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EL DÍA QUE NACIÓ LA LEYENDA: EL SANTO VS BLACK SHADOW

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La noche del 7 de noviembre de 1952, Santo, el enmascarado de plata, se enfrentó a Black Shadow, ídolos de la afición, en un match de máscara contra máscara. Los días previos a la lucha, Black Shadow aseguraba que le quitaría al plateado la máscara con todo y cabeza. Según sus declaraciones, publicadas en El Universal el 6 de noviembre, Black Shadow afirmaba que nadie le quitaría la satisfacción de “descubrir el rostro del campeoncito ese tan antipático”,  y que “de una vez por todas destruiré la ridiculez que encierra El Santo tras su máscara de plata”. Al día siguiente, el 8 de noviembre, apareció en el periódico La Afición la crónica de Antonio Andere, uno de los cronistas deportivos más reconocidos de México, en una época en la que los medios impresos no escatimaban espacio para relatar hazañas deportivas. A cien años del natalicio del Santo, reproducimos la crónica de Antonio Andere de la lucha que convirtió al Santo en ídolo indiscutible.

Anoche en dramática lucha y ante entrada récord en el Coliseo, Shadow se quitó la capucha y reveló su nombre real: Alejandro Cruz

Por ANTONIO ANDERE, Redactor de LA AFICIÓN.

Vencido por El Santo luego de una lucha dramática cuya tercera caída fue estrujante además de sensacional, The Black Shadow se arrancó la capucha y despejó la incógnita que lo acompañó por sus correrías en los cuadriláteros a través de ocho años, para dejar al descubierto su rostro y dar a conocer su nombre de pila —Alejandro Cruz—, delante de una multitud nerviosa, expectante, que produjo un entradón récord anoche en el Coliseo.

Creemos, sin temor de incurrir en exageraciones, que jamás una lucha en México había despertado tanto interés, tanta expectación como la de máscara contra máscara, singular desafío, que sostuvieron los dos enmascarados de más calidad y de mayor personalidad de la lucha libre mexicana. La cosa había nacido dos semanas antes cuando en match derivado de batalla campal, Shadow le ganó a El Santo después de que ambos hicieron tremendos esfuerzos por desenmascararse mutuamente. Partió el reto del vencido, es decir, de El Santo, y Black Shadow recogió el desafío como todo un hombre. Y la cita fue concertada para anoche en el Coliseo, concretamente en el corto espacio de un cuadrado de seis metros por lado, el ring del embudo de Perú. El anuncio del match conmocionó a los aficionados y ayer, desde hora temprana, los boletos se esfumaron y para las siete de la noche las localidades no numeradas del Coliseo se hallaban pletóricas de gente mientras una multitud que se calculó en no menos de cinco mil personas pugnaba inútilmente por conseguir boletos que en manos de la voraz reventa llegaron a cotizarse a 40 pesos los que en taquilla costaban siete, y a 100 pesos los que costaban 25, los de primera fila que eran los más caros.

El resultado fue que anoche quedó implantado un nuevo récord de entradas en la lucha de México. Por ahí podrá sacar en conclusión el amable lector el arrollador interés del singular evento que, hay que decirlo desde luego, en su realización, ya sobre el ring, correspondió a ese interés que había desbordado. Porque fue una lucha histórica entre dos verdaderos colosos, dos grandes figuras del ring. Antes del combate las opiniones se hallaban divididas respecto a quién seria el vencido y, consecuentemente, el desenmascarado. Tal vez hayan sido pocos más los que deseaban la derrota de El Santo que quienes deseaban su triunfo. Y cuando después de la lucha semifinal en la que ocurrió, por cierto, algo notable pues Joe Marín, la Maravilla del Norte, derrotó al japonés Sugi Sito, el cuadrilátero quedó vacío y listo para que subieran los protagonistas del match estrella, en la amplitud del Coliseo y en la mente de todos los aficionados cobró caracteres de impaciencia la interrogación que se empezó a incubar desde que la lucha había sido concertada: ¿Perdería la capucha El Santo y quedaría al descubierto el misterio que en forma de máscara plateada ha cubierto su rostro a través de una docena de años? ¿Sería, por el contrario, The Black Shadow quien perdiera la lucha y la capucha?

