ván Farías es un tipo duro de interrogar. Su cuerpo le ayuda. Corpulento, soporta cualquier tortura. Pero no por mucho tiempo. Luego de una sesión de tortura al viejo estilo, soltó la sopa y confesó el crimen. Nadie aguanta una sesión de agua mineral con chile piquín. Ya no digamos unos toques en los testículos. No llegamos a eso, claro está.
Recientemente ha publicado Un plan perfecto (Grijalbo, 2017), una novela que se lee, gracias a su prosa dinámica y ligera, en menos de lo que dura un secuestro exprés. En ella se narran las peripecias de Diego, “el Soñado”, a punto de llevar a cabo el plan perfecto que lo llevará a dejar de robar y vivir de manera, si no honesta, sí tranquila y sin sobre saltos por lo que le reste de vida. Cada plan parecer ser el perfecto, pero siempre algo se atraviesa.
Y sobre ella y otros temas, es que se ha desarrollado este interrogatorio, porque para que un delincuente confiese su crimen, sólo hay que apretarle las tuercas. También demostrar con hechos que ha sido él y nadie más quien ha cometido el crimen.
Para que un escritor confiese sus fechorías literarias, hay que darle un poco de beber, que se le afloje la lengua, llevarlo a su sitio favorito, digamos seducirlo, no en términos sexuales, claro; y si se pone rudo volver a apretar las tuercas, que siempre funciona.
Se le acusa de ser instigador de la escritura de género negro, policiaco, criminal o como se le conozca, responda.
Placer mezclado con dolor, porque muchas veces lo casos son crueles y otras basados en la realidad. Pero sí, como me gusta mucho el género criminal uno quiere convidar a los demás para poder hablar con ellos. Lo hice con mi esposa, lo comparto con varias personas de mi familia y he ido haciendo amigos gracias este tipo de literatura. Escribo y recomiendo historias criminales porque me parece que todas son un desafío a la inteligencia.
¿Es usted el líder de una banda de peligrosos escritores criminales?
La escritura es un oficio solitario. No, no creo que sea el líder de una banda, apenas tengo unos pocos amigos con los cuales puedo platicar sobre el género, el problema es que casi todos viven fuera de la Ciudad de México y el que queda acá siempre anda muy ocupado. Lawrence Block platica en sus libros de memorias que jugaba cartas con Donald Westlake cuando este aún vivía. Siempre he tenido ganas de hacer eso con Hilario Peña, jugar cartas, pero cuando coincidimos en Tijuana o en la Ciudad de México nos ponemos a hablar y a beber cerveza. No sé si él sepa jugar póker o conquián. Prefiero por sobre todo el conquián. Sé jugar truco uruguayo, póker, conquián, albures, 21, mi abuelo me enseño casi todos, menos el truco uruguayo, ese, obviamente fue un amigo oriental.
Por cierto, también se le acusa de liderar otra banda que se hacen llamar los noir, ¿es cierto eso?, responda.
A mí más que noir, me gusta el término literatura criminal. No tengo ningún liderazgo. En realidad sólo soy un necio que le gusta leer a los clásicos sajones del género. Tengo muchos amigos que escriben y con los cuales platico.
Se dice que usted es fue el orquestador del crimen y que tiene Un plan perfecto, responda.
Así es, me declaro completamente culpable. Fue una novela que me costó mucho trabajo, saltar del cuento a la novela fue algo que dolió casi como un parto. El cuento en México es bien aceptado dentro de la gente que escribe, pero al gran público no le interesa mucho así que salí del terreno protegido de la narrativa breve y salté a la novela. Un plan perfecto es una historia que nació de un fallido reportaje sobre robo de joyas y que fue derivando en una historia de largo aliento. La escribía marchas forzadas, en la madrugada, en las horas libres. Al principio iba a ser una novela coral, de personajes con igual importancia, pero pronto el Soñado me fue ganando hasta que me centré más en él.
Se le acusa de escribir ficción, ¿cómo se declara? ¿Para qué lo hace?
Culpable. Escribo mucha ficción, pero también columna de opinión de cine. Soy memorioso, me encanta hacer columnas de cine recordando viejas películas. En mi novela el personaje principal sufre de lo mismo.
¿Usted con qué ha “Soñado”?
