, masajes, vendas de yeso, vendas frías, baños de lodo, inyecciones, cápsulas de alcachofa, blanqueamiento dental, blanqueamiento de piel, maquillaje que iguale los tonos de la piel morena (nomás ver a Beyoncé o a Rihanna); todo se relaciona con bajar de peso para conseguir la silueta perfecta, silueta de jovencita de 19 años; o alimentos que incrementan la masa muscular cuyo endurecimiento sea una erección constante. Sin duda la eterna juventud está próxima, del esoterismo a la ciencia ficción y a la ciencia finalmente.

Esta ciudad glorifica los cuerpos firmes, fuertes, las pieles suaves, tonificadas, y es impía con los envejecidos; su crueldad se reconcentra en los puentes peatonales, imposibles para los ancianos, dificultosos para los “adultos contemporáneos”; los ancianos prefieren arriesgarse a ser atropellados en una luz roja —la velocidad es juventud. Las luces rojas nunca duran lo suficiente, las rampas no tienen la inclinación justa, subir a un pesero pone a prueba las rodillas y brazos de los viejos. Una de las mayores ironías es que cuando los ojos caminan hacia la ceguera, por arte tipográfico la escritura de cualquier etiqueta, de un contrato bancario se convierte en patas de mosca, manchitas alineadas irreconocibles. Mi madre se rindió al esfuerzo de leer.

Mi padre trabaja con lupas, es calígrafo, el pulso ya no es lo que fue pero sigue trazando hermosas letras. Sus encías desdentadas no le avergüenzan, ni su calvicie, ni tropezarse, se ríe y hace bromas, lo único que puede con él es el inmovilismo, la vejez para él es dejar de trabajar, de pagar por su comida. Hace años mi madre y yo fuimos al Mercado de la Merced, caminamos hacia Pino Suárez y por una ventana de una casa una mano flaca, blanca, salía de un camisón, una viejecita greñuda le gritaba “Ven, ven a platicar conmigo…, ¡ven, mira ven!, ¡te pago!”. ¿Cómo no aferrarse a la juventud? A mí me gustaba la suavidad de la piel arrugada de mi abuela materna, sobre todo de sus manos; me gustaba pensar en que algún día podría usar sandalias de pata de gallo como lo hacía mi abuela paterna, doña Tomasa, a ella no le salían ampollas, sus manos gruesas y poderosas que rasgaban las matas plátano, que rompían varitas para hacer fuego. Mi abuelo José se introducía una moneda de 10 centavos (acuñada con una mazorca de maíz) entre sus velludas orejas, y mis primos jugaban a sacarlas sigilosamente mientras dormitaba frente al televisor: nunca pudieron, el juego era de él, el juego era coger la muñeca del atrevido y pegarle tamaño susto. Las excentricidades de los viejos suelen ser libertarias, quizá así comienzan a dejar de temer a la muerte. En tanto nosotros somos devorados por el ansia de lozanía, poco distantes de la locura que viene de las ninfas, de la que nos habla Calasso.

Seguramente un día no habrá más viejos, ni bocas chimuelas, ni arrugas, ni pellejos caídos, ni voces cascadas. Los cuerpos serán jóvenes siempre, perfectos… iguales.

MAD MAX: FURY ROAD

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Soy tan anciano que pertenezco a la generación que vio Mad Max en el cine. Con la primera hice trampa, era todavía demasiado niño, pero en el ya desaparecido Cine Chapultepec cometieron el error de proyectarla un domingo por la mañana en su función de matiné. Cuando los pequeños empezaron a llegar a caudales salió un señor a explicarnos a todos que habían cometido un error. La película era solo para adultos y de ninguna manera la podían enseñar a menores de edad. Recuerdo que muchos se fueron con lágrimas en los ojos pero algunos papás, como el mío, que ya habían planeado deshacerse de nosotros para irse a ver el futbol americano, armaron tanto escándalo (lo “anunciaron en el maldito periódico” gritaba mi papá colérico) que al final nos dejaron entrar a todos. Pasé así una de las mejores mañanas de mi vida (mi papá, que se fue corriendo a ver a Terry Bradshaw y al resto de sus adorados Acereros, también). La segunda de la serie, todavía la mejor hasta el día de hoy, la vi en el también desaparecido Cine Latino, mientras que la tercera me tocó en los cines Anzures.

