ANARCRÓNICAS

EL ARTE DEL AMOR EN CUATRO (RUEDAS)

Si, como en ciertas culturas, a los hijos se les bautizara con el nombre del lugar en el que fueron concebidos, seguro que mucha gente de mi generación se llamaría “Volkswagen Martínez” o “Renault Cinco Gutierrez”, debido a la popularidad que, por renuencia, diligencia o urgencia, desde siempre ha tenido el automóvil como sustituto de los hoteles de paso.

Lo anterior no es nuevo. Ya Madame Bovary se daba sus buenas agasajadas con sus amantes en los carruajes de alquiler de París. El auto, como recinto privado, cómodo –a veces–, y aislado de los elementos climáticos, ofrece una excelente oportunidad para ahorrarnos esos doscientos o quinientos pesos de una habitación que bien pueden ser invertidos en un pomo, tres six de chelas o en una película que ponga las cosas a la temperatura adecuada (como Cincuenta Sombras de Grey, Avengers: Age of Ultron, o alguna de Tarkowsky si lo suyo es la necrofilia y maneja una carroza fúnebre). Sin embargo, no todos tienen la maestría de utilizar su vehículo como santuario del amor. Por lo mismo, aquí hacemos unas recomendaciones para hacer más placentera la experiencia erótico- motorizada:

1) En primer lugar, asegúrese de tener un medio de transporte adecuado: Créalo, amigo, si su cochecito es de camotes y plátanos fritos será terriblemente incómodo realizar el acto coital encima de la caldera. Además, el silbido es lo más antierótico que existe. Por otro lado, si usted maneja un camión de volteo de 3 1/2, el hecho del faje entre grava y arena puede hacer que la dama no se sienta muy a gusto.

2) Colofón del punto 1: si su vehículo es una Harley, y hace uso amoroso de ella mientras viaja en carretera a 100 K.P.H. ¡Amigo, es usted un dios!

3) Ya que tiene el medio adecuado, asegúrese de que esté limpio. Si usted es un soltero baquetón con su Chevy lleno de latas de cerveza, envolturas de papitas, pedazos de pizza podridos y condones usados, la experiencia no será muy buena. En serio, aunque ni usted se asuma como infrarrealista o admirador de Bukowski, la dama se lo tomará muy a bien. Nada más desagradable que estar en el vavién amoroso mientras se escucha el crujir de una bolsa de Cheetos bajo la espalda o se pisa un mejillón en el suelo.

4) Nada más desagradable que alguien que no planifica: si usted sabe que utilizará su auto para esos menesteres, lleve en la guantera los implementos indispensables para el buen coger (condones, jaleas, anillos retardadores, bolitas chinas, etcétera). Si el automóvil es de la empresa en donde labora, o si usted es casado y no quiere exponerse a la castración, un excelente lugar para esconder su happines kit es el nicho de los faros traseros. (De nada)

5) Estaciónese en un lugar discreto y oscuro: Este punto parecerá una obviedad, pero sólo hay que constatar la cantidad de parejas que se estacionan los domingos frente a parques públicos los domingos para recordarlo. Busque una callecita privada, romántica, preferentemente romántica y sin muchos cadáveres para hacer su nidito de amor. Por favor, no se estacione frente a la plancha Zócalo, y menos, el día del desfile del 20 de Noviembre.

6) Colofón del punto anterior: pagar el parquímetro no incluye ese uso de suelo.

7) Planifique una logística adecuada para el evento: Si usted es delgado, y ella también, puede aplicar la que aplicaban nuestros padres en sus vochos: poner a la dama en medio del asiento trasero, abrir sus piernas, pasarle los pies en medio de las agarraderas de plástico laterales (sí, para eso servían), colocarse usted en medio de los asientos y dejarse caer con alegría. En cambio, si usted es rollizo caballero, esta posición no es viable, pues corre el riesgo de atascarse entre los asientos, o de empalarse con la palanca de velocidades. Si lo suyo son los kilos, lo mejor es quedarse en el asiento delantero, abatir el respaldo hacia atrás y permitir que la dama se sirva con la cuchara grande (bueno… sopera… bueno… de postres… bueno… ¡Ya, chinguen a su madre!). Si, por otro lado, ella es mucha mujer para un hombre, la mejor opción es cambiarse al asiento del copiloto, pues si por alguna razón se enciende la bolsa de aire, usted corre el riesgo de ser ahogado por las rubicundas chichis de su amasia. Recuerde, ante todo, lo práctico.

8) No quiera hacerse el atleta sexual. Lo repito: no quiera hacerse el atleta sexual. El automóvil, por muy amplio y cómodo que sea, no es un espacio diseñado para el himeneo y, si usted se las quiere dar de actor de Bang Bros corre el riesgo de, además de sodomizarse con la palanca de velocidades, cortarse las gónadas con el freno de mano, meterse el encendedor del tablero por el culo, descalabrarse con el foco de interior o de atorar sus nalgas en la guantera. Si tiene dudas, mejor pague el hotel antes que el quiropráctico.

9) Si le llega la autoridad, (léase, la policía) finja demencia. Puede contarle que a usted le estaba dando una falla cardiorespiratoria y que ella le proporcionaba respiración RCP por la uretra. Otra excusa aceptable es decir que usted es un ginecólogo, que ella es su paciente y que estaban practicando un papanicolau sin instrumental. Con suerte, el policía se ríe y los deja en paz. Si no, resígnese a dar esos quinientos pesos que no se gastó en el Five Letters. No quiera hacerse el chistoso abriendo la ventana soltando su eyaculación sobre el rostro del agente y arrancando a toda velocidad: si lo alcanzan le pondrán la madriza de su vida.

10) Si usted es un adolescente o un forever con el coche de sus padres, luego de hacer sus gracias, tenga la decencia de lavar el vehículo. Créalo: su mamá sí sabe que ese líquido que cuelga del volante de su SUV no es extracto de sávila.

Y así, mis estimados, esperemos que estos diez prácticos consejos les hagan la vida más fácil. Que el amor viaje sobre ruedas.

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