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DE PROUST A MAD MEN

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artín Schifino es un crítico argentino que publica sus reseñas en Revista de libros y The Times Literary Supplement (en México, sus textos aparecen en Letras Libres). Esta recopilación tiene la característica de que reúne ensayos que exceden un poco la costumbre de comentar “obras literarias”. Aunque me supongo que lo común será que los críticos no se limiten a los libros de la alta cultura.

En Páginas críticas hay una línea que va de Marcel Proust a las series y a los best sellers. Pero hoy, de un crítico literario literario esperaríamos su opinión de cómics, novelas gráficas, películas, videojuegos y hasta cuentas de Twitter. (Alfonso Reyes tuvo el atrevimiento de defender la novela policial en tiempos en que todavía Borges no la incorporaba al gusto “refinado”). Todo eso con cierto escándalo de lectores y escritores.

Como no veo series, me pierdo lo mejor de las conversaciones y, me aseguran, lo mejor de los aciertos narrativos contemporáneos. Por su parte, bucear en los best sellers requiere de una constancia y una penetración notables, pues de otro modo no se podría escuchar el mensaje que proponen. Porque tienen uno, sólo que, naturalmente, no es aquel que nos vende la publicidad. Y muchas veces no hay mejor manera de comprender nuestra sociedad actual que leyendo best sellers.

Pero ni esa promesa posee suficiente encanto como para seducirme. Veamos: en este libro todo eso convive con nombres como los de Vladimir Nabokov, Julio Cortázar o Thomas Bernhard. Es una gama interesante: pues Cortázar ha sido en otro tiempo juzgado por la demasiada intromisión de la cultura de masas en su obra. En todo caso, ¿qué uniría todos estos nombres? Según la socióloga Eva Illouz la alta cultura señala la problemática de una sociedad, en tanto que los best sellers propondrían una solución. De allí se desprenden numerosas consideraciones. En este eje, pero en un punto extremo, estaría la obra de Bernhard: violencia verbal que exhibe las vísceras purulentas de Austria, por más desagradable que eso sea para sus lectores austriacos. (Bernhard llegó a ser insultado en la calle).

Schifino habla de una época en que Faulkner inundó con su influencia la lengua española, y se refiere a otra en que Bernhard marcó esta misma literatura. En el caso de México es cierto, Faulkner y Rulfo, se tiene muy claro, pero no parece igual con Bernhard, pues no recuerdo novelas con ese grado de poca misericordia contra nuestro país. No me refiero siquiera a tener como blanco el mundo político, víctima tan fácil de ridiculizar y tan inmune a la crítica. Sino a esa complicidad que es la indiferencia, hermana de la indignación con buenas maneras. En algún lugar se encuentra esa pústula cuyo señalamiento provocaría una mordedura inmediata. Naturalmente, esa operación quirúrgica debería ser realizada con recursos lingüísticos eficaces.

Martín Schifino. Páginas críticas. Formas de leer y de narrar de Proust a Mad Men, prólogo de Graciela Speranza. Buenos Aires, Fiordo, 2014. (Col. No ficción, 3)

QUIERO DIGNIFICAR EL PORNO MEXICANO

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s la segunda etapa del casting. En la primera, se hace una entrevista para asegurarse que la actriz DE VERDAD quiere hacerlo. Hoy es el call back para realizar una prueba de grabación. Algunas actrices, ante las cámaras, no cumplen las expectativas. Héctor Reyes llama por teléfono a la actriz para asegurarse que vendrá.

Héctor Reyes es fundador y director de Tupornmex, una de las pocas productoras de pornografía en México, y una de las dos más importantes que existen en el país. Un departamento ubicado al sur de la Ciudad de México funciona como oficina de su empresa y es donde se realizará el casting el día de hoy.

Reyes se pasea de un lado a otro repartiendo órdenes. Tiene un cigarro Pall Mall en la mano que ocasionalmente se lleva a la boca sin encenderlo. El cigarro está arrugado y aplastado por tanto movimiento. Uno siente la necesidad de acercarle un encendedor. Héctor se toma su trabajo en serio.

Tupornmex tiene 4 años operando. Héctor es todo un veterano en la industria y conoce todo al respecto. Podría dar cursos de cómo ser un pornógrafo en México. Aunque sus comienzos en la industria fueron de manera casual.

—Yo esto lo empecé por caliente. Definitivamente lo empecé por cachondo.

Pero después vio una industria sin atender en la que él podía ser una parte importante. Desde joven fue bastante precoz y aficionado al material erótico, el cual también producía de manera amateur. Gracias a su afición, fue que llegó a Foto Fane.

Foto Fane era un estudio fotográfico en la colonia Narvarte. El lugar era famoso porque ahí se revelaban rollos de contenido erótico. Algo que no era común en los estudios fotográficos (a veces destruían los rollos al encontrar desnudos). Además de ser un lugar de confianza donde los clientes sabían que todos iban por los mismos motivos. Foto Fane era EL lugar para revelar material cachondo. Diariamente llegaba gente con bolsas llenas de rollos. 10, 15, 20 rollos. Los clientes llegaban de todas partes de la república con bolsas bajo el brazo. Era un círculo de aficionados que además, compartían e intercambiaban material. Héctor entabló amistad con el dueño de Foto Fane, Eugenio Matlalcuatzi. Juntos formaron MatlaRock, una pequeña productora porno con espíritu desmadroso y sin grandes pretensiones. Sólo hacer lo que les gustaba.

Hicieron todo conforme a la ley. Registraban su material en la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía y lo distribuían en puestos de periódicos. Devedés de una sola escena que apenas se vendían. De una tirada de 10 mil, vendían unos 500. El material sobrante era devuelto a MatlaRock. Héctor tiene una bodega llena con aquellos discos. La calidad de las películas no era precisamente destacada y trabajaban con las mujeres que se dejaban grabar (les pagaban mil pesos o menos). Cuando llegaba una era un triunfo y una fiesta digna de celebración. Héctor llegó a actuar en las primeras entregas.

El estudio fotográfico cerró porque los clientes ya no necesitaban sus servicios. Con la fotografía digital, Foto Fane no tenía razón de ser. Héctor dejó MatlaRock para buscar su propio camino.

Continuó, con grandes dificultades, luchando por permanecer en la industria. Trabajando en la Expo Sexo, haciendo festivales de cine erótico, produciendo películas. Lo que años después, lo llevó a fundar Tupornmex.

Y ahí va Héctor. Con camisa anaranjada, pantalones Levi´s 501, botas de construcción y una gorra anaranjada. El cigarro, aun sin encender, pasa de su mano a su boca aplastándose cada vez más. Revisa los aspectos técnicos y prepara la historia para la escena. Aunque no trabaja con un guión, siempre hay una historia en sus películas. Cuando un actor presenta problemas de erección, se improvisa sobre la marcha.

—Si la historia es de un matrimonio feliz y al güey no se le para, hay que cambiarla y meter a un gasero.

Hoy juega la selección mexicana contra Alemania y se aprovechará la ocasión para la escena: una mujer mira excitada el encuentro futbolístico, llega su esposo del trabajo y tienen sexo. Las películas se hacen en diversas locaciones: tiendas, vinaterías, mueblerías, hoteles, jardines, casas, etcétera. A partir del lugar se crea la historia a seguir. No es problema conseguir locación. Se habla con el dueño, y con tal de que lo dejen estar presente en la grabación, acepta gustoso.