El punto de todo esto es que le tengo un cariño desmedido a esta trilogía de películas, inflado entrañablemente por el tiempo y la nostalgia. En resumen, esperaba lo peor cuando escuché que iban a hacer otra peli de Mad Max. “Otro refrito”, fue lo primero que pensé. “Ya ni a Max lo dejan en paz. Nada es sagrado hoy en día.” Lo de que George Miller la iba a dirigir me dio cierta esperanza, pero no la suficiente. Nadie ha olvidado el desastre de Prometheus, dirigida por Ridley Scott. El tráiler se veía impresionante, debo admitir, pero es difícil que un tráiler se vea mal. Mi mayor temor, de hecho, parecía confirmado por ese avance. Iban a hacer una película de pura acción, sin el corazón y la imaginación de las originales. Peor aún, va a acabar con otra persecución, de la misma manera que la tercera (que ya de por sí tenía otros problemas) canibalizó el final de la dos.

Y es por eso que el más sorprendido cuando salí del cine con sonrisa de idiota y mi adrenalina fluyendo como gasolina por mis venas fui yo. Ya desde que empezaron a salir las primeras reseñas se podía ver que algo raro estaba ocurriendo. En toda mi vida, no recuerdo jamás haber leído criticas tan… extravagantes. Mi reseña favorita es la que concluía que la película era “¡una puta locura!”. Confieso que mi curiosidad quedó intrigada. George Miller ingeniosamente se salta el problema de tener que terminar la película con una persecución haciendo que la peli inicie con una persecución. Y durante las siguientes dos horas la misma persecución jamás se detiene. Hay que admirar los pantalones de alguien así. Se necesitan un par muy grandes para atreverse a hacer eso. La acción literalmente no para durante ciento veinte minutos, pero lo más asombroso no es que no haya efectos por computadora y que todo lo que vemos lo hacen con dobles y coches de verdad. Lo que sorprende es que hay bastante corazón de sobra en esta película. Cada personaje es tan real como el idiota sentado a tu derecha en la sala de cine. Ahí está la diferencia con películas sin alma como la reciente Age of Ultron, donde la acción tampoco se detiene nunca pero te aburres a los diez minutos y cuando termina ya olvidaste lo que acabas de ver. Como los vehículos que corren y saltan sin tregua a lo largo de toda su duración, Mad Max: Fury Road va tan rápido que cuando acaba te quedas anonadado, esperando que siga un rato más.

Mucho crédito al señor George Miller que a sus setenta años todavía tiene el vigor de irse al desierto a filmar este monstruo. Difícil de creer que el mismo director de Babe 2 y las de Happy Feet también es capaz de crear esta oda a la violencia y la locura. Hablando de eso, no me sorprende ver el nombre de Brendan McCarthy en los créditos del final como co-escritor. Si alguna vez han visto los cómics de McCarthy, las primeras palabras que les pasan por la cabeza son, en efecto, “una puta locura”. McCarthy no solo ayudó a escribir el guión sino que metió mano en los storyboards y diseñó el look de todos los personajes y vehículos. La imaginación en cada escena de esta barroca persecución sin fin, desde los guerreros columpiándose en garrochas de diez metros de alto hasta el guitarrista mutante, parece arrancada a gritos de uno de sus delirantes comics.

