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MÉXICO ES COOL (¿?): THE LONDON BOOK FAIR 2015

Aunque sabía que México era el invitado de este año, no pensé asistir a The London Book Fair (Feria del Libro de Londres) hasta que supe que un amigo venía a participar en ella y me traería unas tortillas, que extraño como pocas cosas porque la nostalgia pega en el estómago. Al vivir fuera de Londres tuve que preparar mi viaje; al hacerlo me sorprendió el costo de la entrada a la feria más o menos 80 veces más que la entrada a la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería.

Vale aclarar que ésta es mi primera experiencia en una feria internacional fuera del D.F. Nunca antes había asistido a otra, ni siquiera a esa meca de los estudiantes de letras en México conocida como la FIL (Feria Internacional del Libro de Guadalajara). Mi referente inmediato era la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería, aunque también he asistido al Festival Literario de Oxford (The Oxford Literary Festival) pero éste funciona de una forma distinta, por ejemplo, no tienen una sede sino que sus eventos ocurren en diferentes sitios de la ciudad y cobran por entrar a cada uno de ellos.

Así pues, esperaba una feria diferente. En la entrada tuve que dar el número de mi compra de boleto para que me entregaran mi pase, una suerte de identificación, con mi nombre y un código de barras que fue escaneado cada vez que entré a la feria, cuando asistí a un evento o cuando salí de ella. Mientras caminando descifraba el mapa de la feria y me tomaba un café, crucé por un pasillo donde una fila de masajistas (usando una camiseta verde) ofrecía sus servicios a los extenuados participantes, proveniente de todas parte del mundo, sorteando el jet lag y corriendo de una cita de trabajo a otra. El masaje se daba ahí mismo, sobre un banquito y había mucha gente recibiéndolo.

A esa feria no se va a comprar libros al menudeo y tampoco se lleva niños porque no hay actividades para ellos. Unos jóvenes (hombres y mujeres) con unas charolas, a manera de vendedora de dulces y cigarros en una película antigua, ofrecían dulces como obsequio a los asistentes. Aparte de los masajes y los dulces, The London Book Fair tienen como objetivo hacer negocios, se trata de la reunión “del mercado global para la negociación de derechos y para la venta y distribución de contenido a través de canales impresos, de audio, televisión, cinematográficos y digitales” (estoy traduciendo información en su página de internet).

En otras palabras, es un evento durante el cual se venden y compran los derechos de libros, revistas, revistas y publicaciones diversas. La feria fue fundada hace 40 años y se le considera la segunda en tamaño e importancia después de la Feria del Libro de Frankfurt, aunque los que saben me dicen que el tamaño de la FIL es mayor que la feria de Londres.

Otro propósito explícito es de la Feria de Londres es reunir a personas que trabajan en la industria editorial para crear y fomentar relaciones de trabajo. Durante la feria se realizaron citas de trabajo que emulan esa reuniones en busca de pareja, donde se charla con un prospecto de cliente (quizá de socio) durante un tiempo determinado para luego cambiar de lugar y de prospecto, siempre en busca de ese negocio editorial ideal.

Sin embrago, el sesgo empresarial no se percibe de inmediato, porque en la Feria del Libro de Londres también tuvieron lugar una gran variedad de eventos que se pueden mencionar por tema: libros para niños, ilustraciones, agentes literarios, usos de la tecnología y venta de libros al menudeo (o cómo llegarle a los lectores). O, se pueden enlistar por tipo de evento: seminarios sobre traducción, la lectura o la industria editorial mexicana, la entrega de premios , un encuentro de traductores literarios, presentación de libros —por ejemplo, el escrito por Merry Berry (la gurú inglesa de la repostería y pastelería) y la autobiografía de Conchita Wrust, Being Conchita—, charlas con escritores y por supuesto la presencia del país invitado al Market Focus.

México fue el país invitado este año. El propósito del Market Focus es destacar las relaciones con la industria editorial del invitado. México fue convidado debido a “su dinámica industria editorial y para extender el conocimiento de sus vastas tradiciones literarias” y porque México es very cool, así lo dijo Jacks Thomas, directora de la feria. Así pues, la delegación mexicana ocupó el pabellón central, compuesto principalmente por los representantes de la editoriales —no enlistaré todas, pero noté los estands de Artes de México, FCE, Ficticia, Planeta, Red Altexto, Sexto Piso, Trilce (que trajo esos dos libros que todavía nadie me ha regalado: El sensacional de lucha y La Tacopedia), Tumbona, UNAM (¡goya!)—, seguidas por los escritores —Roger Bartra, Carmen Boullosa, Lydia Cacho, Francisco Hinojosa, Enrique Krauze, Tedi López Mills, Valeria Luiselli, Elena Poniatowska, Pedro Serrano, Juan Villoro y Jorge Volpi— y los representantes de Conaculta. Cabe acotar que al menos tuvo lugar una mesa donde los traductores abordaron los cómos y a quiénes traducir de la literatura mexa.

Los escritores vinieron no sólo porque (valga la redundancia) escriben los libros, sino porque junto con el estímulo a los negocios e intercambios editoriales del Market Focus se realiza un Programa Cultural, armado este año por el British Council y Conaculta. De acuerdo con la guía del Market Focus, la intención fue “fortalecer las relaciones comerciales y culturales, educar a la comunidad editorial global acerca de la literatura y los autores contemporáneos mexicanos y ayudar a los editores mexicanos a llevar sus libros y su literatura mediante la feria a una audiencia internacional”. Parte de esa exposición internacional se realizó vía la antología México 20. New Voices, Old Traditions, que reúne una muestra de la obra de 20 escritores mexicanos, menores de 40 años, traducida al inglés (hace unos meses Geney Beltrán escribió sobre ella y sobre la participación de México en la feria).

¡Y la antología se regalaba! Mi primera reacción fue de incredulidad y sorpresa, para después pensar que es una estrategia similar a esa práctica de venta que consiste en darle a probar el producto al cliente potencial, quién quita y se interesa. Sin embargo, el resto de los libros estaban en venta, bueno, sus derechos, así que los autores también vinieron a promover la literatura mexicana contemporánea, o sea, ayudar a vender libros y derechos. Quizá no suena bien, pero el mercado (nos guste o no) es un actor y una fuerza que alcanza y permea a la literatura.

En este ambiente de creación y renovación de relaciones comerciales y culturales, todavía fue pertinente una plática (otras más, ¿cuántas más?) para deshacer la identificación de la literatura mexicana (y latinoamericana) con el realismo mágico. Para, entonces, dar paso a la lectura y discusión de lo escrito de manera alterna y posterior así como de las circunstancias mexicanas. Juan Villoro fue quien mejor lo cifró al afirmar que precisamos soñar con el paraíso, abrir una ventana a la esperanza y reconocer nuestra necesidad de contar historias de frente a la actualidad mexicana, el legado de los gobiernos panistas, el narco, el régimen de Peña Nieto, el regreso del PRI a la presidencia, los feminicidios, Tlatlaya, Ayotzinapa y nuestros más de 20 mil desparecidos.

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