Todos los castings se graban en el departamento/oficina. Es un departamento normal. Si uno entra sin saber lo que ahí ocurre, no sospecharía que es el centro de operaciones de una productora porno, donde además se graban castings y realizan sesiones fotográficas. Hay una mesa donde se apilan un montón de papeles, en uno de ellos se lee: “en el cielo no hay sexo”; un librero lleno, en su mayoría, de libros clásicos y de historia; hay sombreros por todas partes, uno de ellos con el logotipo de Bandamax; fotos familiares ocupando librero, estantes y diversos muebles; un gato negro con blanco que se pasea tranquilamente. De un cuarto sale Julia, la encargada de las labores domésticas, cargando un bulto de ropa del que destaca una cantidad importante de brassieres. Conoce a Héctor de muchos años y está más que acostumbrada a su estilo de vida. Reyes ha tenido otras empleadas, pero después de un día de trabajo, jamás regresan.

Una vez que está todo listo, Héctor está más relajado. Habla del partido y pronostica la derrota de la selección mexicana. Rechaza la pizza que acaban de traer y por fin enciende el cigarro.

Busca condones para la grabación. En el departamento nunca pueden faltar los condones, ya que en todas las películas de Tupornmex se usa preservativo. Héctor pretende generar conciencia y dar aunque sea un poco de educación sexual. Además del uso del condón, en cada película hay un mensaje en contra de la trata de personas, pornografía infantil, abuso sexual, etcétera.

En la sala está sentada Miss Cerezo, modelo erótica y uno de las tres empleadas fijas de Tupornmex. Ayuda a Héctor con las producciones y se encarga de gestionar algunos proyectos alternos. También está su novio, quien ayuda con la iluminación y fotografía. Ocupando la esquina del sillón está Loko Billy, tatuador, barbero y estilista de 25 años. Es la primera vez que está en las oficinas y se muestra muy entusiasmado. Sonríe y se frota las palmas ocasionalmente. Es amigo de Miss Cerezo y también hará casting (es el actor de respaldo en caso de que el primero tenga complicaciones). Se considera un fanático del porno y sueña con estar dentro del negocio. Le pidió a Miss Cerezo que lo ayudara a entrar, ya fuera sosteniendo cables o el micrófono, no importaba haciendo qué, él sólo pedía una oportunidad. Cuando ella le avisó del casting, no dudó ni un momento en probar suerte.

Por fin llega la aspirante. Delgada. Cabello lacio. Lleva un vestido gris que le llega a medio muslo y zapatos negros de tacón. Se nota nerviosa y además de su novio, nadie más sabe que hará casting para convertirse en actriz porno. Su novio la trajo; en el camino, estaba tan nerviosa que pensaba ya no seguir adelante. La llamada de Héctor para confirmar su presencia fue lo que la animó a decidirse. La interpretó como una señal. Tiene 19 años, cursa el tercer semestre de una carrera universitaria, y no quiere que se use su verdadero nombre. No le preocupa que se enteren sus compañeros de escuela y demás conocidos, pero no quiere que se enteren sus padres y hermana. Así que elige el nombre de Geovanna. Sugiere que ese sea su nombre como actriz. A Héctor parece gustarle, pero aun habrá que pensarlo un poco. Reyes ha dado nombres de guerra a muchos actores y actrices, entre los que destaca con orgullo a Pepe Metecañas y Pepe Siempreduro.

Geovanna siempre fue muy inquieta sexualmente. Cuando tenía unos 10 años y se quedaba sola en casa, se desnudaba y paseaba por ahí con las ventanas abiertas para que sus vecinos la vieran. Desde pequeña tenía la fantasía de ser actriz porno y ahora está por cumplirla. Con su novio se grababa teniendo sexo, pero no tenía mucho chiste para ella porque nadie la veía. Un día le comentó a su novio “hay que mandar unas fotos para un casting porno”, investigaron en internet, y encontraron a Héctor Reyes. Su novio le tomó las fotos y las mandó. Jamás creyó que la llamarían. No piensa dedicarse por completo al porno, ni pretende vivir de ello. Sólo quiere hacerlo un tiempo y vivir la experiencia. Lo ve como algo que complementa su vida. Algo que le gusta y un sueño por cumplir.

Ahora está sentada en la mesa frente a Héctor, comentando cómo será la grabación y cuál es la historia de la escena. Él le pide su identificación y una copia. Las revisa, regresa la original y se queda la copia. En México no existen leyes que regulen la pornografía. Las únicas dos condiciones son que se realice entre mayores de edad y de manera consensuada. Nada más. Algo que a Reyes no le gusta, por lo que ha buscado la manera de que existan leyes al respecto. Pretende que el porno sea visible en el país, que se sepa que las cosas se hacen bien. Que la industria sea tan respetable como en otros países.

—Quiero dignificar el porno mexicano.

Es la segunda vez que Geovanna está frente a Héctor. La primera fue la entrevista previa al casting. Geovanna estaba muy nerviosa aquella vez, temía lo que Héctor pudiera pensar de ella. Pero la ha tratado bien y se siente en confianza. Reyes le sugiere que lleve las uñas pintadas, dice que es indispensable. Mira su reloj de Mickey Mouse y dice que es hora de empezar.

Del otro lado, Alejandro suspira y observa con ojos vidriosos a Geovanna. Alejandro es otro de los empleados de planta de Tupornmex y hoy también hará casting. Lleva dos meses trabajando aquí. Es ingeniero en sistemas y se encarga de la producción y publicidad. No pretende convertirse en actor. Prefiere ver que actuar. Héctor sugirió que lo intentara y no rechazó la oportunidad. Tiene 21años, pero luce mucho más chico. Se lo comento y enseguida me muestra su identificación.

Todo está listo para grabar. Alejandro se lavó los dientes. Geovanna ahora lleva una playera de la selección mexicana, los zapatos negros de tacón y el maquillaje que Miss Cerezo le ayudó a ponerse. La escena se hará en un cuarto que está al fondo. Han puesto una laptop sobre unas sillas para ver la transmisión del partido.

Se podría decir que Héctor es un conservador en lo que a pornografía se refiere. Aunque no lo asustan los géneros más fuertes y violentos, él prefiere que haya besos, buen sexo, y que se note que lo están disfrutando. Una de las razones por las que quiso hacer porno es porque no le gustaban las películas estadounidenses: las escenas sobreactuadas, parece que nadie lo disfruta, y el idioma diferente. Era algo totalmente ajeno a él.

—Quería hacer un porno que reflejara el México actual.

Considera su porno femenino. Dice que la mujer es lo más importante en sus películas.

—La mujer pone las pautas. Que la chava esté feliz es lo que busco en mi empresa.

Reyes no permite que se digan groserías a menos que la mujer así lo pida. Tampoco hay golpes ni escupitajos ni nada parecido. Antes de la escena, deja que los actores hablen, que se conozcan un poco y sepan qué es lo que les gusta. Qué les prende.

Todos están en la sala. Loko Billy, con una sonrisa enorme que convierte sus ojos en apenas dos líneas, pregunta a Geovanna qué le gusta. Ella está sonriente y responde tranquila. Dice que le gusta que la vean, hacer sexo oral, besos en las nalgas, los gemidos del hombre y que la manejen en la cama. Miss Cerezo, con una sonrisa, comenta que es bien coqueta. Alejandro permanece en silencio. Héctor le dice a Geovanna que va a pervertir a su amigo. Pide que se relajen y lo disfruten.

—La idea es echarse un palo.

