EL ÚLTIMO GRAN GOLPE

eí una novela que me gustó mucho.

Pero antes quiero hablar de una de las veces que más nervioso me ha puesto un hombre, sexualmente hablando. Se trata de Marlon Brando en aquella escena de Un tranvía llamado deseo en la que aparece por primera vez en la cocina, con la camisa ceñida a sus músculos, brutal y sexoso enfrente de la emperifollada hermana de su novia. ¡Qué pedo con la virilidad del joven Brando!

Teniendo en mente esa imagen de musculosa bestialidad masculina no me costó nada de trabajo imaginarme al protagonista de Matar a otro perro, novela de Marek Hłasko editada apenitas por Malpaso. Jakub es un galanazo polaco tipo Stanley Kowalski que estafa turistas adineradas que pasean por Israel. Las enamora y esquilma. Sin embargo, no todo es así de sencillo. Robert, el compinche de Jakub es un teórico teatral, fan de Shakespeare, que prepara cada una de las transas como si fueran una auténtica obra de teatro cuya única espectadora es la chica por ser timada en turno. Sin que sea mi intención revelar mucho: el timo implica un clímax dramático en el que Jakub, bueno, pues mata a un perro. Estamos justo después de la Segunda Guerra Mundial. Muy pinche bien.

Marek Hłasko fue camionero, albañil, peón de fábrica, recepcionista y vendedor ambulante. Murió a los treinta y cinco años tras ingerir un cóctel de sedantes y alcohol. ¡Caramba! Una somera búsqueda de su rostro en google nos devuelve a un hombre siempre con un cigarro entre los labios. Se ponía sus borracheras con Roman Polanski quien lo definía como “un alborotador nato con un encanto irresistible”.

Esa descripción define muy bien al libro que nos ocupa. La acción es inicialmente imprecisa. Los diálogos se van sucediendo uno tras otro hasta irnos develando el nudo en que estamos metidos. Jakub no es el galán atroz que parece, como Augusto Pérez, el de la “Niebla” de Unamuno, se da cuenta de las cosas. Su último gran golpe, una treintona que no acaba de latirle, tiene un hijo malcriado. Las charlas entre el galán y el mozuelo son formidables. Los personajes de Matar a otro perro están vivos. Vivos en términos literarios pero muertos en su circunstancia. Comparsas que usan el amor y la confianza y la inocencia como un recurso pomposo que les resuelva el día a día.

La editorial lo promociona afirmando: “Esta novela tiene todos los ingredientes para convertirse en un libro de culto”. Y yo no podría estar más de acuerdo. Quizá excepto por el precio desmedido del tomo. Ya de por sí es muy difícil que un autor tan poco conocido sea leído en México. Temo que su nombre se extravíe entre el resto de autores impronunciables que naufragan en las mesas de novedades mexicanas porque este es un gran libro, ágil, emocionante, comprometido. Al final el perro es asesinado, no podría ser de otra manera. Así pasa con los Kowalski del mundo.

Nos dicen que Scorcese y Bukowski salvaron a Fante del olvido. ¿Quiénes mencionaremos a Marek Hłasko entre tragos? ¿Quiénes levantarán la mano para traducir el resto de su obra? ¿Quién invertirá 500 lanas en adquirir esta breve novelota?

Marek Hłasko, Matar a otro perro. Malpaso, 2017.

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