Siete hábitos para tirarme al vacío
1. Divago mucho antes, durante y después de escribir. Durante la divagación surgen frases e ideas para iniciar un texto o continuarlo. Cargo una libretita conmigo que lleno de apuntes que pueden incluir lo que gasté en bebida, un adeudo o una cita de trabajo. Al final todo sirve como anecdotario. No comienzo a escribir si no tengo claro qué quiero expresar. Prescindo de plan de trabajo, la historia y los personajes tienen que ir a la deriva, un poco como yo mismo en la vida. Si es crónica, sigo el consejo que le dio a Mark Twain su primer editor: “salga a la calle y cuente lo que pase”, y si lo que pasa tiene que ver con la tragedia que representa vivir en Ciudad de México, mejor.
2. Si escribo por la mañana llevo un café conmigo al escritorio, si es por la noche, ginebra, cigarrillos y, a veces, cocaína. Nunca me sobrepaso mientras estoy trabajando. Pueden ser de dos a cuatro horas continuas. Cuando termino de escribir, acabo con todo.
3. Siempre reviso lo que escribí la sesión anterior (entre una sesión y otra pueden pasar días o semanas), reescribo y escribo escenas o descripciones nuevas. El punto es darle continuidad al relato y en el mejor de los casos, terminarlo.
4. En algún momento llega Kato a pedirme que lo suba a dormir a mi sillón de escritorio. Con las nalgas en el filo del asiento, sigo escribiendo porque mi fiel amigo ha llegado a pedirme que no me rinda mientras se posesiona de mi sillón.
5. Cuando tengo terminado el primer tratamiento de una pieza periodística o de ficción, la imprimo y leo en voz alta las partes que me parecen carentes de sonoridad y ritmo. Ahí es donde me doy cuenta si estoy usando ideas muy sobadas, palabras pretensiosas, exceso de adjetivos y adverbios.
6. Corrijo con un bolígrafo rojo, paso las correcciones a la computadora, vuelvo a imprimir y si mi mujer está disponible (ella también es escritora, mucho más disciplinada que yo), le pido que lea esa versión antes de continuar. Este proceso se repite cuando menos en cuatro ocasiones.
7. Un buen diccionario equivale a traer un buen guardaespaldas. Siempre tengo uno a la mano o un libro de referencias que me puedan ser útiles para documentar y nutrir mi escritura. No me interesa ser genial ni pasar por erudito, me interesa transmitir mis ideas claramente. Cuando termino de escribir me recuesto en el sofá de la sala o en mi cama, según la hora, para aliviar la culpa que me produce pensar que pude haber dado más de mí, que lo pude haber escrito mejor. Es terrible no disfrutar de lo que más amas. Al otro día volveré al escritorio y desahogo esa culpa con más escritura sin tomarme muy en serio.
J.M. Servín (Ciudad de México, 1962) es autodidacta; narrador, periodista y editor de publicaciones periféricas. Publica regularmente ficción, periodismo y ensayo en suplementos, revistas y periódicos de circulación nacional y del extranjero. Parte de su obra ha sido traducida al francés y al inglés y forma parte de diversas antologías. Ganador del Premio Nacional de Testimonio 2001 y del Premio Nacional de Periodismo cultural Fernando Benítez 2004 en la categoría de reportaje escrito. Beneficiario del Programa de Residencias Artísticas Mexico-Colombia 2005. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 2005. Su narrativa explora en “la epopeya del hombre común” sin un afán protagónico; profundamente vitalistas y autobiográficas casi siempre, las historias de Servín sumergen al lector en abismos plagados de absurdo, escatología y violencia estridente. Entre sus obras de ficción destacan las novelas Cuartos para gente sola (novela del año: periódico Reforma, 2004), Por amor al dólar (mejor libro de testimonio: periódico Reforma 2006) y Al final del vacío (novela del año: periódico Reforma 2007), y el libro de relatos Revólver de ojos amarillos. En periodismo y ensayo ha publicado los siguientes títulos: Periodismo Charter, DF Confidencial, crónicas de delincuentes, vagos y demás gente sin futuro (mejor libro de crónicas: Reforma 2010), publicado por Almadía en 2010; Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos, Cal y Arena 2012. Coordina el proyecto de periodismo narrativo Producciones el Salario del Miedo. (Fuente: Revista Replicante).