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ivimos en una época en la que lo novedoso se desvanece a la velocidad de un clic. Todos los días atestiguamos el ciclo vital de personajes desconocidos que se llevan una tajada del pastel de la fama sólo para morir en el olvido horas después. Debido a esa celeridad, los márgenes del asombro se han reducido a niveles que se miden en parpadeos. En este mundo con el acelerador a fondo, sólo los atletas son proclives a la inmortalidad gracias a sus récords establecidos, irónicamente, a base de velocidad. Un atleta de élite consigue en apenas unos segundos lo que otros buscaremos afanosamente sin obtener nada a cambio.

Aunque es un lugar común, suspiros y parpadeos definen el resultado de una carrera de atletismo.

El 6 de octubre de 1985, Marita Koch, corredora de la entonces República Democrática Alemana, se acomodó en el carril número dos de la pista de tartán del Bruce Stadium, en Canberra, Australia. Llevaba un short blanco corto, tan característico de los años ochenta, y una playera azul marino con el número 521 y el patrocinio de Mazda. A sus veintiocho años, la corredora nacida el 17 de febrero de 1957 en la ciudad de Wismar, había despedazado todos los récords mundiales en los 200 y 400 metros planos al romperlos, una y otra vez, en dieciséis ocasiones a lo largo de su carrera. El día anterior se había llevado la medalla de oro en los 200 al cronometrar 21.90 segundos y se llevaría una más en el relevo de 4×400.

Cuando se escuchó el disparo de salida, Marita iba a realizar la mejor carrera de su vida, para establecer un récord que hoy se cataloga como irrompible: tras dejar a tras a todas sus competidoras, la atleta cruzó la meta en 47.60 segundos, rompiendo el récord de su rival, la checoslovaca Jarmila Kratochvílová, establecido en 1983, en Helsinki, donde paró el cronómetro en 47.99.

Para tener una idea del reto que enfrenta toda competidora al correr 400 metros, sólo la francesa Marie Joseph Perec se ha acercado a las marcas de estas dos atletas al cronometrar 48.25 segundos, con lo que obtuvo la medalla de oro en Atlanta 1996. Ana Gabriela Guevara, la más reconocida velocista mexicana de todos los tiempos, hizo su mejor marca en París, el 27 de agosto de 2003 con una marca de 48.89.

Tras la caída del muro de Berlín y el descubrimiento de que los rumores sobre el dopaje sistemático de atletas de la RDA era cierto, se ha especulado sobre la validez del récord de Marita Koch aunque ella, las pocas veces que ha querido hablar al respecto, dice que no tiene nada que ocultar ni de qué avergonzarse. Aunque la verdad quizá nunca se sepa, si usó sustancias prohibidas, ¿por qué su récord de los 200 metros fue superado ya hace muchos años por otras seis atletas como Merlene Ottey, Marion Jones (condenada por dopaje) y Florence Griffith-Joyer, de quien siempre se sospechó que usaba esteroides?

El 3 de febrero de 1987, poco antes de cumplir los treinta años, Marita Koch anunció su retiro del atletismo. Tenía los tendones de Aquiles muy afectados tras una gran trayectoria que había comenzado en 1978. Lo había ganado todo: campeona olímpica de 400 metros planos en Moscú 80, campeona mundial de 200, relevo 4×100, 4×400 en Helsinki 83, y campeona europea de 400 y 4×400 en Praga 78, Atenas 82 y Sttutgart 86.

Treinta años después, Marita Koch sigue siendo inmortal en tanto ninguna mujer rebase los 47.6 segundos más famosos del atletismo.

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