Fue Black Shadow el primero en subir al ring luciendo su fastuosa bata negra con vivos en color solferino. Lo acompañaba su hermano, Blue Demon. Luego irrumpió en el cuadrilátero en medio de ensordecedora algarabía, ese personaje que ha cobrado relieves de fantasía: ¡El Santo! Todo de plata: máscara, zapatos, bata, mallas… Su compañero y “sécond” era Dick Medrano, el hombre que estuvo en su esquina la noche en que destronó a Bobby Bonales. Buena suerte, por lo visto, le significa Medrano en la esquina a El Santo. Y con los ojos de 12 mil gentes que estaban en la Arena clavados sobre el ring y los ojos de probablemente más de medio millón de personas fijos en las pantallas de televisión, dio principio el encuentro y empezó, por ende, a descorrerse la incógnita. Empezaron en plan limpio. Y aunque usted no lo crea, los momentos más interesantes del encuentro fueron aquellos en los que ambos jalaron por los procedimiento científicos, enseñando que si los dos son rudos de gran categoría,   también en el terreno limpio saben desplazarse a la altura de los científicos más reconocidos.

Empezaron, decíamos, como dos caballeros. Cambiando llaves con llaves con lucimiento y destreza, El Santo lució la fuerza y habilidad de sus piernas; pero siempre tuvo en Black Shadow un rival de sus tamaños. Fue Black Shadow quien tocó el botón para que se abriera la compuerta de las rudezas al darle un golpe en la cara a El Santo. Este ripostó como de rayo y entonces el combate adquirió un tono explosivo y sensacional. Se propinaron durísimo castigo a base de golpes y El Santo tomó ventaja, acabando por arrojar fuera del encordado a su rival. Y dos veces que Shadow intentó volver, fue botado a punta de patadas por el enmascarado de plata. Por fin volvió Alejandro y nuevamente tuvo lugar un cambio de rudezas con ventaja final, otra vez, para El Santo que levantó en vilo a Shadow, con los pies hacia las lámparas y lo llevó hasta una esquina para azotarlo brutalmente contra las cuerdas, de estómago a ellas. Luego, quebrantada así la resistencia del fúnebre, El Santo le recetó una tanda de azotones de espalda contra los rincones del ring. Lo tomaba por un brazo y lo impulsaba hacia la esquina, golpeándose Shadow espalda y nuca contra los vértices de las paralelas.

El final del asalto estaba próximo. El Santo lo sabía y tendió a rematar al Shadow cogiéndolo nuevamente por un brazo y arrojándolo contra las cuerdas para hacerlo rebotar en ellas y recibirlo con tope, elevarlo luego por los aires para hacerlo azotar y echársele encima, poniéndole planas las espaldas. El réferi Ruddy Blancarte llevó a cabo su conteo, se encendieron las luces y el brazo de El Santo fue izado en señal de triunfo por lo que a la primera caída se refería. Aunque fue solícitamente atendido por su hermano en la esquina, Shadow salió para la segunda caída sin tenerlas todas consigo. Rápidamente lo atacó El Santo con topes; pero la maravillosa elasticidad de Black le permitió trocar en favorable una situación que le estaba siendo muy adversa. Reaccionó con topes y se creció, echando a El Santo fuera del ring y cobrándose las patadas de la caída anterior, es decir, botándolo violentamente cada vez que el enmascarado de plata trataba de volver al enlonado. Tras una tanda de golpes, Shadow ablandó a El Santo y trató de rematarlo con un tirabuzón, llave que el plateado resistió estoica y admirablemente, negándose a rendirse a pesar de que la llave estaba perfectamente aplicada y Alejandro puso en ella todo lo que tenía.

Cuando El Santo a base de fibra quebró el tirabuzón, la gente le pegó una ovación. Y se la merecía por su alarde de gran resistencia. Volvieron los cambios de golpes, propinados con tremenda fuerza los de uno y otro; pero Black Shadow lucía más entero mientras El Santo acusaba los efectos de aquel tirabuzón. A pesar de ello, El Santo se tiró en topes y cuando iba a dar el tercero, Shadow lo recibió y lo levantó por los aires haciéndolo azotar con estrépito. Volvió El Santo a la carga en su intento de topes y corriendo uno en busca del otro, Shadow se elevó en su clásico tope de propulsión a chorro y lo cuajó en plena quijada de El Santo dejándolo tendido, como muerto. Se le echó encima y le ganó así la caída empatándose el encuentro y obligando al lapso tercero y decisivo. ¡Y qué caída fue esa, amigos! Puede decirse que en un 80 por ciento se desarrolló en terreno estrictamente científico, aplicándose ambos llaves a granel y —esto es lo admirable— llaves durísimas, como para rendir a cualquiera siempre que ese cualquiera no estuviera arriesgando su máscara en el encuentro.