También hay que decir que solo una película como Mad Max: Fury Road es capaz de engendrar a los… bizarros criticismos que han aparecido, ninguno más memorable que el de los machos que acusan a la película de ser en realidad un manifiesto feminista disfrazado de película de acción. Caramba, uno hasta se siente tentado a creer que esto también es otra absurda invención de Miller y McCarthy para meter a más gente en el cine. (Lo peor del caso es que la queja, y el boicot que produjo, sí ocurrieron). Curiosamente, uno de los argumentos de estas personas es que Max no es el protagonista de su misma película, sino que lo es Furiosa, el personaje de Charlize Theron. Es curioso porque es cierto. Es Furiosa la que inicia la trama y es ella quien la culmina. Max, el máximo sobreviviente, como de costumbre se deja llevar por la corriente. Todos los personajes en el film creen en algo, hasta los dementes War-Boys (kamikaze kami-krazy!), y no son tímidos a la hora de expresarlo en voz alta. Max, por el contrario, a duras penas dice cincuenta palabras en toda la película. Pero, ¿por qué ofende esto a algunos hombres? Igual que en la trilogía original, sobre todo las últimas dos, es el Man With No Name de los Spaghetti Westerns de Sergio Leone. Un nihilista tan nihilista que ni siquiera puede articular su nihilismo en palabras. Lo único que quiere es que lo dejen en paz. ¿Quién no se puede identificar con ese sentimiento?

Ahora, si me disculpan, estar escribiendo sobre esto me ha provocado un irrefrenable deseo de volverla a ver.

EL LADO TIERNO Y SEXY DEL COSPLAY/2

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Segunda parte

En la primera parte de esta entrevista Faryuuzaki nos habló del significado de ser una cosplayer, cuáles fueron sus inicios y los prejuicios que existen en torno a este trabajo… “El cosplay es un disfraz, no eres tú”.
En esta segunda parte nos acercaremos a las dificultades que presenta realizar este trabajo de manera profesional, al rechazo por parte de algunos sectores de la sociedad, pero también al lado más desinhibido y, quizás, el más divertido de jugar a disfrazarse, de ser otro y en el camino ser uno mismo y compartir con otros tus gustos, obsesiones, deseos y fetiches.

¿Cuál ha sido la reacción que tienen hacia ti otras mujeres?, ¿has tenido algún conflicto de género por lo que haces, mujeres que digan que denigras a la mujer porque te vistes de esa manera?
No sé si soy cuidadosa en cómo me manejo, o me ha tocado suerte, o a lo mejor no tomo mal los comentarios porque creo que todos somos completamente diferentes y no voy a poder agradarle a todos. Pero hace poco me hicieron una entrevista para un periódico, la publicaron también por Facebook y ahí fue donde salieron un montón de comentarios de ese estilo. Fue cuando me di cuenta de este problema. Había comentarios como “ah, qué ridícula”, o que estaba denigrando a las mujeres y cosas así, es la primera vez que lo escucho. Pero fíjate que la mayor parte de las chavas o amigas que conozco luego me preguntan o dicen, de manera personal o más discretamente, “oye, me gustaría hacer unas fotos para regalarle a mi novio, ¿tú qué me sugieres?” o “¿qué me aconsejarías…?”, o “ayúdame con un vestuario o ayúdame con tal cosa”. Más que tomarlo de manera negativa, a veces les late. Tengo compañeras que me siguen mucho, compañeras de escuela a las que les gusta disfrazarse para tomarse fotos y no tiene nada de malo.

Directamente no te hacen ese tipo de comentarios, pero por lo que me dices en las redes sociales es mucho más sencillo que lo hagan….
Sí. Yo soy dentista y, por ejemplo, no me gusta decirles a mis seguidores que soy dentista porque luego luego quieren consulta y no sé por qué tienen la idea de que voy a trabajar disfrazada o no sé qué se imaginan.

¿Que juzguen tu profesión por ser cosplayer?
Sí, o a veces las mamás de mis pacientes me dicen “ay, deberías de irte vestida de princesa para que la atiendas de princesa”. Y yo pienso, “pero no va a ser nada cómodo”. O “deberías de vestirte de Rapunzel para que las atiendas de Rapunzel”.

