*Este texto se publicó originalmente en el número 49, correspondiente al mes de noviembre de 2011, en la revista Casa del Tiempo de la UAM.
n 1835 el velero Saint James atracó en el puerto de Veracruz. Procedente de Liverpool, la embarcación atravesó el Atlántico en seis meses. Entre los pasajeros se encontraban William Stephen Benfield y Mary Elizabeth Eldridge, su esposa. La desesperación explica los motivos de la larga travesía: Mary Elizabeth padecía tuberculosis; la altura y clima de la Ciudad de México eran ideales para su recuperación. La prescripción médica fue exitosa —ella vivió hasta los noventa años—, aunque la llegada al puerto veracruzano cobró cara la consulta y el agotador traslado: la hija más pequeña del matrimonio enfermó gravemente por el brote de cólera morbus que azotaba la región. Murió días después.
Enterrar el cuerpo de Mary Ann se convirtió en otro martirio. Por ser anglicana su cuerpo no podía depositarse en ningún camposanto de la región. Las arenas de una solitaria playa veracruzana se convirtieron en su tumba. Lejos de maldecir la nueva tierra a la que había llegado, William Stephen Benfield le juró a su esposa que, además de convertirse al catolicismo, construiría un cementerio donde cualquier persona, sin importar su religión o condición social, pudiera enterrar a los suyos. Faltaban aún 24 años para que Benito Juárez decretara la Ley de secularización de cementerios. [1]
Los negocios que Benfield estableció en México, naturalmente, prosperaron en pocos años. Su hijo Juan Manuel Benfield, nacido en México, hizo realidad el sueño de su padre: hacia 1874, a través de la empresa Benfield, Breker y Compañía, obtuvo la licencia para establecer un panteón en la “Tabla de Dolores”, un inmenso terreno ubicado en las Lomas de Tacubaya. El 13 de septiembre de 1875 el general Domingo Gayosso fue enterrado en el nuevo cementerio, convirtiéndose en su primer huésped. Algunas versiones aseguran que el flamante panteón fue bautizado como Dolores en homenaje a la suegra de Juan Manuel Benfield, Dolores Mugarrieta de Gayosso, quien falleció el 22 de mayo de 1876. Todo quedaba en familia: Juan Manuel Benfield se había casado con la hermana de Eusebio Gayosso, quien en 1875 fundó la famosa agencia funeraria. En definitiva se trataba de una sociedad provechosa.
Hacia 1872, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada decretó que en el sitio conocido como Tabla de Dolores se estableciera un lugar para enterrar a aquellos mexicanos por sus aportaciones al bien nacional, y que después fue bautizado como Rotonda de los Hombres Ilustres [2]. Se trata de un amplio círculo de casi 60 metros de diámetro, ubicado sobre el eje que marca la entrada principal del Panteón Civil de Dolores. Al centro del círculo se encuentra la llama votiva que permanece encendida día y noche, y que hace alusión a la novena estrofa del Himno Nacional: “Y el que a golpe de ardiente metralla/ De la patria en las aras sucumba/ Obtendrá en recompensa una tumba/ Donde brille de gloria la luz” [3].
El 21 de marzo de 1876, el teniente coronel Pedro Letechipía Cuéllar, fue el primer mexicano en ser enterrado en el panteón de los héroes nacionales, como “símbolo de lealtad a las instituciones de la República” [4]. Su soledad en aquel predio no duró demasiado: el 17 de julio del mismo año, el general Diódoro Corella, quien combatió durante la intervención francesa, fue sepultado en la Rotonda.