Antes de comenzar la grabación, Alejandro y Geovanna platican en el cuarto en el que pronto tendrán sexo. Aunque ambos se esfuerzan por actuar con naturalidad, se nota el nerviosismo. Hay temblor en sus voces. Yo estoy en un rincón escuchándolos y pronto se olvidan que estoy ahí. Me siento un intruso en un momento íntimo. Si no fuera porque pronto estarán desnudos uno encima del otro, parecería una plática en la que dos personas que se gustan tratan de conocerse.

En el cuarto hay dos sillas. Una sostiene la laptop. En el otro extremo, en el suelo, pufs y cojines de gran tamaño. Juntos abarcan la medida aproximada de una cama individual. También hay una mesa, un globo terráqueo, una muñeca. En un sillón pequeño junto a los pufs, dos rebanadas de pizza y un vaso de refresco de naranja para dar realismo a la escena. Para iluminar, una lámpara en un rincón. Yo estoy de pie detrás de la lámpara, con la espalda recargada en la pared. No es un cuarto muy grande, por lo que si salgo de mi pequeño espacio, puedo tapar la luz o estorbar a Héctor mientras se mueve con la cámara.

Loko Billy entra emocionado. Aún no es su turno y regresa a la sala. Llega Héctor con la cámara y unos audífonos puestos. Su cara se ha vuelto más seria. Da algunas instrucciones a Geovanna, quien pregunta si hará una escena con los dos. Héctor le explica que sólo si falla el primero. Comienza la escena.

Geovanna ve el partido masturbándose. Héctor mueve la cámara de aquí para allá. Hace tomas de diferentes ángulos. Se nota que no es ningún novato. Alejandro toca la puerta.

—Pasa mi amor.

Geovanna ríe nerviosa y dice que no se le da ser sexy. El director pide que se diviertan. Que lo disfruten.

Alejandro entra. Va bien vestido. Camisa, saco y corbata. Pantalón negro y zapatos. Desde mi esquina noto sus nervios y mentalmente le deseo suerte. Se sienta junto a Geovanna y se besan. Ella hace su tanga a un lado y se toca. Él la toca con manos trémulas.

—¿Te lavaste las manos antes?

—Sí.

De la calle, se cuela el ruido de los autos pasando a toda velocidad. Se escucha el ruido de ambulancias mientras Alejandro se desnuda. Mientras se tocan y besan. Continúa el torpe toqueteo. Dan más la impresión de dos adolescentes nerviosos teniendo sexo por primera vez que de dos actores porno. Se desnudan por completo. Ella conserva los zapatos. Geovanna lo masturba, lo toca y le hace sexo oral, pero el nerviosismo impide una buena erección. Él está sorprendido de que ella ya esté excitada y lubricada.

—Yo ya estoy prendida.

La cara de Héctor es de una seriedad inquietante. Todos sus músculos faciales están tensos. En su cuello, una vena palpita visiblemente. Los labios ligeramente abiertos. Me pasa el vaso de refresco y lo pongo en el piso tratando de no hacer ningún ruido. Después se coloca en cuclillas junto a ellos. Su tensión facial disminuye.

—Hagan más. Si no agarra chichi no se le para a uno. Hay que fajar bien ¡Caliéntense!

Alejandro, más motivado, continúa con las caricias. La cara de Geovanna adquiere un tono rojo. Son dos cuerpos delgados y depilados girando en los cojines, jadeando, descubriendo nuevamente sus cuerpos mientras son grabados. Otra vez tengo la sensación de de ser un intruso en un momento privado. Incluso Héctor parece parte de ellos. Una que los observa a través de la cámara, que se mueve a su ritmo. El ruido de la calle ha disminuido y apenas se oyen unos gemidos sofocados. El director interviene:

—No es una película de mudos ¡Fajen!

Van más rápido. Más besos. Más caricias. Más movimientos de cámara. Más jadeos. Les cuesta trabajo abrir el condón. Héctor interrumpe la grabación y lo abre. La escena sigue. Geovanna levanta las piernas para ser penetrada. El director, pegado a su cámara, busca mejores ángulos, se mueve por todo el cuarto. Del suelo levanta la ropa y unas monedas. Las coloca en una silla. Quita el plato con las rebanadas de pizza y me lo pasa. Me preocupa la continuidad de la escena.

Alejandro embiste con más fuerza. Geovanna lo abraza y le dice cosas al oído que no se alcanzan a escuchar. Alejandro termina. Se pone en cuclillas y de sus labios brota un tenue “chale”. La cara de Héctor se relaja y brinda apoyo al actor.

—Está bien, no hay bronca. No te preocupes. Quedó bien.

El director explica cómo terminará la escena: llaman por teléfono a Alejandro y tiene que regresar al trabajo; Geovanna le pide que se quede pero su partida es inevitable; ella llama a un amigo para que termine lo que comenzó Alejandro. Héctor hace sonidos de teléfono. Ring Ring. Geovanna sugiere que le dé un beso y una nalgada antes de irse.

—Me encanta cómo improvisan mis actores.

Alejandro se pone la ropa. Se ve decepcionado.

Héctor está en cuclillas motivando a los actores. Parece contento con la escena. Dice que le quedó “de pelos”. Pregunta a Geovanna cómo se está sintiendo.

—Los cojines son incómodos.

Alejandro también expresa su molestia con los cojines. Héctor explica cómo pueden hacerlo sin lastimarse. Hace una muestra él mismo: se hinca sobre los cojines y comienza a menear la cadera. Queda bastante claro.

Se preparan para la escena con Loko Billy. Alejandro sale del cuarto. Geovanna toma su teléfono y manda mensajes a su novio reportando que toda va bien. LB espera afuera, ansioso, lleno de energía. Recuerda a esos boxeadores que antes de una pelea se mueven de un lado a otro soltando golpes al aire.

El director sale del cuarto. Miss Cerezo llega a apoyar a la actriz y ver cómo está. Geovanna dice que bien aunque no le encantó el sexo con Alejandro. LB entra a toda velocidad y se planta frente a Geovanna.

—No chupes demasiado el glande. Lo tengo muy sensible.

Héctor aparece a tiempo para escuchar la aclaración de LB y soltar una carcajada.

—Nunca había escuchado eso. Un actor pidiendo que no le chupen mucho el glande.

Todos reímos y LB sale del cuarto más ansioso que antes. Héctor cambia de cámara porque la pila se está terminando. Mientras prepara la cámara platica con Geovanna, le dice que lo está haciendo perfecto, pero que le suba dos rayitas.

El director comenta con Geovanna los detalles de la escena. Ella se siente cómoda. Está sorprendida de que sea tan profesional.

—Todo mundo pensaría que porque haces porno eres un depravado.

Miss Cerezo regresa a la sala. Loko Billy se queda en la puerta esperando la señal para tocar, entrar, y cumplir su sueño. Está confiado y sonriente. Reyes pide silencio.

—Tres, dos, uno, acción.

LB toca la puerta. Entra y besa a Geovanna. La acaricia, la manosea. Se ven un poco torpes al principio, pero pronto adquieren confianza. Hay química entre ellos. Él se desnuda todo excepto los calcetines con la bandera de Estados Unidos. Tiene tatuajes en el pecho, brazos, y cara: una rata, calaveras, el Pájaro Loco, Marilyn Monroe, flores, aves, anclas…

Tienen ese comportamiento frío y mecánico típico del porno. Se acarician y hacen sexo oral mutuamente. Héctor los sigue con la cámara. Se mueve por todo el cuarto. Yo quito la otra cámara de la silla por temor a que se caiga. De nuevo hay problemas con el condón. Loko Billy no se lo puede poner. Héctor voltea a verme con una sonrisa de incredulidad y dice en voz baja:

—No se lo sabe ni poner.