Quizá piensan en eso más como un animador de fiestas infantiles…
Sí, y también lo he hecho.

Es diferente al cosplay…
Sí, completamente diferente. Pero me voy cospleyada, me voy caracterizada al cien. Me voy de Elsa de Frozen, de Rapunzel, de Blanca Nieves. Pero si no te agradan los niños o no tienes esa empatía con ellos, no va a funcionar. Yo como soy, de repente, chacharosa y veo caricaturas o cosas como ésas, tengo empatía por ellos, yo creo que se me facilita por eso. Es diferente, tienes una sobredosis de amor, porque te abrazan, te dicen que estás hermosa, “¡Eres la princesa!”, muy padre. También hemos ido al CRIT a visitar a los niños y a casas hogar.
En el cosplay está el lado tierno y también el sexoso.

¿Se puede vivir del cosplay?
Yo no. Lo hago total y absolutamente por amor. En México y en otras ciudades más grandes quizá tengan alguna remuneración importante, pero en el caso de Aguascalientes es totalmente amor a tu pasatiempo, porque no recibes nada más. Yo he tenido suerte de que sí me han contratado para eventos, de que sí me he presentado en otros estados patrocinada. He tenido mucha suerte en ese sentido. Cuando ganas concursos también algunas veces te dan dinero. En noviembre concursé y gané, fueron tres mil pesos de premio.

¿En dónde concursaste?
Concursé aquí, en el Casino, en una convención que se llama Seikon. Ahí gané el primer lugar. Para esos concursos haces un performance, llevas escenografía, haces un audio… por eso te digo que es una expresión teatral, una actuación.

Pero, al parecer, los premios no cubren los gastos que genera hacer un cosplay, ¿tú haces todo el vestuario?
Sí, de hecho todo lo hacemos entre mi mamá y yo. Ella es modista y me ayuda a confeccionar algunos de los trajes. Otras cosas las compro por internet, como las pelucas y los pupilentes.

¿Entonces no podrías dedicarte exclusivamente al cosplay?
Si te encuentras un patrocinador sí. Hay chicas que lo hacen, que son modelos y que las lleva algún patrocinador, alguna empresa de mangas o cómics. Te toman como modelo y te caracterizan. Aquí no se da mucho, pero en la ciudad de México y en muchas otras partes sí.

Una ciudad más pequeña, ¿menos oportunidades?
En eso como que todavía no avanza nada. A mí, por ejemplo, me ha tocado que me han contratado de cosas que nada que ver. Una amiga me contrató para una exposición de Japón, “tú tienes un traje así como de Japón y queremos ver si puedes presentarte”. Me contrataron y me pagaron. Me han querido también comprar fotos. Pero aún no las he sacado para vender, más bien las he regalado.

Se hace más difícil cobrar un trabajo…
Sí, yo pienso, “cómo les voy a vender una foto mía”. Y me dice una amiga, “pero bueno, si es un póster grande y de buena calidad, ¿por qué no lo vas a vender?, es el material, el tiempo del fotógrafo, tu traje…”. Es algo que voy a considerar, porque no quiero venderles las fotos que tengo en Facebook. Más o menos tengo una idea del costo, lo he platicado con otras cosplayers de Guadalajara y otras partes. Ellas traen sus pósteres y sus fotos. Me dijeron sale en tanto, “se los autografías, y es algo personalizado, es un artículo, toma en cuenta el trabajo del papel y la impresión y todo”. Nada más no quiero ofrecerles lo que ya tengo ahí. Porque aunque sea en otra calidad ellos pueden descargarlas y sí tengo contemplado hacer unas sesiones para sacar los pósteres, que sea algo más exclusivo, que no toda la gente tenga esas fotos, que puedan decir “yo tengo una foto inédita”.

