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PUNK HARDCORE LITERARIO: BAREBACK JUKE-BOX

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areback Juke-box no es brutal y controvertida sin motivo. Fue pensada así, escrita deliberadamente para causar controversia y escandalizar con cierta “brutalidad” a las mentes pequeñas, esas que justamente han puesto el grito en el cielo. Bareback Juke-box, de Wenceslao Bruciaga, es una novela punk hardcore. Si en vez de novela fuera un disco, sería el equivalente al primer disco de The Clash o, mejor aún, al de Black flag y hasta el primero de Public Image Limited.

Bareback Juke-box es un libro bien pensado y bien escrito. Nada en su prosa está fuera de lugar. Descarnado, directo, provocador. Ninguna frase sobra. Tampoco ninguna escena. Bareback… no es breve, pero se lee con fruición, como quien inhala una línea de coca tras otra sin poder parar.

Y aunque es una novela que retoma escenas de la realidad y, por supuesto de la propia biografía de Wences, es ficción. Pero no una ficción gratuita. No una ficción inocente. No una ficción inocua.

Una ficción que, como la realidad que retrata, agrede, molesta, incomoda. Y lo hace con conciencia de ser eso, incómoda. No para crear conciencia de ningún tipo. No de moralizar. No de tirar neta tras neta. En todo caso, Bareback… tira sus propias netas, pero no para que otros las sigan como a una biblia gay del bareback que hay que seguir. No. Es neta por honesta, por descarnada y por rápida, como la vida.

La historia se desarrolla de manera vertiginosa. Desde el momento en que, al inicio, el protagonista, Hipólito, le pide a su amante, infectado con el VIH, que lo contagie.

Para hablar de ella, charlamos con Wenceslao para Metrópoli Ficción.

Para mí, tu libro es como un disco de Black Flag, es hardcore puro y duro.
Esa era la idea desde un principio.

¿Así lo pensaste?
Sí, fue deliberado.

¿No fue como que te salió así?
En muchos sentidos, pero sí había un punto de partida y fue cuando Guillermo Fadanelli me dijo que quería sacar un libro mío y me lo debía de hace tiempo, pero sí me dije “el primer libro que saqué con Moho era hardcore en muchos sentidos”. Tu lagunero no vuelve más, aunque si bien era muy ingenuo por la edad, pero yo quería sacar un libro igual, con esa misma intensidad, que sacudiera; de entrada ese era mi objetivo: si lo voy a sacar con editorial Moho tiene que ser muy intenso y “shockeante”.

Entonces ya tenía más o menos armada la historia, tenía notas y me dije “ahora es cuando”, y me concentré en escribirlo. Y fue inspirado, obviamente, en Black Flag, pero también en el sentimentalismo de Dinosaur Junior, porque al final evidentemente es un ejercicio

Es también un homenaje a tus bandas favoritas.
Sí, es un ejercicio melómano. También fue deliberado este ejercicio de marcar diferencia entre los otros gays y yo. Yo sé que es un muy mamón de mi parte, pero sí quería dejar muy en claro, al menos en la literatura mexicana, porque en la sajona hay muchos más autores como yo, por eso me identifico, pero sí quería dejar claro y marcar mi diferencia y decir “este soy yo y la neta sí estoy bien lejos de ustedes, cabrones, para bien o para mal.”

Mi referencia, aunque quizás habrá otras, en la literatura gay, es El vampiro de la colonia Roma, pero tú vas más allá.
A mí me gusta mucho El vampiro de la colonia Roma, sí es mi referente mexicano más cercano o con lo que yo medio me identificaría.

Fue el primer libro abiertamente gay…
Y situado en la Ciudad de México. Entonces para mí era muy importante marcar diferencia. El vampiro de la colonia Roma era el referente más cercano porque hablaba de homosexuales en la Ciudad de México pero también hay mucha distancia. Era explícito y era como abierto para la época, los 80, una década muy interesante, sus referencias musicales también estaban muy alejadas de muchas cosas.

Bareback Juke-box mezcla la parte, llamémosla filosóficamente gay, y la parte musical de declarar “el punk es esto”.
Sí, es que yo soy de la idea de que ser gay es en automático ser punk

Era transgredir y por la transgresión eras punk.
Exactamente.

Pero ya en la vida te diste cuenta que no todos los gays son transgresores.
Al menos así era en un principio. Creo que dejaron de ser transgresores.

Que esa es otra pelea que mantienes también.
Creo que El vampiro de la colonia Roma fue punk, inconsciente o involuntariamente pero fue punk en mucho sentidos, y a los mejor no se daba cuenta, pero fueron punto de inspiración, órale, este libro es punk, a lo mejor Luis Zapata no lo identifica como punk, pero el espíritu está ahí y era transgresor y eso ya se ha perdido. Y también me han comparado con Luis González de Alba.

Yo creo que no tienen nada que ver. Creo que él aspiró a otro tipo de literatura.

Sí, le apostaba a la hipermasculinidad.

Y sí tenía una posición homosexual muy clara.
Y también se quedó como que muy anclado en el pasado.

Pero tu libro no tiene punto de referencia.
En la literatura mexicana no. Pero yo sí estoy muy influenciado, y lo reconozco, por Dennis Cooper, que en México no es tan leído ni tan ubicado.

