areback Juke-box no es brutal y controvertida sin motivo. Fue pensada así, escrita deliberadamente para causar controversia y escandalizar con cierta “brutalidad” a las mentes pequeñas, esas que justamente han puesto el grito en el cielo. Bareback Juke-box, de Wenceslao Bruciaga, es una novela punk hardcore. Si en vez de novela fuera un disco, sería el equivalente al primer disco de The Clash o, mejor aún, al de Black flag y hasta el primero de Public Image Limited.
Bareback Juke-box es un libro bien pensado y bien escrito. Nada en su prosa está fuera de lugar. Descarnado, directo, provocador. Ninguna frase sobra. Tampoco ninguna escena. Bareback… no es breve, pero se lee con fruición, como quien inhala una línea de coca tras otra sin poder parar.
Y aunque es una novela que retoma escenas de la realidad y, por supuesto de la propia biografía de Wences, es ficción. Pero no una ficción gratuita. No una ficción inocente. No una ficción inocua.
Una ficción que, como la realidad que retrata, agrede, molesta, incomoda. Y lo hace con conciencia de ser eso, incómoda. No para crear conciencia de ningún tipo. No de moralizar. No de tirar neta tras neta. En todo caso, Bareback… tira sus propias netas, pero no para que otros las sigan como a una biblia gay del bareback que hay que seguir. No. Es neta por honesta, por descarnada y por rápida, como la vida.
La historia se desarrolla de manera vertiginosa. Desde el momento en que, al inicio, el protagonista, Hipólito, le pide a su amante, infectado con el VIH, que lo contagie.
Para hablar de ella, charlamos con Wenceslao para Metrópoli Ficción.
Para mí, tu libro es como un disco de Black Flag, es hardcore puro y duro.
Esa era la idea desde un principio.
¿Así lo pensaste?
Sí, fue deliberado.
¿No fue como que te salió así?
En muchos sentidos, pero sí había un punto de partida y fue cuando Guillermo Fadanelli me dijo que quería sacar un libro mío y me lo debía de hace tiempo, pero sí me dije “el primer libro que saqué con Moho era hardcore en muchos sentidos”. Tu lagunero no vuelve más, aunque si bien era muy ingenuo por la edad, pero yo quería sacar un libro igual, con esa misma intensidad, que sacudiera; de entrada ese era mi objetivo: si lo voy a sacar con editorial Moho tiene que ser muy intenso y “shockeante”.
Entonces ya tenía más o menos armada la historia, tenía notas y me dije “ahora es cuando”, y me concentré en escribirlo. Y fue inspirado, obviamente, en Black Flag, pero también en el sentimentalismo de Dinosaur Junior, porque al final evidentemente es un ejercicio
Es también un homenaje a tus bandas favoritas.
Sí, es un ejercicio melómano. También fue deliberado este ejercicio de marcar diferencia entre los otros gays y yo. Yo sé que es un muy mamón de mi parte, pero sí quería dejar muy en claro, al menos en la literatura mexicana, porque en la sajona hay muchos más autores como yo, por eso me identifico, pero sí quería dejar claro y marcar mi diferencia y decir “este soy yo y la neta sí estoy bien lejos de ustedes, cabrones, para bien o para mal.”
Mi referencia, aunque quizás habrá otras, en la literatura gay, es El vampiro de la colonia Roma, pero tú vas más allá.
A mí me gusta mucho El vampiro de la colonia Roma, sí es mi referente mexicano más cercano o con lo que yo medio me identificaría.
Fue el primer libro abiertamente gay…
Y situado en la Ciudad de México. Entonces para mí era muy importante marcar diferencia. El vampiro de la colonia Roma era el referente más cercano porque hablaba de homosexuales en la Ciudad de México pero también hay mucha distancia. Era explícito y era como abierto para la época, los 80, una década muy interesante, sus referencias musicales también estaban muy alejadas de muchas cosas.
Bareback Juke-box mezcla la parte, llamémosla filosóficamente gay, y la parte musical de declarar “el punk es esto”.
Sí, es que yo soy de la idea de que ser gay es en automático ser punk
Era transgredir y por la transgresión eras punk.
Exactamente.
Pero ya en la vida te diste cuenta que no todos los gays son transgresores.
Al menos así era en un principio. Creo que dejaron de ser transgresores.
Que esa es otra pelea que mantienes también.
Creo que El vampiro de la colonia Roma fue punk, inconsciente o involuntariamente pero fue punk en mucho sentidos, y a los mejor no se daba cuenta, pero fueron punto de inspiración, órale, este libro es punk, a lo mejor Luis Zapata no lo identifica como punk, pero el espíritu está ahí y era transgresor y eso ya se ha perdido. Y también me han comparado con Luis González de Alba.
Yo creo que no tienen nada que ver. Creo que él aspiró a otro tipo de literatura.
