Pero antes quiero hablar de una de las veces que más nervioso me ha puesto un hombre, sexualmente hablando. Se trata de Marlon Brando en aquella escena de Un tranvía llamado deseo en la que aparece por primera vez en la cocina, con la camisa ceñida a sus músculos, brutal y sexoso enfrente de la emperifollada hermana de su novia. ¡Qué pedo con la virilidad del joven Brando!
Marek Hłasko fue camionero, albañil, peón de fábrica, recepcionista y vendedor ambulante. Murió a los treinta y cinco años tras ingerir un cóctel de sedantes y alcohol. ¡Caramba! Una somera búsqueda de su rostro en google nos devuelve a un hombre siempre con un cigarro entre los labios. Se ponía sus borracheras con Roman Polanski quien lo definía como “un alborotador nato con un encanto irresistible”.
La editorial lo promociona afirmando: “Esta novela tiene todos los ingredientes para convertirse en un libro de culto”. Y yo no podría estar más de acuerdo. Quizá excepto por el precio desmedido del tomo. Ya de por sí es muy difícil que un autor tan poco conocido sea leído en México. Temo que su nombre se extravíe entre el resto de autores impronunciables que naufragan en las mesas de novedades mexicanas porque este es un gran libro, ágil, emocionante, comprometido. Al final el perro es asesinado, no podría ser de otra manera. Así pasa con los Kowalski del mundo.
Nos dicen que Scorcese y Bukowski salvaron a Fante del olvido. ¿Quiénes mencionaremos a Marek Hłasko entre tragos? ¿Quiénes levantarán la mano para traducir el resto de su obra? ¿Quién invertirá 500 lanas en adquirir esta breve novelota?
Marek Hłasko, Matar a otro perro. Malpaso, 2017.