¿Algunos personajes favoritos que tengas?
Marina de las Guerreras Mágicas, que también se llama Umi. Mis preferidos me tardo en hacerlos, hasta que agarro seguridad. Tiendo a ser muy perfeccionista, cuido mucho los detalles de los que más me gustan y me tardo. Lo saqué hace ya tiempo, de hecho tengo tres versiones ya de ella, con sus diferentes trajes.

Otro es la Mujer Maravilla. Cuando lo hice no me imaginé que fuera a tener tan buena respuesta. Por eso le tengo más cariño. Lo saqué en una fiesta de un amigo que es productor de música. Me preguntó un día si le podía ayudar con una fiesta de Halloween, pero que fuera con cosplays conocidos, como de cómics. Y pensé, “bueno, pero de qué lo hacemos” y yo con mi lista de cosplays que he querido hacer toda la vida. Y ahí tenía a Wonder Woman, pero escondidita, pensaba “algún día lo haré, sueño dorado”. Y ese fue el momento, le dije “pues me gustaría hacer un día a la Mujer Maravilla”. Se emocionó y me dijo que sí, que la hiciera. Ese fue el pretexto, hice la Mujer Maravilla y me fue muy bien. A mí me daba miedo que fuera muy criticada, porque tiene muchas cosas, guapa, fuerte y sexy. Decía yo “espero no hacer algo que me digan, ¿qué te crees o piensas que eres?, ¿la mujer maravilla o qué?”. Porque al principio sí te afectan esas cosas.

Luego en San Luis me invitó una banda de rock de Aguascalientes, que tiene un colectivo que se llama La sociedad perversa manifiesta, es un proyecto para expresar tus fetiches, tus fijaciones, lo que no toda la gente se atreve a hacer o decir. Hacen sesiones fotográficas y convocan a gente. Te dicen “tú lleva lo que quieras, tu fetiche, lo que quieras hacer”. Ahí, por ejemplo, he ido de bondage, amarrada, de lolita, con un traje de… hay un fetiche en el que las personas se visten y actúan como caballos, es un traje de látex que tiene patitas de caballo y tiene la crin, y te comportas como un caballo. También hice una chica gamer, que también es un fetiche para los chavos; una maid, sirvienta. He participado muchas veces con ellos. Algunos se desnudan o salen con poca ropa, otros hacen algo que nadie entendió, está muy padre, porque todos le echan muchas ganas. Después de las fotos hacen un evento donde ellos tocan y hay una pasarela fetish, y ya te dicen “tú haz lo que tú quieras”. Pasa, por ejemplo, una chava con alguien amarrado y lo trae así como perro. Yo llevé una Blanca Nieves y les andaba mandando besitos y florecitas a todos, así con el vestidito chiquitito. Como que ahí sí explotas más lo sexual y más perverso. También me llevé una dominatrix, muy pulcra, con el cabello en cola de caballo, taconzotes y muy dominante.

Y ¿cómo es el ambiente?
De todo eh, digo, no hacen cosas ahí, no están en una orgía, llegan y se expresan, ellos en su rollo, no involucran gente.
La primera vez que participé sentí que no encajaba, porque ellos llevaban cuero, látex, desnudos, y yo llegué con mi vestido y chones de holancitos y calcenticitos. Pero es parte de la diversidad de los fetiches.

Otro personaje que me gustaba desde siempre es She-Ra. Pero pensaba que no me iba, es muy rubia, y luego amarillo huevo. Ése lo mandé a hacer, me lo hizo un chavo que es buenísimo para caracterizaciones, un drag queen. Me hizo la tiara, el pectoral y la espada. Lo guardé como dos años y hace poco lo usé, en la TNT del DF. Estuvo padre porque llegué y estaba un amigo mío del DF, él traía un traje de una caricatura vieja y le dije “yo también traigo el mío retro”, “ve cámbiate ahorita, va a haber una pasarela de cosplay retro, para que te lances a la pasarela”. Me cambié y había una filonona, pasó un montón de gente, luego pasé rápido y toda la gente así de “¡Aaaah!, ¡She-Ra!”. “Órale”, pensé. Atrás de mí estaba formada una chava que me dijo “es que yo te amo con ese traje, me encantas”. Y yo así de bueno, desconfiada. Y ya que termina la pasarela y dice el presentador “nuestra cosplayer invitada internacional va a dar un diploma a su cosplay favorito”, y que la veo entrar y que era la chica que me había dicho eso. Me dieron el reconocimiento y se me hizo muy padre porque fue algo que no tenía planeado.

