Dicho centro nocturno se ubicaba a cinco cuadras del Puente Internacional Santa Fe que lleva a Estados Unidos, en la avenida Benito Juárez, pletórica de restaurantes y consultorios dentales, así como tiendas y mercados especializados en la venta de mexican curios. Era común ver, hasta muy entrada la década de los ochentas, a nutridos grupos de familias estadounidenses caminando por esa calle, recorriendo sus aceras, recibiendo el acoso de diferentes vendedores de cuadros al óleo, ponchos, jorongos, trajes típicos, sombreros de charro, botas vaqueras, artículos de piel y joyería de plata; esto, durante su camino al Mercado Juárez, otro centro turístico un tanto alejado del puente internacional, en donde podían comer y beber sin problemas durante el día.
El Noa Noa era uno de esos sitios. Allí no había chavalonas, sino que era necesario llevarlas. Muchos cantantes y grupos musicales desfilaron por su pequeño escenario, pusieron a bailar a muchas parejas en su diminuta pista, e inspiraron al romance con la música de Agustín Lara, Emilio Tuero y Consuelo Velázquez, abrigada por la íntima atmósfera a media luz entre paredes y mobiliario de color rojo. Después, las canciones fueron de La Tropa Loca, Los Freddy´s, Los Baby´s y un nuevo compositor que ya entonces se convertía poco a poco en una celebridad: Armando Manzanero. Este último tiene una importancia capital en la historia del Noa Noa, pues fue una canción suya, Adoro, con la que debutó, casi a escondidas y con la premura de abandonar el lugar por su minoría de edad, el quinceañero Adán Luna, primer nombre artístico de Alberto Aguilera Valadez; quien seis años después, en 1971, grabaría su primer disco, El alma joven, ya bajo el nombre artístico que le daría fama: Juan Gabriel.
Pasarían nueve años para que el Divo de Juárez recordara su origen y compusiera, en 1980, la célebre canción en honor al lugar que lo vio nacer como artista. Mientras tanto, la llegada de un nuevo modelo de diversión, la discoteca, comenzó a hacer merma en la clientela del lugar. Seguía siendo necesario llevar chavalonas, pero al mismo tiempo, muchas de ellas iban solas con el fin de prostituirse haciéndose pasar por clientes. Su cercanía con la calle Mariscal, famosa por sus antros desnudistas y burdeles, provocó que poco a poco no sólo el Noa Noa, sino gran parte de la avenida Juárez, se llenara de gente cuyo estilo de vida giraba en torno al bajo mundo.
El año siguiente, 1981, fue el año que el Noa Noa alcanzó su máxima gloria: ¡se filmaría una película en sus instalaciones! La película, del mismo nombre, comienza con la llegada de la sensual actriz Meche Carreño al Noa Noa. Se oye entonces la canción “Dulces momentos de ayer”: En el Noa Noa ya todo pasó / en el Noa Noa ya todo acabó / hoy es un discoteque / ya no es el mismo bar de ayer… Lo que menciona el tercer verso de esta estrofa no es del todo cierto, pues el Noa Noa nunca fue una discoteca. La escena que aparece en el filme, con la pista y la cabina del DJ en forma de platillo volador, corresponde al Cosmos Discoteque.
El decorado que posteriormente se muestra en la película y que según la trama alude al antiguo Noa Noa, es el verdadero interior del bar, con dibujos de palmeras, muebles y paredes en color rojo. Poco después de estrenada la cinta, el lugar fue remodelado, se cambió la fachada y sus paredes se adornaron con más de doscientas fotografías de diferentes personalidades que lo habían visitado, atraídas por la fama que debido al éxito de la canción y la película, ya se había vuelto legendaria. Una gran fotografía de Juan Gabriel recibía a los visitantes, la mayor parte de ellos curiosos que deseaban conocer el mítico antro sin saber que habrían de llevarse una gran decepción: el Noa Noa no era el lugar de ambiente donde todo es diferente. Al contrario, sus mesas y sillas eran de lo más común, y su ambiente no era distinto al de cualquier tugurio con música en vivo. Pero quizá estos visitantes tengan la culpa por haberse creado expectativas tan altas. Juan Gabriel nunca dijo que el Noa Noa fuera un lugar extraordinario o elegante. Tampoco estaba dirigido hacia la comunidad gay, para decepción también de quienes veían en la frase “Este es un lugar de ambiente…”, alguna especie de mensaje cifrado.
A pesar de la remodelación, su clientela seguía en descenso. No obstante, el Noa Noa se negaba a morir. Contrató publicidad en un canal de televisión, aunque por corto tiempo, incapaz de cubrir el costo.
Durante algún tiempo funcionó una mala copia del lugar, el Noa Noa II, ubicado en la avenida Vicente Guerrero en su cruce con la avenida Lerdo, en lo que antes fue una sucursal de Farmacias El Fénix. Pero ese lugar nunca tuvo el éxito menguante del original, y cerró sus puertas.
No obstante, el espíritu del Noa Noa seguía en la ciudad, daba señales de su presencia de vez en cuando: en 1999 fue develada una placa conmemorativa en la banqueta donde era la ubicación original del bar. En ella estaban plasmadas en cemento las manos y la firma de Juan Gabriel. Se había reparado la fachada del lugar y remodelado el interior, y aunque el Divo de Juárez develó la placa que debía inaugurar el malogrado Paseo de las Estrellas, no vio el interior del nuevo Noa Noa. En una visita relámpago, develó su pequeño monumento y se fue. La placa no tardó en ser vandalizada.
El bar siguió funcionando durante algunos años hasta que David Bencomo, su dueño, decidió venderlo a Juan Francisco Hinojosa, propietario de una casa de cambio y de una óptica quien, ante la falta de espacios para los coches de sus clientes, decidió derruir el edificio para convertirlo en estacionamiento.
Aquél tiempo en el Noa Noa sensación / los Prisioneros del Ritmo / los reyes del rock / tocaban sin parar / bailaban sin cesar / pero hoy…
Aún no se vislumbra la reconstrucción del Noa Noa más allá del simple anuncio, pero, de llevarse a la acción, seguramente más de un ciudadano juarense aplaudirá la reinauguración del lugar y hará votos para que la sociedad y el gobierno se den a la tarea de conservarlo…. No importa que, en lo personal, nunca se dé la oportunidad de conocerlo.