Me muestra la cámara. Se lee un aviso: “grabación terminando”. Me explica que se ha sobrecalentado.

Durante varios minutos, LB penetra a Geovanna. Pierde la erección pero no la energía. La sigue besando y tocando. Le hace sexo oral. Trata de recuperar la erección masturbándose. Voltea a Geovanna y la coloca en cuatro puntos. Le da nalgadas mientras lame con furia. Está decidido a conseguir la erección.

—Esto es auditivo, haz como las putas. Así excitan a sus clientes para que terminen rápido. Por eso sus frases de “qué rico papi, me encanta…”

Por fin, LB alcanza la anhelada erección. Penetra a Geovanna y la nalguea. Aprieta su cintura y la embiste con fuerza. El partido sigue en la computadora, apenas audible y opacado por los suspiros y jadeos. El director pide a LB que termine. Él se apresura y aumenta el ritmo. Reyes, mientras graba, niega con la cabeza en varias ocasiones.

—No vas a terminar.

Pide hacer una toma falsa: que Loko Billy continúe y finja su orgasmo. LB sigue moviendo la cadera. Es un animal furioso. Se ve presionado. Preocupado. Por su mente desfilan todas sus conquistas sexuales. Hace un repaso mental por el mejor sexo que ha tenido. Todo en vano.

—Es que no siento con condón.

—Es lo que me he dado cuenta de esta juventud. No saben ni ponérselo, no les gusta usarlo.

La ansiedad de Loko Billy es notable. Lo intenta pero tiene que fingir. Héctor lo toma con calma.

—Yo conozco los pitos. Tienen que pararse cuando yo diga y terminar cuando diga. Me doy cuenta cuando el actor no va a terminar.

LB se pone la ropa en silencio. Abatido. Héctor está conforme con el desempeño de la actriz

—Eres la come hombres. Nadie te llena.

Para cerrar, Geovanna despide a Loko Billy. Sigue excitada, toma su celular y con voz provocadora, dice:

—El que sigue.

Sus ojos vuelven al partido que ha sido ignorado todo el tiempo. Se masturba y acaba la escena.

—¡Corte!

Todos aplaudimos. El director baja la cámara. LB sale deprisa. El director felicita a Geovanna. Le repite que es la come hombres.

Afuera, quieren saber qué tal estuvo la escena, cómo se sintió Geovanna. Ella va de un lado a otro respondiendo que bien. Trae el celular en la mano y no para de mandar mensajes. Entra al baño y tarda un rato en salir. Mientras, Loko Billy está sentado en el balcón, mirando a la calle con el rostro desencajado. Se siente triste. Todos lo rodeamos y le decimos que es normal, que no se preocupe. Ya tendrá oportunidad para demostrar que puede hacerlo. Trata de justificarse, y junto con Alejandro, enumeran aspectos negativos de Geovanna que quizá afectaron el rendimiento de ambos. Ella sale del baño y Héctor la llama en privado. Comentan la experiencia, esperan estar en contacto para grabar una escena en forma. Sólo a ella le pagan por el casting. A los hombres se les paga únicamente por la escena en forma que se sube al sitio web, y ganan mucho menos que las actrices. No hay ninguna queja por ello.

Quiero hablar con Geovanna para que me cuente más sobre cómo se sintió. Apenas termina de hablar con Héctor, sale a toda velocidad del departamento. Reyes le dice a LB que lo hizo bien. Le llamará para otro casting.

Después de relajarse por completo y fumar un Pall Mall, el pornógrafo despacha a quienes no tengan una función concreta que cumplir. Tiene montones de trabajo y necesita concentrarse. El crecimiento de Tupornmex es lento pero constante. Tiene una lista de espera de más de 40 aspirantes mujeres y un sinnúmero de hombres. Su prioridad en este momento, es arreglar todo para asistir al AVN Adult Entreteinment Expo 2018 en las Vegas. Su objetivo, además de dar a conocer su empresa, es mostrar que en México también hay una industria que puede estar a la altura. Acercarse un paso más a su meta en la vida.

En sus 14 años haciendo porno, ha visto ir y venir personas que también lo han intentado. La mayoría tira la toalla al ver que no es nada sencillo. Y a pesar de que en la industria también hay celos, deudas, traiciones, escándalos, protagonismos…, Reyes se aferra a permanecer en ella. A que su nombre sea reconocido. Él quiere hacer historia.

Desde muy joven, su meta en la vida era ser famoso sin importar cómo. Ya fuera como deportista, político, abogado, médico, sólo ser famoso. Ahora, a veces lo reconocen en la calle, lo llaman constantemente para entrevistarlo; vive una vida de moderado glamur.

Es una curiosidad para sus vecinos con los que comparte edificio. El extravagante de su familia. El jefe buena onda. Un hombre, que igual que muchos, quiere fama. Más cercano a su meta de lo que se atreve a admitir. Es ya un referente cuando se habla de pornografía hecha en México.

 

 

 

LA NIÑA BLANCA

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La Fe en tiempos de tormenta

uando una sociedad vive tiempos de catástrofe (llámese temblor, peste, guerra o crisis financiera) que pone su modo de vida en peligro, se acerca a la religión. Por medio de ella se tratan de explicar los mecanismos del caos y, en lo posible, se tratan de controlar. Cada país, colectividad o sociedad tiene una religión -o varias-, que podríamos llamar “preferente”, que es la que profesa la mayoría de los miembros de dicha sociedad: la católica en los países latinoamericanos, el protestantismo en todos sus sabores, presente en los Estados Unidos, o el sintoísmo en Japón son algunos de los ejemplos inmediatos. Sin embargo, en tiempos de incertidumbre y miedo, los dogmas de las religiones no bastan para calmar a los creyentes; ante el caos, la anarquía y la incertidumbre, casi todas de ellas le piden al feligrés resignación y templanza. Muchos, sin embargo, no se conforman, buscan respuestas más concisas, concretas; respuestas que el aparato teórico-dogmático de su religión no les da.

En estos periodos florecen las creencias “periféricas”, es decir, prácticas que si bien tienen su base en una religión establecida no pertenecen a ella. Muchas de estas prácticas no son aceptadas por la doctrina de la religión que las generó , y en muchos casos, son calificadas de herejías.

Estas creencias periféricas generalmente se forman como un amasijo de distintos cultos, y tienen como fin algo muy concreto: la manipulación, por parte del creyente, de las fuerzas divinas; es decir, el asumir un papel activo que se contrapone a la pasividad que se le pide en el dogma de su religión. El practicante de estas, cansado de las explicaciones de su iglesia, trata de controlar los mecanismos de su vida por medio de granjearse la amistad, suplicar o de plano sobornar a fuerzas de diferente orden al humano. El rabino que se interesa por la cábala, el sintoísta que invoca a los oni (demonios de la mitología japonesa), el católico que practica la santería, e incluso la solterona que pone de cabeza la efigie de San Antonio están ejerciendo una creencia periférica a su religión.

