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LAS PIRAÑAS AMAN EN CUARESMA

Es una casa que no es como cualquiera. La habitan un par de mujeres y está en la costa, aislada de la aldea. En vez de un perro bravo que la cuide, en el jardín acuático hay un tiburón que es alimentado por ellas con tripas de pescado como si fuera su mascota. En realidad no es precisamente un tiburón, sino un tiburón hembra. Eso le da a la mayor de ellas la confirmación de su convicción: ahí no es bienvenido ningún macho. Cualquier hombre que se acerque debe ser alejado a punta de bala.

Son madre e hija. Una viuda y la otra ya en edad de merecer. Las apodan Las Pirañas. Se les desea por guapas, se les teme por bravas y se les envidia porque tienen buena mano para la pesca. Viven señaladas no sólo por su condición de mujeres, que llaman la atención por su físico y se ganan la vida trabajando como hombres, sino también porque sobre ellas pesa la sospecha de que asesinaron a su marido y padre aventándolo a los tiburones una vez que estaba borracho. “Tan mustias las muy canijas y tan rejijas”, “cuerpitos de tentación y almas del diablo”, “caras vemos y carajadas no sabemos”, “ay parejita de pirañas, están rebuenas y con tantas mañas”, comentan entre sí los pescadores al verlas.

La dirección es de Francisco del Villar. Su filmografía de veintidós cintas a lo largo de una década es la de un caso raro. Él no alcanzó la fama, llegó tarde a la época de oro y tampoco cuenta con el estatuto de arte. Quizá su película más exitosa es El criado mal criado, protagonizada por Mauricio Garcés, que se estrenó, el mismo año que Las pirañas aman en cuaresma, en 1969.

Pero eso sí, contó con elencos de primer nivel y trabajó con magníficos escritores en sus libretos: Emilio Carballido, Vicente Leñero, Josefina Vicens y Hugo Argüelles, entre otros. Éste último, dramaturgo jarocho, además de autor del guion de la película en comento, es autor de las coplas que se cantan.

Del Villar, por cierto había hecho mancuerna con el maestro Argüelles desde su primer largometraje, en 1962: Los cuervos están de luto, en el que tuvo el privilegio de trabajar con Silvia Pinal, Lilia Prado y Kitty de Hoyos. Además, él mismo escribió para Ripstein La viuda negra, protagonizada también por Isela Vega.

Tal vez el cine de Del Villar no ha sido tan famoso porque tiende hacia el drama erótico, a las escenas e historias de pasiones carnales, lo que implicó, por supuesto, que haya sido clasificado para adultos, restringiendo así en su momento su proyección en salas y también posteriormente de la programación televisiva. Es 1969, hay que reiterarlo, y aún falta mucho para el cine de desnudo de burlesque y picardía tenga mercado para consumo de masas.
Volviendo al tema, las locaciones son cuatro o cinco. No hay planos panorámicos ni pretensiones fotográficas. La cámara se concentra en el mejor recurso con el que cuenta la producción: las grandes personalidades de los actores, su lenguaje corporal. No importa el paisaje ni que haya extras para ambientar a la aldea, sino el sudor, la penumbra y la tensión entre los personajes.

En efecto, el elenco es de lujo: Isela Vega, Ofelia Medina, Julio Alemán, Gonzalo Vega, José Chávez y Macaria. La historia se concentre en un triángulo pasional entre las dos primeras y el primero. Eulalia o Lala (Isela Vega) es la viuda, Aminta (Ofelia Medina) es la hija y Raúl (Julio Alemán) es un pintor fuereño, capitalino, que se interesa en la joven. Para llegar a ella, idea un plan, pero al llevarlo a término acaba enredándose con la madre también.

Raúl tiene cualidades que resultan irresistibles para ambas. No sólo es bien parecido y tiene una profesión interesante, la de un artista, que lo hace distinto a todos ahí, sino que representa la posibilidad de salir de la aldea, como un boleto de ida sin regreso. El plan de ellas, o, como ahora se dice cursimente, su sueño, es irse lejos, al puerto de Veracruz, para poner un puesto de comida.

Sin embargo, Aminta quiere ir más allá de Veracruz, llegar hasta México. Para ella la ciudad es como una utopía, un lugar donde podrá ir al cine todos los días. Aminta se nos presenta como una Lolita rural, pero bien desarrollada en lo corporal, quien de inmediato crushea con el galán, al que su madre le ha echado ojo y algo más. Las dos se confrontan por el mismo hombre, cada una lo quiere para sí aunque lo comparte. La historia, por supuesto, está más o menos emparentada tanto con la de Nabokov y Kubrik (1962) como con El graduado de Charles Webb y Mike Nichols (1967).

Pero la película se la lleva Isela Vega de principio a fin. Es ella, su voz ronca y su hablar golpeado. Lo mismo se desgreña en el mercado para hacerse respetar de las que le echan de habladas, que para en seco a los perros que se le lanzan. Es altiva, orgullosa y mandona. No actúa, se interpreta histriónicamente a sí misma.

Por eso me parece que tuvo todo para ser una nueva María Félix y de algún modo lo es. Posee cualidades estéticas, el carácter fuerte y cumple solventemente como símbolo sexual. Pero si la ceja levantada fue para Félix un rasgo distintivo de su feminidad, el escote y el vestido rabón lo es para Vega.

Lala expone una doble moral, pero no como simulación entre el decir y el hacer, sino como una conciliación de intereses: acepta que Raúl no la quiera a ella como su mujer, si bien ella se había hecho ilusiones, y le concede que se lleve a su hija, pero con la condición de que se vayan casados.

Raúl le toma la palabra, pero no quiere casarse. Le propone en secreto a Aminta irse con los ahorros de Lala, lo que ha juntado para su changarro. Posiblemente tiene la intención de abandonarla también y largarse con el dinero. La joven tiene entonces que optar: quedarse con su madre y perder su posibilidad de cambiar de vida o irse a una nueva vida en la ciudad, pero habiendo traicionado a su madre.

No es una obra de arte ni está en alguna lista de mejores películas, pero cinta es un buen ejemplo de que para hacer cine de buena calidad lo más importante es un buen guion, una dirección inteligente y buenas actuaciones. Si a eso añadimos una personalidad como la Isela Vega, la película, además adquiere un motivo extra para verla con interés.

Título original: Las pirañas aman en cuaresma
Año: 1969
Duración: 97 min.
País: México
Director: Francisco del Villar
Guión: Hugo Argüelles
Música: Enrico C. Cabiati
Fotografía: Javier Cruz
Reparto: Isela Vega, Ofelia Medina, Julio Alemán, Gonzalo Vega, Macaria, José Chávez, Julia Marichal
Productora: Del Villar Films S.A.

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