El terreno de la estadística ofrece datos interesantes y curiosos: la Rotonda tiene capacidad para 145 tumbas, de las cuales 111 ya están ocupadas. Hay 6 mujeres (Dolores Asúnsolo López Negrete, mejor conocida como Dolores del Río; Rosario Castellanos, Virginia Fábregas, Emma Godoy, María Lavalle y Ángela Peralta) y 105 hombres. Actualmente se encuentran enterrados 8 ex presidentes de la república (entre ellos Valentín Gómez Farías y Sebastián Lerdo de Tejada) y un vicepresidente (José María Pino Suárez). Porfirio Díaz fue el presidente que más personas ilustres ha enviado: 22 (considerando que estuvo 31 años en la silla presidencial [5]). Por el contrario, Ernesto Zedillo [6] se mostró indiferente ante las cuestiones protocolarias de la Rotonda: únicamente decretó el traslado de los restos del cardiólogo y rector de la UNAM, Ignacio Chávez. El usurpador Victoriano Huerta aprovechó bien el único año que gobernó: envío a Ignacio Mejía y a Juan A. Mateos Lozada. Sólo hay un arquitecto: Juan O ‘Gorman. Están los tres muralistas: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco. Hay seis músicos y compositores de renombre: Julián Carrillo, Carlos Chávez, Manuel M. Ponce, Silvestre Revueltas, Juventino Rosas y Felipe Villanueva. Destacan los monumentos funerarios de Agustín Lara, Amado Nervo y Bernardo Quintana. Hay dos extranjeros: Jaime Nunó y Pablo Sidar [7]. Dos detalles muy mexicanos: al remodelarse y ampliarse la Rotonda, los restos de Ignacio Mejía [8] se extraviaron; por el contrario, la tumba del general revolucionario Cesáreo Castro, sin ser persona ilustre, quedó dentro del nuevo espacio.
El Panteón de Dolores no duró demasiado en manos de la compañía Benfield, Breker y Cía. María del Carmen Reyna escribe en su ensayo Panteones en Tacubaya [9], que intempestivamente Porfirio Díaz presionó a Benfield para que vendiera al gobierno su fábrica de papel (Loreto y Peña Pobre), de loza (ubicada en Niño Perdido), y el panteón, por cuyo terreno de un millón ciento veinte mil metros cuadrados, ofrecieron $130,000 pesos, de los que el gobierno sólo pagó $65,000. El resto, se dice, nunca se lo pagaron a Benfield y sus socios. Los planes de sembrar cedros de Líbano y de construir ríos y cascadas para crear un espacio de recogimiento, se olvidaron para siempre. Se edificó una capilla, un osario y un crematorio, hoy desaparecidos, a excepción de la antigua chimenea del crematorio original.
El carácter popular del Panteón Civil de Dolores lo vuelve diferente al Francés, al del Tepeyac o al Inglés. Es el cementerio de las masas. El sueño de igualdad de William Stephen Benfield se evaporó para siempre cuando fue dividido en seis secciones —entre más alejada estuviera la fosa su costo disminuía—. En la escena final de Nosotros los pobres (1947), Ismael Rodríguez recrea un dos de noviembre en la Sexta sección, la más pobre y cercana a la fosa común. Su elevado nivel melodramático nos hace pensar que efectivamente, en alguna de las 640 mil tumbas, sea algún familiar o un héroe o ídolo histórico, como dice Chachita [10], cada quien puede encontrar en el panteón de Dolores una tumba para llorar.
Fotografía tomada de: https://jorgalbrtotranseunte.wordpress.com/tag/rotonda-de-las-personas-ilustres/
Notas:
[1] Que ocurrió en Veracruz, el 31 de julio de 1859. http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/3Reforma/1859LSC.html
[2]Durante el gobierno de Vicente Fox, para promover la equidad de género, la Rotonda se denominó “de las Personas Ilustres”, a través del decreto del 4 de marzo de 2003. http://rotonda.segob.gob.mx/work/models/Rotonda/Resource/contenidos/2_historia.html
[3] Un sepulcro para ellos de honor…: Rotonda de las personas ilustres, Juan José Medrano Castillo, coordinador general. Secretaría de Gobernación. 2008.
[4] Ibidem
[5] En promedio, Porfirio Díaz envió 0.70 personas por año a la Rotonda de las personas ilustres.
[6] En promedio, Ernesto Zedillo envió 0.16 personas por año a la Rotonda de las personas ilustres.
[7] Jaime Nunó nació en Gerona, España. Autor de la música del Himno Nacional. Pablo Sidar nació en Zaragoza, España. Intentó junto con Carlos Rovirosa volar sin escalas a Buenos Aires desde la ciudad de México. No lo lograron.
[8] Los datos de Ignacio Mejía pueden encontrarse aquí: http://rotonda.segob.gob.mx/work/models/Rotonda/Resource/contenidos/2_fichas.html
[9] En Tacubaya: Pasado y presente volumen 1, coordinado por Celia Maldonado. Editorial Yehuetlatolli, 1998. http://issuu.com/doncelesdigital/docs/04-tacubaya-pasado-y-presente-i/1
[10] http://www.youtube.com/watch?v=Dwni0T8oXRg&feature=related