Hubo, por ejemplo, un cangrejo que aplicó Shadow y que duró una eternidad, ofreciendo El Santo una nueva demostración de su aguante heroico. Al fin quebró el cangrejo quedando tendido boca abajo, cuan largo es, muerto. Shadow se le echó encima y la aplicó cuádruple palanca a los dos brazos y a las dos piernas sólo para que El Santo volviera a resistir como un espartano. Y tras eso, El Santo fue quien castigó con una llave “a caballo” que Gori Guerrero hubiese rubricado orgulloso; pero que Black Shadow resistió para entablar así una sensacional y angustiosa competencia con El Santo en materia de aguante… ¡y de redaños! Falló Shadow en un intento de tapatía y cayó bajo los efectos de un cangrejo del que se libró arrastrándose hasta alcanzar el derecho de asilo que son las cuerdas en la lucha libre. De ahí volvió Shadow con un tope de propulsión con el que derribó a El Santo; pero cuando se le tiró en un tope “en picada”, el plateado se hizo a un lado y Alejandro se clavó de cabeza contra el pilo del ring y quedó a merced de su rival que se le sentó en la espalda para aplicarle una de sus llaves domingueras, la palanca al brazo. Tampoco con eso se rindió Black Shadow, y ya a esas alturas no había pecho en donde almacenar la emoción que brotaba del cerrado, encarnizado encuentro.

Un medio cangrejo por El Santo; un cangrejo doble (mutuo) que se aplicaron con las piernas y luego una tanda de golpes, fueron otras tantos inventos realizados por uno y otro para exterminarse, sin lograr su objetivo. Nueves azotones de El Santo a Shadow arrojándolo de espaldas contra las esquinas, para luego elevarse por el aire y caerle sentado; más golpes y nuevas fintas de topes se produjeron antes de que Black Shadow fuera arrojado del ring, al que volvió con un chispazo sensacional arrojándose en un tope desde el otro lado de las cuerdas para herir mortalmente a El Santo que lo esperaba adentro. Luego sucedió lo que, a juicio nuestro, decidió el encuentro: corriendo ambos de extremo a extremo del ring y buscando cazarse para un tope que fuera decisivo, Black Shadow erró el tiro y arrojándose en uno de sus incomparables topes de propulsión a chorro, salió volando por entre las cuerdas y se estrelló en el piso de la Arena.

De ahí volvió maltrecho a la cuenta de 18. El Santo tenía su oportunidad y la aprovechó como viejo zorro que es de los cuadriláteros. Para empezar —o para acabar, mejor dicho— propinó golpes abajo, arriba, a la nuca; luego un látigo irlandés y todavía con un alarde de vida, de fibra y de energía en el cuerpo, Shadow trató de dar golpes sólo para que El Santo lo ensartara en unas tijeras voladoras a la cabeza que fueron todo un tratado brillante de lucha libre. ¡Qué tijeras, amigos! Y continuó brincándole por la espalda a Shadow para arrollarlo y llevárselo a la lona poniéndole planas, perfectamente planas las espaldas mientras lo sujetaba así en una versión de “la rana” y el réferi llevaba a cabo su conteo. Cuando Ruddy Blancarte dio la tercera palmada, un sordo alarido se escapó de todos los pechos. ¡Black Shadow había sido derrotado y tenía que quitarse la máscara!

Una nube oscura de policías y de fotógrafos de prensa invadió el cuadrilátero. El Santo trató por su propia mano de arrancarle la máscara a Shadow; pero éste no se dejó y, además, Blue Demon rechazó al orgulloso enmascarado de plata. Al fin el rostro de Black Shadow quedó al descubierto. Se había despejado una incógnita notable de ocho años en la lucha libre. Ahí estaba, a la vista de todo mundo, Alejandro Cruz.

Máscaras tomadas de: https://www.pinterest.com.mx/pin/680254718685590055/

 

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