EL PARTIDO (DEL SIGLO)

l domingo 22 de junio de 1986, las selecciones de Argentina y de Inglaterra se enfrentaron durante la etapa de cuartos de final del Mundial celebrado en México. En pleno verano, el partido se jugó a las doce del día en el Estadio Azteca, y siempre será recordado por los dos goles de Diego Armando Maradona, tan distintos entre sí, alejados por el abismo que separa la trampa de la genialidad (aunque el gol con la mano, hay que aceptarlo, fue también una genialidad). Desde hace treinta y un años no sólo los fanáticos del futbol recuerdan el partido, sino que forma parte de la cultura popular y una de las pruebas fehacientes de la divinidad del “10”.

Para conmemorar los primeros treinta años del juego, el periodista argentino Andrés Burgo se sentó a escribir una crónica de 294 páginas que cuenta los pormenores de un partido de noventa minutos y las circunstancias extra cancha que lo rodearon para convertirlo en un clásico del deporte. “Ese partido daba para hablar de muchas cosas y en él estaba condensado todo”, dice Andrés Burgo.

El partido (del siglo), como se titula el libro, es un recorrido a manera de documental que no sólo se ocupa de los principales protagonistas, sino que da voz a testigos que no suelen aparecer en las crónicas —masajistas, utileros—, “la letra chica de la épica”, como dice el autor, y también a la contraparte, es decir, a los jugadores ingleses. Entre los testimonios destacan el de Víctor Hugo Morales, el locutor uruguayo que lloró al cantar el segundo gol (“¡De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés!”), Jorge Valdano, Carlos Salvador Bilardo, Óscar Ruggeri, Terry Fenwick o Glen Hoddle.

Como el futbol también es política, la sombra de las Malvinas se proyectó sobre una cancha del Azteca en malas condiciones según la opinión de Pumpido, Burruchaga y hasta Bobby Robson, el técnico inglés, dotando al partido de una atmósfera especial, única e irrepetible, incluyendo el propio Mundial, que en opinión de Burgo se trató de “un mundial romántico, ya después se desarrolló la industria del futbol”. Para muestra, un botón: horas antes del encuentro, personal de la selección argentina recorrió varias tiendas de deportes en la Ciudad de México a la búsqueda de una camiseta azul para no confundirse con la de Inglaterra. Cuando por fin las encontraron, en las instalaciones del Club América, sede de la concentración, un grupo de mujeres se dedicó a cortar los números y luego adherirlos a las camisetas, lo mismo que los escudos: “Eso no pasa hoy, en aquel momento fue la última frontera del futbol. El futbol no eran tan global, la final de la Champions pasaba inadvertida para nosotros. El Mundial del 86 marcó el final de un futbol tribal y el comienzo del futbol global a partir del 94. Factores como la altura o jugar al medio día, configuraron un aura especial a este mundial, no quiero decir que fue como un mundial en la luna, sino uno que no se volverá a ver”.

 

Vía telefónica desde Bueno Aires, Andrés Burgo respondió a las preguntas sobre este libro que involucra futbol, memoria y recuerdos.

¿Cuándo te nació la idea de convertirte en periodista de deportes?

La verdad es que cuando tenía diez o doce años con mis hermanos hacíamos una revista, jugábamos al hockey sobre césped en un club de Bueno Aires, y cuando era más chico anotaba los resultados de los partidos en un cuaderno. Lo primero que leía de chico era El gráfico, una revista de deportes de Argentina. Cuando terminaba el colegio secundaria, el último año tuve una duda: dedicarme a la locución o al periodismo, pero fue una duda muy efímera. Estas son el tipo de cosas que no se explican: en mi familia no hay antepasados periodistas, pero fue algo que siempre tuve muy claro. Del Mundial 86 recuerdo las revistas y los diarios de aquella época, no sé si recuerdo tanto los partidos, sí me recuerdo revisando los diarios, las revistas, guardando las cosas, me gustaba el futbol pero sobre todo el periodismo.

¿La memoria es un requisito indispensable para convertirse en periodista deportivo?

