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GLORIA FUERTES, A TIENTAS Y A DESTIEMPO

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ún no tengo una explicación contundente para justificar que el feminismo actual del ámbito hispanoparlante, no haya reparado en la vida y obra de la escritora Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998). Lo mismo su homosexualidad, ejercida durante y contra el franquismo, que su poesía, siempre fuera del canon, a ratos facilona y no pocas veces desaseada, la erigen como una figura señera a rescatar lo antes posible.

Debido a la fecha de su nacimiento, Fuertes vive de manera consciente las turbulencias de Europa: la Guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial. Ambos eventos marcaron con fuego su vida y su obra, escrita a media luz, casi en secreto, en cafés hospedados en buhardillas madrileñas, en los que se leía poesía al alimón, por poetas no reconocidos, por lo común fuera del circuito más selecto de la poesía europea de la primera mitad del siglo XX.

Y es que luego del conflicto, una vez que España logró estabilizarse, se hizo visible una generación de escritores que decidieron permanecer en la Península, en parte abanderados por escritores favorecidos por el régimen fascista como Ernesto Giménez Caballero, predilecto de Franco hasta que termina por cansarse de sus quijotadas, por lo que decide enviarlo como embajador de España en otros países. Fuertes, pródiga en líneas autobiográficas, en versos adoloridos por un pasado vivido a tientas y a destiempo, confiesa que padeció el hambre y carencias de lo básico; que el amor de los hombres nunca le fue favorable y que volvió a nacer cuando el cuerpo de otra mujer se le presentó como un refugio. Ahí brota la Gloria Fuertes que ganó celebridad durante la posguerra.

Resulta especialmente notorio que no son demasiadas las obras de Fuertes que pueden hallarse en las librerías. A fecha reciente, se publicó una antología que es la mejor forma de abrirse paso entre sus versos: El libro de Gloria Fuertes. Antología de poemas y vida (Blackie Books, 2017), en una cuidada edición con iconografía incluida de Jorge de Cascante. Es de celebrarse que el catálogo de Blackie Books, proclive a subrayar el humor en intersección con la literatura, de súbito publica la antología de una poeta que amerita un lugar más esmerado en la tradición hispánica.

Debe decirse que la escritura de Fuertes siempre despertó sospecha entre los poetas más exquisitos. Su pasión por la literatura infantil y su modo brusco de escritura, plagada de rimas fáciles e imágenes prescindibles, hicieron a más de uno arquear la ceja para poner en entredicho si en realidad era poeta, o si no era nada más que otra grafómana como habrá miles. A mi modo de entender, este debate aún no se resuelve. Leemos a Fuertes como una excéntrica que nunca halló su sitio en la literatura española contemporánea.

Consta que José Hierro, poeta de sensibilidad sin sospecha, hizo una primera lectura meditada de su obra y escribió sobre Fuertes un poema que ganó alguna notoriedad. Este reporte de entusiasmos ayudó en el descubrimiento de las líneas más sensibles de Fuertes, para quien resultó fundamental que Hierro se pronunciara de manera entusiasta sobre su poesía.

Además de lo anterior, la publicación de tres de sus títulos por la editorial Cátedra —Obras incompletas (1980), Mujer de verso en pecho (1983) y Historia de Gloria (Amor, humor y desamor) (1983)— zanjó la murmuración alrededor de su obra al concedérsele atributos de ser una poeta urbana, de inspiración coloquial y gesto sonriente. Esta editorial es la casa de las obras más relevantes de la cultura hispánica y de la cual forman parte, entre otros, autores mexicanos como Juan Rulfo, Octavio Paz y, más recientemente, Guillermo Samperio en su faceta de cuentista. La inclusión de Fuertes a ese catálogo es un hito de reconocimiento que no debe echarse en saco roto.

Los suyos son los versos de una mujer que escribió cuando nadie creía en su capacidad para las palabras, y que en la emergencia de atender un nicho que le proveía de la subsistencia (la literatura infantil), debió entregarse a programas televisivos con parafernalia infantil y demás actos encaminados a consolidarse como una escritora que dedicó su vida a los niños. Esto sucedió a regañadientes, dicho por ella misma en alguna página de la antología que se comenta.

Para suerte suya, una estancia para ejercer la docencia en los Estados Unidos le permitió ampliar su obra más personal y, de paso, reencontrarse con el amor con la norteamericana Phyllis Turnbull, fallecida antes que Gloria para su depresión más absoluta.

Antes hice referencia al feminismo de Fuertes por su tenacidad para enfrentarse al rechazo del momento. Los días que vivió, lo mismo en defensa de la literatura que de la feminidad a su modo, no fueron fáciles. El oficio de las letras aún era dominio de los hombres, salvo por las excepciones más célebres (Son Juana, Santa Teresa de Ávila, etc.). Además, la elección de amar a una mujer no se digería fácil en medio de un franquismo ultracatólico y cerrado al exterior. Aquella elección era una condena de muerte, pese a que muchos escritores y artistas ejercían una sexualidad lejos de las enseñanzas de la iglesia católica, que por entonces gobernaba de la mano del Dictador.

Hay rencor en sus poemas, lo mismo que esperanza por otro futuro posible a partir de cierta capacidad para sortear las dificultades con una sonrisa. Su obra y su modelo de vida se imponen como necesarios por su manera intransigente de enfrentarse a una realidad que se muestra como un muro. El rescate de su obra atiende no sólo a la necesidad de articular una defensa del feminismo en el tiempo —de este que importa porque se abre paso con obras, y no sólo a gritos—, sino también por la necesidad de reivindicar a la poesía como un bien colectivo y nunca propiedad de unos pocos.

Fuertes escribió contra el esnobismo, la modorra que generan los amaneramientos, las academias como factor de inmovilidad. Escribió contra todo lo que se mostró ante sus ojos, empezando por el espejo. La poesía de la calle y los cafés, de los hoteles y las oficias del desempleo, es tan necesaria y posible como aquella que festeja las glorias de Apolo y los festines de las sirenas ante la mirada de dioses de la antigüedad que nadie conoce. La poesía de Gloria Fuertes es un desempolve de una escritura que funda espacios en el mundo, todos necesarios, antes que sólo enunciarlos a través de la forma bizarra de un conteo de sílabas. Fuertes nunca escribió con la calculadora a la mano.

Entonces ahora más que nunca, en que los medios digitales se erigen como un canal indispensable para la circulación de la cultura, el rescate de una poesía terrenal, lejos de cualquier aspiración de trascendencia, se vuelve alimento para la clase de talentos que se agazapa por la inseguridad de mostrarse a los otros. Fuertes nunca tuvo miedo y después de su muerte la leemos, tan contemporánea y tan nuestra.

 

Gloria Fuertes. El libro de Gloria Fuertes. Antología de poemas y vida. Madrid: Blackie Books, 2017. 490 pp.

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