Sí, le apostaba a la hipermasculinidad.
Y sí tenía una posición homosexual muy clara.
Y también se quedó como que muy anclado en el pasado.
Pero tu libro no tiene punto de referencia.
En la literatura mexicana no. Pero yo sí estoy muy influenciado, y lo reconozco, por Dennis Cooper, que en México no es tan leído ni tan ubicado.
También mi libro fue una especie de desafío a la autocensura de la literatura gay en México, eso para mí fue muy importante, porque me he dado cuenta, incluso Luis González de Alba era muy dado a hacer literatura, pero siempre cuidando las formas y cuidando de no escandalizar a los heterosexuales y siempre en mente la idea de que los gay “no somos esos degenerados que ustedes creen que somos.”
Y una de mis propuestas o uno de los motores es “no, ni madres, sí somos esos degenerados y somos degenerados desde que tenemos sexo anal”. Entonces esa es básicamente la idea.
¿La idea fue generar polémica con tu libro?
No tanto polémica, sino demostrar lo que somos, no es que el sexo anal sea polémico per sé, lo que pasa es que supuestamente tenemos más visibilidad, pero nos hemos encargado también de escondernos, al final no hemos salido finalmente del clóset. O sea, salimos del clóset, pero procuramos auto engañarnos.
Sí hay esta idea de escandalizar, y es que no me quiero ver así como descubriendo el hilo negro, pero también quería hacer un libro sobre lo que los homosexuales no se atreven a hablar por miedo al escarnio de los homosexuales.
Los homosexuales siempre vamos a estar sujetos al escarnio de los heterosexuales, siempre, eso es hasta biológico. También de los homosexuales, pero de esos que se compran la idea de la normalización buga como una forma de integración.
A los que denuncias puntualmente en tu anterior libro, Un amigo para la para la orgía del fin del mundo…
Ahora, que se vale, yo no estoy diciendo que todos tengan que ser como yo. Más bien estoy diciendo que los que apuestan por la normalización, que lo digan “yo aspiro a ser un gay más buga”, no veo por qué no decirlo. Yo soy gay punk. Y hay gays que quieren ser bugas. Está bien. Suelo ser muy tirano muchas a veces, pero sí buleo sobre todo a los que escuchan mala música. Pero por qué no admitir que son gay conservadores y punto, también se vale.
Yo, que no tengo la verdad, soy un gay que sí ejerce su sexualidad, ejerce la promiscuidad.
Además ejerces la literatura con desparpajo y libertad. Yo voy a decir “sí, lean el libro de Wences”.
Yo más bien estoy en contra de la autocensura, porque si te fijas, toda la literatura gay en México y un poco en Latinoamérica, siempre es esta onda del gay con el novio, comedias románticas tirándole a sórdidas, pero cuidan mucho las formas, es decir, no hay literatura gay que hable de orgías, ni Luis González de Alba hacía eso, y tampoco nadie escuchaba a Black Flag, ni a Dinosaur Junior, ni Belle and Sebastian, ni Calexico, ni a Roxy Music.
Incluso, tu libro es un homenaje a la música, al punk en especial.
Al punk, a la música alternativa. Obviamente los gay no se dan cuenta porque son muy gays, pero Bareback Juke-box es como mi versión de Alta fidelidad de Nick Hornby, o sea un güey medio azotado, medio romántico, nada más que mi personaje es como más porno, pero que al final tiene una obsesión con la música. Este libro es mi homenaje a Alta fidelidad, al que muchos no lo consideran como escritor, sino como un observador de la cultura pop. Puede que sea cierto, yo lo tengo muy elevado porque ese libro me influenció demasiado, porque aparte lo que tiene Nick Hornby es demasiada sensibilidad gay y no es gay.
Entrevistar a Nick Hornby es uno de mis sueños, quiero entrevistarlo porque tiene mucha sensibilidad gay. Cuando leí que se azotaba con los Cowboy Junkies dije “este güey sí me entiende”. Tiene esa sensibilidad que es muy gay y eso me influenció para el libro, porque así como a mí no me da miedo la autocensura, a Hornby no le da miedo exhibir sus sentimientos y exponerse y decir “con esta rola me azoto”, que es lo que hago yo a final de cuentas, nada más que yo quería mantener mi personaje muy mamón.
Además, mi libro es muy autobiográfico en muchos sentidos, obviamente, serían poquísimos los escritores que ejerzan la autobiografía para escribir la ficción. A menos que sea ciencia ficción o que tengas un cálculo muy funcional tipo Paul Auster, que tiene cálculos muy emocionales y que es buen escritor sin autoflagearse ni escarbarse.
También hago un poco lo que hace Philip Roth con los judíos, escribo del gay, me burlo de los homosexuales e incluso los reto.
Siento que es más aceptado en círculos de lectores hetero.
