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MUERTE Y RELIGIOSIDAD EN LA LUCHA LIBRE

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A pesar de lo que digan las nuevas generaciones o algún crítico sin conocimiento de causa, la Lucha Libre (LL) no está de moda; desde los años cuarenta, es decir, cuando se consolidó la Empresa Mexicana de Lucha Libre, ahora Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLLL), ha estado presente en nuestro país. Por consecuencia la LL con toda su parafernalia ya es parte de nuestra cultura.

Para poner un ejemplo solo hay que remontarse a las épocas en que la revista del Santo no salía cada mes, ni siquiera cada quince o cada siete días, sino tres veces a la semana. Y Santo, el enmascarado de plata, una revista atómica competía con las del Médico Asesino, El Mil Máscaras, El Huracán Ramírez y otros superhéroes enmascarados. Cuando los seriales de luchadores en el cine eran moneda corriente y los rudos y técnicos se codeaban con las luminarias de la farándula nacional. A poco nadie recuerda cómo los domingos la familia se reunía frente al televisor para ver las luchas transmitidas por Telesistema Mexicano. Ahora por Televisa con retransmisión a todo a todo el país, Latinoamérica, sur de Estados Unidos y Europa, conservando altos niveles de audiencia.

En la LL mexicana, el encordado no es un campo de batalla, como sí lo es en el wrestling, donde el WASP defiende su supremacía blanca contra negros, latinos y árabes. En México es en realidad el sitio sagrado donde las fuerzas del bien y del mal se enfrentan. El sitio espiritual de encuentro entre las fuerzas celestiales e infernales. Los personajes de los luchadores en México tienen resonancias religiosas o de ultratumba. No es extraño que La Parka, el Santo, el Místico, Averno y Mefisto sean los que encabezan los carteles. No es tampoco de asombrase que las arenas en realidad sean iglesias. “La México Catedral”, rezan los locutores cada fin de semana.

Es de tomar en cuenta que La Parka no es el primer personaje que toma a la muerte como imagen. Ya desde los inicios de la LL había personajes que recordaban a infinidad de personajes venidos desde el Más Allá. El Murciélago Velázquez es tal vez el primer luchador que toma para sí las fuerzas del mal. Trayendo escondido en su capa víboras y coleópteros que hacían las delicias del público. Luego vendría el famosísimo Santo, quien se convertiría en el principal ajusticiador de entes del inframundo, acabando en su vejez como escapista, desafiando a la muerte.

Pero no sería hasta la llegada de El Espectro de Ultratumba que las referencias mortuorias se harían evidentes. Este peculiar luchador vestía una máscara de color verde, rematando el “casco” con una peluca color café. Se hacía ayudar por cuatro personas que cargaban un ataúd hasta el ring. Después de un rato de silencio, salía del féretro y comenzaba a luchar descalzo.

No es de extrañar que en estos tiempos de televisión y de grandes producciones cinematográficas de sorprendentes efectos especiales, El Espectro fuera uno más de estos cinematográficos gladiadores. Pero en los sesenta, con la población mexicana todavía cándida, a pesar de las crueldades de la Revolución y de la Guerra Cristera, la gente se asustaba y pensaba que El Espectro en verdad era una especie de muerto viviente.

Podría parecer sorprendente, pero en diarios de los sesenta se reporta que El Santo fue perseguido por una multitud enfurecida porque no volaba con su cohete, como lo hacía en sus revistas. El enmascarado le reclamó a José G. Cruz, guionista de la publicación y este tuvo que quitarle el aparato.

El Santo pelearía en sus cintas siempre como una encarnación del bien puro y sin concesiones. Casi como un personaje asexual. La bondad en pleno. Sus orígenes, se pueden rastrear de muchos maneras en sus cintas. Pero la más aceptada es que proviene de una extirpe de bienhechores coloniales, que evitan el uso de armas. Santo lucharía contra la magia vudú, contra vampiros y vampiresas, con científicos locos o asesinos en serie. Siempre enfrentándose a la Muerte.

Muchos otros luchadores no solo no pelearían contra ella, sino que la retomarían en sus personajes. Como los Hermanos Muerte I y II, atletas de la periferia que fueron pronto desenmascarados. O los boricuas Cripta, Sepulcro y el mexicano Lápida, que ofrecen una entrada a la arena que homenajea muy al Espectro: Cripta camina ataviado con un manto blanco mientras sus compañeros lo bordean con largos capuchones como de monjes. La luz baja y entre las penumbras ingresan al ring.

Otro personaje de las periferias es La Niña Blanca, clara alusión a como los devotos de la Santa Muerte la llaman; tal vez con la intención de hacer menos temible su culto. El luchador, obviamente es feligrés de esta santa y ha declarado que lleva el personaje “con mucho respeto y con el afán de difundir a la Niña” (Revista Box y Luchas).

Sin embargo, sería con la llegada de Antonio Peña que menudearían infinidad de atletas que abrevan de la Muerte o de los seres infernales. Peña vio la luz como luchador bajo el nombre del famoso Kahos. Personaje parecido a su tío El Espectro. Como él lucharía descalzo y retomaría la parafernalia gótica o terrorífica. Pronto Peña dejaría la LL en el encordado y se dedicaría a crear personajes para la Empresa Mexicana de Lucha Libre, y posteriormente para la suya, la AAA.

Peña engrosaría el universo del pancracio con personajes como Kalis, la Momia, La Parka, Gronda (especie de demonio italiano), El hijo del Diablo, Espíritu, El Cuervo, El Mesías, Ozz, Chessman (famoso asesino norteamericano), Averno y Mephisto, entre muchos otros.

El luchador mexicano, es decir el luchador enmascarado, con prominente barriga y viviendo su personaje hasta su deceso, es un icono bien enraizado y motivo de estudio en el mundo entero. Desde referencias en películas y documentales españoles, alemanes o argentinos, hasta libros dedicados al fenómeno y caricaturas norteamericanas.

En nuestro país, a pesar de la división entre rudos y técnicos, la gente se reparte entre ellos por igual. No importa su filiación mientras el luchador brinde espectáculo y se entregue al público. La gente pude ser ruda sin ningún tipo de remordimiento porque el mexicano es transa desde hace siglos, porque sabe que en el sistema no se puede ir por la derecha, sino que hay que torcer las reglas para obtener lo que se quiere. Cuando menos las reglas del hombre, porque indudablemente es guadalupano hasta la médula. Las reglas de Dios no se quebrantan.

El ring es un escaparate de la cultura popular de ese momento. Lo que esté sonando en la cabeza del mexicano es lo que se verá representado en los luchadores.

No es de extrañar que la Muerte y el inframundo siempre estén presentes.

Fotografía de La Parka tomada de: http://www.foxsportsla.com/columnistas/view/49736-lucha-soap-opera-dos-regresos-monumentales?country=mx

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