También mi libro fue una especie de desafío a la autocensura de la literatura gay en México, eso para mí fue muy importante, porque me he dado cuenta, incluso Luis González de Alba era muy dado a hacer literatura, pero siempre cuidando las formas y cuidando de no escandalizar a los heterosexuales y siempre en mente la idea de que los gay “no somos esos degenerados que ustedes creen que somos.”

Y una de mis propuestas o uno de los motores es “no, ni madres, sí somos esos degenerados y somos degenerados desde que tenemos sexo anal”. Entonces esa es básicamente la idea.

¿La idea fue generar polémica con tu libro?
No tanto polémica, sino demostrar lo que somos, no es que el sexo anal sea polémico per sé, lo que pasa es que supuestamente tenemos más visibilidad, pero nos hemos encargado también de escondernos, al final no hemos salido finalmente del clóset. O sea, salimos del clóset, pero procuramos auto engañarnos.

Sí hay esta idea de escandalizar, y es que no me quiero ver así como descubriendo el hilo negro, pero también quería hacer un libro sobre lo que los homosexuales no se atreven a hablar por miedo al escarnio de los homosexuales.

Los homosexuales siempre vamos a estar sujetos al escarnio de los heterosexuales, siempre, eso es hasta biológico. También de los homosexuales, pero de esos que se compran la idea de la normalización buga como una forma de integración.

A los que denuncias puntualmente en tu anterior libro, Un amigo para la para la orgía del fin del mundo…
Ahora, que se vale, yo no estoy diciendo que todos tengan que ser como yo. Más bien estoy diciendo que los que apuestan por la normalización, que lo digan “yo aspiro a ser un gay más buga”, no veo por qué no decirlo. Yo soy gay punk. Y hay gays que quieren ser bugas. Está bien. Suelo ser muy tirano muchas a veces, pero sí buleo sobre todo a los que escuchan mala música. Pero por qué no admitir que son gay conservadores y punto, también se vale.

Yo, que no tengo la verdad, soy un gay que sí ejerce su sexualidad, ejerce la promiscuidad.

Además ejerces la literatura con desparpajo y libertad. Yo voy a decir “sí, lean el libro de Wences”.
Yo más bien estoy en contra de la autocensura, porque si te fijas, toda la literatura gay en México y un poco en Latinoamérica, siempre es esta onda del gay con el novio, comedias románticas tirándole a sórdidas, pero cuidan mucho las formas, es decir, no hay literatura gay que hable de orgías, ni Luis González de Alba hacía eso, y tampoco nadie escuchaba a Black Flag, ni a Dinosaur Junior, ni Belle and Sebastian, ni Calexico, ni a Roxy Music.

Incluso, tu libro es un homenaje a la música, al punk en especial.
Al punk, a la música alternativa. Obviamente los gay no se dan cuenta porque son muy gays, pero Bareback Juke-box es como mi versión de Alta fidelidad de Nick Hornby, o sea un güey medio azotado, medio romántico, nada más que mi personaje es como más porno, pero que al final tiene una obsesión con la música. Este libro es mi homenaje a Alta fidelidad, al que muchos no lo consideran como escritor, sino como un observador de la cultura pop. Puede que sea cierto, yo lo tengo muy elevado porque ese libro me influenció demasiado, porque aparte lo que tiene Nick Hornby es demasiada sensibilidad gay y no es gay.

Entrevistar a Nick Hornby es uno de mis sueños, quiero entrevistarlo porque tiene mucha sensibilidad gay. Cuando leí que se azotaba con los Cowboy Junkies dije “este güey sí me entiende”. Tiene esa sensibilidad que es muy gay y eso me influenció para el libro, porque así como a mí no me da miedo la autocensura, a Hornby no le da miedo exhibir sus sentimientos y exponerse y decir “con esta rola me azoto”, que es lo que hago yo a final de cuentas, nada más que yo quería mantener mi personaje muy mamón.

Además, mi libro es muy autobiográfico en muchos sentidos, obviamente, serían poquísimos los escritores que ejerzan la autobiografía para escribir la ficción. A menos que sea ciencia ficción o que tengas un cálculo muy funcional tipo Paul Auster, que tiene cálculos muy emocionales y que es buen escritor sin autoflagearse ni escarbarse.

También hago un poco lo que hace Philip Roth con los judíos, escribo del gay, me burlo de los homosexuales e incluso los reto.

Siento que es más aceptado en círculos de lectores hetero.
Mi libro lo han aceptado sin pedos los heterosexuales y se han espantado menos, pero los homosexuales dicen “no todos somos así”, porque parece que están muy preocupados de que se los incluya en este cajón, lo cual es un indicativo de que son incapaces de defender su personalidad. Es de sentido común decir que no todos somos iguales, pero eso te revela una cierta paranoia o histeria; volvemos a lo mismo, de querer que los vean como normales cuando es tan absurdo eso de la normalidad.

Por aquí subrayé esta cita: “El bareback es la metáfora más radical y mortífera de la esencia de la homosexualidad, que incluye, aunque muchos renieguen de ello, una hormona de rebeldía”.
Los gays somos rebeldes por naturaleza. El hecho de que tengamos una sexualidad no reproductiva esos nos hace rebeldes, incluso cuando tengas la posibilidad de tener hijos.

¿Eso te lo han cuestionado?
Sí.

