For today I am a child
For today I am a boy
Antony and The Johnsons
En la canciones que se escuchan en el transporte público se explora un solo tema: el amor-desamor, o mejor dicho, la desgarrada voz de quien desea el amor, ha perdido el amor, sufre por el amor, castiga por amor, violenta por amor…, estas canciones enfatizan un único relato: si no encuentras ese alguien a quien rogar, rescatar, por quien sufrir, a quien castigar o violentar en tu vida, no eres, no existes, al menos no como personaje de canción. La dimensión humana reducida a una sosa y telenovelesca versión del amor romántico, fundamento de la familia tradicional de valores judeocristianos heteronormativos: un sólo guión para todos, donde las mujeres son víctimas de ese amor que las convierte en propiedad privada.
¿Dónde están las canciones que representen las otras formas de estar en el mundo? Un amigo gay me preguntaba ¿por qué no hay canciones rockeras de un güey que extraña a otro cabrón? La Ciudad de México es una burbuja para las diferencias, pero no los medios mexicanos, y los medios son uno solo: Televisa. La empresa dueña de las pantallas, de la radio, de las revistas, todo es lo mismo reflejado en un medio y otro creando una pesadilla infinita de mierda desbordante: lo escuchas en la radio, luego lo ves en la tele en la barra de programas infectos de cada canal, luego lo ves en cada puesto de periódicos, en México Televisa posee el don divino de la ubicuidad, es nuestro Dios con altares en cada hogar y en cada pesero.
Otra música parece imposible para las jóvenes, otra donde no sean el objeto amado, el objeto complaciente sexualmente, el objeto castigable o desechable, con todo, Televisa es Oz. Sin mucho esfuerzo se descorre el telón, y aparece una escena musical libertaria donde las cantantes hablan de su condición femenina, de su hartazgo y de las demandas insaciables del patriarcado, son jóvenes enfurecidas y desafiantes, “revolucionando en la calle y en la cama” (Las Conchudas). El hip hop neutraliza el suave estereotipo de belleza a que nos tiene acostumbrados la tele: pantalones anchos, cabezas rapadas, vientres voluminosos, colas de caballo sin pretensiones, tatuajes, tatuajes, tatuajes…, de pronto este rap y estas cumbias y este rock se comprometen “Y si somos mayoría es sólo en las cifras rojas” (Mare Advertencia Lirika). Ellas no se depilan, no se maquillan, no son dulces ni complacientes, se divierten, se ríen y gritan: “Detrás de una pantalla cualquiera se hace grande” (Rebeca Lane). Se niegan a ser discurso, son las mujeres reales. “My vagina is 8 mile wide, absolutely everyone can come inside” (Storm Large).
Todas ellas fueron expulsadas, no encajan, y es que donde quieren meterlas resulta ridículamente pequeño. “Ella se ha cansado de tirar la toalla, se va quitando poco a poco telarañas” (Bebe). Lesbianas, anarquistas, feministas, ateas, son el blanco de ataques brutales en las redes sociales, crudo discurso de odio, palabras que suplen los golpes, el linchamiento, la crucifixión…
En sus letras el amor que envilece a las mujeres es desenmascarado, se llama humillación, golpes, violación, chantaje, abuso, mentira; la religión es manipulación; la belleza es estereotipo, guión. No suenan a Janis Joplin, ni a Mercedes Sosa, ni a Chavela Vargas, el mundo que a ellas oprime es aún más despiadado, no quieren un álbum, ni un concierto, ni firmar con una disquera, quieren decidir por ellas mismas, y decirle a otras fuerte y claro, e insistentemente que decidan.