*pajarear: 1. Cazar pájaros. / 2. Andar vagando, sin trabajar o sin ocuparse en cosa útil. / 3. Am. Dicho de caballería: espantarse (||asustarse). / 4. Am. Oxear. / 5. Méx. Intentar oír o enterarse de algo. (DRAE).
La vida es mutación constante, sostiene mi maestro Hiriart, arrastrando sus pasos paquidermos, con las manos anudadas a la espalda, distendiendo y apretando las quijadas a la par que reflexiona. Masculla algo y, pese a estar yo esperando una peripatética disertación, no vuelve a tocar el tema; me resigno ante el hecho. Acompaso su paso. Me digo que cuando sea viejo me daré el lujo de usar tirantes, me daré el tiempo de caminar sin prisa. De repente, como es costumbre, se detiene; eleva la vista hacía una fronda y se queda observando un tiempo, quizá treinta segundos, quizás un par de minutos, ¿qué es lo que ve?
Esta es una pequeña introducción en cómo me adiestré en el arte de pajarear. Por supuesto que el maestro no observaba exclusivamente aves, sino todo el conjunto, y principalmente (imagino), las perspectivas de luz y sombra en las hojas, dada su pasión por la pintura.
En un principio, cuando el profesor por fin volvía su papagayo cuello a su postura, creía que enfáticamente me pedía que guardara silencio y escuchara, los pájaros, respondía mi cerebro en automático a la par que se desenvolvía el eco de estás palabras dentro de mi cabeza, los pájaros, palabras que escuchaba como si de un aleteo o un trino se tratase, palabras que quedaban desplumadas, hechas trizas en algún recoveco de mi cráneo. Tiempo después descubrí que lo que en realidad realizaba el maestro a manera de señal era un tic, mas las aves ya no abandonaron mi cabeza. Pero dejemos a Hiriart un momento y entremos en materia.
Para ser un buen pajareador es indispensable disponer de muchas horas libres, mientras más, mejor, y si son días o semanas, mejor aún. Un vago, que da lo mismo que un músico, un poeta o un filósofo, son buenos perfiles para ocupar el puesto. Esto no quiere decir que si sólo disponemos de los fines de semana no podamos hacerlo, pero así, el avance será muy poco. También es necesario tener buen oído, no un oído que funcione perfectamente bien, sino uno que sepa escuchar y robarse el sonido: un ‘oído de Beethoven’. Lo mismo es para la vista, se necesitan ojos de cazador para este arte.
Dando mis primeros pasos, comencé por identificar ciertas especies por su tamaño y el color de sus plumas; al principio creía que todos los pájaros de la Ciudad de México poseían ese pardo sucio del ambiente o ese gris indiferente del asfalto (a todos les veía cara de tórtolas y gorriones comunes), pronto descubrí que aquellos colores sobrios escondían toda una gama de reflejos y de tonos ocultos, y mejor aún, comencé a reconocerlos y distinguirlos por su canto, y con una breve introducción comencé a separarlos por especie. En esta urbe existen entre trescientas y trescientas cincuenta especies de aves.
Arriba canta el pájaro y abajo canta el agua
(Arriba y abajo, se me abre el alma.)
Juan Ramón Jiménez
Las aves: trinan, zurean, cantan, chirrían, chillan, ululan, titean, cotorrean, graznan, cacarean, voznan, cloquean, silban, gorjean, gañen, gluglutean, siringan, crepitan, pían, crotoran, serran, gorgoritan, urajean, etcétera. Sus lenguajes y dialectos son tan variados como sus caprichosos plumajes, y así como colores del paraíso a su figura, neologismos, deformaciones sonoras e imitaciones de otros bardos se unen y amplían su repertorio de sonidos, que es tan extenso, complejo y variable, como la Teoría S-2T holográfica.
Existen los sonidos mecánicos, que los pájaros realizan castañeando el pico (a veces como chasquido y otras como metrónomo), friccionando el plumaje contra el viento o erizándolo, también picoteando alguna superficie con la acústica adecuada, teniendo predilección por la madera; los otros tipos de sonidos son los vocales, divididos en: llamados (vocalizaciones cortas equivalentes a una nota o sílaba) y cantos (vocalizaciones largas matizadas con cacofonías y variaciones que van desde los sonidos planos hasta el más culterano barroquismo); los “cantos” son capaces de formar frases y mensajes encriptados en símbolos sonoros (cualquier parecido con Pound no es mera coincidencia).
Los pájaros cantan en pajarístico,
pero los escuchamos en español.
(El español es una lengua opaca,
con un gran número de
palabras fantasmas;
el pajarístico es una lengua transparente y sin
palabras).
Juan Luis Martínez
¿Por qué cantan las aves? ¿Qué dicen cuando cantan?, ¿qué, cuando llaman? Puede sonar disparatado lo que expone Juan Luis Martínez, sin embargo, la lógica más chabacana nos dice que las aves no dicen nada porque las aves no hablan. Su canto es un glamuroso llamado al coito (dicen que nuestro pajareo contemporáneo también va de eso: todos queremos ser pájaro cantor), pero entre ellos, el arte de la seducción no ha desaparecido. Ellos se comunican, pero no con nosotros; se expresan, pero su enigmática lengua nos está vedada para una plena, justa y decente traducción; podemos interpretarla (vagamente), grabarla y reproducirla una y otra vez, pero no podemos poseer su mensaje. El hombre empieza hablando de una cosa y termina en otra, el sinsentido, perder la ruta, forman parte de su proceso (inconsciente) cognitivo; una variedad más del azar. Pero lejos de pensar que el pajarístico es un idioma que anida en el silencio, su misma urdimbre deshace esta teoría, el pajarístico es un mercado que nunca cierra, siempre reverberante y convulsivo, la ebullición del silencio está sostenida sobre millones de millones de ruidos.