Aquí haces una declaración: “mi sexualidad la ejerzo para disfrutar, no para ser políticamente correcto”, ¿cierto?
Yo creo que es este momento en el que estamos viviendo, ya sabes, este revival, o esa reinvención de feminismo radical, esas cosas, a los gays no ha pegado justo en esta onda de renegar del placer, incluso en momentos en que el sida estuvo más cabrón.

En un principio parte de la lucha homosexual tenía que ver con una libertad del placer, con una libertad del hedonismo y era parte de la identidad. Y parece que ahora le huyen al placer, evidentemente no todos, pero pareciera que los homosexuales están persiguiendo ideales conservadores, casarse, adoptar y nada más tener responsabilidades, es decir, van en busca de la responsabilidad, que está bien, está bien que quieran tener responsabilidad y quieran jugar a la casita, me parece perfecto, lo que me choca y me cae en la punta de los huevos es que me quieran vender eso como una avance progresista o como lo más vanguardista, cuando para mí lo más conservador es jugar a la casita y casarse y adoptar y tener hijos.

Inclusos los mismos heterosexuales se han dado cuenta del fracaso del matrimonio, además de que es una institución heterosexual.

La gran falla de las luchas homosexuales, para mí, es que justamente basamos los derechos en los éxitos y fracasos de los heterosexuales y hemos sido incapaces de construir nuestra propia realidad o nuestro propio discurso, o nuestro propio algoritmo, que no reproduzca la norma heterosexual.

Yo me acuerdo las primeras marchas gays a las que fui, la palabra más mencionada era la palabra diferencia. Y si te fijas la palabra que hoy más se menciona es igualdad y yo digo iguales a quién, eso no se lo preguntan nunca.

¿Tu libro no es igual a qué?
Mi libro no es igual a la literatura nacional. Además estoy muy influenciado por Fadanelli. Me impresionó mucho El hombre nacido en Danzig y Mis Mujeres muertas, esos personajes que aparte de contar una historia también usan el pensamiento para filosofar. Obvio a Fadanelli le sale muy bien y yo lo hago desde una bandera más, como eyaculando.

Otra constante en Bareback Juke-box es el box.

Yo soy un boxeador amateur, eso lo que me une con el personaje, porque mi personaje es mucho más mamón, mucho más radical, yo suelo ser más tolerante y tengo más amigos que el personaje, que él sí es muy solitario.

Por otro lado, si la homofobia existe y ha llegado a tal grado es porque lo hemos permitido y hemos comprado el discurso de la victimización, porque también la victimización es lo que hasta cierto punto le genera lana al activismo.

Es como yo les digo: yo escojo quién me dice puto y quien no, y quien no me guste voy y le parto su madre. Y lo más probable es que cuando le parta su madre se la va a volver a pensar cuando le vuelva a decir puto a mí o a alguien más. Quiero pensar que hago bien, igual y no, a lo mejor es muy pretencioso de mi parte.

A lo que voy es que los homosexuales como hombre tenemos una ventaja biológica, aunque las teorías queer quieran negarlo porque les reditúa en su victimismo, pero yo estoy en contra de la teoría queer. Me impresionó cuando tenía 18 años, ahora se me hacen rebuscadas y barrocas y además de autocomplacencia y lamerse las heridas entre acomplejados y se inventan la teoría queer para no sentirse tan mal. Creo que los hombres, independientemente de si eres gay o no, tienes una ventaja biológica que te permite defenderte de un mundo que es hostil por naturaleza y que por más argumentos posmodernos no va a cambiar.

Entonces te defiendes o te defiendes. Y a mí a me ha funcionado. Y me ha funcionado defenderme no nada más para defender lo que soy, no esconderme, sino también para defender mi hedonismo. No sé por qué los homosexuales se alejan del hedonismo y buscan refugio en las responsabilidades.

Wenceslao Bruciaga, Bareback Juke-box. Moho. 2017.

LOS VERDADEROS REYES MAGOS ANDAN EN BICICLETA

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NO. Joaquín fue el primer bicimensajero que conocí en mi vida, más allá de la película Quicksilver (Thomas Michael Donnelly, 1986). Lo conocí en 2011, durante la premiación de una carrera alleycat que terminó a altas horas de la madrugada, en una épica borrachera, dentro de una vecindad del Centro Histórico de la Ciudad de México. Ese tipo de competencias clandestinas las organiza un círculo de amantes al pedal. Consiguen patrocinios y compiten por el mundo: en el Monster track de Nueva York; el Red hook criterium de España, Inglaterra, Italia y Estados Unidos; en Cielos infernales de Bogotá y Ciudad de México; o en La Nueva Vuelta Antigua, la primera competencia por etapas que se realizó en México, usando una bicicleta de pista.

Lo primero que supe de Joaquín, quien es originario de Cádiz, España, es que vive y sueña para ese gran invento de Karl Drais, el cual data de 1817: la bicicleta. Aquel año que me encontré a este veterano bicimensajero de casi 50 años de edad, es que recién había llegado a la Ciudad de México, tras cruzar, junto a otros mensajeros de distintas partes del planeta, Estados Unidos, de costa a costa, gracias a un proyecto-documental.

Las historias de Joaquín, para aquel entonces, inspiraron a gran parte de la comunidad de ciclistas urbanos, mayormente a quienes pedaleaban una fixed gear y se identificaban con la libertad e irreverencia que concede una bicicleta sin frenos. Y como parte de lo que yo viví en ese tiempo dentro de las carreras de ciclismo urbano, hizo que muchos nos preguntáramos cómo era la vida de un bicimensajero.

