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ESTA QUINCENA NO HAY COLUMNA

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Esta vez no voy a entregar columna de Metrópoli Ficción. No porque no haya pasado nada en Canadá, sino porque han pasado tal vez demasiadas cosas y no puedo decidir sobre qué escribir. Entre la temporada de los Blue Jays, el equipo de beisbol canadiense (único que representa al mundo en la lucha por llegar a la “Serie Mundial”) la campaña política que a los ojos mexicanos luce tan bizarra y la toma de posesión de don Trudeau, ya tendría yo material para no una, sino tres columnas. Y sin embargo, ya son hechos pasados, la vida se acelera a veces y lo que es un buen tema para la entrega del primero de noviembre se ve desplazado por la obviedad de la fiesta de muertos. Entonces, para cuando se puede escribir de lo que se iba a escribir el 1 de noviembre ya está encima el día de la Revolución y entonces te das cuenta que nunca escribiste algo sobre el día de La Raza, que coincide con el día de Acción de Gracias canadiense.

Uno no puede simplemente escribir de todo al mismo tiempo, en un texto que trate de hacer un sumario de las cosas importantes y hacer un análisis medianamente profundo. Además te desesperas de observar cómo los acontecimientos se acumulan y tú no puedes elegir uno que represente el punto desde donde observas el mundo, un punto chiquito en medio de un universo gigantesco. La batalla de cada quincena: “escoge un tema, anda, ya. No tiene que ser gracioso, no tiene que ser hiperimportante, no tiene que ser nuevo pero tiene que ser un tema. ¡Anda! ¡Ya!”

Se dejan muchas cosas atrás. Por ejemplo, entre los grandes temas y la política están las pequeñas historias de al menos tres migrantes en Canadá que, pese a las promesas y los aires de cambio, no han recibido la renovación de sus permisos para trabajar y vivir en Canadá. Pero para que esto entre en contexto tendría que regresar a contar de las campañas políticas, de cómo la consigna “Cualquiera menos Harper” le quitó el poder al Primer Ministro que gobernó el país por once años. Porque Justin (Trudeau, no Bieber) dice que para él los migrantes son importantes. Porque dice que para él todo el mundo tiene derecho a vivir donde le dé la gana o donde se sienta más seguro. Pero un mexicano no ha podido renovar su permiso para seguir trabajando en Canadá porque, en tres años, no ha alcanzado una posición gerencial. Un noruego no lo ha podido hacer porque ya lleva cuatro años aquí trabajando de tiempo completo. Otro mexicano porque, en tres años, no ha logrado conseguir un trabajo de tiempo completo (What the fuck!). Yo tiemblo porque también espero mi renovación y a ver con qué me salen.

Pero no puedo escribir de esto sin pensar en que, apenas unas semanas atrás, México se encogía de miedo ante la llegada del huracán Patricia, que llegó y se fue y no pasó nada. Me hubiera encantado decir algo sobre el debate que generó el fallido apocalipsis mexica. No se nos acabó el mundo porque, en opinión de muchos, Peña Nieto obligó a la NASA a publicar fotos del huracán desde el espacio que se veían mucho más amenazantes de lo que en realidad era. Otra versión dice que el huracán sí era un potencial destructor masivo pero nos salvó la Virgen de Guadalupe. A nadie se le ocurrió hacer un meme en el que los mexicanos nos congratuláramos de saber qué hacer en caso de emergencia, salir de la casa, llevarse los documentos importantes, ir de forma ordenada a los refugios y no permitir que ninguna viejita orate, armada con escopeta, esperara la muerte en el porche de su casa como suele suceder en EUA. solo algunos le dieron su crédito a la Sierra Madre, qué poca ídem, y a las condiciones atmosféricas favorables que conspiraron para que a Patricia se le bajaran los vapores justo a tiempo.

