TERCIOPELO

MALAS HEREDERAS

La voz de Julio era de azoro “Recuerdas a Hilda, la antropóloga, dice que las feministas son una viejas locas”, azoro… Según Julio los únicos que intentaron comprender tal declaración fueron él y Ricardo, dos varones enterados de la teoría de género aunque no militantes. Julio me contó que para Hilda (como para cierta escritora de vista sensible —es escritora porque escribe y tiene vista sensible porque una teta la asustó, y no, no me refiero a la película peruana—), ya había suficiente igualdad y no tenía caso seguir exigiendo lo que ya se tenía, que la sociedad había llegado a su estado de mejora actual no por el feminismo sino porque así debía ser… Julio a veces deja su piel de hombre suave y gracioso y opta por la de artillero, “Si no hubiera sido por esas feministas tú no podrías haber estudiado en la universidad, y tendrías que pedirle permiso a tu marido (presente durante este intercambio verbal) quien podría decirte que te callaras en cualquier momento. Y si algunos hombres somos más igualitarios es porque gracias al feminismo crecimos con otros valores” (quizá le echa mucha crema a sus tacos, pero he sido testigo de su impaciencia). Hilda no entendió el punto.

Martha Debayle, locutora de radio autoasumida como mujer pensante, reduce cualquier indagatoria científica, social o política a frivolidades. Es el modelo más acabado de neoconservadora, desvirtúa de varias maneras lo que toca: una, aligerándolo por medio de comparaciones imprecisas que inician con la frase “es como…”, o, aún mejor, con la expresión calificativa más vacía de nuestros días “¡está increíble!”; dos, ejemplificando con anécdotas personalísimas, donde habla de sus viajes, de su vida de pareja, de sus amigas; tres, una vez que el entrevistado ha expuesto su saber, ella duda sistemáticamente “¿Será?”, “Quién sabe en qué pueda parar algo así”. De esta manera la teoría de la relatividad —si es que este personaje quisiera exponerla en su programa— quedaría reducida a: “está increíble, haz de cuenta que es lo que sucede en Back to the Future (la locutora chapucea el inglés a discreción), ¿no?”. Al hablar de los beneficios de la leche de almendra, soya o coco, insiste en que ella no va a tomar la de coco porque engorda. Sintonizar su programa es escucharla escuchar sus pensamientos en voz alta, con trabajo de producción, pagado por patrocinadores.

Al igual que la escritora asustadiza y que Hilda, la locutora de radio mira al mundo desde el plácido conformismo. Estas mujeres pertenecen a una élite: universitarias o con estudios equivalentes, insertas activamente en el mercado laboral, aunque figuran en dicha élite como estadística, sin actuar el pensamiento crítico universitario, sin preguntarse por las demás mujeres, con ellas basta.

Este conformismo anestésico podría tenernos sin cuidado, por supuesto (¡hay tanto!), sin embargo las tres mujeres aquí referidas, repudian las voces de las pioneras feministas y de sus descendientes vivas y muertas por su radicalidad, al tiempo que gozan parte de la herencia. Y es que uno decide qué heredar, es decir, qué legitimar: los beneficios o las deudas. Los reclamos de locas feministas no son sus reclamos, ni sus intereses son los suyos, ni sus cuerpos son los de ellas. Conformes con sus beneficios, para ellas la historia social de las mujeres acaba en sus propias historias.

Áurea tiene sonrisa de brackets y un mohicano teñido de morado al que trenza en ocasiones, vivaz, activa, crítica, el estimulante campo de la literatura infantil y juvenil es su espacio. Zoe es emprendedora cultural, grandes ojos, grande ella, sonriente y persuasiva, nadie le dice cómo vestir y su cuerpo es el más conveniente. Novia Sirena es Gerardo, es Gerry, trabaja con reclusos en penales, y tanto en su vida personal como en sus acciones artísticas, insiste en elaborar el género como problema respecto del cuerpo en que habitamos. César es atleta, gay, divertido, lector, “¿Por qué no hay rolas gays de pop o rock o de banda (él es de El Fuerte, Sinaloa) que hablen de los desamores homosexuales?”… Más jóvenes que yo, andan en sus veintes o arañando los treinta. Asumen como propios los reclamos de lo que aún falta, añaden los suyos, el mundo como está resulta insuficiente. No cabe duda, hay de herencias a herencias, y de herederos a herederos.

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