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SEGUNDO INFIERNO: ESCUELA DE RATEROS

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Extracto del libro Crónicas de un televidente, Producciones el Salario del Miedo/UANL 2016. Si te interesa adquirir este ejemplar entra a www.elsalariodelmiedo.com.mx

 

 

 

 

 

 

 

 

Este es un asalto chiro,

saquen las carteras ya.

Bájense los pantalones,

pues los vamos a basculear

Asalto Chido (fragmento)

Rockdrigo González

 

la desigualdad económica se le sobrepone ahora una lamentable igualdad: la de la vulnerabilidad ante el crimen y la rabia motivada por la impunidad. Los ricos ya no están a salvo en sus ínsulas de calles cerradas al paso del vulgo y resguardadas por seguridad privada. Mientras que los pobres sufren ahora delitos que antaño se consideraba que les eran ajenos, pues ya se dan casos de secuestro por los que se piden bolsas de mandado (del super) o cantidades pequeñas de dinero.

Los días de carteristas entrenados para operar sutilmente pasaron hace años. Ladrones de antifaz que entraban a los domicilios silenciosamente en la noche a robar son una imagen literaria. Ya no hay tampoco ladrones de autoestereos (¿para qué, si se los roban con todo y coches?). Los delincuentes ya no se esconden y sienten irresistible atracción por quien tiene apariencia de ser extranjero. Un ejemplo, entre muchos posibles, es el de una ciudadana japonesa asesinada en el interior del departamento de su esposo en Tlatelolco. Por su fisonomía y oírla hablar una lengua extraña, los criminales los siguieron, entraron por la fuerza al domicilio, sometieron al marido y a ella la mataron por gritar. El botín fue un teclado de computadora y algunos discos compactos. Todo crimen lleva sin excepción la expresión cruda de la violencia garantizada por el poder de las armas y la impunidad para su realización. Cuando parece que la capacidad de asombro puede agotarse, siempre llega un crimen que amplía ese límite.

Con frecuencia suele oírse decir que los cuerpos policiacos han sido rebasados por la delincuencia organizada, porque sus elementos tienen escasa preparación y capacidad, inferioridad en cuanto a armamento y sus salarios son bajos. Pero, ¿no será que en realidad se dejan rebasar? Por los siguientes ejemplos puede pensarse que hay elementos policiacos que se benefician de las actividades de las bandas delictivas, cuando no son quienes las operan directa o indirectamente:

·Hay policías que no sólo conocen quiénes son y dónde están los criminales, sino que además tienen comunicación constante con ellos para encubrirlos a cambio de dinero, como relató el líder de la banda de Los Montante, famosos por haber secuestrado a las hermanas de Thalía y al entrenador Rubén Omar Romano. En realidad ya no secuestraban para obtener dinero para su propio beneficio, sino para pagar extorsiones a policías. Entre otros detalles, contó que pagó 700 mil pesos para que dejaran que su hermano se fugara de la cárcel.

·Quienes causaron la muerte de la actriz Mariana Levy fueron detenidos antes de 24 horas en su domicilio y presentados ante el Ministerio Público, como si los policías responsables de su captura hubieran sabido previamente dónde encontrarlos.

·A pocas horas de su robo, fue recuperada sin daño alguno la camioneta de la señora madre del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, como si los delincuentes hubieran cometido el error de robar a quien no debían y hubiesen sido notificados de ello.

·Tras su detención, la famosa Mataviejitas manifestó que tiempo antes había sido extorsionada por un agente judicial, quien le solicitaba dinero para permitirle continuar delinquiendo. El procurador capitalino, por supuesto, desestimó esa declaración por carecer de pruebas. Sí, el mismo procurador que meses antes declaró que esta asesina seguramente se había suicidado.

·La amplia oferta en la vía pública de productos procedentes principalmente de China es necesariamente el resultado de que hay servidores públicos que han permitido su introducción al territorio nacional, su tránsito y almacenamiento antes de que lleguen a las manos del vendedor callejero. No puede ser desconocido para las autoridades federales y capitalinas que todos los días llegan tráileres llenos de contrabando a Tepito y al mercado de San Felipe durante la madrugada.

Por lo expuesto, no en balde puede afirmarse que la corrupción es condición necesaria para la proliferación y persistencia de la delincuencia organizada y es proporcional a su magnitud. No es casualidad que en los países menos corruptos no hay secuestros.

La corrupción no es solamente de las autoridades, es la médula misma de la manera de ser chilanga. Es ser tranza como un estilo de vida. Todo lo que en primera instancia pueda pensarse que es robable es poco ante lo que algunos –más por ingenuos que por honradez– no alcanzamos a imaginar: no se pueden poner botes de basura en la calle porque se los roban, así como hay especialistas en el hurto de tapas de coladeras y arbotantes. A ello se suma la proclividad compulsiva al daño de lo público (expresión de la mentalidad “lo que es de todos, no es de nadie” y “si no es mío, que no sea de nadie”), así como el robo menor de escaso beneficio con meros fines vandálicos –bien caracterizada en ese personaje de Héctor Suárez, El Destroyer–, que no permite que haya directorios telefónicos en las casetas en vía pública, que las propias casetas telefónicas tengan que estar semiacorazadas para que no las destruyan o se roben el teléfono, que deteriora el transporte colectivo, y que rompe, ensucia, deja inservible o con pésimo aspecto todo lo que se pueda. O la llana irresponsabilidad que da lugar a inundaciones causadas por coladeras tapadas con envases de refresco llenos de orines.

 

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