Dentro de la sinfonía pajarística o ‘confabulación fonética’ entran los elementos ambientales como pieza fundamental del engranaje de la melodía. Siguiendo al músico, compositor y filósofo, John Cage, los ruidos con los que solemos nombrar al silencio se aglutinan para brindarnos el espectáculo vivo de la intromisión constante, es decir, la manifestación de la vida vibrando y resonando a través de todos y cada uno de sus elementos sin descanso, sin fin ni principio. El silencio no existe, en todo caso, el silencio no es un hecho acústico sino que es el abandono de la intención de oír, dice el desmitificador del silencio. El silencio y el ruido constituyen este mismo fundamento: si el vacío es la ausencia de todo, el vacío carece de vacío.
El Lenguaje de los Pájaros o Confabulación Fonética es un lenguaje
inarticulado por medio del cual casi todos los pájaros y algunos
escritores se expresan de la manera más irracional posible, es decir
a través del silencio. La Confabulación Fonética no es sino la otra
cara del silencio. (los pájaros más jóvenes como también así algunos
escritores y músicos sufren hoy por exceso de libertad y están a la
búsqueda del padre perdido)
Juan Luis Martínez
Los palíndromos rítmicos o patrones no retrogradables de Olivier Messiaen son quizá el ejercicio más esmerado y fiel de traducción pajaríl o transcripción musical del canto de las aves, y tal vez sea el mayor de los pajareros, aunque siempre propenso a la precisión, insistía en que se le llamara ornitólogo. Otros iluminados pajareros son John Burroughs (colega y amigo de Walt Whitman) y sus libros: “Pájaro y rama (poemas), “Miradas a la naturaleza” y “Las aves y los poetas”; Simeon Pease Cheney con “La Música de los pájaros”; y por supuesto Pablo Neruda (aparte de malacólogo) y su “Arte de pájaros”, con sus pajarintos (aves reales) y pajarantes (aves ficticias); cabe mencionar a Saint John Perse con “Oiseaux” y a René Char y sus múltiples asociaciones y transposiciones poéticas aladas.
Ser un buen pajareador es darse por completo al vuelo, y abarca todas las disciplinas que atañen al espíritu. Ya lo presentía el poeta Farid ud-Din Attar en “La conferencia de los pájaros”, hace ya como mil ochocientos años: Soy el espejo en el que mi sol refleja a los que se miran en él y ven sus cuerpos y almas al completo.
Los colibríes vuelan como helicópteros, Panyagua, me dice el maestro Hiriart; sonríe, levanta su poblada y cana ceja derecha, en sus gafas parasol se refleja el chupamirto, suspendido en el aire, con sus cincuenta y cinco aleteos por segundo ahogados en sangre. Entramos a comer a El Quijote del Valle.
Siempre me ha parecido gracioso cómo caminan las palomas y los pollos, ríe gozoso, con fascinación de niño. Si te interesan las aves debes ver las pinturas de Chen Jialing. Chen-Yia-Lin, escribo, disimuladamente y mal, mientras él pesca una rodaja de plátano sobre un monte de arroz en su tenedor; antes de llevarse a la boca aquel bocado, sus ojos (a veces zarcos, a veces gris nublado, a veces aceitunas) se estremecen en la nada, allí, en el medio de todo; ¡tienes que ver los de Hokusai!, pronuncia. Mastica con parsimonia; vuelve a juntar una buena cantidad de arroz e incorpora un chícharo, con la punta del tenedor logra pinchar el costado de un círculo de plátano… ¡los de El Bosco!, dice para sí mismo en voz alta, con los ojos puestos en la dicha, cual si hubiera visto al Simurg.
Vuela libre y poco a poco, vuela mi pájaro loco,
Vuela y volaré contigo, lejos, donde no haya ruido.
Federico García Lorca
Cantografía:
*Oiseaux Triste – Miroirs No. 2, Maurice Ravel
https://www.youtube.com/watch?v=SZxjtuvnTNc
*Catalogue d’oiseaux, Olivier Messiaen
https://www.youtube.com/watch?v=1qWhpSCHCxg
*Bird Cage, John Cage
https://www.youtube.com/watch?v=aq6BrQrCajY
*Llamados y Cantos (grabaciones)
https://www.youtube.com/watch?v=wKhFZPefb64
Plasticografía:
El jardín de las delicias, Hieronymus Bosch (El Bosco)
El aire, Martín de Vos
Concierto de pájaros, Paul de Vos
San Francisco predicando a las aves, Antonio Carnicero
San Francisco predicando a los pájaros, Giotto di Bondone
Eolo, P. P. Rubens
Paisaje nevado con patinadores y trampa para pájaros, Brueghel el Viejo
Paisaje nevado con patinadores y trampa para pájaros, Brueghel el Joven
Entrada de los animales en el arca de Noé, Jacopo Bassano
Conservatorio de pájaros, Frans Snyders
Los pájaros muertos, Pablo Picasso
Canto del ruiseñor a media noche / Vuelo de pájaros / Cabeza-Pájaro, Joan Miró
La clarividencia / La isla del tesoro / Las gracias naturales, Rene Magritte
Pájaro putrefacto / Pájaro pescando, Salvador Dalí
Quería ser pájaro / Baño de pájaro, Leonora Carrington