EL HIP HOP DE MILES

iles Davis dedicó el último soplo de su trompeta al hip hop. Aunque Doo-Bop (1992) no está considerado entre sus producciones más relevantes ni socorridas y la crítica lo desdeñó, el último disco del “Picasso del jazz” es especial por su viraje, por el contexto y porque Miles moriría a mitad de la grabación.

Doo-Bop fue para mí un descubrimiento: el rap podía quitar al jazz ese halo esnob que se le endilgaba. El resultado es un sonido jazzy para la vida en el gueto: el Miles Hop.

A finales de 1990 Miles se tomó tres meses de descanso luego de una gira europea. Su leyenda pasaba por una buena era. Tenía 65 años y hacía cinco que había dejado Columbia (su disquera por 30 años) para firmar con Warner. Esta faceta había comenzado en 1985, cuando empezó a colaborar con el bajista Marcus Miller, luego de que éste había dejado la banda de Miles en 1982.

Cada vez más clavado en la pintura y el dibujo, en la consciencia de su fama internacional y las giras, entre 1986 y 1990 Davis lanzó Tutu, Amandla y Aura, además de un par de soundtracks. Llegaba a la última década del siglo trabajando duro y con la mente en forma pero en un cuerpo cansado. En junio de 1991, decía a Francis Marmande en Le Monde: “Mira, es posible que el próximo año sea el último con la música. Acabo demasiado enfermo después de las giras. El frío me hace transpirar. Tengo una mancha en un pulmón, dos hernias por causa de mis baterías, un pinzamiento en un nervio… Diabetes, los pies entumecidos”.

En reposo, Miles decidió que aún quería dar un nuevo volantazo —como apunta Ian Carr en Miles Davis: la biografía definitiva—, “pero que recordaba la atmósfera callejera de On the corner. Deseaba hacer una música que llegara a las clases bajas urbanas y negras de su país, esos jóvenes que habían crecido con el rap y que escuchaban las emisoras radiales que atendían sus gustos”. Davis le habló a su amigo Russell Simmons, fundador de la seminal Def Jam Recordings años atrás, para que le consiguiera productores que le dieran lo que quería: hip hop.

Así fue como Easy Mo Bee, entonces un veinteañero, sería el productor de Doo-Bop. Easy Mo había producido en 1989 el segundo álbum de Big Daddy Kane, It’s a Big Daddy Thing, y posteriormente sería una figura clave para el rap noventero, produciendo a Notorious B.I.G. y Tupac, entre otros. Junto a Easy, en las grabaciones del Doo-Bop, Miles uso por primera vez para su música el sampleo y en febrero de 1991 ya se habían grabado seis de las nueve pistas que terminarían en el álbum, además de un par de solos de trompeta sin acompañamiento.

Miles murió el 28 septiembre de ese año en un hospital de Santa Mónica, California. Easy Mo recuerda que trabajar con Miles hizo que fuera consciente de la apuesta por el detalle. La oportunidad de laborar con una bestia como Miles para un productor joven es algo que se antoja paradigmático. Después de la muerte de Miles, Easy tuvo la responsabilidad de terminar el disco con lo que había.

Lanzado en 1992, la polémica no se hizo esperar y la crítica lo hizo pedazos. Pero Miles sabía que esa apuesta significaba algo y, aunque no fue el primer experimento rap-jazz, Doo-Bop se colocó en la tradición del subgénero, uno que venía soplando con Gang Starr y Stetsasonic, y que tendría una explosión clave en la escuela de los Native Tongues: Jungle Brothers, De La Soul y A Tribe Called Quest como maestros.

Siguiendo a Carr, Doo-Bop ofrece una música funcional, amable, urbana u hogareña, pero en la que Miles suena “extraordinariamente rejuvenecido”, con una embocadura fuerte. Compuesto por “Mystery”, “The Doo-Bop Song”, “Chocolate Chip”, “High Speed Chase”, “Blow”, “Sonya”, “Fantasy”, “Duke Booty” y “Mystery (Reprise)”, el disco es sexual, hipnótico y misterioso. “The Doo-Bop Song”, con un rapeo-elogio de Easy al propio Miles, es una obra maestra; una conversación cristalina entre un rapero joven y un viejo trompetista, leyenda de mil batallas. Dos negratas de la tradición afroamericana rompiendo el tiempo.

Sostengo que, antes de morir, mientras descansaba, Miles tuvo un viaje al futuro. Si ya había redefinido la música en varias ocasiones a través del siglo XX, con el impacto que el hip hop estaba teniendo a finales de los ochenta en Estados Unidos y en pleno proceso de globalización, en esa epifanía entendió que ese género rompería ciertas inercias en el gusto popular y sería el gran protagonista de las primeras décadas del siglo XXI. Y tenía que dejar su impronta, su Miles Hop.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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