Meses después conocí a algunos chicos que tenían un par de años desempeñando este noble trabajo por la CDMX. Joaquín no tardó en unirse a ellos. Comenzó a recoger y entregar distintas cosas por esta ciudad esquizofrénica. Su trayectoria y la energía que ha adquirido arriba de su vehículo, su medio de transporte por más de quince años, lo ha llevado a vivir en Londres o París, por lo que contagió a muchas personas que comenzaron a adoptar la bicimensajería como un estilo de vida. Años después, y junto a su amigo sudafricano, Safa, creó su propia compañía: TIG.

Hace unas semanas Joaquín, junto al demás equipo de TIG, organizó el alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta. Me encontré con él por las calles de la ciudad y me platicó sobre los motivos de la carrera. También me enteré que estuvo viviendo durante un tiempo en un hostal de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde intentó desempeñar su trabajo de mensajero. Sin embargo no tenía clientes y decidió regresar a la Ciudad de México, no sin antes montar un taller de bicicletas en una parte del hostal, para en algún momento terminar recogiendo bicicletas completamente oxidadas, tiradas en los basureros, las cuales les dedicó tiempo y así repararlas antes de irse de ahí.

«Al primero niño de esa comunidad que le di una bicicleta fue a Eddie, mi pequeño amigo de 7 años. Se la di el Día de los Reyes Magos», recordó Joaquín.

 

DOS. Bajo esas memorias de Joaquín al sur del país se cimentó parte del alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta, realizado el sábado 7 de enero de 2017 en la Ciudad de México. La finalidad del evento fue divertirse y recolectar juguetes, ropa y alimentos para el orfanato Hogares Providencia i.a.p., ubicado en la calle Católica 745 de la colonia Álamos, Delegación Benito Juárez.

«La carrera igualmente surge para hacer comunidad entre las distintas compañías de bicimensajería que existen en la ciudad», explicó Joaquín. «El propósito es realizarlo anualmente, atrayendo a patrocinadores y más gente interesada en correr y colaborar».

En Estados Unidos existe una labor similar conocida como Cranksgiving! Consiste en competir, recolectar alimentos –con alrededor de quince a veinte dólares por participante– y repartir la comida a familias necesitadas y vagos durante la semana de Acción de Gracias (Thanksgiving).

Este proyecto nació en Nueva York el año de 1999 gracias al bicimensajero de esa ciudad, Ken Stanek. Hoy en día el evento se realiza en más de sesenta ciudades del país vecino, Australia, Canadá, Londres, entre otras naciones que se han ido sumando; contando con la participación de personajes populares de la bicimensajería como Alfred Bobé Jr., Austin Horse, Greg Ugalde, Felipe; sumando a todas las familias que salen a tomar las calles en dos ruedas.

Cranksgiving! fue un evento del cual también me habló Joaquín el día que me lo encontré por las calles y lo usó como ejemplo para hacer algo parecido en México, utilizando de estandartes a Melchor, Gaspar y Baltasar, en un día demasiado esperado para cualquier niño o niña.

TIG, Cronos, Ronín y En-Rila son las compañías de bicimensajería que iniciaron esta labor, buscando que su trabajo sea visto de manera formal. En el presente la comunidad de mensajeros en la Ciudad de México ha crecido bastante a raíz de la competencia más importante que se viene organizando desde 1993, el Cycle Messenger World Championship (cmwc), el cual se realizó por primera vez en la CDMX en 2014. Así los mensajeros se han dado a la tarea de estandarizar los costos de sus servicios, sin abaratarlos y con la finalidad de crecer como una fuerte comunidad.

 

TRES. El sábado 7 de enero, pasadas las cinco de la tarde, el parque Jardín Pushkin de la colonia Roma fue el punto de encuentro para dar inicio al alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta. Joaquín, desde dos horas antes, junto a algunos voluntarios esperó a que llegaran los ciclistas urbanos para inscribirse y donar algún juguete, ropa o alimentos. La cuota fue de 50 pesos. Ese dinero se utilizó para comprar diferentes cosas durante el transcurso de la carrera. La donación del juguete y la ropa tenían que ser nuevos o usados pero en buen estado.

Entre los treinta y cinco competidores sobresalían bicimensajeros que han tenido la oportunidad de correr en el extranjero: Ximena “Plumas” Ruiz, quien trabaja para TIG y acudió en 2016 al cmwc de París; Carlos “Pinocho” Gómez, miembro de Terremoto Crew y mensajero independiente, que asistió a la edición número quince del Monster track de Nueva York, en 2014; junto a demás ciclistas urbanos que se han ido sumando y haciendo realidad una escena de bicimensajería mexicana

El alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta únicamente lo terminaron cinco mujeres y veintiún hombres. Momentos antes de dar inicio a la competencia se dieron a conocer los tres distintos manifiestos (lugares a donde se tenía que pedalear). Eran los mismos checkpoints, los mismos puntos a donde ir; pero lo principal de este tipo de carreras es conocer la ciudad, los atajos, las avenidas y calles; para llegar de un punto a otro en el menor tiempo posible, en un día normal y caótico, como lo suelen ser en la Ciudad de México, tan sólo para tener un ganador.