Tengo buena memoria para lo que pasó hace mucho tiempo, para lo que pasó hace poco no. Me puedo acordar de partidos de hace veinte, treinta años y del partid de la semana pasada no, pero creo que es normal. No siempre confío en la memoria, para este trabajo hay que ir mucho a la biblioteca, leer muchos libros, revistas, soy bastante riguroso. La memoria ayuda, por supuesto pero también hay que ayudarle.

¿Cómo empezó a gestarse El partido (del siglo)?

Empezó desde hace mucho. Hace cinco años quería escribir un libro sobre el ascenso del River Plate. Mi viejo había muerto después de una enfermedad bastante larga y con mi pareja nos dimos permiso de viajar por el mundo, conseguí permiso en el trabajo y seguía trabajando desde afuera. Estaba en China cuando decidí hacer un libro sobre el Mundial del 86, pues en esa época no había libros sobre el tema pero la idea terminó con la lupa puesta en el Argentina-Inglaterra, por encima de la final. El libro es la historia de un partido.

En un párrafo perdido de un diario amarillento, conservado en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, hiberna una frase del personaje más secundario de la selección argentina de futbol que ganó el Mundial de México de 1986. “Nos contó Mariani, el ayudante de Carlos Bilardo, que Maradona ese día, domingo 22, se levantó más temprano que nunca y que su buen humor lo desparramó por todos los rincones de la habitación”, dice la frase, publicada por el diario la Nación en un recuadro del martes 24 de junio de 1986, dos días después del partido del 22 de junio contra Inglaterra, el domingo en que Maradona hizo dos goles que lo convirtieron en un semidiós.

Los recuerdos de un partido celebrado hace treinta y un años confunden la memoria y la historia se convierte en una mezcla de hechos que pasaron y otros que se creen que pasaron…

Me di cuenta que los testimonios de una misma persona sobre un mismo hecho iban contando versiones no sólo distintas sino antagónicas en algunos casos, entonces era evidente que las cosas habían pasado de una forma pero no de las dos formas, y por supuesto que no tengo forma de saber la verdad. Anteponemos nuestros recuerdos a lo que verdaderamente pasó, lo que contamos son recuerdos, no lo que pasó, no sabemos eso, evidentemente hay cosas que están en la televisión y las podemos volver a ver y escuchar, pero hay un montón de otros factores que sólo están en la memoria, la memoria no es una ciencia exacta, va cambiando todo el tiempo, y eso tenía que resolverlo de alguna manera.

Hablas de “la épica chica” al referirte a las entrevistas que hiciste con protagonistas secundarios…

Yo sabía que iba a ser difícil entrevistar a Maradona, entonces tenía que hacer que una debilidad se volviera fuerte por otro lado. Siempre me han gustado los personajes secundarios, son tipos a los que los periodistas no acudimos y los tipos son testigos, no son protagonistas en algunos casos, pero son testigos de los grandes hechos, te pueden contar lo que vieron, y a veces sus recuerdos valen tanto como el de los verdaderos protagonistas. Además mi editora, cuando le pregunté qué que quería del libro, me dijo quería una especie de documental, con muchas voces que se suceden una detrás de otra y por eso aposté a este formato, con muchos testimonios.

El partido del siglo fue el Italia-Alemana del Mundial de México 70…

Esa es la versión del libro en México. El título fue una decisión de los editores. Acá en Argentina jamás se menciona ese como el gran partido.

¿Te costó trabajo asimilar que para este libro no ibas a poder entrevistar a Maradona?

Tengo una respuesta ambigua porque sí me hubiera gustado tenerlo en el libro pero objetivamente no hubiese cambiado nada porque ya lo dijo todo y lo que dijo ya lo puse citando las fuentes. Hubiese sido par mi ego, para jactarme y decir ‘sí, hablé con Maradona’. Además, en caso de haberse logrado me hubiese costado mucho, hubiese sido como incómodo, casi tienes que rendirle pleitesía. En el fondo me hubiese gustado hablar con otra persona que con Maradona: busqué por mucho tiempo hablar con un argentino que viviese en Malvinas en la época del partido, no sé si hubo, pero hubiese sido un gran testimonio.

Andrés Burgo, El partido (del siglo). Tusquets, 2016.

Fotografía del autor tomada de Revista Anfibia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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