A pesar de su repulsión hacia el grupo animal más numeroso en el planeta, se han contabilizado hasta un millón de especies, La octava plaga es una novela de insectos que juegan al fin del mundo. “Como todo lo que me da miedo me obsesiona y lo que me obsesiona lo investigo, leí varios libros sobre insectos para entender su comportamiento, su evolución y dar ciertos rasgos de verosimilitud a la parte científica, entre comillas, de La octava plaga. Siempre la parte más disfrutable es la preparación, leer esos libros que tienen que ver con la trama y que me van dando la pauta de por dónde ir”.
Publicada originalmente en 2011, La octava plaga pasó desapercibida por la escasa promoción, y encontrarla era poco más que una misión imposible. Hasta este año. “Estoy complacido de que la novela tenga una segunda oportunidad. Desde que salió la primera vez se me acercaban lectores y me decían que no podían encontrarla. Me da gusto que ya esté accesible en Almadía, mi casa mi editorial”.
En seis años pasan muchas cosas. Le pregunto a Bernardo si le hizo cambios al texto, si la historia aún le gusta: “No la volví a leer. No puedo releerme, me cuesta mucho trabajo. Tengo colegas que se releen a sí mismo con un amor inmenso, pero yo no puedo, sobre todo cuando es un texto que trabajé hace años, que corregí hace años y del cual me desconecté hace años. Cuando escribí La octava plaga, aunque me inspiró la Ciudad de México, no había intención de nombrar lugares específicos. Para unificarla con el resto de la saga donde la Ciudad de México es un personaje, el Museo de Historia Natural de Chapultepec aparece como tal, lo mismo que las librerías de viejo en la calle de Donceles. Siento que La octava plaga corresponde a una mirada y un momento específicos y que meterle mano sería traicionarme a mí mismo, no porque sea perfecta, no lo es, nunca se termina de corregir un texto —José Emilio Pacheco seguía obsesivamente modificando sus textos reedición tras reedición—. Cada escritor decide en que momento da por concluido algo; en mi caso simplemente es la incapacidad de releerme y por la sensación de traicionar el texto”.
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En buena parte de La octava plaga, Casasola reflexiona y critica el mundo literario. ¿Postura personal o ajuste de cuentas, Bernardo?: “Es una postura que tenía en aquellos años, que sigo teniendo y que se ha radicalizado. Quería aprovechar la frustración de Casasola porque es un periodista que se siente culto, muy leído, inteligente, y es defenestrado a la nota roja. Quería canalizar ciertos dardos envenenados, como un ajuste de cuentas personal con el mundillo literario, de las artes, del periodismo. En ese momento sentí ganas de hacerlo, no es la parte principal de la trama pero es algo que esta ahí y me da gusto que la gente lo note. En el resto de la saga me di cuenta que ya no tenía mucho sentido y lo fui diluyendo, pues había cumplido su cometido en La octava plaga, se presta porque el personaje está naciendo como periodista de nota roja y ayuda a entender de dónde viene”.
En La octava plaga, Bernardo Esquinca homenajea a uno de los fotógrafos de nota roja más relevantes de México, y cuyo trabajo ha sido expuesto en galerías nacionales y extranjeras: Enrique Metinides quien aparece como “El griego”: “Está inspirado en él, un muy buen porcentaje en la realidad y otro es invento mío. Lo conocí en 2007, JM Servín me llevó a conocerlo, fue una velada increíble. Metinides es un tipo muy amable, con una memoria prodigiosa, sacaba sus fotos y se acordaba qué había pasado exactamente, te contaba la película. Sigue obsesionado con los noticieros, los graba, tiene un archivo de noticias, su colección de carritos de bomberos, de ranas, y es como un niño, por eso le decían así, tiene una mirada inteligente pero muy pícara, es “el niño” Metinides. Después de la visita, cuando fui armando la novela, me di cuenta que Casasola, al no conocer ese mundo, necesitaba un Virgilio aunque le puse dos, Verduzco y El griego. Admiro a Metinides, un extraordinario fotógrafo que hizo arte sin proponérselo”.
La génesis de Casasola está en La octava plaga. Un buen pretexto para iniciar por el principio y leer toda la saga de corrido.
Bernardo Esquinca, La octava plaga, Almadía, 2017.
*En Carne de ataúd aparece Eugenio Casasola, reporter de El Imparcial y pariente del Casasola de nuestro presente.
Fotografía del autor: Eduardo Loza.