Los checkpoints, las distintas tiendas de abarrotes y misceláneas de la CDMX fueron:

  1. La Barra (calle Progreso esquina con Prosperidad, colonia Escandón).
  2. La Blanca (calle Emilio Castelar, entre Goldsmith y Enrique Ibsen, colonia Polanco).
  3. Don Mario (Plaza Necaxa, esquina Río Panuco y Río Sena, colonia Cuauhtémoc).
  4. Abarrotes Karen (calle Camelia 24, colonia Guerrero).
  5. Miscelánea La Romita (Plaza Romita, colonia Roma).

 

En todos esos lugares se tenía que comprar –con los cincuenta pesos o más, dependiendo el dinero que los competidores quisieran aportar– arroz, frijol, aceite, atún, detergentes, pastas, latas de verduras, puré de tomate, sal, gelatina, azúcar, papel higiénico, servilletas o leche. También había que acudir al taller-oficina de Ronín, ubicado en la esquina de Monterrey y Yucatán, colonia Roma, donde la dinámica consistió en quitarse un zapato, dejarlo en un pequeño árbol de navidad, cruzar la calle (corriendo), hacer una carta a los Reyes Magos y regresar por la bicicleta. Y posterior a eso, como penúltimo checkpoint, se tenía que encontrar a un Rey Mago (Tyreck, mensajero de TIG) caminando por la Alameda Central, a quien se le entregaba la carta escrita. La meta final fue la tienda de bicicletas Above Cycles que está en Chilpancingo 129, colonia Roma Sur.

Los ganadores fueron Plumas (categoría femenil) y Manu “Tortas” Brío (categoría varonil). Algo que me sorprendió demasiado, después de no asistir por un largo periodo a algún alleycat, fueron los tiempos que se realizan ahora: Plumas cumplió todos los checkpoints en una hora con treinta minutos; mientras que Tortas hizo una hora con diez, utilizando el GPS de los smartphones, indispensables para laborar como bicimensajero.

Desde la previa a la carrera, y hasta el momento final de la premiación, donde incluso se galardonó a la mejor y original carta escrita a los Reyes Magos, hubo un ambiente de camaradería.

Para los ciclistas urbanos y bicimensajeros no existe nada mejor que sentirse libres arriba de un par de ruedas. Más aún cuando saben que harán feliz a alguien desconocido, a alguien que quizá jamás ha experimentado lo que se siente pedalear una bici. La vida nos trata diferente a cada quien. Las circunstancias son distintas y algunas veces Melchor, Gaspar y Baltasar ni siquiera son una fantasía.

 

CUATRO. La semana siguiente del alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta, del lunes 9 de enero al sábado 14 el equipo de TIG estuvo recibiendo más donaciones en su oficina ubicada en la calle Liverpool 9 de la colonia Juárez. Este lugar es el taller de la tienda de bicicletas Be Spoke Cyclery, donde Joaquín también se desempeña como mecánico.

A raíz de las fotos que tomaron Gis y A Dos Nalgas, en las que quedó claramente plasmada la labor que se hizo, en el evento de Facebook hubo una gran respuesta: distintas personas que gustan del ciclismo y mensajeros de otras compañías acudieron a dejar carritos Hot Wheels, trompos, bolsas de arroz y frijol, prendas de vestir, entre otras cosas.

Después de la colecta, el sábado 14 de enero, alrededor del mediodía, partió un pequeño convoy de nueve ciclistas urbanos rumbo a Hogares Providencia i.a.p. Entre todos nos dividimos –ahí estuve llenando mi mochila con todo lo que fuera posible– cerca de doscientos juguetes, más las cajas de cartón atestadas de todas las donaciones.

La meta era llegar a sorprender a los infantes que habitan Hogares Providencia i.a.p., casa hogar fundada en 1979 por el Padre barcelonés Alejandro García Duran de Lara (1935-1999), mejor conocido como el Padre Chinchachoma.

Durante 40 años se han dedicado a apoyar a más de 8 mil niños y niñas en situación de calle. Igualmente están apuntalando hacía jóvenes-mamás que sobreviven en las arterias de la metrópoli. Se les procura fortalecer con control de adicciones, apoyo espiritual y psicológico. De igual forma se les da educación y distintas capacidades técnicas para laborar, buscando que en un futuro puedan desarrollarse por sí mismas, saliendo adelante con sus hijos.

Cuando pedaleábamos por las colonias Juárez y Roma, hasta tomar la Avenida Cuauhtémoc con dirección al sur, cruzar la plaza comercial Parque Delta, girar a la izquierda y encontrar la colonia Álamos más allá del Eje Central, como coincidencia alguien comentó que se estaban utilizando tres bicicletas de carga, las cuales se asemejaban al elefante, camello y caballo de los Reyes Magos. No obstante, y para una ocasión tan especial, en lugar de los tres animales, se trataba del lagarto de aluminio de TIG, la naranja mecánica de Ronín, y un nuevo monstruo plateado de esa misma bicimensajería.

Era inevitable llamar la atención de los transeúntes. Las personas que caminaban por las banquetas volteaban a vernos. Admiraban la forma en que traíamos sujetas a las bicis y mochilas todo lo recolectado. Resaltaban las pelotas de colores fosforescentes, las cajas colocadas de manera perfecta en las parrillas que soportan hasta 200 kilos. Algunos transportaban ula-ulas apretados a sus mochilas con cámaras de llanta para bicicletas. Otros cargaban en sus espaldas peluches de Los Minions, y hasta un Dino de Los Picapiedra tamaño gigante.