Con tener una larga lista de novelas. Algunos quieren la novela definitiva, yo quiero ganar por acumulación. Ir soltando golpes y golpes hasta que tenga un buen grupo de lectores que esperen siempre algo nuevo de mí.
Usted afirma en su novela que uno nunca debe meterse a un lugar si no sabe cómo va a salir, ¿cómo es que se metió a Un plan perfecto, sabía cómo salir?
Tengo una obsesión con la película Ronin, esa donde aparece Robert De Niro y Jean Reno, donde un grupo de mercenarios deben robar un maletín de unos alemanes. Es una película de espionaje donde creo que De Niro hizo su último gran papel. Ahí, su personaje acomoda una pistola en la parte de atrás de una cafetería y cuando le pregunta Natascha McElhone qué era lo que hacía, Sam/De Niro le dice: uno nunca debe meterse a un lugar si no sabe cómo va a salir. Esa película la he visto cerca de cincuenta veces y no sabía que la frase había calado tanto en mi cabeza. Me metía hacer Un plan perfecto con la idea de que un ladrón con honor tendría que planear todo de manera que pudiera entrar y salir de un sitio sin sufrir daño. Yo tenía muy claro que el personaje principal de mi novela debía de morir con honor hardboiled, peor no fue así. El tipo me ganó y lo dejé vivir.
¿De dónde salieron sus compinches Diego el Soñado y Danilo, de los otros no le pregunto porque la mayoría están muertos, es decir, qué mente retorcida tiene usted para crear a esos personajes?
Diego Rodríguez “el Soñado” es en estructura un viejo amigo de borracheras de hace años. Es el típico sujeto que hace amistades en dos o tres minutos, que acaba envolviéndote para hacer tal o cual cosa. Claro, es mujeriego y medio tranza. Sólo le agregué más edad y es él tal cual. Danilo existió en realidad, fue un presidente municipal de Tlaxcala al cual conocí muy de cerca. Al principio era “soldado del partido”, cuando tuvo poder se volvió un ojete completo. Incluso hizo enterrar una cápsula del tiempo con cosas de su administración, su foto, por ejemplo. El joyero es la síntesis de las peores personas que conocí en Polanco. El resto son mezclas de personas que uno va conociendo en el transcurso de la vida.
¿Por qué el Soñado tiene ese peculiar código moral?
Porque es un criminal a la antigua. En mi colonia, la Agrícola Oriental, cuando era niño había un ladrón al que todo mundo de la cuadra quería. Desfalcaba bancos y robaba en casas de ricos, así que la gente le tenía cierto respeto. Mantenía a su mamá y ayudaba a las señoras de la colonia a barrer o les cargaba las bolsas. Era esta ambigüedad de no escupir en donde comes. Hoy, por ejemplo, a los criminales no les importa eso. No es romanticismo, es simple historia. Hoy hay depredación, antes había un poco de hipocresía.
¿Y cómo fue que se le ocurrió ese Plan perfecto?
Siempre que voy a un lugar pienso en cómo podría escapar de ahí. En los bancos pienso en cómo se podrían robar. Cuando hice un reportaje fallido sobre robo de joyas todo se concatenó. Pude entrevistar a un policía federal y a un ladrón de joyas. Los dos coincidían lo difícil que era vender joyas robadas. Aunque, la verdad, las tres piedras son un pretexto para hablar sobre el crimen, sobre como todos estamos inmiscuidos en él.
En otro interrogatorio usted ha dicho que no le gusta atormentar al lector, explíquese.
Es que hay una moda de hacer novelas crudas, hiperrealistas, es decir, pornomiseria que confunden con literatura policiaca. Mira, yo soy muy fan de Elmore Leonard y el tipo siempre te hacía botar de la risa mientras narraba cosas como la financiación a la contra nicaragüense o cuando hablaba de los nazis en Estados Unidos. No creo que haya que ser tremendista para escribir una buena novela. Lo que quería hacer era desmarcarme de la corriente azotada y cruda.
¿Por qué no darle al lector una novela que lo haga estremecerse si no de miedo, sí de suspenso?
Porque en esta novela quería que el lector se riera mientras El soñado hacía sus triquiñuelas. Ya habrá tiempo de hacer después una novela cruda y oscura. La que estoy haciendo es más hardboiled. Tengo un libro anterior de cuentos donde la línea general es cruda y sangrienta.