Mi libro lo han aceptado sin pedos los heterosexuales y se han espantado menos, pero los homosexuales dicen “no todos somos así”, porque parece que están muy preocupados de que se los incluya en este cajón, lo cual es un indicativo de que son incapaces de defender su personalidad. Es de sentido común decir que no todos somos iguales, pero eso te revela una cierta paranoia o histeria; volvemos a lo mismo, de querer que los vean como normales cuando es tan absurdo eso de la normalidad.
Por aquí subrayé esta cita: “El bareback es la metáfora más radical y mortífera de la esencia de la homosexualidad, que incluye, aunque muchos renieguen de ello, una hormona de rebeldía”.
Los gays somos rebeldes por naturaleza. El hecho de que tengamos una sexualidad no reproductiva esos nos hace rebeldes, incluso cuando tengas la posibilidad de tener hijos.
¿Eso te lo han cuestionado?
Sí.
Aquí haces una declaración: “mi sexualidad la ejerzo para disfrutar, no para ser políticamente correcto”, ¿cierto?
Yo creo que es este momento en el que estamos viviendo, ya sabes, este revival, o esa reinvención de feminismo radical, esas cosas, a los gays no ha pegado justo en esta onda de renegar del placer, incluso en momentos en que el sida estuvo más cabrón.
En un principio parte de la lucha homosexual tenía que ver con una libertad del placer, con una libertad del hedonismo y era parte de la identidad. Y parece que ahora le huyen al placer, evidentemente no todos, pero pareciera que los homosexuales están persiguiendo ideales conservadores, casarse, adoptar y nada más tener responsabilidades, es decir, van en busca de la responsabilidad, que está bien, está bien que quieran tener responsabilidad y quieran jugar a la casita, me parece perfecto, lo que me choca y me cae en la punta de los huevos es que me quieran vender eso como una avance progresista o como lo más vanguardista, cuando para mí lo más conservador es jugar a la casita y casarse y adoptar y tener hijos.
Inclusos los mismos heterosexuales se han dado cuenta del fracaso del matrimonio, además de que es una institución heterosexual.
La gran falla de las luchas homosexuales, para mí, es que justamente basamos los derechos en los éxitos y fracasos de los heterosexuales y hemos sido incapaces de construir nuestra propia realidad o nuestro propio discurso, o nuestro propio algoritmo, que no reproduzca la norma heterosexual.
Yo me acuerdo las primeras marchas gays a las que fui, la palabra más mencionada era la palabra diferencia. Y si te fijas la palabra que hoy más se menciona es igualdad y yo digo iguales a quién, eso no se lo preguntan nunca.
¿Tu libro no es igual a qué?
Mi libro no es igual a la literatura nacional. Además estoy muy influenciado por Fadanelli. Me impresionó mucho El hombre nacido en Danzig y Mis Mujeres muertas, esos personajes que aparte de contar una historia también usan el pensamiento para filosofar. Obvio a Fadanelli le sale muy bien y yo lo hago desde una bandera más, como eyaculando.
Otra constante en Bareback Juke-box es el box.
Yo soy un boxeador amateur, eso lo que me une con el personaje, porque mi personaje es mucho más mamón, mucho más radical, yo suelo ser más tolerante y tengo más amigos que el personaje, que él sí es muy solitario.
Por otro lado, si la homofobia existe y ha llegado a tal grado es porque lo hemos permitido y hemos comprado el discurso de la victimización, porque también la victimización es lo que hasta cierto punto le genera lana al activismo.
Es como yo les digo: yo escojo quién me dice puto y quien no, y quien no me guste voy y le parto su madre. Y lo más probable es que cuando le parta su madre se la va a volver a pensar cuando le vuelva a decir puto a mí o a alguien más. Quiero pensar que hago bien, igual y no, a lo mejor es muy pretencioso de mi parte.
A lo que voy es que los homosexuales como hombre tenemos una ventaja biológica, aunque las teorías queer quieran negarlo porque les reditúa en su victimismo, pero yo estoy en contra de la teoría queer. Me impresionó cuando tenía 18 años, ahora se me hacen rebuscadas y barrocas y además de autocomplacencia y lamerse las heridas entre acomplejados y se inventan la teoría queer para no sentirse tan mal. Creo que los hombres, independientemente de si eres gay o no, tienes una ventaja biológica que te permite defenderte de un mundo que es hostil por naturaleza y que por más argumentos posmodernos no va a cambiar.
Entonces te defiendes o te defiendes. Y a mí a me ha funcionado. Y me ha funcionado defenderme no nada más para defender lo que soy, no esconderme, sino también para defender mi hedonismo. No sé por qué los homosexuales se alejan del hedonismo y buscan refugio en las responsabilidades.
Wenceslao Bruciaga, Bareback Juke-box. Moho. 2017.