Los automovilistas jamás se molestaron con nosotros, aun cuando íbamos pedaleando de manera lenta por el carril central de Cuauhtémoc. En cambio, se ponían a los costados y preguntaban a dónde nos dirigíamos. Fue la primera vez que sentí que los ciclistas no éramos vistos como un estorbo.

 

CINCO. La experiencia fue inolvidable. Arribar a Hogares Providencia i.a.p. en inmensas bicicletas, y con cientos de juguetes ocasionó un extenso «Wooow!», como si ese momento hubiera estado planeado. Después se escucharon aplausos y gritos de felicidad. Todos sonreían.

No teníamos nada planeado. Lo principal era que los niños y niñas tuvieran algo con que jugar, algo para comer y vestir. Pero en esos momentos, entre Joaquín y Tyreck de TIG surgió la idea de presentarse ante la casa hogar, y junto a las otras mensajerías, como el Colectivo de Bicimensajeros en México. “El Chabocho”, quien corrió el alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta junto a Fabs en una bicicleta tándem improvisó: se paró frente a todos los pequeños y dijo que Melchor, Gaspar y Baltasar habían ocupado del servicio de algunos bicimensajeros para llevarles juguetes, ya que aún tenían bastante trabajo. Después les explicó cuál era la labor de un bicimensajero, qué cosas suelen llevar y cómo es el trabajo que desempeñan. Todos los pequeños tenían cara de incertidumbre, de no entender nada. Era normal. Jamás habían tenido ante sus ojos a unos cuantos locos y locas que no contaminan, trabajan todos los días de la semana, y que lo único que estaban realizando era ser tomados en cuenta.

Se organizaron filas como en la escuela: del más pequeño al más alto. Había Avengers, Barbies, peluches, camiones de construcción, etcétera. La ropa y los alimentos se separaron, se entregaron con los encargados. Llamó la atención que, al animar a algunos niños con el juguete de moda (los Avengers) preferían tomar los más sencillos (carritos, trompos, luchadores). En cambio, una pequeña de un momento a otro sorprendió a todos y tomó un Iron Man; la gran mayoría de las niñas se amontonaban en los peluches y muñecas.

La infancia tomó el control del patio. Hicieron lo que quisieron. Varios pequeños se volvían a formar o llegaban por los costados para meterse en las bolsas de sus pantalones más juguetes. Conforme pasaba el tiempo se escuchaban más y más carcajadas de alegría. Algunos niños te tomaban de las manos, querían que jugaras con ellos, ya fuera con dulzura o aventándote la pelota a la cara; como pidiendo toda la atención que nunca han tenido. Pao, Gis, Fabs y Areli les enseñaron a jugar a las niñas al ula-ula. Tyreck, Joaquín, Omar, El Chabocho, Arturo y yo, en cambio, les colocábamos sus herramientas de construcción a los niños.

Se había cumplido la meta. La velocidad, agilidad y esa pasión de los bicimensajeros y ciclistas urbanos que corrieron el alleycat de Los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta surtió efecto. Era inevitable ponerte a pensar en cuando eras niño, esperando a que llegara el día más feliz y esperado de toda la infancia: el 6 de enero. No obstante, el recuerdo se apagaba de inmediato al imaginar cómo había sido esa fecha de todos los los habitantes de Hogares Providencia i.a.p., antes de tener un techo, un lugar donde vivir, comer y crecer.

Dos horas después nos despedimos. Y en algún momento inesperado, uno de los niños más pequeños y contentos se aferraba al lagarto de TIG. Sus ojos decían que se quería ir con nosotros, que se quería convertir en un bicimensajero más de la Ciudad de México, tal vez pensando que sí, los verdaderos Reyes Magos andan en bicicleta.

CUADERNOS DE LA CÁRCEL

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ntonio Gramsci (1891-1937) estuvo en la cárcel desde 1926 hasta casi su muerte, en 1937. Los cuadernos que dejó escritos (2,848 páginas) se fueron ordenando póstumamente y dándose a la publicación, con las consabidas dificultades pues se trata de uno de los pensadores marxistas más complejos.

De hecho, para poder andar, su obra requiere de un complejo sistema de ortopedia crítica: desbrozar un camino muy difícil de andar. Lo es más aún su aplicación a la realidad, pues se debe de extraer la enseñanza concreta. Así que no siempre es buena idea acudir a las fuentes primeras, ya que en casos como éste se necesita de una buena compañía académica para comprender esta obra.

Sin embargo, por aquí y por allá he arrancado pasajes, consideraciones que me apresuro a plantar aquí porque me parecen pertinentes.

Por ejemplo, sobre la democracia: es un lugar común decir que el voto de “cualquier imbécil que sepa escribir” vale lo mismo que el de aquellos que se dedican sus mejores fuerzas al Estado. Esta idea le parece falsa, pues las opiniones no valen lo mismo. Si una opinión se expande en número, entonces lo importante es la opinión que influyó en las demás. Todas las ideas que profesamos tienen un origen, un sitio en el cual se crearon, y medir “democráticamente” es sólo conocer el final de todo un proceso. De tal manera que la democracia es: la lucha de una serie de caciques intelectuales, que producen ideas políticas y que son eficaces en mayor o menor medida.