El Sincretismo, o los dioses arrendados
En el cristianismo romano este tipo de manifestaciones es recurrente. Durante dos mil años, la propagación del catolicismo se ha caracterizado por utilizar las prácticas religiosas originales de los pueblos evangelizados para, en ellas, “montar” la nueva religión. Este proceso se conoce como sincretismo, y de manera concreta se caracteriza por “cristianizar” a los antiguos dioses y por adaptar las prácticas eucarísticas de dichos pueblos e incorporarlas al catolicismo. Gracias a este proceso, la antigua religión celta donó al catolicismo dioses como Brigitte, numen de la floresta, que pasó a ser Santa Brígida. De igual manera, el árbol de navidad no fue sino consecuencia del antiguo árbol de Yule, fiesta pagana que se llevaba a cabo en el solsticio de invierno y que acabó siendo una conmemoración del nacimiento de Jesús.

Por supuesto que no todos los elementos de las religiones de los pueblos gentiles eran asimilados por el cristianismo. Algunas de dichas prácticas, tales como la chamanería o los sacrificios -animales y humanos-, fueron tenazmente combatidos por los evangelizadores. Estas prácticas, las no asimiladas, continuaron llevándose a cabo de manera secreta, y fueron el caldo de cultivo para el nacimiento de las llamadas prácticas “paralelas”.

Un ejemplo de ello es la Santería, hoy tan de moda en Latinoamérica. Cuando los esclavos negros del pueblo Yoruba (Civilización africana que sobrevivió hasta bien entrado en el siglo XVI, ubicada en la actual Nigeria), fueron traídos a América, se les evangelizó. Ellos, para no perder su antigua religión, asimilaron a sus dioses con santos cristianos. Así, Changó, numen del trueno, pasó a representarse como Santa Bárbara; Elegüa, del destino y los caminos se asimiló en San Pedro y San Antonio, etcétera.

La característica de estas creencias paralelas es que veneran y actúan con fuerzas que en el catolicismo son calificadas como demoniacas u oscuras, pero que en la religión de donde provenían eran naturales y veneradas. Así, los conceptos del mal o la muerte, que en las religiones paganas eran tomados en cuenta como parte del universo, al pasar al catolicismo adquirieron carga negativa. Este es el caso de la creencia de la Santa Muerte.

La huesuda en el santoral
La Santa Muerte es un culto que si bien ha existido desde hace mucho tiempo en la sociedad mexicana (con diferentes manifestaciones), ha tomado fuerza en los últimos años. Las razones de ello se pueden intuir en el aumento de la inseguridad en el país -consecuencia tanto del narcotráfico y del aumento en el crimen organizado como de la pobreza imperante y creciente-, y en el desasosiego que el panorama de fin de siglo le presenta al mexicano en los aspectos familiar, laboral y comunitario. La Santa Muerte, antes un numen propio de gente marginal -prostitutas, proxenetas, delincuentes y pordioseros-, ha sido adoptada por cada vez amplios sectores de la población. La razón primera de la popularidad de la también llamada Niña Blanca es la inmediatez: todos tenemos conciencia de la muerte. La segunda es el poder que se le atribuye, pues La Muerte es capaz de intervenir en asuntos amorosos, pasionales, financieros o pendencieros. Es capaz de traer al amante de vuelta; de traer prosperidad; de velar por quienes se encomiendan a ella o de derribar a los enemigos. En la ciudad de México, cada día hay más altares callejeros dedicados a su veneración, y cada vez mayor número de personas, sin importar estrato social, profesión o formación, se declaran sus fieles.

Una flaca historia
Curiosamente, el culto mayoritario del país, el de la Virgen de Guadalupe, está estrechamente ligado al de la Santa Muerte. Tanto que, quizá si se le diera la vuelta a la tilma de Juan Diego no sería raro encontrar a la dama de la guadaña sonriendo. Esto es porque tanto la virgen del Tepeyac como la muerte son dos rostros del culto a la tierra.

En la religión mesoamericana la muerte estaba presente. En el panteón Mexica, los amos de la muerte eran dos: Mictlantecutli y Mictlanticihuatl, ambos representados como esqueletos descarnados. Ellos eran los amos del inframundo, y de ellos dependía el destino de las almas de los difuntos.

Sin embargo, es probable que el culto de la Santa no proceda de estos dioses, sino de la diosa de la Tierra: Coatlicue. En el museo de Antropología e Historia de México se puede ver un monolito que la representa decapitada, con dos serpientes saliéndole del cuello cercenado y con diversos atributos de la muerte, tales como huesos y cráneos. Esta representación tan siniestra –por lo menos para el hombre occidental–, es fácil de explicar: para los mexicas, como para todos los pueblos agrícolas, la tierra era dual: por un lado era la madre generosa, la que proporcionaba los frutos y el alimento, y por el otro era la madre terrible, la devoradora de los hombres, la que mandaba los temblores y las sequías, la que contenía a las potencias inframundanas y la que recibía a los muertos. De ahí lo terrible de su representación y la veneración y el espanto que causaba.

Cabe mencionar que la diosa Coatlicue tenía varias advocaciones, o avatares, o “caminos”. Una de sus representaciones era Tonantzin, la madre hermosa y cálida, dadora de vida, que era venerada en el cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México.

Una vez que México es conquistado militarmente en 1521, llegan los evangelizadores españoles a realizar la conquista espiritual. Para ello, en la mayor parte de los casos, se utilizó el proceso de sincretización mencionado anteriormente. Casi todos los dioses precolombinos pasaron a ser santos cristianos; así, Tlaloc, patrono de la lluvia, pasó a ser San Isidro Labrador; Xipe Totec, el señor desollado, pasó a ser el sangrante Cristo de la pasión; algunas características de Tlazolteotl, la comedora de inmundicias, patrona de los amores carnales, pasaron a María Magdalena. Coatlicue – Tonantzin pasó a tener características de la Virgen María, así que los Evangelizadores crearon toda una nueva leyenda: la de las apariciones en el Tepeyac descritas en el Nican Mopua (1551). Tonantzin, la tierra maternal, pasó a ser Guadalupe.

Sin embargo, no todas las características de Tonantzin-Coatlicue pudieron ser adjudicadas a la Virgen de Guadalupe, pues mientras que para los mesoamericanos la muerte era un proceso natural, indisoluble de la vida, para el cristianismo era consecuencia del pecado original, y por lo tanto, antinatural y perversa. Las significaciones más “oscuras” de Coatlicue- Tonantzin fue suprimidas en la Virgen de Guadalupe, pero renace en épocas posteriores en la figura de la Santa Muerte.

En realidad, para la creencia católica, la pasión de Jesús en el calvario fue la manera de vencer a la muerte. En muchas de las representaciones de la cruz se ve un cráneo en la base de ésta. (De hecho, Gólgota significa “Calavera”). Este cráneo es el de Adán, puesto en las iconografías como recordatorio al fiel de la hazaña del Nazareno: vencer a la muerte, la carga que toda la humanidad tiene que soportar desde el pecado original.

Así es como, aún en el cristianismo, la inclusión de una realidad tan evidente como la muerte no podía ser omitida. Los hidalgos Españoles que venían al nuevo mundo en busca de fortuna tenían un santo particular que tenía estas funciones: El Santo de la Buena Muerte. Para el católico español del siglo XVI haía diferencia entre una buenamuerte y una malamuerte. La primera ocurría cuando el moribundo tenía tiempo de ser atendido en sus últimos ritos y en su confesión, mientras que la segunda era la muerte imprevista, traicionera, que no daba tiempo de arrepentirse de los pecados. La buenamuerte era la llave al cielo, mientras que la malamuerte era el camino a la condenación.

De esta manera, los hidalgos en sus aventuras de conquista le rezaban al Santo de la Buena Muerte para no ir al infierno. Este santo no ha sido el mismo siempre, pues desde el siglo XVII el papel de dicho santo ha caído en distintas figuras de veneración: San Pascual Rey, el Justo Juez, la Presagiadora, San Bernardo; todos ellos santos no reconocidos por la curia católica, pero venerados por la sociedad colonial.

