IN THE SHIRE

HIGH STREET (DULCES, EXÁMENES Y CAFÉ)

High Street es una calle estrecha y medianamente larga. En cierta medida en ella están presentes de manera condensada algunos aspectos fundamentales de Oxford: el transporte, la universidad, la vida cotidiana y el turismo.

Si se camina del Jardín Botánico hacia el centro, sobre la acera izquierda, se encuentra una tienda de plumas finísimas. El otro día en uno de sus aparadores he podido ver la edición la pluma Mont Blanc dedicada Nelson Mandela. Pocos metros adelante está una tienda, de varias en la ciudad, donde venden juegos de mesa (pasatiempo que no logro comprender totalmente aunque vivo con un ludópata) y, especialmente, venden juegos de ajedrez en diversos tamaños y presentaciones, uno de los más peculiares es aquel donde todas las figuras tienen forma de los personajes de Alice in Wonderland (Alicia en el país de las maravillas).

No muy lejos está una barbería, que tiene un poste de barbero (ese cilindro que parece un enorme caramelo tricolor), y uno de tres, quizá cuatro, restaurantes carisísimos de la zona. Aunque Oxford sea al mismo tiempo una de las capitales del conocimiento y una ciudad pequeña, eso no invalida la presencia palpable de las diferencias entre las clases sociales. En Inglaterra, tradicionalmente una High Street es el espacio urbano donde se localizan las tiendas más caras o exclusivas. En el caso de Oxford, restaurantes y boutiques de ropa tan bonita pero tan fuera de mi presupuesto, se entreveran con los edificios de la universidad, las cadenas de cafeterías y los comercios orientados a saciar el apetito memorafílico y consumista de esos seres casi extraterrestres, los turistas.

En la acera opuesta al Jardín Botánico, de lado derecho, al pasar Magdalen College, una tienda de souvenirs antecede a dos de productos de belleza y a la dulcería Hardys, mi más reciente descubrimiento. Tengo poquito más de un año viviendo en Oxford, pero apenas hace un mes entré a la dulcería de High Street; lo hice porque a las visitas hay que procurarles sus antojos en la medida de lo posible. Antes la idea había pasado por mi cabeza y la deseché, porque me gustan mucho los dulces y no estoy en una condición metabólica que me permita esas indulgencias, o sea tengo hipotiroidismo y mi metabolismo es lento como tlaconete.

Hardys recupera el encanto de una dulcería británica. Se nutre de la nostalgia por una época dorada (como la infancia), quizá sea la nostalgia por los años previos a la Segunda Guerra Mundial y el infierno de los bombardeos alemanes. Los vendedores de Hardys usan camisa blanca, corbata y un largo mantel color vino. Los altísimos estantes de madera oscura están repletos de cajas y tarros que ofrecen, del suelo al techo, una gran variedad de dulces: pastillas para refrescar el aliento, caramelos, cacahuates, arándanos y pasas cubiertas de chocolate, bombones, chicles, licorice de diferentes sabores (para salir del paso diré que se parece a un chicloso pero no lo es) y chocolates (mi droga favorita), por ejemplo, tienen uno relleno de salsa Tabasco que no me atrevido a probar todavía.

El día que entré por primera vez compré como mujer hipotiródica en dulcería porque tienen chocolate oscuro (estamos hablando de un 70% de puro cacao al menos) y dulces sin azúcar. Semanas después descubrí que también tienen unos dieciséis o más tarros llenos de diferentes gomitas sin azúcar y me dejaron probar los que yo quisiera. Me conquistaron.

Cuando se sale de Hardys, de regreso a High Street, una queda más o menos de frente a la Examination Schools (o las Escuelas de Exámenes) de la Universidad de Oxford. Esta colocación de la tienda de dulces y del lugar más temido por los estudiantes me sugiere un oxímoron, dulces y exámenes, dulces exámenes. De camino hacia el centro y para deleite de los cafeinómanos y de los bebedores del té (¿téinomanos?, ese hábito es un deporte nacional en el Reino Unido), se hallan dos cafeterías y casas de té importantes por ser tradicionales en ambos lados de la calle. A la derecha está Queen’s Lane Coffe House, que fue fundada en 1654 y se dice que la casa de café más vieja de Europa. Cabe mencionar que de la cafetería viene el nombre de la parada de autobuses de varias rutas, incluida Londres, cuidadosamente distribuidas a esa altura de la calle.

La otra cafetería y casa de té se encuentra a la izquierda, The Grand Café tiene una fachada inconfundible, cuatro columnas azules con capiteles dorados, y un interior de inspiración art decó. Fundado en 1650, de este establecimiento se dice que es la primera casa de café en Inglaterra. El conflicto salta. No sé qué casa sirvió café por primera vez, pero lo cierto es que la primera que el café se vinculó al estudio en Inglaterra fue en Oxford.

Metros adelante, tras pasar a la derecha University College y Queen College a la izquierda, sobre este lado se halla la entrada a la iglesia de St Mary donde más de una vez he entrado a sentarme.

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