LA OTI, EUROVISIÓN Y UNA RESPUESTA
Conchita Wurst cantó Rise like a Phoenix para cerrar el último programa de 2014 de The Graham Norton Show, uno de mis programas preferidos de la televisión británica porque su conductor, Graham Norton, conversa con celebridades con una jiribilla que me mata de risa por su irreverencia. Conchita Wurst es la cantante austriaca que ganó Eurovisión el año que recién acabó y que será recordada, por más de uno, porque se trata de un travesti barbado.
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Para mí, 2014 será evocado –junto con otros eventos– como el año de mi primer festival de Eurovisión, o Eurovision Song Contest, cuando mi contendiente favorita, Conchita, ganó, y espero con apetencia el concurso de este año que recién comienza. Eurovisión no representa un acontecimiento tan extraño, digo yo, para quien llegó a ver alguna edición de la OTI (y mientras lo escribo pienso que por esta referencia ya di el viejazo), ese festival donde le fue negado el primer lugar a José José en 1970 después de su mayestática interpretación de El triste, inmortalizada en nuestros días en youtube.com).
La OTI, oficialmente llamada Gran Premio de la Canción Iberoamericana, pero mejor conocida como Festival OTI de la Canción o Festival de la OTI, era una competencia donde los países miembros de la Organización de Telecomunicaciones Iberoamericanas (OTI) concursaban con una canción. El propósito del festival emulaba la finalidad de Eurovisión, es decir propiciar la integración cultural de la región, la unidad europea en el caso de Eurovisión y la correspondiente iberoamericana en el caso de la OTI. Sin embargo, la OTI nunca tuvo la popularidad ni la aceptación del festival europeo y desde el año 2000 no se realizó más.
Sorpresivamente, Eurovisión permanece vigente, tiene casi 60 años celebrándose, este año los cumple, y en él compiten representantes no sólo de países europeos, sino de no europeos como Israel o Armenia. Todavía no logro comprender el motivo de su inclusión, pero espero desentrañarlo este año. No niego que me entusiasma la edición 2015 del concurso, porque aviva mi curiosidad profesional (en tanto Licenciada en Estudios Latinoamericanos, me parece que Europa y los europeos merecen ser examinados por pura justicia histórica), así como porque aguijonea a la pequeña antropóloga que habita mi corazón y observa con fascinación a los nativos de esas tierras.
Por otro lado, Eurovisión también me entusiasma por la fiesta que se produce alrededor de ella. Desata tal euforia y pasión entre los europeos que me deja atónita. Confieso que nunca antes pensé que ellos, los europeos (salvo los españoles o los italianos) tan referenciales y reverenciales para las aspiraciones imitativas de las clases media y alta de México, podrían emocionarse por un evento de música popular y un fenómeno de la cultura de masas. Yo estaba prejuiciada, la raza se impuso al espíritu, lo acepto.
En particular, los escandinavos se toman la competencia muy en serio. Fue en casa de una danesa que reside en Oxford, junto con una sueca, dos alemanas y otra danesa, que igualmente viven en esa capital del conocimiento, que tuve mi primer experiencia de Eurovisión. Este año espero que se repita, aunque sin problemas me puedo saltar la parte en que terminé un poco borracha y dormida en un reposé.
Sé que en 2015 no se podrá repetir un acontecimiento similar al de Conchita Wurst, pero reconozco que lejos estoy de ser una experta en Eurovisión y lo mío es pura corazonada. Creo que pasará tiempo antes de que ascienda otra figura que aglutine como ella y su barba, su reivindicación antidiscriminatoria y su mensaje de respeto, su canción sobre el renacimiento y sus alusiones a los temas musicales de James Bond.
Conchita me reclutó entre sus seguidores no sólo por solidaridad con el movimiento LGBTTI, sino por el performance que ella ejecuta. En su apariencia ella reúne características de los dos géneros sexuales tradicionales, por decirlo de algún modo. Ahora bien, su acto travesti no exagera atributos femeninos así como su maquillaje y su voz no intentan emular el de otra mujer, sino que enfatizan la propia mujer que Conchita es, la mujer que todo hombre es. De igual modo, me reclutó porque su canción, tanto la letra como la música, me emociona. Entre diversos géneros musicales, crecí escuchando baladas (algunas ganadoras del OTI) y temas de James Bond.
Graham Norton elogió a Conchita Wurst diciendo “You are the answer to many of our questions” (“Tú eres la respuesta a muchas de nuestras preguntas”). Creo que Graham habló en tanto hombre homosexual, pero añadiría yo que en su enunciado admite sin esfuerzo alguno también una apuesta a favor de la tolerancia étnica que en Reino Unido y Europa se ha estado viendo amenazada.