Así, hallando los movimientos relativamente permanentes se puede estructurar la teoría de una sociedad, pero sin dejar de lado la coyuntura. Ya entonces, Gramsci criticaba la crítica coyuntural, ese periodismo mezquino dirigido sólo a los dirigentes políticos, hecho sólo para resolver problemas inmediatos. Crítica que engloba a la inmensa mayoría de nuestro periodismo cotidiano.

“Ninguna fuerza social querrá confesar jamás que está superada”: y muy pocos periodistas de hoy podrían aplicar esta sentencia a los partidos políticos, ni se toca el tema en la discusión pública actual.

La pregunta de Gramsci, actualizada, sería: ¿tenemos las herramientas intelectuales para llevar a cabo esta batalla intelectual? Hace poco existía el peligro de la demasiada atomización de fuerzas: partidos pequeños, candidatos independientes. Hoy, el fenómeno es la unión en Frentes electorales. Lo que quiere decir que no había tantas visiones políticas como parecía, sino ante todo dos: neoliberalismo frente a proteccionismo. Y los intelectuales liberales, ésos llaman a la libertad, lo cual es en realidad una justificación de la dictadura del mercado. Pero eso ya es sabido, el conservadurismo difícilmente se asume como tal.

Como dice Gramsci: los intelectuales pretenden decir que el Estado no debe de intervenir en la actividad económica de la sociedad civil. Pero no hay tal independencia: el liberalismo es también una reglamentación que se introduce y se mantiene por medios legislativos y represivos. Esa libertad de la que tanto leemos en las columnas editoriales no es pues una expresión espontánea de la sociedad. El peligro de hoy es que más que una nueva sociedad civil, tengamos que acudir sólo a la rotación de poderes administrando el Estado.

La somnolencia social es la que sería responsable de no aprovechar una oportunidad coyuntural.

Antonio Gramsci. Cuadernos de la cárcel. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno / Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo stato moderno (1949), tr. José M. Aricó, 3ª ed., 2ª reimp. México, Juan Pablos, 2009. (Col. Obras de Antonio Gramsci, 1)

DEL CULTO A LA DIFERENCIA

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l reconocimiento a la diferencia por parte de una sociedad nunca es fácil. Incluso las más desarrolladas lo viven como una larga caminata hacia una tierra prometida. Es una peregrinación entre las piedras.

Las victorias del movimiento LGBTTTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual) son pocas en relación con los años de lucha en contra de la segregación, la violencia y la vida al margen. El parade anual de Reforma es una fiesta que permite aquilatar a un fenómeno que se normaliza y avanza en la construcción de sus objetivos.

Una lectura reciente a la puesta al día de Braulio Peralta (Tuxpan, Veracruz, 1953) de su libro Otros nombres del arcoíris (2017), revela que hizo falta autocrítica al movimiento, del cual es parte y en el cual ha actuado a lo largo de más de treinta años. De pronto, aquí y allá, algún apunte irónico, algún dardo envenenado para alguien, pero es tan escaso que termina por pasar desapercibido. El ejercicio de distanciarse de la familia a la que perteneces no es fácil, pero en ocasiones es el único camino hacia una necesaria reconsideración de objetivos.

El periodista nostálgico se impuso por encima de cualquier otra consideración.

Este libro, a un lado del que escribió sobre Carlos Monsiváis y Juan Gabriel, forma un tríptico que ofrece una lectura generosa y sintética de las últimas hazañas del movimiento LGBTTTI. A este momento, la bibliografía que se ha generado al respecto ya es abundante, pero mucha de ella es para consumo académico de alta especialidad. La colección de viñetas, estampas y minicrónicas de Peralta en Otros nombres, tienen la virtud de ofrecer al lector un recorrido organizado por un actor de primera mano, incapaz de dar un paso atrás para ver cómo se mueve la familia, pero con el valor agregado de reunir los nombres fundamentales de la construcción de un movimiento que ha dado lecciones sobre cómo luchar contra la indiferencia, el olvido y la miseria de un mundo que privilegia la homogeneización del ser humano.

Otros nombres es un libro de esperanzas y de ausencias. De nostalgias al confirmar la fuga del tiempo. No podría decirse que el movimiento LGBTTTI ya vivió sus mejores batallas (Peralta siempre escribe desde el centro del país, y falta un territorio muy amplio y, además, llano), pero sí ha logrado varias que son hitos en un país que se reconoce macho, y que a su vez lucha por lograr no sólo la inmovilidad de las prácticas sociales sino incluso una vuelta al pasado. La vida sexual se encuentra más instalada que nunca en vida política del país. La sábana y el púlpito tan unidos como en la antigua Roma.

Para entender cómo se han modificado los vicios y las costumbres, es necesaria la lectura de este libro, además de que la escritura periodística de Peralta logra que la transparencia y honestidad sean una parte del pago al lector.

Ahora bien, el libro está acompañado por una catálogo de fotografías de Maritza López, que no tienen relación con el contenido del libro aunque que funcionan para conocer la obra de una fotógrafa que retrata homosexuales. Se habría deseado que Peralta mostrase imágenes de los años de construcción. No fue así. Los aparentes beneficios de la implementación de la ideología de género se validarán con los años. La disolución de la familia tradicional, dinamitar el patriarcado, generar infancias “diversificadas” de pequeños que crecerán con otra perspectiva, sincronizan a México con el tiempo del primer mundo, pero no garantizan que su condición sea la más óptima para la condición humana.