¿Hay algún cosplay que quieras hacer ahorita?
Quiero hacer a Morrigan y tengo algunos empezados también que quiero hacer. Me gusta mucho el diseño del personaje y me gusta también que es mala, es un demonio y es sexy, la combinación malo y sexy. Tengo como tres años, pero aún no lo termino.

Si no leíste la primera parte, aquí la puedes encontrar: http://www.metropolificcion.com/2015/04/el-lado-tierno-y-sexy-del-cosplay/

TERCIOPELO

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MASTURBARSE

Nos arrellanamos en las butacas. El cine Estadio quedaba apenas a tres cuadras de nuestra casa. El póster promocional tenía a un hombre cuyo peinado no resultaba extraño, pues sostenía una bola de cristal, el ambiente era de fantasía Disney. 1986 u 87, la sala estaba completamente oscura, y mamá nos acallaba. La historia no me atrajo, hasta que apareció él, el hombre del póster…, hasta que cantó y bailó Magic Dance en medio de gnomos, y después Within you. Las caricias de su voz fluían fuera de mí, estremecedoras…

Quizá mis amigas y yo no hablamos de nuestros orgasmos porque preferimos provocárnoslos…, o quizá porque es de mala educación, o en el peor de los casos porque son cosa de la memoria. Los que provocan risa o son sucedidos por llanto suelen ser memorables…, ciertamente las mujeres con quienes he hablado al respecto narran el orgasmo como personaje menor de una narración mayor, la trama parece ser más importante que el orgasmo mismo. Recordamos la situación, al amante(s) en cuestión, los olores, la locación, si fue una sesión de horas o un breve e intenso o insípido encuentro, “venirse” no es el clímax de la historia.

“La primera vez” es una construcción masculina, la esperanza de ser el primer pene que incursiona en esa vagina. Mi primera vez fue en esa sala de cine, con David Bowie, con su voz, a mis 13 años. Supe y conocí lo que era desear a un hombre, desear su cuerpo, delgado y desnudo bajo sus leotardos ochenteros. Poseí como tesoro erotizante el casete de la película, lo tocaba en mi walkman sin cesar, y así, sin cesar, Bowie y yo nos acariciábamos. A Bowie le sucedió David Gahan en Personal Jesus y Enjoy the Silence. Masturbarse con una voz no es ni nuevo, ni raro, si no me creen pregúntenle a las monjas novohispanas, extáticas de placer cuando soñaban con la voz de su Jesús personal… Era la voz, acompañada de cuerpos andróginos, lejos de los estereotipados William Levy o Cristiano Ronaldo.

También hubo aquellos años en que las texturas del sofá padecieron mis humedades, en que los jeans ajustados daban gusto, en que hurtaba cubos de hielo, en que mezclaba sensaciones: introducir cotonetes mojados en mis oídos mientras me frotaba sobre las pantaletas, sólo por el gusto de estremecer la piel… Los hombres y sus penes duros no existían, era el territorio abierto de mis adentros y sus alrededores. Había que hacerlo a solas, disfrutando el silencio, sin contarlo. Recién ahora puedo hablar de los orgasmos con algunas amigas, con amantes, y me esfuerzo por revisitar esa memoria del cuerpo placentero.

