ay escritores que no pierden el vigor de años o décadas pasadas cuando, supuestamente, han publicado sus mejores obras. Es el caso de Joyce Carol Oates, de quien se ha escrito y dicho que sus libros fundamentales fueron publicados hace ya algún tiempo.
Oates no es una asidua y reconocida cultivadora del policial, negro, criminal o de misterio, en el género ha escrito algunas que, a decir de James Ellroy y Otto Penzler, más bien se inscriben en el suspense psicológico.
Rey de picas, su más reciente novela publicada en español, bien podría situarse en esta cartografía literaria. Rey de picas es el seudónimo del Andrew J. Rush, escritor que de novelas de misterio que es muy bien leído y sin apuros económicos. Rey de picas es el seudónimo que utiliza para publicar novelas de mayor perturbación y violencia.
Joyce Carol Oates utiliza claras referencias y guiños a escritores como Stephen King, que de manera magistral ha cultivado el género del suspense y el terror; y hasta podría decirse que es un sincero homenaje al relato El gato negro, de Edgar Allan Poe.
El personaje Andrew J. Rush se ve envuelto en una acusación de plagio y robo que hace en su contra una viejecilla que vive cerca de Rush, en Nueva Jersey. Casi al mismo tiempo, la hija de “Andy” encuentra en el escritorio de trabajo de Rey de picas una novela que despierta su curiosidad; al terminarla de leer manifiesta al padre que ese autor desconocido es un sexista repulsivo, y comienza a hacerse preguntas acerca de la identidad de ese autor.
Rush enfrenta la acusación de plagio de la mano del abogado de su editorial, quien se encarga de, en una sola audiencia, desestimar las acusaciones. Sin embargo, Rush comete el error de llamar por teléfono e indagar en la vida de la viejecilla y de preocuparse por ella más de lo normal.
Pero ya no es Andrew Rush quien control la situación, sino su alter ego y a la vez seudónimo, Rey de picas, quien comienza a hablar al oído del escritor para llevar a éste y a la novela a terrenos perturbadores y francamente criminales. Por si fuera poco, Andrew Rush comienza a beber en exceso y a tener lagunas mentales. El protagonista empezará entonces a rodar por un precipicio sin asidero en qué detener su desplome.
Líneas arriba decía que la novela es un franco homenaje al relato El gato negro, de Edgar Allan Poe y es que es un gato negro, de nombre Satán, quien casi salva la vida de Rush en la cima de la novela para después volverse una presencia aterradora:
“-¡Satán! Vuelve al infierno del que nunca deberías haber salido.
Corría por detrás de la casa apuntando con mi rifle calibre 22, recién adquirido, a la lustrosa criatura de color negro que tuvo el atrevimiento, a diez metros de distancia, de detenerse en una esquina del granero, para volverse y mirarme con ojos burlones”.
Joyce Carol Oates no recurre a violencia social, ni narcotráfico -incluso la novela se desarrolla en localidades en las que en décadas no ha habido un solo crimen por asesinato- para mostrar la degradación mental del personaje.
Alejada de la grandilocuencia impuesta por la moda literaria sobre asesinatos, policías buenos, violencia gratuita, terrorismo, crimen organizado o narcotráfico, Oates teje más fino y se interna en la mente de un escritor de novelas de misterio para mostrarle al lector cuán frágil puede ser mantener el equilibrio de las personas supuestamente cuerdas.
De ritmo ágil y prosa elegante y sencilla, Rey de picas cumple su cometido: hacer pasar un buen rato al lector, sin que ni la prosa, ni la historia, ni el estilo resulten ramplones o banales.
Joyce Carol Oates, Rey de picas. Alfaguara, 2017.