A ver, ¿la literatura tiene que ser divertida? ¿Para quién?
La literatura tiene que ser divertida o dura, o cruda o ligera. Hay libros para todo tipo de estados de ánimo. Hoy en día, la regla general de la literatura mexicana, es el tremendismo, el realismo y yo quería irme por otro lado.
¿Qué le contesta a sus críticos, a Roberto Pliego en específico?
Con Pliego he echado tragos y lo que le dije en corto se lo digo en vivo. El viejo sabe de muchas cosas menos de policiaco. Mira que creer que Fred Vargas es lo mejor de la novela negra o que Jo Nesbo es el gran escritor, cuando únicamente recicló en Europa lo que viene haciendo Michael Connelly. Lo que pasa es que Pliego está enojado y lo que no se adapta a su forma de ver la literatura lo desprecia. Sin embargo, ese es su trabajo.
Entonces, ¿para qué y por qué escribe?
Escribo porque soy muy mentiroso, porque uno acaba siempre siendo un fabulador. Soy de esos que no puede contar una anécdota si quiere exagerar o mejorar algo. Ahora al escritor le han puesto muchos deberes pero una primera instancia un escritor es un contador de historias, el tipo que sabe hacer pausas cuando deben de ser, el que escoge las palabras correctas y resume mejor el hecho, al que le dicen: mejor explícale tú, a ti sí te entienden. Escribo porque si me quedara callado reventaría.
¿Ha asesinado, robado, cometido algún pecado?
Asesinado, sólo los sueños de mis abuelos que querían verme titulado. Pecado, sí, mucho, la lujuria y la soberbia son los favoritos. Robado, sí, hubo un tiempo que fui un malandrín y me arrepiento de todo eso. La verdad es que hubo un tiempo que dormía en diferentes lugares, moteles, la playa, la parte de atrás de una camioneta, incluso alguna vez un auto viejo fue mi casa en Xalapa. Aprendes a sobrevivir.
¿Qué es el crimen?
Como dicen en La jaula de asfalto, es una forma equivocada de vida. El crimen es la forma equivocada en que las personas enfrentan la vida. Muchas veces sólo ignorancia, en otras el crimen es la maldad. Es, en resumidas cuentas el Mal.
¿Cuántos segundos dividen a un héroe de un criminal, por qué?
Unos breves segundos. Un día estábamos tomando, yo tendría como 16 o 17 años, era 15 de septiembre y llevamos alcoholizándonos varias horas. Era de noche y el grupo de amigos que formábamos, puro malandrín, estábamos en un callejón atrás de un mercado. Ya sabes, el sitio ideal donde no se mete la policía y puedes beber sin que te molesten. En ese momento entró un borracho que nos dijo algo y luego se desmayó. Un tipo lo empezó a bolsear y otro a patear. Yo me quedé quieto, quería unirme a la golpiza, porque en ese tiempo sentía que el mundo me debía todo pero algo dentro de mí me pidió que detuviera eso. Empujé al golpeador y le dije que lo dejara en paz, el tipo que le había robado la cartera se fue de ahí con el botín. Fácil le hubiera ido mal al borrachín. Éramos seis chamacos mensos esperando vivir la aventura. Así de rápido decides joderle la vida alguien.
¿Qué es la rueda de la fortuna, cómo es subirse en ella, en qué consiste?
La rueda de la fortuna no es tal. La suerte está echada desde que naces en una colonia u otra. No es lo mismo estudiar con un futuro delegado o senador, que estudiar con el Borrego, un amigo que cayó preso por vender placas falsas de taxi. La suerte está echada desde que naces.
Su carrera delictiva en la literatura va en ascenso, ¿cuáles son nuevos “planes”, sus siguientes crímenes?
Pues no sé si vaya en ascenso pero me va bien. Hay una cosa que aprendí de los autores de novela negra que admiro, a ser prolífico. Cuando veo la obra de Lawrence Block, de Patricia Highsmith del mismo Leonard, sé que siempre debe haber un próximo proyecto. Estoy revisando un libro de cuentos para hacerlos más policiacos y trabajo en una novela corta sobre una heredera y un tesoro escondido.
Iván Farías, Un plan perfecto, Grijalbo. 2017.