Se ha escrito, dicho, filmado, estudiado mucho sobre que las mujeres debemos aceptar nuestros cuerpos, que la autoestima, que existe el apetito femenino insaciable siempre de moda (las bostezables películas de Lars von Trier), que fingimos orgasmos, que no los tenemos, que la salud sexual de la pareja, el sexo en pareja y, sobre todo, con la pareja es la opción… Y también está el poliamor y los swingers, y las fiestas sexuales. ¿Qué hay del solitario éxtasis?

Masturbarse es placer de una, por eso libera. Placer de la punta de los dedos, sin el pretexto del amor romántico que nos impone sus tiempos, cortapisas, rituales; ese amor es carencia, sin él somos un jardín de delicia. ¿Habrá mujer que se prefiera como amante de sí? Quiero pensar que por eso para algunas masturbarse aún sea inconfesable.

IN THE SHIRE

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MÉXICO ES COOL (¿?): THE LONDON BOOK FAIR 2015

Aunque sabía que México era el invitado de este año, no pensé asistir a The London Book Fair (Feria del Libro de Londres) hasta que supe que un amigo venía a participar en ella y me traería unas tortillas, que extraño como pocas cosas porque la nostalgia pega en el estómago. Al vivir fuera de Londres tuve que preparar mi viaje; al hacerlo me sorprendió el costo de la entrada a la feria más o menos 80 veces más que la entrada a la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería.

Vale aclarar que ésta es mi primera experiencia en una feria internacional fuera del D.F. Nunca antes había asistido a otra, ni siquiera a esa meca de los estudiantes de letras en México conocida como la FIL (Feria Internacional del Libro de Guadalajara). Mi referente inmediato era la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería, aunque también he asistido al Festival Literario de Oxford (The Oxford Literary Festival) pero éste funciona de una forma distinta, por ejemplo, no tienen una sede sino que sus eventos ocurren en diferentes sitios de la ciudad y cobran por entrar a cada uno de ellos.

Así pues, esperaba una feria diferente. En la entrada tuve que dar el número de mi compra de boleto para que me entregaran mi pase, una suerte de identificación, con mi nombre y un código de barras que fue escaneado cada vez que entré a la feria, cuando asistí a un evento o cuando salí de ella. Mientras caminando descifraba el mapa de la feria y me tomaba un café, crucé por un pasillo donde una fila de masajistas (usando una camiseta verde) ofrecía sus servicios a los extenuados participantes, proveniente de todas parte del mundo, sorteando el jet lag y corriendo de una cita de trabajo a otra. El masaje se daba ahí mismo, sobre un banquito y había mucha gente recibiéndolo.

A esa feria no se va a comprar libros al menudeo y tampoco se lleva niños porque no hay actividades para ellos. Unos jóvenes (hombres y mujeres) con unas charolas, a manera de vendedora de dulces y cigarros en una película antigua, ofrecían dulces como obsequio a los asistentes. Aparte de los masajes y los dulces, The London Book Fair tienen como objetivo hacer negocios, se trata de la reunión “del mercado global para la negociación de derechos y para la venta y distribución de contenido a través de canales impresos, de audio, televisión, cinematográficos y digitales” (estoy traduciendo información en su página de internet).

En otras palabras, es un evento durante el cual se venden y compran los derechos de libros, revistas, revistas y publicaciones diversas. La feria fue fundada hace 40 años y se le considera la segunda en tamaño e importancia después de la Feria del Libro de Frankfurt, aunque los que saben me dicen que el tamaño de la FIL es mayor que la feria de Londres.

Otro propósito explícito es de la Feria de Londres es reunir a personas que trabajan en la industria editorial para crear y fomentar relaciones de trabajo. Durante la feria se realizaron citas de trabajo que emulan esa reuniones en busca de pareja, donde se charla con un prospecto de cliente (quizá de socio) durante un tiempo determinado para luego cambiar de lugar y de prospecto, siempre en busca de ese negocio editorial ideal.