La diferencia entre una buena y una mala muerte aparecería en el moderno culto a la Santa Muerte, aunque con otra connotación.

“La muerte es mi amiguita”
…solía decir Chelita, una sexoservidora madura, regordeta y alegre, que desempeñaba su profesión hace algunos años en el barrio de la Merced. Algunos días después de que hiciera esta declaración, dicha mujer fue asesinada a puñaladas en un hotel de la zona.

Esta historia tiene como cometido el ilustrar el ambiente en el que el culto a la Niña Blanca se desarrollaba: entre personas que viven en los bordes de la sociedad, con actividades que implicaban gran riesgo físico. Las prostitutas, los niños de la calle, los policías y los criminales se contaban entre sus más fieles seguidores.

Los fieles de la Niña Blanca afirman que el culto aparece en los años sesentas en el estado de Hidalgo, y que su expansión se dio, en la ciudad de México, a partir de su santuario más importante, ubicado en el barrio de Tepito, uno de los más peligrosos de la capital. Lo que se puede apreciar es que este culto en México siempre ha existido, solo que en ciertas épocas los atributos de la Santa Muerte han recaído en otros inquilinos del santoral, tales como San Judas Tadeo, el Ánima Sola o la Sombra de San Pedro. Fue, sin embargo, a partir de 1967, en que el culto de la santa muerte toma la forma en que se conoce en la actualidad.

La propiedad más importante de la Santa Muerte -aunque ní por asomo la única-, era la de protección. La segunda era la de brindar una buenamuerte, es decir, el proporcionar un deceso rápido y sin dolor. Las otras, quizá son las que se atribuyen de mayor o menor manera a distintos santos: traer al amor perdido, proveer de buena suerte, hacer prosperar los negocios, etcétera.

El culto a la Niña es fácil de seguir: basta un altar con su efigie (con diferentes colores dependiendo de lo que se le pedía), velas, unas manzanas, dulces y juguetes, y sobre todo, mucha fe. La flaca puede vestirse de colores para la ocasión: Es negra su túnica cuando protege, o cuando ataca a un enemigo del fiel; es roja cuando trabaja en asuntos de amor y pasión; amarilla cuando se le pide prosperidad, y blanca cuando se le pide sabiduría y consejo. A la Muerte se le atribuye una personalidad ambivalente, pues si bien es generosa con sus protegidos, también puede ser celosa y vengativa. Cualquiera que le haga una promesa y no la cumpla, o que venere a otras deidades siendo feligres de la flaca, corre el peligro de perder un ser querido.

En estos tiempos convulsos, su culto se ha extendido. En esta realidad del principios del siglo XXI, de constante amenaza y desasosiego, la Niña Blanca se ha multiplicado en tatuajes, piercings, playeras, y dijes. Ha desplazado a los santos “de emergencia” (Es decir, aquellos a los que se les pedían cosas desesperadas, tales como San Judas Tadeo o el Santo Niño de Atocha) en las creencias de la sociedad. Sería ocioso reflexionar (y hasta inquietante), el hecho de que la expansión de esta creencia se debe a que salió de la esfera de lo marginal o si esta esfera se ha expandido. Lo cierto es que en muchas esquinas, pechos y corazones, la dama de los ojos grandes está presente.

Para saber más, consígase el fascículo 76 de Arqueología Mexicana, donde se reseñan puntualmente los orígenes cristianos del culto a la Santa Muerte.

 

Fotografía tomada de: http://masdemx.com/2016/08/el-culto-a-la-santa-muerte/

EL LUGAR DE AMBIENTE DONDE TODO ES DIFERENTE

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a la impresión de que el Noa Noa siempre estuvo ahí, desde una época indefinida, sin una fecha precisa de su inauguración. Sin embargo, según registros periodísticos y la tradición oral, dicho centro nocturno data de 1949, año en que Ciudad Juárez aún gozaba de la bonanza del turismo militar de postguerra, ejercido por los soldados de la base de Fort Bliss, en El Paso, Texas.

Dicho centro nocturno se ubicaba a cinco cuadras del Puente Internacional Santa Fe que lleva a Estados Unidos, en la avenida Benito Juárez, pletórica de restaurantes y consultorios dentales, así como tiendas y mercados especializados en la venta de mexican curios. Era común ver, hasta muy entrada la década de los ochentas, a nutridos grupos de familias estadounidenses caminando por esa calle, recorriendo sus aceras, recibiendo el acoso de diferentes vendedores de cuadros al óleo, ponchos, jorongos, trajes típicos, sombreros de charro, botas vaqueras, artículos de piel y joyería de plata; esto, durante su camino al Mercado Juárez, otro centro turístico un tanto alejado del puente internacional, en donde podían comer y beber sin problemas durante el día.

En la noche, cuando las tiendas de mexican curios cerraban, entonces abrían los bares y salones de baile. Ya no eran familias las que cruzaban hacia México, sino militares en su día franco y jóvenes de dieciocho a veinte años, sin edad legal para beber alcohol en Estados Unidos. Ya no eran vendedores quienes acosaban a los turistas, sino conductores de taxi que ofrecían llevarlos no al Mercado Juárez, sino a otro tipo de sitios: “Taxi, sir… do you want to see girls? ¿No quiere ver a las chavalonas?”

El Noa Noa era uno de esos sitios. Allí no había chavalonas, sino que era necesario llevarlas. Muchos cantantes y grupos musicales desfilaron por su pequeño escenario, pusieron a bailar a muchas parejas en su diminuta pista, e inspiraron al romance con la música de Agustín Lara, Emilio Tuero y Consuelo Velázquez, abrigada por la íntima atmósfera a media luz entre paredes y mobiliario de color rojo. Después, las canciones fueron de La Tropa Loca, Los Freddy´s, Los Baby´s y un nuevo compositor que ya entonces se convertía poco a poco en una celebridad: Armando Manzanero. Este último tiene una importancia capital en la historia del Noa Noa, pues fue una canción suya, Adoro, con la que debutó, casi a escondidas y con la premura de abandonar el lugar por su minoría de edad, el quinceañero Adán Luna, primer nombre artístico de Alberto Aguilera Valadez; quien seis años después, en 1971, grabaría su primer disco, El alma joven, ya bajo el nombre artístico que le daría fama: Juan Gabriel.

Pasarían nueve años para que el Divo de Juárez recordara su origen y compusiera, en 1980, la célebre canción en honor al lugar que lo vio nacer como artista. Mientras tanto, la llegada de un nuevo modelo de diversión, la discoteca, comenzó a hacer merma en la clientela del lugar. Seguía siendo necesario llevar chavalonas, pero al mismo tiempo, muchas de ellas iban solas con el fin de prostituirse haciéndose pasar por clientes. Su cercanía con la calle Mariscal, famosa por sus antros desnudistas y burdeles, provocó que poco a poco no sólo el Noa Noa, sino gran parte de la avenida Juárez, se llenara de gente cuyo estilo de vida giraba en torno al bajo mundo.

El fenómeno del cholismo contribuyó en buena medida con la decadencia de la avenida Juárez. Muchos de los llamados cholos integraban pandillas dedicadas a delinquir, lo que de manera gradual ahuyentó al turismo. Como si fuera un ejército conquistador, la delincuencia hizo que los visitantes estadounidenses se replegaran hacia el norte de la avenida, casi hasta el puente internacional, confinándolos a los bares y antros inmediatos al cruce fronterizo.

