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El escritor mexicano Luis Felipe Lomelí comparte los suyos:
“7 hábitos del escritor altamente acomodaticio”.
1. Si te conviene y puedes darte el lujo de tener hábitos, tenlos; sino, acóplate.
2. Si tienes algo que escribir, escríbelo; si no tienes nada que escribir y te late hacer ejercicios, hazlos (a veces quedan mejor que lo que uno “quiere escribir”); si no, pos no (ya si se “atrofia o adormece la vena narrativa”, ya despertará; si no despierta, nadie se muere por no escribir).
3. Puedes empezar a escribir sabiendo a dónde quieres llegar. O empezar a escribir a ver qué sale. Lo primero implica pasar harto tiempo pensando, escribiendo sin escribir, y trae la dificultad de que luego el texto “se va para otro lado”. Lo segundo es más lúdico pero normalmente implica escribir todo de vuelta después de escribir, ya que descubriste a dónde diablos llegaste.
4. Si no te gusta leer mientras escribes –para no “influenciar tu voz con otras voces”- no lo hagas. Si sí te gusta, hazlo. Para cualquiera de las dos opciones habrá todo un aparato crítico que te respalde.
5. Si te gusta escribir “para ti mismo”, hazlo. Si sólo escribes lo que va a vender o ya tienes pre-vendido, qué bien. En el primer caso, difícilmente recibirás algo de varo; en el segundo tal vez algún día, cuando te acuerdes de por qué empezaste a escribir, te deprimas. Ninguna de las consecuencias es grave.
6. Si te gusta leer novedades y escribir lo que está de moda, qué maravilla. Si prefieres a los clásicos y rechazas leer cualquier libro publicado en este siglo, también. Las consecuencias son similares al punto anterior.
7. Si quieres hacerte amiguito de tus colegas, hazlo. Si quieres autoerigirte como el Pepe Grillo de tu generación, también. En cualquier caso, alguien te acusará de pertenecer a una mafia.
Luis Felipe Lomelí (Etzatlán, Jalisco, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ha sido becario de diversas instituciones: ITESM, Organización de Estados Americanos, Centro de Escritores de Monterrey, FOECA de Jalisco, Jóvenes Creadores del Fonca, Fundación para las Letras Mexicanas y del CONACyT. Miembro del SNCA del Fonca desde 2012. Premio Nacional San Luis Potosí 2001 por Todos santos de California. Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés por El Cielo de Neuquén. Sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: “El emigrante” —¿Olvida usted algo? —Ojalá. (Fuente: Sinembargo y Literatura INBA)