MATEMÁTICAS PARA LA SELECCIÓN NACIONAL
Hace algunos meses, en una de tantas y frecuentes demostraciones penosas de la Selección Mexicana de futbol, se me ocurrió proponer que, más que buscar al mejor director técnico o convocar a los mejores jugadores, se debería de hacer algo como en Moneyball (2001), película protagonizada por Brad Pitt. Si no la han visto, de esto va: el gerente general de los Atléticos de Oakland, Billy Bean (Brad Pitt), un equipo con poco presupuesto en comparación con los Yanquis o los Dodgers, se enfrenta a una difícil situación: el contrato de sus estrellas ha terminado y no tiene recursos para retenerlos. Ante la imposibilidad de comprar a jugadores que les permitan sobrellevar la próxima temporada, durante una visita a Cleveland para negociar algún traspaso, Billy conoce a Jonah Hill, un joven economista, de Yale o de Harvard, quien le muestra un sistema matemático creado por él, un algoritmo, que tras evaluar las estadísticas de cada uno de los jugadores, es capaz de establecer si un jugador es apto para ocupar una de las nueve posiciones del beisbol y desempeñar un papel que beneficie al equipo. Sin creerlo demasiado al principio, Billy Bean se arriesga y… Busquen la película.
Mi comentario de aquella tarde desató cierta polémica. Me contestaron que, a diferencia del beisbol, las estadísticas del futbol son tan básicas como sus reglas y que no sería posible crear un modelo matemático que ayudara a armar un equipo balanceado y estadísticamente propenso al triunfo; comparativamente hablado, el beisbol es a la NASA lo que el futbol al curso de matemáticas de tercer año de primaria. Sin embargo, a pesar de las evidencias, sigo creyendo que la mediocridad de la selección nacional podría resolverse invirtiendo recursos en el diseño de un modelo matemático que, mezclando estadísticas de rendimiento (goles anotados con la pierna izquierda, la derecha, de cabeza, faltas, etcétera), determine qué jugador debe, de acuerdo a sus números, jugar en determinada posición y ser llamado a la selección. Un aparato parecido a un localizador GPS podría enviar señales a una computadora para saber en qué parte de la cancha ese jugador hipotético se desempeña mejor, si acierta más pases cortos o largos; podría determinar quiénes, al jugar entre sí, poseen mayores afinidades y entendimiento sobre la cancha e incluso, en momentos de extrema presión, quiénes mantienen la cabeza fría.
Porque lo que seguimos viendo desde hace muchos años es la suposición infundada, al menos en México, de que los mejores jugadores darán los mejores resultados. Ante la incontrovertible realidad de los patéticos juegos de la selección, por más Hugos Sánchez o Chicharitos que se vistan de verde, no se garantizan triunfos ni mucho menos buenas actuaciones. Como todo deporte, la apuesta por un jugador o por otro conlleva un elevado porcentaje de subjetividad. ¿Por qué se elige al “Maza” Rodríguez y no a otro defensa? ¿Los llamados “europeos” hacen diferencia? Sucede que “visores”, “conocedores” o “cuerpo técnico” suponen que determinado grupo de jugadores se adaptarán mejor a su “sistema de juego”. La corazonada y el golpe de suerte deben desterrarse para siempre de las canchas. Dinero es lo que sobra en la Federación Mexicana de Futbol y si de todas maneras cuando la selección ofrece espectáculos lamentables las máquinas registradoras no dejan de obtener ganancias, ¿perderían algo apostado por un instrumento que podría cambiar la forma de ver el futbol?
Para los incrédulos, Moneyball está basada en una historia real. El modelo matemático fue aplicado después por los Medias Rojas de Boston que, en el año 2004, ganaron su primera serie mundial desde 1918.
Supongo que muchos matemáticos, para sobrevivir, se dedican a muchas cosas, menos a su profesión. Quien le dé forma a ese modelo matemático que revolucione el futbol nacional, habrá de ganarse la inmortalidad.