Si elijo el huracán como tema de la columna tengo que dejar de lado el gabinete de Trudeau, recién formado, del que me ha dado mucho gusto publicar fotografías en mi página de Facebook. En inglés hay una expresión que dice: he is looking for round pegs for round holes, busca piezas redondas para hoyos redondos. Dónde se ha visto, por ejemplo: ministro de asuntos de género, una mujer; ministro de asuntos indígenas, una mujer indígena; ministro de guerra, un veterano de alguna guerra de estas tan absurdas; ministro del deporte, un atleta paralímpico en silla de ruedas; ministro del transporte… ¡un astronauta! Algún conservador ardido preguntó (justo cuando se supo que el gabinete estaba integrado por 50% de personas de cada género), si las mujeres que lo integran estarían suficientemente preparadas para el reto. La respuesta de los canadienses ha sido preguntar si los hombres que integran el gabinete están a la altura de la responsabilidad. A veces me caen muy bien los canuks.

Pero no me da el tema para un artículo de fondo sin repetirme y decir lo que ya se ha venido diciendo hasta el cansancio en las últimas semanas. Que si Trudeau es como Obama, que si en menos de un año la gente lo va a odiar, que es carne de cañón de los conservadores, que si nadie puede cumplir todas las promesas de campaña que se hacen. Que si sí, que si no. El muchacho ya está en la oficina y se lleva a su muchachito a trabajar. Los retratos de familia se multiplican y no hay más que dejarse seducir por la juventud y la guapura del Primer Ministro que pudo ser modelo de revista (¡o actor de película porno, por favor!) pero decidió seguir los pasos de papá.

Entonces no hay de otra, no se puede perder la comparación y llegan hasta mis oídos los gritos de las doñitas del estado de México: “¡Peña/bombón/te quiero en mi colchón!” Ni se les ha hecho tener al otrora atractivo hijo del dinosaurio y el país sí se hunde cada vez más en el fango de la ineficacia, el odio, la división, el crimen (organizado o caótico, el que sea). Se escuchan voces de todos lados exigiendo que el pueblo tome la justicia en sus propias manos, porque el gobierno es ineficaz y negligente, y entonces, más o menos en el momento justo, llegan a un poblado un par de jóvenes haciendo “muchas preguntas”. Cómo no hacerlas, eran encuestadores. Alguien oye mal, oye lo que se dice en la tele, oye lo que se pregona en las calles, oye lo que el miedo le dicta. ¡Dice que son secuestradores! El pueblo decide entonces matarlos a patadas y quemar sus cuerpos, porque como pueblo, como nación, ya no sabemos confiar en nadie. Estamos solos y tiramos golpes a las sombras, para descubrir un día que, entre las sombras, se mueve sin brújula nuestro hermano. No lo podemos reconocer. Nos asusta. Lo matamos.

¿Con qué ánimos se escribe lo que sea atestiguando cómo va venciendo el miedo en el mundo? Todavía no pasa la impresión y ya estamos en París, terrorismo, más odio, más “ustedes y nosotros”, más the West and the rest. Tú no eres yo, por lo tanto no mereces un espacio en mi país, en mi patio, en mi mesa. Te vistes distinto y crees en otro dios, por ende debes ser muy malo. No mereces mi respeto, apenas, si acaso, mi tolerancia. Guácala mundo.

Por que no puedo escribir a fondo de ninguno de esos temas, porque me súper saca de onda tanto odio y tanta confusión, es que no habrá columna esta quincena.

Gracias.
Perdón.
Whatever.

Entonces resulta que conozco a unos recién llegados a Canadá y me cuentan que es noviembre y tienen frío. Cositas… Me acuerdo de hace siete años, cuando llegué a este país y me sorprendía de todo: la nieve me hizo llorar y el frío me hizo deprimirme, que no es lo mismo. Mi amiga Ana y mi amiga Yoli me explicaron el mundo canadiense y todos mis amiguitos de la uni me hicieron la vida más sencilla. Entonces creo de nuevo en la gente y me parece que cuando nos quitamos de encima sentimientos de venganza, de competencia, cuando le damos una palmadita al ego descontrolado y simplemente nos hacemos a un ladito para que brille alguien más, alguien a quien le toca brillar, entonces inauguramos una nueva posibilidad de cambiar el mundo. Entonces me digo a mí misma: mí misma, la próxima quincena sí habrá columna para Metrópoli Ficción.

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