Sin embrago, el sesgo empresarial no se percibe de inmediato, porque en la Feria del Libro de Londres también tuvieron lugar una gran variedad de eventos que se pueden mencionar por tema: libros para niños, ilustraciones, agentes literarios, usos de la tecnología y venta de libros al menudeo (o cómo llegarle a los lectores). O, se pueden enlistar por tipo de evento: seminarios sobre traducción, la lectura o la industria editorial mexicana, la entrega de premios , un encuentro de traductores literarios, presentación de libros —por ejemplo, el escrito por Merry Berry (la gurú inglesa de la repostería y pastelería) y la autobiografía de Conchita Wrust, Being Conchita—, charlas con escritores y por supuesto la presencia del país invitado al Market Focus.

México fue el país invitado este año. El propósito del Market Focus es destacar las relaciones con la industria editorial del invitado. México fue convidado debido a “su dinámica industria editorial y para extender el conocimiento de sus vastas tradiciones literarias” y porque México es very cool, así lo dijo Jacks Thomas, directora de la feria. Así pues, la delegación mexicana ocupó el pabellón central, compuesto principalmente por los representantes de la editoriales —no enlistaré todas, pero noté los estands de Artes de México, FCE, Ficticia, Planeta, Red Altexto, Sexto Piso, Trilce (que trajo esos dos libros que todavía nadie me ha regalado: El sensacional de lucha y La Tacopedia), Tumbona, UNAM (¡goya!)—, seguidas por los escritores —Roger Bartra, Carmen Boullosa, Lydia Cacho, Francisco Hinojosa, Enrique Krauze, Tedi López Mills, Valeria Luiselli, Elena Poniatowska, Pedro Serrano, Juan Villoro y Jorge Volpi— y los representantes de Conaculta. Cabe acotar que al menos tuvo lugar una mesa donde los traductores abordaron los cómos y a quiénes traducir de la literatura mexa.

Los escritores vinieron no sólo porque (valga la redundancia) escriben los libros, sino porque junto con el estímulo a los negocios e intercambios editoriales del Market Focus se realiza un Programa Cultural, armado este año por el British Council y Conaculta. De acuerdo con la guía del Market Focus, la intención fue “fortalecer las relaciones comerciales y culturales, educar a la comunidad editorial global acerca de la literatura y los autores contemporáneos mexicanos y ayudar a los editores mexicanos a llevar sus libros y su literatura mediante la feria a una audiencia internacional”. Parte de esa exposición internacional se realizó vía la antología México 20. New Voices, Old Traditions, que reúne una muestra de la obra de 20 escritores mexicanos, menores de 40 años, traducida al inglés (hace unos meses Geney Beltrán escribió sobre ella y sobre la participación de México en la feria).

¡Y la antología se regalaba! Mi primera reacción fue de incredulidad y sorpresa, para después pensar que es una estrategia similar a esa práctica de venta que consiste en darle a probar el producto al cliente potencial, quién quita y se interesa. Sin embargo, el resto de los libros estaban en venta, bueno, sus derechos, así que los autores también vinieron a promover la literatura mexicana contemporánea, o sea, ayudar a vender libros y derechos. Quizá no suena bien, pero el mercado (nos guste o no) es un actor y una fuerza que alcanza y permea a la literatura.

En este ambiente de creación y renovación de relaciones comerciales y culturales, todavía fue pertinente una plática (otras más, ¿cuántas más?) para deshacer la identificación de la literatura mexicana (y latinoamericana) con el realismo mágico. Para, entonces, dar paso a la lectura y discusión de lo escrito de manera alterna y posterior así como de las circunstancias mexicanas. Juan Villoro fue quien mejor lo cifró al afirmar que precisamos soñar con el paraíso, abrir una ventana a la esperanza y reconocer nuestra necesidad de contar historias de frente a la actualidad mexicana, el legado de los gobiernos panistas, el narco, el régimen de Peña Nieto, el regreso del PRI a la presidencia, los feminicidios, Tlatlaya, Ayotzinapa y nuestros más de 20 mil desparecidos.