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¿CÓMO VES? UNA PEQUEÑA ESTAFA ROCANROLERA

A quince años del primer Vive Latino, para los jóvenes ha de ser muy difícil imaginarse que ver a sus bandas favoritas en vivo o en pantalla era cosa difícil, que ni siquiera escuchar la música que les gustase en grabación era tan fácil. Y hace 30 años, pequeños chispazos de rock o algo parecido entusiasmaban como pozos de agua en el desierto. Lo que hubiera estaba bien y había que festejarlo. Algo así pasó con ¿Cómo ves?, muy celebrada en su momento como gran neta que revelaba la marginación que sufrían muchos jóvenes y el rock como un movimiento contestatario y catártico.

Ni siquiera es una película completa. Se supone que no se concluyó por falta de presupuesto para su coproductora gubernamental, el Consejo Nacional para la Atención de la Juventud (Crea). Aun así, se exhibió como producto terminado de 59 minutos. Se trata, eso sí, de algo bastante curioso que aporta datos visuales para pensar la ciudad, las juventudes y los cambios al paso del tiempo. Por ejemplo, que antes de Chela Lora hubo una época en la que El Tri valía la pena.

La película se la lleva Alex, al menos por el tiempo que le dedica Paul Leduc, el director, que parece su fan. En este sentido, está emparentada al cine de musicales, como cuando Pedro Infante o César Costa cantaban ene cantidad de canciones por película a modo de videoclips promocionales de los discos.

La historia, narrada fragmentariamente y entre rolas, nos cuenta lo duro que es ser obrero u obrera en la periferia metropolitana, sea como empacador de bultos de cemento o desescamadora en una pescadería; de la violencia latente y constante, sea en los terregales de futbol o en las balaceras al calor de las bravuconadas en las fiestas. Cansados, hartos o frustrados, un grupito se integra a una banda delictiva que opera en la Zona Rosa, lo que nos permite adentrarnos como cinevidentes a algunos bares donde se presentaba Rockdrigo González o había shows travestis, como el de Tito Vasconcelos.

La pobreza ya no es la de las vecindades viejas de las colonias céntricas de la ciudad, sino la de paracaidistas que germinan nuevos rumbos con carencias de servicios y nombres pendientes por definir, entre casuchas de cartón o viviendas en obra negra, cuartos a mitad de ser casas, primeros pisos con aspiraciones a segundos, o azoteas para lavaderos propios y baños a cielo abierto, donde las calles de tierra tienen nombres y numeración pendientes.

El paisaje es de torres de alta tensión, marañas de cables entre postes y canales de agua estancada, pero Leduc parece querer exagerar la condición de miseria o impregnarla de tintes de sordidez, al mostrar que los niños tienen a una rata como un juguete más y la hacen protagonista de sus juegos junto con cacharros de basurero.

Ese nuevo chilango no es el ñerito de las películas con Luis de Alba ni mucho menos el que habla con tonadita folclórica tepiteña o de Nosotros los pobres —hay pocos diálogos, pero suenan frescos, naturales y con un lenguaje poco cargado de caló o mentadas de madre. Tampoco es el de la Sonora Santanera, el salón de baile con orquestas o pistas de música tropical, sino el roquerito o el “punk”.

A partir de esta cinta, un muy joven Roberto Sosa habrá de representar al chavo banda de los ochenta y sus secuelas noventeras. Su personaje, del cual no se nos dice el nombre, como tampoco el de los demás, está enamorado de una chava mayor, interpretada por Cecilita Toussaint, una roquera nice que se revuelca con él y canta entre los desarrapados como una más, lo que resulta inverosímil dada su pinta de niña bien de la cabeza a los pies, y cuya presencia ahí sólo estaría justificada para el argumento como el alucine del chemo o un toque, o como evocación mental en episodios de autoerotización adolescente. Todo con tal de que Leduc la presentara como parte de la movidita roquera de la época y su chiche de lo “urbano” en las composiciones de Jaime López.

Leduc nos deja ver que, tal vez, la pureza roquera nunca existió, que no hubo una era dorada aséptica de contaminaciones tropicales, para lo cual la Ceci T es acompañada por unos de nombre Son de Merengue, para cantarse repetidamente un tíbiri con lirica ñerita y alusiones a lo urbano. Que los toquines tampoco fueron un remanso de la juventud o de los “chavos de onda”, pues, a falta de otra cosa, hacían más o menos las veces de fiestas de barrio a las que asistían desde niños, morros prepúberes y púberes hasta chavorrucas. También, que antes que la mona fue el Frutsi de chemo. Y que no existía el eslam en los toquines, sino que se bailaba de brinquito.

Coautor del guión junto con José Joaquín Blanco, basado supuestamente en textos de los escritores José Agustín y José Revueltas, entre otros, así como de José Saborit, quien actualmente es director del Museo Nacional de Antropología, Leduc nos deja algo que sin ser una joya está lejos del churro y que vale la pena considerar como una parada obligatoria para una ruta crítica en el recorrido de la cinematografía mexicana.

Aquí, la película completa:

Título original: ¿Cómo ves?
Año: 1986
Duración: 49 min.
País: México
Director: Paul Leduc
Productor: Jorge Sánchez
Productora ejecutiva: Dulce Kuri
Guion: José Joaquín Blanco, Paul Leduc
Música: Rockdrigo González, Jaime López, El Tri, Cecilia Toussaint, Son de Merengue
Fotografía: Toni Kuhn
Reparto: Roberto Sosa, Blanca Guerra, Cecilia Toussaint, Eduardo López Rojas, Ana Ofelia Murguía, Tito Vasconcelos, Jaime López, Rodrigo González, Alex Lora, José Rodríguez López.
Productora: Consejo Nacional para la Atención de la Juventud (CREA) / Zafra Films

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