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JOSÉ JOSÉ: CROONER Y TRAGEDIA

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Conocí a José José cuando tenía unos 13 años y mis hermanos me llevaban a trabajar a la fábrica donde se forjaron. Los veranos y las vacaciones me las pasaba ahí, camellando. Un sábado, pasado el mediodía, algunos hojalateros veteranos estaban tomando Don Pedro con Coca-Cola en una de las estaciones.

Guardaban el pomo discretamente, a la vista del poli de la entrada, en sus cajones de herramientas, donde también habitaba una grabadora. Y fue cuando regresaba de la tienda, con más refrescos, que sonó.

Su voz melancólica y romántica llenó toda Planta 1, misteriosa y magnética. Era “El triste”, desde luego.

2.José Rómulo Sosa Ortiz es el gran crooner de México.

Su mística, es decir su voz, proviene del Olimpo de los grandes cantantes. De los inmortales. Fue insuflada con un halo divino.

Eso explica porque alumbró, por ejemplo, al mismísimo Sinatra, a quien conocería cercanamente. La primera ocasión, cuando Frank escuchó los discos de José José, lo contactó vía el cuñado de Pepe para que fuera a Los Ángeles y le hiciera una prueba de voz en corto.

Pero su sello, RCA Víctor, no le dio el permiso y el Príncipe, deprimido, tuvo que esperar para conocer a su ídolo en persona, una vez que su música había conquistado Estados Unidos.

3. José José fue un bebedor desde el principio de su carrera.

La sombra de la botella la heredó de su padre, José Sosa, tenor que murió de alcoholismo un año antes de que el Príncipe sacara su primer disco en forma: Cuidado (1969).

Había comenzado seis años antes, a los 15, en cafés cantantes, serenatas, tocando el contrabajo y el bajo en un par de grupos menores y grabando algunas pistas bajo contrato. Había dejado atrás su empleo de fabricante de bobinas en una empresa en Clavería.

Cuidado no significó el despegue inmediato, debido a que fue considerado “muy fino” para el gusto radial, por sus tintes de jazz y bossa nova (presentes sobre todo en la gran “Una mañana”). Pero ya contenía hits como “Cuidado”, “Pero te extraño”, “Sin ella” y “Sólo una mujer”.

Y, claro, atisbaba la condición de chupirul sin fondo del Príncipe, a quien una fama encabronada le estaba tocando el timbre.

4.Cuando la botella se terminó me mandaron por otra, más chescos y cigarros.

“A ver asómate, igual y ya vienes”, me decían, carrillas y medios chiles, mientras José José seguía dando vueltas en las bocinas y en el eco que rebotaba en la maquinaría pausada, ajena a los dipsómanos que durante el día las domaban y que expandían la tarde con un anecdotario cuyos escenarios nunca, o casi nunca, iban más allá de esas mismas paredes.

Esos Maestros llevaban allí décadas, respirando rebabas, pintura y soldaduras de diferentes calibres. Y sin duda escuchando al Príncipe.

5.“Siempre he pensado que la diferencia de un artista grande y uno pequeño es su capacidad para dejar canciones en la memoria colectiva. Ése es el mérito de José José: haber encontrado canciones hasta debajo de las piedras, normalmente buenas”, dice Rafael Pérez Botija, compositor español que trabajó con el Príncipe en sus mejores momentos. Botija agrega que, en las canciones, Pepe encontraba matices y rincones que ni él mismo sospechaba.

“Es un creador, sabe encontrar mucho más que otros artistas. En eso, verdaderamente, es excepcional”.

6. Como pocos rockstars, José José se atragantó del éxito y sus demoledores placeres.

Pocos artistas mexicanos pueden presumir vender millones de discos en todo el orbe, durante décadas, conquistar el mundo anglo, a la industria. “La nave del olvido”, su primer gran éxito, fue editado en japonés, griego, hebrero y una docena de idiomas más.

También pocos pueden presumir haber estirado su vocación autodestructiva como él: el Príncipe descendería a los excesos propios de un Dios del averno. Drogas, mujeres y trago. De allí provenía la nigromancia de su arte: dandy atemporal, bardo de millones y epítome de un país trágico.

7. De aquel día, además de ponerme una de mis primeras borracheras con tragos de brandy a discreción, se me quedó marcado el hecho de haber escuchado a José José con la tropa obrera, que tristeaba sus recuerdos sobre cada rola.

“Este güey sí era cantante, chingada madre”, arremangaba alguno. A la postre sería una era —uno de mis hermanos ya murió, varios de aquellos viejos obreros también caerían en los siguientes años, víctimas de Cáncer, Diabetes o alcoholismo— que para mí quedaría estampada en aquella sesión de bohemia proletaria.

8. De acuerdo con la crítica y el gusto del público, el mejor disco de José José es Secretos, de 1983 (más de 15 millones de copias vendidas hasta 2013, cuando se reeditó una edición de aniversario).

Lanzado 20 años después del inicio de su carrera y diez antes de su debacle definitiva y la pérdida de su voz, el disco es un dechado de éxitos: “El amor acaba”, “Lo dudo”, “Lagrimas”, “Voy a llenarte toda” y “He renunciado a ti”. La portada muestra al Príncipe en uno de sus mejores momentos: traje blanco, mirada fija, corbata roja.

Listo para la Odisea, moldeado de cada experiencia amarga que hasta la fecha guardaba en las bolsas.

9. “La vida es drama. Rigo es amor. Luismi en sus años mozos fue (ha sido y seguirá, para sus fieles) como la más verídica reproducción del sol. Emmanuel subsiste y logra reciclarse con su vara de nardo y sus efluvios. Juan Gabriel (para no hablar de José Alfredo, que pertenece a otra divisa) sería el psicoanalista, un Dostoyevsky estrafalario, a veces con mariachi, del alma nacional. En cambio, José José ha sido y seguirá como la voz del corazón abierto”, escribe Roberto Diego Ortega en Y sin embargo yo te amaba (2009, Ediciones Cal y Arena).

10.En 1993, luego de publicar 40 y 20, José José se dejó morir.

Abatido por la ruina de su segundo matrimonio, se arropó en el trago para desaparecer. Huyendo de la prensa y el escándalo, se trasladó a Tulyehualco donde vivía en un taxi con otros teporochos.

La leyenda tocaba fin. Pero un grupo de amigos lo rescató y lo mandó a rehab en Minneapolis. Desde entonces no ha probado alcohol y se ha pacificado. Volcán apagado. Viejo y enfermo, espera la muerte. La rapiña mediática se asoma cada vez a su patio.

Un José José morirá pronto: el hombre. Porque otro, la leyenda, no sucumbirá, al contrario. Los tristes, los tormenta, siempre serán legión.

José José es el soundtrack de los pedotes. De los pedotes tristes.

México se seguirá debatiendo entre la tragedia y la peda permanente y su portavoz seguirá siendo José José, el canto del corazón abierto, el Príncipe crooner de plebeyos y patricios.

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