MAD MAX: FURY ROAD

Soy tan anciano que pertenezco a la generación que vio Mad Max en el cine. Con la primera hice trampa, era todavía demasiado niño, pero en el ya desaparecido Cine Chapultepec cometieron el error de proyectarla un domingo por la mañana en su función de matiné. Cuando los pequeños empezaron a llegar a caudales salió un señor a explicarnos a todos que habían cometido un error. La película era solo para adultos y de ninguna manera la podían enseñar a menores de edad. Recuerdo que muchos se fueron con lágrimas en los ojos pero algunos papás, como el mío, que ya habían planeado deshacerse de nosotros para irse a ver el futbol americano, armaron tanto escándalo (lo “anunciaron en el maldito periódico” gritaba mi papá colérico) que al final nos dejaron entrar a todos. Pasé así una de las mejores mañanas de mi vida (mi papá, que se fue corriendo a ver a Terry Bradshaw y al resto de sus adorados Acereros, también). La segunda de la serie, todavía la mejor hasta el día de hoy, la vi en el también desaparecido Cine Latino, mientras que la tercera me tocó en los cines Anzures.

El punto de todo esto es que le tengo un cariño desmedido a esta trilogía de películas, inflado entrañablemente por el tiempo y la nostalgia. En resumen, esperaba lo peor cuando escuché que iban a hacer otra peli de Mad Max. “Otro refrito”, fue lo primero que pensé. “Ya ni a Max lo dejan en paz. Nada es sagrado hoy en día.” Lo de que George Miller la iba a dirigir me dio cierta esperanza, pero no la suficiente. Nadie ha olvidado el desastre de Prometheus, dirigida por Ridley Scott. El tráiler se veía impresionante, debo admitir, pero es difícil que un tráiler se vea mal. Mi mayor temor, de hecho, parecía confirmado por ese avance. Iban a hacer una película de pura acción, sin el corazón y la imaginación de las originales. Peor aún, va a acabar con otra persecución, de la misma manera que la tercera (que ya de por sí tenía otros problemas) canibalizó el final de la dos.

Y es por eso que el más sorprendido cuando salí del cine con sonrisa de idiota y mi adrenalina fluyendo como gasolina por mis venas fui yo. Ya desde que empezaron a salir las primeras reseñas se podía ver que algo raro estaba ocurriendo. En toda mi vida, no recuerdo jamás haber leído criticas tan… extravagantes. Mi reseña favorita es la que concluía que la película era “¡una puta locura!”. Confieso que mi curiosidad quedó intrigada. George Miller ingeniosamente se salta el problema de tener que terminar la película con una persecución haciendo que la peli inicie con una persecución. Y durante las siguientes dos horas la misma persecución jamás se detiene. Hay que admirar los pantalones de alguien así. Se necesitan un par muy grandes para atreverse a hacer eso. La acción literalmente no para durante ciento veinte minutos, pero lo más asombroso no es que no haya efectos por computadora y que todo lo que vemos lo hacen con dobles y coches de verdad. Lo que sorprende es que hay bastante corazón de sobra en esta película. Cada personaje es tan real como el idiota sentado a tu derecha en la sala de cine. Ahí está la diferencia con películas sin alma como la reciente Age of Ultron, donde la acción tampoco se detiene nunca pero te aburres a los diez minutos y cuando termina ya olvidaste lo que acabas de ver. Como los vehículos que corren y saltan sin tregua a lo largo de toda su duración, Mad Max: Fury Road va tan rápido que cuando acaba te quedas anonadado, esperando que siga un rato más.

Mucho crédito al señor George Miller que a sus setenta años todavía tiene el vigor de irse al desierto a filmar este monstruo. Difícil de creer que el mismo director de Babe 2 y las de Happy Feet también es capaz de crear esta oda a la violencia y la locura. Hablando de eso, no me sorprende ver el nombre de Brendan McCarthy en los créditos del final como co-escritor. Si alguna vez han visto los cómics de McCarthy, las primeras palabras que les pasan por la cabeza son, en efecto, “una puta locura”. McCarthy no solo ayudó a escribir el guión sino que metió mano en los storyboards y diseñó el look de todos los personajes y vehículos. La imaginación en cada escena de esta barroca persecución sin fin, desde los guerreros columpiándose en garrochas de diez metros de alto hasta el guitarrista mutante, parece arrancada a gritos de uno de sus delirantes comics.

También hay que decir que solo una película como Mad Max: Fury Road es capaz de engendrar a los… bizarros criticismos que han aparecido, ninguno más memorable que el de los machos que acusan a la película de ser en realidad un manifiesto feminista disfrazado de película de acción. Caramba, uno hasta se siente tentado a creer que esto también es otra absurda invención de Miller y McCarthy para meter a más gente en el cine. (Lo peor del caso es que la queja, y el boicot que produjo, sí ocurrieron). Curiosamente, uno de los argumentos de estas personas es que Max no es el protagonista de su misma película, sino que lo es Furiosa, el personaje de Charlize Theron. Es curioso porque es cierto. Es Furiosa la que inicia la trama y es ella quien la culmina. Max, el máximo sobreviviente, como de costumbre se deja llevar por la corriente. Todos los personajes en el film creen en algo, hasta los dementes War-Boys (kamikaze kami-krazy!), y no son tímidos a la hora de expresarlo en voz alta. Max, por el contrario, a duras penas dice cincuenta palabras en toda la película. Pero, ¿por qué ofende esto a algunos hombres? Igual que en la trilogía original, sobre todo las últimas dos, es el Man With No Name de los Spaghetti Westerns de Sergio Leone. Un nihilista tan nihilista que ni siquiera puede articular su nihilismo en palabras. Lo único que quiere es que lo dejen en paz. ¿Quién no se puede identificar con ese sentimiento?

Ahora, si me disculpan, estar escribiendo sobre esto me ha provocado un irrefrenable deseo de volverla a ver.

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