El año siguiente, 1981, fue el año que el Noa Noa alcanzó su máxima gloria: ¡se filmaría una película en sus instalaciones! La película, del mismo nombre, comienza con la llegada de la sensual actriz Meche Carreño al Noa Noa. Se oye entonces la canción “Dulces momentos de ayer”: En el Noa Noa ya todo pasó / en el Noa Noa ya todo acabó / hoy es un discoteque / ya no es el mismo bar de ayer… Lo que menciona el tercer verso de esta estrofa no es del todo cierto, pues el Noa Noa nunca fue una discoteca. La escena que aparece en el filme, con la pista y la cabina del DJ en forma de platillo volador, corresponde al Cosmos Discoteque.

El decorado que posteriormente se muestra en la película y que según la trama alude al antiguo Noa Noa, es el verdadero interior del bar, con dibujos de palmeras, muebles y paredes en color rojo. Poco después de estrenada la cinta, el lugar fue remodelado, se cambió la fachada y sus paredes se adornaron con más de doscientas fotografías de diferentes personalidades que lo habían visitado, atraídas por la fama que debido al éxito de la canción y la película, ya se había vuelto legendaria. Una gran fotografía de Juan Gabriel recibía a los visitantes, la mayor parte de ellos curiosos que deseaban conocer el mítico antro sin saber que habrían de llevarse una gran decepción: el Noa Noa no era el lugar de ambiente donde todo es diferente. Al contrario, sus mesas y sillas eran de lo más común, y su ambiente no era distinto al de cualquier tugurio con música en vivo. Pero quizá estos visitantes tengan la culpa por haberse creado expectativas tan altas. Juan Gabriel nunca dijo que el Noa Noa fuera un lugar extraordinario o elegante. Tampoco estaba dirigido hacia la comunidad gay, para decepción también de quienes veían en la frase “Este es un lugar de ambiente…”, alguna especie de mensaje cifrado.

A pesar de la remodelación, su clientela seguía en descenso. No obstante, el Noa Noa se negaba a morir. Contrató publicidad en un canal de televisión, aunque por corto tiempo, incapaz de cubrir el costo.

Entonces, en febrero de 1994, el lugar se incendió por causa de un corto circuito. La noticia fue de primera plana y a ocho columnas en los diarios locales. En el incendio se perdieron las más de doscientas fotografías que adornaban las paredes, cuya recuperación fue imposible debido a la falta de negativos que las respaldaran. La suspicacia popular especuló con la posibilidad de que la conflagración hubiera sido provocada para cobrar algún seguro contra daños, pero nunca hubo evidencias de que fuese así. La mayoría de los negocios en el centro de la ciudad están colgados de la luz con instalaciones eléctricas envejecidas, cuando no deficientes, como seguramente era el caso del Noa Noa.

Durante algún tiempo funcionó una mala copia del lugar, el Noa Noa II, ubicado en la avenida Vicente Guerrero en su cruce con la avenida Lerdo, en lo que antes fue una sucursal de Farmacias El Fénix. Pero ese lugar nunca tuvo el éxito menguante del original, y cerró sus puertas.

No obstante, el espíritu del Noa Noa seguía en la ciudad, daba señales de su presencia de vez en cuando: en 1999 fue develada una placa conmemorativa en la banqueta donde era la ubicación original del bar. En ella estaban plasmadas en cemento las manos y la firma de Juan Gabriel. Se había reparado la fachada del lugar y remodelado el interior, y aunque el Divo de Juárez develó la placa que debía inaugurar el malogrado Paseo de las Estrellas, no vio el interior del nuevo Noa Noa. En una visita relámpago, develó su pequeño monumento y se fue. La placa no tardó en ser vandalizada.

El bar siguió funcionando durante algunos años hasta que David Bencomo, su dueño, decidió venderlo a Juan Francisco Hinojosa, propietario de una casa de cambio y de una óptica quien, ante la falta de espacios para los coches de sus clientes, decidió derruir el edificio para convertirlo en estacionamiento.

Aquél tiempo en el Noa Noa sensación / los Prisioneros del Ritmo / los reyes del rock / tocaban sin parar / bailaban sin cesar / pero hoy…

El día de hoy, del Noa Noa solamente quedan la canción, la película y su nombre en un estacionamiento sin asfalto. Pero también queda la memoria de ese lugar, un recuerdo que, al ser convertido en canción, se transformó en una idea y con ello se volvió eterno, inmortal. Como los pensamientos, va y viene, pero no abandona nunca nuestro subconsciente, se aferra a volver, como una obsesión, como un apego, como un objeto amado que arrumbamos en un rincón sin deshacernos de él: actualmente se remodela la avenida Juárez y se uniforman las fachadas de sus edificios para hacer un nuevo corredor turístico. Tanto el gobernador del estado, César Duarte, como el presidente municipal, Enrique Serrano, anunciaron la construcción, una vez más, del mítico Noa Noa y la creación de un museo de Juan Gabriel, honores que se sumarían al de una avenida que lleva su nombre.

Aún no se vislumbra la reconstrucción del Noa Noa más allá del simple anuncio, pero, de llevarse a la acción, seguramente más de un ciudadano juarense aplaudirá la reinauguración del lugar y hará votos para que la sociedad y el gobierno se den a la tarea de conservarlo…. No importa que, en lo personal, nunca se dé la oportunidad de conocerlo.

Aquí, el video oficial de la canción El Noa Noa:

EL DÍA QUE JACK DEMPSEY TUVO MIEDO (EN MÉXICO)

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ara un hombre acostumbrado a viajar en ferrocarriles que corrían a más de noventa millas por hora, la travesía desde Ciudad Juárez le resultó lenta y aburrida. Esa fue la confesión que el campeón de peso completo Jack Dempsey hizo a Sportsman y Little Ball, cronistas deportivos del periódico Excélsior que lo alcanzaron en la estación de Teoloyucán, Estado de México, a sólo treinta y seis kilómetros de la Ciudad de México.

Cuando subieron al vagón, la tarde del 27 de octubre de 1925, Dempsey jugaba al póquer pero suspendió la partida para recibir a los reporteros. Tras las presentaciones de rigor, los tres personajes entraron a un apartado dentro del mismo vagón donde conversaron brevemente. El campeón norteamericano se sentía incómodo porque durante el viaje no había podido ejercitarse como acostumbraba, y por haber dejado sus negocios en Los Ángeles, California: la administración de su lujoso Hotel Santa Bárbara, la venta de lotes, sus minas y las películas en las que malamente actuaba. Sin embargo se sentía feliz de estar en México. Le gustó que a lo largo de la ruta, en cada estación donde se detenía, cientos de personas lo esperaban para conocerlo. Señaló que le causaba pena ver tanta pobreza, aunque no al nivel de la miseria que había visto en Europa y en otros países donde había estado.

Jimmie Fitten, otro boxeador que lo acompañaba, contaría después a los cronistas que Dempsey repartió tanto dinero entre los pobres mexicanos que prácticamente se quedó sin nada, condición que para el campeón nacido en Manassa, Colorado, en 1895, resultaba familiar. Proveniente de una familia de granjeros pobres, el pequeño William Harrison Dempsey, apodado Jack, desempeñó diversos oficios, trabajando en campos madereros, minas y astilleros. Después se trasladaría a Utah donde comenzaría a boxear para ganarse unos dólares extras. Ya en compañía de su manager Jack Kearns, Dempsey fue ganando un poco más de dinero, lo que le permitió comprar para sus padres dos acres de tierra a las afueras de Salt Lake City, junto con una casa y una vaca.

