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Remi es una de mis caricaturas favoritas. Podría decir que es la número uno en mi top ten pero Mazinger Z le compite muy de cerca, a pesar de ser completamente distinta. A Remi le debo, en parte, el deseo de querer convertirme en escritor de novelas. En Remi hay una estructura clara, clásica, de novela por entregas. Una novela de aventuras tristes. Es, desde luego, una road novel que empieza en una pequeña aldea francesa, Chavanon, recorre París, Reims, cruza a Londres y termina en Ginebra. Y, como dice la canción con que empieza cada capítulo, va siempre adelante, como debe ser cualquier buena novela, que no se detenga, que no cese la acción.

Sin embargo, Remi es una historia que no goza de la simpatía de las mayorías: a casi todos les parecía —les parece—, triste, azotada, sufrida, cursilona… características que la hacen parecerse mucho a la vida real. En Youtube se puede ver la serie completa. Los comentarios sobre este drama son contundentes: “Quedé traumada qué serie tan triste. Tenía 6 o 7 años cuando la vi”. “Es una serie brutalmente cruel y despiadada que para niños no tenía nada de apropiado sólo hacía sufrir y llorar por las situaciones injustas que vivió este niño para terminar siendo un simple abogado, la verdad no se la recomiendo a los niños y si yo tuviera hijos no les permitiría que la vieran”. “Si quieren agarrar una depresión cañona vean esta serie completa, además muchos psicólogos no la recomiendan por lo mismo que es traumática, es una serie extremadamente cruel y despiadada no apta para niños, mejor vean videos que los haga reír y no deprimirse”.

Me parece que la gente exagera un poco.

Hace poco le pregunté a Valeria, una chica nacida en los años noventa, si sabía quién era Remi. Me dijo que no. Busqué en Youtube el primer capítulo y le pedí que lo viera. Le gustaron los dibujos de esa campiña francesa donde comienza la historia y Remi, calzado con zapatos de madera, le pareció muy tierno. Conforme avanzaba el capítulo y las cosas empezaron a complicarse —Jerome Barberin, el supuesto padre de Remi, sufre un accidente en París, deja de enviar dinero y su familia no tiene ni para comer—,Valeria fue entristeciéndose. Cuando la señora Barberin vende a Russett, la vaca lechera que representa su único patrimonio y única amiga del protagonista, me pidió que detuviera el capítulo. Había tenido suficiente. ¡No soportó la parte menos dolorosa de Remi! Parece que las nuevas generaciones no están dispuestas a sufrir frente a la televisión. Le faltó ver la llegada de Jerome cojo, convertido en un alcohólico, que a quemarropa le dice a Remi que no es su hijo, que es un niño abandonado. Lo que sigue después es un rosario de tristezas: Jerome vende al niño al señor Vitalis, un actor ambulante que viaja de pueblo en pueblo con su “compañía”: los inolvidables Capi, Servino, Dulce y Corazón Alegre. Más adelante, tras soportar frío, lluvia y el desprecio de la gente, Corazón Alegre muere en plena actuación debido a una pulmonía mal atendida, una manada de lobos se devora a Servino y a Dulce, luego Vitalis es encarcelado, y termina sus días muerto durante una nevada marca llorarás cubriendo el cuerpo de Remi… parece que el chico trae la mala suerte y a su paso siembra desgracias.

A pesar de haberse estrenado hacia finales de 1977, la calidad de la animación es muy buena y gracias a la alta definición pueden apreciarse mejor sus colores; se nota el uso de diversas técnicas como el óleo y quizá el pastel para darle a los escenarios de la historia su característico colorido, como para contrastarlo del drama que se extiende a lo largo de cincuenta y un capítulos. En el dibujo de los personajes se emplea mucho el achurado, es decir, el trazo de líneas paralelas y diagonales para dar textura y profundidad. Otro distintivo de Remi es que, cuando una escena llega a su clímax, triste o alegre, la acción se detiene y cambia de color, al tiempo que la cámara gira alrededor de los personajes.

En el terreno de las caricaturas animadas, las japoneses prefieren un esquema parecido a la novela: la historia se desarrolla a lo largo de decenas de capítulos, vemos crecer a los personajes los personajes y aguardamos el desenlace. Las estadounidenses, en cambio, apuestan más por una estructura parecida al cuento, donde lo importante es la anécdota. En el caso de Remi, sí, es una historia dura, triste, como la vida misma, pero muy bien contada, en la que todo el tiempo pasan cosas, aunque sean desgracias y una que otra alegría, como en la novela del siglo XIX. Y es que la historia está basada en una novela, Sin familia, de Hector Malot, escritor francés.

Alguna vez dije, medio en broma medio en serio, que quienes nacimos a finales de los años setenta quedamos marcados por dos figuras: Juanito Farías y Remi. El primero es el campeón sin corona (así se le conoció en su tiempo), el niño de cuna humilde que cantando “Caballo de palo” dejó en claro que la felicidad de la infancia es relativa cuando no inexistente. Remi, por su parte, anticipa lo largo que será el camino y aunque la historia concluye con un final feliz, me gusta la decisión que toma junto con su amigo Mattia: a pesar de los lujos y la comodidad que les han caído del cielo, hay que seguir en ese viaje que todos llamamos vida.

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