Se podría afirmar incluso que es un tipo de mojonera humana, ya que marca la frontera ente lo aceptado y la otredad. Al loco nunca lo verás durmiendo en la esquina, pues cuenta con una casa y una familia a la cual adscribirse. Generalmente es un disminuido mental –o, como se les llama ahora, “personas con capacidades diferentes”–, que depende de algún pariente para su manutención: una madre anciana, un hermano mayor, un tío caritativo.
Algunos grandes filósofos de la raza humana fueron en su momento los raros del pueblo, aquellos que hablaban solos y tenían hábitos imperturbables y fue sólo hasta que se dio a conocer la vastedad de su pensamiento en que cambiaron de jerarquía.
El loco es una figura recurrente en la tradición oral mexicana. Ahí está, por ejemplo, el filosofo de Güemes, que proclama obviedades empanizadas de sabiduría, o el Alcalde de Lagos de Moreno, quien encontraba soluciones absurdas a problemas simples -recordemos, por ejemplo, que manda subir a un burro para que se coma un brote de hierba que ha brotado del campanario de la iglesia-.
También está el mismísimo Juan Loco, arquetipo de la mixteca poblana que tenía como hobbies hervir a su propia abuela y esquilmarle dinero a los que se creían más listos que él. A esta casta de orates célebres se le puede unir el magnífico Olegaroy de Monterrey.
David Toscana (Monterrey, 1961) se reinventa en esta inusual y divertida novela en donde sigue los pasos de su extravagante personaje. Olegaroy, en sus largas noches, es asediado por ideas y frases que a la postre se convertirán en perlas de sabiduría que develarán grandes misterios del género humano.
Su anciana madre, por otro lado, encuentra un excelente medio de vida el robar los canapés de los velorios que se llevan a cabo en la ciudad. Como buen sabio, Olegaroy pronto se hace de una corte de discípulos: su amigo el matemático, quien busca sin éxito resolver los enigmas de su antecesor Fermat; Salomé, la prostituta de buen corazón y mejor trasero a la que le parece buena idea casarse con el sabio; el sacerdote de la grey nocturna, quien ve cuestionada su fe ante las preguntas de Olegaroy y la madre, eterna fan de su hijo, quien con el sudor de su frente y sus visitas a los velatorios impide que su sapiente vástago se preocupe por trabajar.
Toscana divide la historia de Olegaroy en siete libros, en los cuales va desglosando la historia del ilustre sabio, su ascenso al parnaso del saber y su posterior y triste fin.
A partir de una tercera persona cómplice, el lector se vuelve también un seguidor del pensador regiomontano, y aunque se percata de las peroratas y sinrazones de su doctrina, no deja de maravillarse con la capacidad del maestro de quebrar las certezas más sólidas aplicando algún lugar común o frase hecha en el momento adecuado.
El final, trágico como el de los grandes sabios de la humanidad, no deja de tener su carga irónica, pues la señorita Antonia Crespo puede ver consumada su venganza, no contra su asesino, sino contra aquel que se atrevió a robarle su sangriento colchón.
David Toscana se ha convertido en uno de los grandes autores mexicanos, vivos, y su última novela sólo confirma la calidad de su prosa.
Imperdible su lectura.
David Toscana, Olegaroy, Alfaguara, 2018.