Hay abismos que no se adivinan sino hasta que ya vamos en descenso.

La izquierda, que no abandona la persecución de su internacionalismo a ultranza y en su búsqueda de conquistas, colorea el mundo con sus banderas y modifica el rostro de una sociedad que no termina por ajustarse a los nuevos tiempos. Los conservadores del país, jerárquicos y antidemocráticos, arman la resistencia en sus universidades y cónclaves empresariales en contra de estos vendavales de la “modernización”. Peralta apenas los menciona. El enemigo a vencer es una masa indiferente de personas que apenas se distinguen entre la multitud que jotea, se contagia de enfermedades y elige el atuendo más extravagante.

Otros nombres debe leerse como un recuento de amigos, de lágrimas compartidas en velorios, de ese sentimiento de triunfo cuando la diferencia se instala como bastión antes que como lugar de encuentro.

Braulio Peralta. Otros nombres del arcoíris. Ediciones B, 2017.

SANTO BEBEDOR

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ace tiempo se acuñó una máxima que decía: en todo hogar del mundo existe una copia de Thriller, el disco más popular de Michael Jackson. Cosa cierta, hay que contar; o al menos así fue entre el 82 y el 92. Sin embargo, habría que hacerle ajustes al enunciado, si sólo de México se hablara, para dejar las cosas así: en todo hogar azteca hay algún disco, el que sea, de José José. En mi familia se cubrió dicha cuota.

20 triunfadoras, se titulaba el plato de tapa verde y contra violeta sellado por Ariola que en la casa vivía, un catálogo de miseria humana interpretado por un príncipe alcohólico que, a la fecha, se asoma como el único miembro de la Aristocracia Pop de esta nación en ruinas.

Hijo de la Reina Derrota y del Rey Desastre, el noble José José empuñó varias veces el micrófono desde el tocadiscos que tras el sofá donde me echaba a ver Don Gato había.

Yo encontraba especialmente atractiva la tonada de “Volcán”, recuerdo bien; pero no entendía las metáforas que éste y los otros 19 temas que el disco contenía abordaban (figuras retóricas plenas de aves, alpiste y jaulas).

De cualquier modo, esas historias hallaron nido –literalmente- en mi cabeza y tiempo después, cuando siendo universitario me interné en las chelerías que alrededor de la escuela existían, entreví que prácticamente toda mi generación se las sabía de cabo a rabo.

En las cantinas para adultos, supe luego, el cantante de marras sólo estaba debajo de El Rey (que no es Elvis, por supuesto).

Y a la fecha sigue siendo así. Porque mientras otros intérpretes se quedaron tiesos y olvidados en los surcos de los viniles que editaron en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado, las canciones de Chepe Chepe se mudaron al cd, luego se transformaron en mp3 y finalmente se fueron a las plataformas de streaming a las que hoy día los nacidos después del VHS recurren cuando el reggaetón los aburre.

Mis encuentros con José José se hubieran quedado en esos terrenos de no ser porque hace no mucho tiempo, estado yo en mi cantina preferida del centro histérico, oyendo, precisamente, un tema del hombre de “Lágrimas” en la rockola, recibí una llamada de uno de los editores de las revistas donde colaboro; “¿puedes ir mañana a entrevistar a José José?”, me preguntó. Y ya saben lo que le contesté.

Empacho no me da al decir que me puse tan feliz tras el telefonazo que me dediqué a pedir y a pedir tragos en la barra, como si al otro día no tuviera nada importante por hacer.

Y tampoco me tiembla la mano al confesar que llegué crudo a mi cita a la mañana siguiente. De qué otra manera podía ser. El asunto es que, sin planearlo, de pronto ahí estaba, frente a mí. El Príncipe. Sonriendo franco, extendiéndome la mano e invitándome a sentarme a su lado para platicar.

No ha faltado quien me critique o se burle ante mi parecer, pero es real: a mí me importa más entrevistarme con los ídolos de la cultura popular mexicana que con los artistas más avant garde de la escena neoyorquina o nepalí.

Y haber charlado con José José se asoma, sin falla, como uno de los momentos más importantes de mi carrera como periodista.

Estando esa vez a su lado, antes de retirarme le pedí que, a sabiendas de que se erigía como el santo bebedor que más rezos recibe en México, le mandara un mensaje a mis amigos alcohólicos.

La respuesta que me dio fue tan certera que cuando la repito en reuniones de toda índole, provoca brindis que llevan a varios a destrabar el celular y darle play a las triunfadoras firmadas por aquel, el que se asumía como “El triste”.

Y es que muy serio, tomando mi rodilla con fuerza y mirándome a los ojos como si los suyos fuesen trinches perforando carne pecadora, José José aprovechó nuestro encuentro para usarme como mensajero.

Recuerdo aquel día bien fresco y no dudo al decir que las palabras que entonces José Rómulo Sosa me soltó para mis compinches, deberían cincelarse en las paredes de todos los congales de este país; en la mera entrada así como en las barras, y luego en las tasas de los baños y en los vasos de las mesas:

“Ay, dios mío. Ya no se lastimen más”.