¿Y LOS BEATLES?
Para Rafa Reveles
Presley por parte de mi padre y Beatle por parte de mi madre. Varios años de mi vida experimenté esa conjunción como una disyuntiva irreconciliable. Ese antagonismo tiene fundamentada su explicación en la dictadura musical de mi padre; autodesignado dj, él escogió la música que se escuchaba en la casa —todavía lo hace— de entre su ecléctica colección, que lo mismo incluye música clásica, a Frank Sinatra, boleros, a María Dolores Pradera, corridos norteños y a José José, pero nunca a Los Beatles.
Aunque a mi madre aprecia a los cuatro fantásticos, nunca ha objetado las decisiones musicales mi padre, lo deja ser. Sin embargo, ninguno de los dos pudo prever que sus herederos ofrecerían resistencia y batallas que duraron meses, incluso años, no solo para contrarrestar esa opresión sonora y crearnos un espacio en la fonoteca familiar, o al menos apoderarnos por unas horas del tornamesas, casetera o reproductor de cedes (depende del año del que hablemos) y que nuestra música inundara la casa. No es lo mismo escuchar a Queen, Café Tacvba o Morrisey en el walkman, discman, grabadora de la recámara o iPod, que en el estéreo de la sala y (casi) a todo volumen.
La anglofilia es un resultado inesperado de la lucha contra nuestro tirano musical. No despreciamos la música de los gringos, a mí me gusta mucho Elvis Presley, pero los británicos lo han hecho mejor. Por permanencia y recurrencia Queen es mi banda, mientras que mi hermano ha preferido el brit pop. Ambos hemos seguimos caminos diferentes, que siempre se intersectan para ir juntos a conciertos e intercambiar música. Así que, propendiendo hacia los cantantes y bandas de origen británico, un día llegamos a Los Beatles y los instalamos en el lugar que les corresponde. Mi padre no ofreció resistencia, nuestra adolescencia lo dejó apaciguado.
Sería una mentira decir que el veto paterno evitó mi contacto con Los Beatles, ni que haya vivido yo en el castillo de la pureza musical. Es imposible. La vida en el DF no lo permite. Los Beatles son ubicuos, al menos en el centro del país.
La omnipresencia del cuarteto es tal que la bloqueamos. En cualquier puesto ambulante, tienda o cafetería de la Ciudad de México puede estar sonando sus canciones. Se les organizan homenajes a su legados organizados por grupos de admiradores, músicos profesionales o amateurs. Su música se escucha en la radio mexicana y —hasta donde me quedé— existen dos programas dedicados exclusivamente a Los Beatles, uno de ellos sale todos los días al aire y fue parte de la banda sonora de mis clases de natación por cinco años. Además, la parafernalia relacionada con el grupo (muñecos, camisetas y pósteres por ejemplo) se vende y circula por (casi) todos los sectores sociales del DF.
Contra lo que se podría esperar, proveniente del contexto defeño noté que en Inglaterra Los Beatles están y no están. Su ubicuidad está diluida. Se les reverencia de una manera moderada. Aunque se vende parafernalia con imágenes alusivas al grupo y se organizan tours en Liverpool y Londres para visitar sitios relevantes en su historia, su música y su imagen no es omnipresente. No recuerdo haber entrado a alguna tienda o cafetería y que Los Beatles se oyeran como parte del ambiente sonoro. Y tampoco existen programas de radios devotos al cuarteto (en particular revisé las 10 más populares).
Entonces, ¿dónde están los Beatles? Antes de responder advierto que mi respuesta es más un pergeño que una afirmación categórica, únicamente expresa mi opinión falible y limitada y retoma algunos documentales de la BBC (I’m in a boy band y When pop ruled my life). Los Beatles están en la radio, su música rota en la programación habitual de diferentes estaciones del Reino Unido, pero no existe la búsqueda especializada tras grabaciones raras o covers impensables como sucede en México.
Los Beatles han dejado su impronta, pero los británicos no están aferrados a ellos ni a ese momento de su historia musical. Nadie niega su carácter inigualable, su trascendencia musical e influencia cultural, pero el Reino Unido además de Los Beatles nos ha dado a: los Rolling Stones, The Kinks, The Who, Cream, Lead Zepelin, Deep Purple, Black Sabath, Queen, Sex Pistols, The Clash, Joy Division, Bauhaus, Depeche Mode, Police, Siouxie and the Banshees, Duran Duran, The Cure, New Order, Happy Mondays, The Smiths, Pulp, The Stone Roses, Oasis, Blur, Radiohead, Belle & Sebastian, Manic Street Preachers, Editors, más todas las banda que omití sin querer. En otras palabras, Los Beatles fueron los primeros, pero nos los únicos y las bandas que los han seguido han aportado, más que imitarlos.
Los Beatles se encuentran donde menos se espera. Si digo que Los Beatles guían la alienación de cualquier banda de rock se me criticará —y con razón— de descubrir el hilo negro. Sin embargo, su presencia también se halla en la base de un fenómeno pop, de forma sutil y soterrada informa la base de cada boy band. Cada uno de Los Beatles ha inspirado las personalidades de los integrantes que componen inventos tipo Take That y One Direction, así pues en una boy band encontramos: al líder, al lindo, al divertido y al tímido.
Preguntarme por Los Beatles me lleva a otra interrogante: ¿por qué nos gustan tanto en México? ¿Por qué los idolatramos? Una respuesta fácil y pedante sería: por ignorancia, otra sería el malinchismo, pero no creo en ese tipo de respuestas. De momento, creo que la omnipresencia y reverencia a los fab four se debe a que representan algo que en términos culturales no tuvimos en México por mucho tiempo: una banda de rock que iniciara un movimiento social y cultural que no fuera estigmatizado ni censurado. ¿Una forma de ser jóvenes? ¿De no ser como nuestros padres?