Mientras el tren se acercaba a la Ciudad de México, Sportsman y Little Ball le preguntaron sobre su esposa. Dempsey estaba casado con la actriz Estelle Taylor quien a última hora no pudo hacer el viaje debido a la firma de un contrato en Hollywood. El otro tema fue la supuesta nariz de parafina del campeón. Dempsey autorizó a los reporteros a decir que era falso que debido a los golpes su nariz quedara tan destrozada que un cirujano plástico le había hecho una de cera. Para comprobarlo, Sportsman apretó con fuerza la nariz del campeón. La encontró “más fuerte que una roca”.

Conforme se acercaban a la estación Colonia, Dempsey y sus acompañantes, los sparrings-partners, Jack Lee y Jack League, su secretario particular, Jimmie Fitten y el presidente de la comisión de box de Estados Unidos, el señor De Gress, se alistaron para la llegada. Cuando el tren entró a la estación, los gritos de la multitud opacaron el ruido de la máquina y de las ruedas sobre los rieles. Era ensordecedor el rumor de la multitud. Los carteles que anunciaban la exhibición que Dempsey ofrecería el 31 de octubre en el Toreo de la Condesa no se equivocaban cuando hablaban de un “acontecimiento único en la historia de México”.

Sin entender qué estaba pasando, Dempsey se asomó a través de la ventilla para darse cuenta de que la estación Colonia estaba ocupada por miles de personas que gritaban una y otra vez su nombre. Jack Dempsey, “el asesino de Manassa”, el hombre que casi había matado a Jess Willard en el primer round de la llamada “Carnicería de Toledo”, y quien derribara siete veces, también en el primer round, a Luis Firpo, “el toro salvaje de las pampas”, se quedó paralizado frente a la multitud que entre gritos y porras le pedía que bajara del vagón. Eran las 6:40 de la tarde. Desde hacía varias horas más de diez mil personas esperaban la llegada del campeón de los pesos pesados. A pesar de que el 14 de septiembre de 1923 más de noventa mil personas abarrotaron Polo Grounds para ver la primera pelea del siglo protagonizada por Dempsey y Firpo, esta vez, en suelo mexicano, el campeón norteamericano tuvo miedo de que la multitud lo destrozara.

Dempsey pensó que lo mejor era hablar directamente con la gente, apelar a su sentido común y pedirle que se retirara en orden. Se asomó a través de la portezuela y cuando logró que la multitud se callara, agradeció las muestras de cariño y luego les pidió que se fueran, pues no quería que alguien resultara lastimado. Sin embargo, tras escuchar la traducción del mensaje del “marqués de Queensberry”, el gentío respondió con más gritos y entusiasmo. Hacía falta algo más que sus palabras para sacarles de la cabeza la idea de llevarlo en hombros hasta su hotel. Preocupado, Dempsey regresó al vagón. Sus dos gigantescos sparrings, Jack Lee y Jack League, y el señor De Gress también estaban preocupados. En la estación no había un solo policía. Salir por la puerta principal era un suicidio.

A De Gress, quien por cierto lucía bastante alterado por la situación, se le ocurrió que la mejor manera de escapar era por medio de un engaño. Había que hacerle creer a la multitud que el campeón bajaría por el primer vagón, cuando en realidad lo haría por el pulman. Es probable que el secretario particular se encargara de buscar un coche de alquiler que esperaría a Dempsey y a Jack Lee afuera de alguna de las puertas que daban hacia la calle de Sullivan, para llevarlos hasta el Hotel Regis, en Avenida Juárez. Cuando todo estuvo preparado, Dempsey se encaminó hacia el primer vagón, sacó su cabeza a través de una de las ventanillas y gritó “¡Viva México!”, atrayendo al gentío y exaltando aún más su ánimo. Después corrió a lo largo del tren hasta el pulman, del que seguramente debió de salir cubriéndose con el sombrero.

Abordó un “fordcito”, dejando por algunos segundos sorprendido al chofer, quien al reconocer al pasajero supuso que realizaría la más importante e inolvidable de sus dejadas. No le faltó razón para pensar así.

Antes de que el coche llegara al Paseo de la Reforma alguien descubrió el engaño. Al grito de “¡Por aquí va Dempsey!”, las diez mil personas se lanzaron como una avalancha afuera de la estación hasta darle alcance el fordcito. Lo que siguió después se describe en la crónica del Excélsior como “una nube de langostas” que literalmente cayó encima del coche. Las portezuelas salieron volando por los aires, después los faros y los espejos, siguieron las llantas que no soportaron el peso de la multitud ni sus embates. En el colmo de la euforia, la gente arrancó los asientos y el toldo, ante la mirada descompuesta de un Jack Dempsey y su sparring que no sabían si empezar a repartir golpes para salir de aquel infierno de brazos o dejarse llevar por la marea humana. Dempsey perdió el saco, el sombrero y el fistol. Cuando reaccionó, lideraba una ruidosa procesión que congestionaba los dos sentidos de la más famosa avenida mexicana. Un sujeto le llevaba en hombros, cientos más le tocaban las piernas, otras le arrojaban sombreros a la cara. Por su parte, Jack Lee se abría paso entre las personas tratando, inútilmente, de proteger a su patrón.

En el cruce de Avenida Juárez y Reforma, justo a la altura del “Caballito”, sucedió un verdadero deus ex machina: cincuenta jinetes de la policía montada cabalgaron hacia la marcha. Al pie de la estatua ecuestre de Carlos IV sometieron a la multitud, uno que otro oficial sacó la pistola y en medio de dimes, diretes y algunas patadas y empujones, tras media hora de forcejeos, la tropa les arrebató a Dempsey. En ambos flujos de la avenida la circulación se interrumpió, paralizando el paso de los tranvías. “La aglomeración que se formó…”, decía en el periódico al día siguiente, “no tiene precedente en la historia de la ciudad”.

Al mismo tiempo, el señor De Gress llegó a la escena en un vehículo Chrysler. Con el campeón sano y salvo, atravesaron Reforma, se internaron por Avenida Juárez hasta llegar al Hotel Regis, cuyas inmediaciones se encontraban rodeadas por más policías que contenían el intento de la muchedumbre por tomar el lobby del hotel. Una vez en la recepción Dempsey fue llevado a su habitación, la 436. Aunque las crónicas de la época cuentan que el campeón salió al balcón para saludar a la multitud, probablemente primero se recuperó de la impresión, se cambió de ropa y entonces se dejó acariciar por las potentes luces de los reflectores colocados en la acera de enfrente. “Muchachos, viva México”, gritó.

Al día siguiente, Dempsey fue a saludar a James R. Shefield, embajador de Estados Unidos en México. De la calle de Niza, sitio donde se hallaba la embajada, se trasladó a las oficinas del Excélsior. No se aprendió la lección de lo ocurrido en la estación Colonia: las instalaciones del periódico estaban invadidas, lo mismo que la calle de Bucaleri por cinco mil personas que ya lo esperaban. Apenas vieron llegar el Chrysler, volvieron a abalanzarse para tocar al campeón que a pesar de perder otro traje no dejó de sonreír y de agitar la mano. Al entrar al edificio, la marcha hacia el elevador resultó una verdadera proeza.

Dempsey tardo más de dieciocho minutos en recorrer escasos veinte metros.

 

 

Video de la pelea del siglo, una de tantas: Jack Dempsey vs. Luis Ángel Firpo.