l noir llegó para quedarse. A pesar de que dicho subgénero fue por mucho tiempo vituperado por la crítica y denostada como entretenimiento infantil, la literatura policiaca se ha convertido en la manifestación más vital de las letras mexicanas. Y eso, por supuesto, es como para abrir un buen whisky.
Muchos de los más célebres narradores del país escribieron, en algún momento de sus vidas, sus propias interpretaciones de lo policiaco. Ahí está, por ejemplo, La cabeza de la hidra, delirante relato de Carlos Fuentes, o la pulida Linda 67, de Fernando del Paso, sin olvidar, por supuesto, la obra de Luis Spota ni Ensayo de un crimen de Rodolfo Usigli, la primera crime novel de nuestra literatura.
Podría parecer normal que la novela policiaca hiciera un buen maridaje con el periodismo. Ante la efervescencia del crimen organizado y la rampante inoperabilidad de los aparatos de justicia, pareciera que es el reportero de nota roja el agente ideal para representar en ficción el mundo al que ya tiene acceso.
Por ello, encontrar que periodistas como Daniel Salinas Basave o Carlos René Padilla también se mueven con suficiencia en el relato policiaco no nos sorprende. Maurizio Guerrero se une a esta estirpe con su libro Avísenle que sigo en Tenochtitlán (Nitropress, 2017), que contiene cuatro trepidantes relatos. Guerrero es corresponsal de Notimex en Español y ha vivido gran parte de su vida al norte del Río Bravo.
Esta característica, que pudiera parecer una limitante, el autor la convierte en una virtud, pues puede guardar una distancia saludable con lo narrado al tiempo que lo entiende desde el punto de vista cultural. Es decir, que sus relatos poseen al mismo tiempo claridad y temple.
Avísenle que sigo en Tenochtitlán es un pequeño infierno de cuatro etapas, en donde el autor nos hace viajar lo mismo a la Ciudad de México a conocer a un político lenón que pasea por las calles del bordo de Xochiaca para presenciar una lluvia capaz de desgajar cerros, pasando por un hotelucho en Tijuana o a una choza de Huautla, en la sierra mazateca.
Los cuatro relatos, “Avísenle que sigo en Tenochtitlán”, “Los de Zumpango”, “Ánima Bendita” y “El Fiordo de Xochiaca”, han sido estructurados en un narrador en primera persona que replica a muy variopintos personajes: un reportero extranjero, una joven frezapatista, un travesti y un buscavidas endeudado, respectivamente.
La descripción que logra Guerrero, no sólo de los ambientes físicos, sino del ambiente emocional de los personajes, es magistral. El lector siente cómo lo ominoso se apodera de él conforme va adentrándose en los tártaros postulados por Guerrero. En estos cuentos no hay esperanza ni inocencia, ya que los protagonistas, por muy bienintencionados que sean, terminan en pedazos –metafóricamente–, enganchados a una realidad pegajosa y negra.
Ya sea lo mismo por sus demonios internos que por luciferinos antagonistas, los personajes centrales de los cuatro relatos de este libro terminan derruidos.
Maurizio Guerrero aborda diversos problemas sociales en sus ficciones: lo mismo la trata de personas que la corrupción, y lo mismo la miseria material –que se traduce en miseria moral–, que la candidez ridícula de la burguesía mexicana, y en todos, hay una vuelta de tuerca que trastoca el universo de los personajes, haciendo que se transfiguren, que se humillen, que se conviertan en aquello que pregonan odiar.
Las descripciones son precisas: el lector casi puede oler los sudores, vómitos y alientos de las ánimas perdidas que habitan las páginas del libro. Quizá el único detalle de estructura que se le podría reprochar a los relatos de Guerrero es que su elección de narrador en primera persona hace que, en cierto momento, todos sus personajes lleguen a hablar de la misma manera. Este defecto es sutil, pero sí se nota.
Avísenle que sigo en Tenochtitlán es una obra imperdible para cualquiera que guste del buen género negro: ese que se olvida en lo absoluto del final feliz.
Eso sí: quien termine sus páginas no podrá evitar esa sensación de zozobra que nos causa cualquier relato que nos acerque a la realidad.
Maurizio Guerrero, Avísenle que sigo en Tenochtitlán, Nitro Press, 2107.