MIS MOMENTOS CON JOSÉ JOSÉ

Hace muchos años algo que empezó como una inocente borrachera con mis amigos Andrea y Paco terminó con la decisión de tomar un camión, viajar durante la noche y llegar a Xalapa para que yo pudiera decirle al entonces amor-de-mi-vida que lo amaba. Así le hicimos, sin tener nada planeado nos lanzamos a la terminal de autobuses con nuestras mochilas pues esa tarde todo había comenzado al salir de la clase de italiano.

En el vagón del metro un vendedor de discos piratas traía uno de José José y lo compré; era un disco tan pirata que las canciones empezaban a dejar de oírse hacia el final, como si se desvanecieran lentamente y gracias a que Andrea traía consigo un discman pudimos escuchar el disco durante el viaje. La compañía de la música fue maravillosa, muchas de esas canciones describían a la perfección mi mal de amores y mi esperanza.

Durante el trayecto conocimos a Eduardo, un chavo muy amable que trabajaba en un restaurante y que nos invitó a desayunar apenas abriera el lugar. A Andrea se le rompió el zapato y al llegar a Xalapa a las cuatro o cinco de la mañana tuvimos que caminar como fantasmas desorientados esperando que abriera alguna tienda o el mercado para que ella pudiera comprarse unas sandalias. Fuimos testigos de una ciudad que amanecía; nosotros sin planes y sin dinero, con una tarjeta telefónica que nos permitiría hablarle a este amor porque ese era el cometido del viaje.

Cuando el restaurante abrió pudimos desayunar. Después nos dimos a la tarea de buscar a este ex novio pero nunca estuvo en su casa y muchas horas después de deambular por Xalapa y reírnos y caminar e imaginar cómo seríamos dentro de muchos años, cuando al final contestó le dijo a Andrea que prefería no verme pero que me dedicaba una canción. Como no es una canción del Príncipe ni vale la pena mencionarla. Fue un drama, nos regresamos de Xalapa desvelados y yo con el corazón roto; lo peor, nos habíamos acabado las pilas y en el viaje de vuelta ya no pudimos escuchar las canciones adoloridas de José José.

2. A otro de los grandes amores de mi vida, acaso el que lo ha sido por más tiempo, yo le decía que a todos mis ex novios les había dedicado una canción de José José. Cuando él me preguntaba cuál era la suya yo le cantaba la de: “es verdad soy un payaso” y me daba mucha risa. Él decía que qué mala onda y sí, si no mala onda por lo menos mentirosa porque la verdad es que hubo épocas en que le dediqué varias rolas del Príncipe, el tiempo que siempre termina haciendo su trabajo decidió que en definitiva la suya sea “Amnesia”.

3. Mi amiga Alina y yo nos divertíamos mucho diciendo que si algún día alguna de nosotras llegaba a casarse, el tema de nuestra boda sería “Mi vida” de José José. Nos parecía muy punk cantar a todo volumen en medio de los invitados: “yo he rodaaado de acá para allá, fui de todo y sin medidaaa, pero te juro por Dios que tú no pagarás por lo que fue mi vidaaa”.

Han pasado muchísimos años de aquellas tardes en las que Alinita se reía, mi amiga murió y yo no me he casado pero si algún día lo hago -que todo puede pasar-, cantaré esa canción en honor de esa amiga que vivía atormentada e intensamente. La verdad es que por mi parte ya tendría que aceptar públicamente que he sido bastante fresa y que eso de que he sido de todo y sin medida me queda bastante lejos y que sólo me gustaría hacerlo para escandalizar a la familia del novio.

4. Hay un chiste muy tonto que a pesar de lo tonto que es a mí me gusta contar:

¿Sabes dónde nació José José?
No, ¿dónde?
¡En Ameca Ameca! (sorry, es malísimo)

5.Una tarde sentados en los columpios de un parque y bebiendo vodka, mi querido Eusebio Ruvalcaba me explicó que la gran música se hermana porque es como la trayectoria curva de un columpio y que por eso uno podía pasar de Brahms a Tom Waits y de Mozart a José José sin problemas y sin culpas de orden estético, y que los que no lo entendían no entendían nada y que eran unos fresas y, claro, yo le creía a Eusebio, no sólo porque siempre le creía casi todo sino porque es la única persona que he conocido que podía conmoverse igual escuchando a Schubert o alguna interpretación de sus favoritas del príncipe de la canción.

Eso me ha hecho entender que cuando conozco a alguien a quien le gusta Nina Hagen tendré algo en común con esa persona, lo mismo que si le gusta Beethoven o José José, pero si a esa persona les gustan los tres, esa persona será una de mis personas favoritas porque habré encontrado un cómplice, por lo menos musicalmente hablando.

6. Hace unos cuatro o cinco años con motivo del cumpleaños de José José organicé una fiesta en mi casa que consistió en invitar a puras personas que lo respetaran y que ninguno fuese abstemio, pues se trataba de brindar en su honor, escucharlo sólo a él y no repetir canciones. La borrachera duró hasta las tantas horas pero fue verdad, jamás se repitió una sola canción. Descubrí que yo no pasaba de los grandes éxitos y que mis amigos queridos se sabían tantas canciones como anécdotas. Esa noche lleva el nombre de Fabiola, Omar, Rogelio, Fermín, Eli, Itzel, Toño que hasta vino vestido para la ocasión, Delia… Cuando pienso en José José pienso en mis amigos y en cómo el mal de amores deja de ser un lastre tan pesado si alguien te acompaña cantándolo.

Cuando pienso en José José pienso en Eusebio, en Rogelio, en Sigfrido y sonrío como si el mal de amores fuese un mito.

7. Mi momento más triste con José José fue aquel en el que volví a pasar el doloroso trayecto de pedir un aplauso para el amor a descubrir que nada es para siempre y hasta la belleza cansa.

8. Cuando necesitas el apoyo emocional del Príncipe, gracias al youtube con un clic puedes escuchar y ver lo que quieras, desde el video del Festival OTI en el que todo mundo cuenta que José José ganó el segundo lugar cantando “El Triste” hasta sus videos ochenteros en los que usa unos suéteres horribles o chamarras de piel abombachadas.

Salvo aquel que me costó diez pesos nunca he comprado un disco de José José pero supongo que tiene una discografía muy grande, yo sólo tengo un disco pirata con portada verde, un objeto casi feo en el que las canciones se van poco a poco cuando empiezan a terminarse, un objeto con el que no establezco contacto hace muchos años y sin embargo me gusta saber que está ahí, lo suficientemente cerca para el momento en que lo necesite.

 

 

 

 

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