CUANDO DECIDÍ QUE QUERÍA ESCRIBIR SE ME EMPEZÓ A SOLUCIONAR LA VIDA

Rodrigo Rey Rosa obtuvo el Premio de Literatura Nacional Miguel Ángel Asturias en 2004 y el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en el 2015. Sus libros se encuentran publicados bajo los sellos de Alfaguara, Seix Barral y Almadía.

ace menos de un año hice un viaje a Guatemala. El traslado en avión dura dos horas y se hizo más grato leyendo Siempre juntos y otros cuentos, de Rodrigo Rey Rosa. El libro llevaba algunos años conmigo y no fue hasta ese viaje que comencé a leerlo. Me sentí gratamente atrapada por la lectura desde que empecé hasta que aterrizó el avión. El despegue, las turbulencias y las bellas nubes que ocasionalmente veía de reojo por la ventana, frente a aquellas páginas, pasaron a un segundo plano. Entonces quise conocer al autor.

Instalada en la casa de mi abuela, escribí a los amigos para preguntarles quién lo conocía. Finalmente, un amigo me consiguió su número de teléfono. Días después, el escritor en persona me abrió la puerta de su departamento, un piso de paredes blancas y puertas de madera. Me ofreció algo de beber y ante mi negativa, me indicó que me sentará en el sillón, de espaldas al balcón, por donde más tarde pude apreciar la parte norte de la ciudad. Había un librero no muy alto, lleno de obras en inglés y francés, y sobre el que habían dos pinturas, un tanto abstractas (una de ellas la había hecho su hija); una mesa donde se apilaban algunos ejemplares de sus propios libros, un periódico de día en curso y uno de sus manuscritos impreso en hojas sueltas. Todo ello encajaba a la perfección con el hombre delgado y alto, que ya se había sentado en un sillón cubierto con una tela típica de Guatemala. Rey Rosa sonreía.

Me sorprende que empezaras tu carrera literaria siendo tan joven. Que lo tuvieras todo tan claro desde el principio.

A mí me pasó algo muy raro. La verdad no quería hacer nada, me gustaba viajar, nunca tuve una disciplina y me dediqué a estudiar medicina un poco por presión familiar, porque algo tenía que hacer. Tenía curiosidad por los conocimientos científicos: el sistema nervioso, el cerebro, pero no tenía vocación de médico. Cuando decidí que quería escribir se me empezó a solucionar la vida. Ahí no había resistencia, había trabajo.

Por lo que entiendo, tu vida se vio marcada por un viaje que hiciste a Marruecos, ¿eso ocurrió durante tu primer viaje a Europa?

Traté de ir a Marruecos, pero se me acabó el dinero antes de lograrlo. En ese tiempo era muy difícil conseguir un visado como guatemalteco, me estuve como un mes esperando para que me lo dieran, y cuando me lo dieron, ya no tenía dinero. Un año más tarde logré ir. En ese viaje a Marruecos fui parte de un taller literario que daba el escritor norteamericano, Paul Bowles, que vivía en Tánger. A él le gusto mi trabajo, eran unas cosas muy cortas.

¿Cómo fue tu relación con Paul Bowles?

Muy grata, de verdad. Él tenía más de sesenta años cuando yo lo conocí, pero era muy divertido, tenía unos chistes muy jóvenes. Viajó mucho por México y teníamos eso para hablar. A él también le gustaba mucho Borges, mi escritor favorito. Como a dos o tres semanas de conocerlo me dijo que iba a traducir eso (sus primeros cuentos). Estuvimos como dos años comunicándonos por carta y luego que había juntado un pequeño volumen de las cosas que yo le mandé, me dijo que si podíamos hacer un libro, logré visitarlo otra vez, y de ahí decidí quedarme, pasar temporadas más largas en Tánger para escribir y ya no hacer nada más. Paul me había dicho: siga escribiendo, entonces había ese incentivo. Con Paul fue una amistad que duró veinte años hasta su muerte; siempre hablábamos de libros o de viajes, de cosas que nos interesaban a los dos. Con la distancia de edad no conversábamos sobre problemas personales, era muy divertido, además, interesante para mí, porque me encantaba su trabajo y su punto de vista: él era completamente antiamericano y anticristiano; le interesaba todo lo que no era europeo, se interesaba más por lo africano o lo indígena. Aprendí mucho. Iba a verlo más o menos una vez a la semana a tomar té, a enseñarle lo que había hecho, a pedirle un libro prestado.

¿Tallereaban juntos?

Yo fui a un taller y lo primero que él dijo fue que no creía en los talleres, que no creía que se pudiera enseñar a nadie a escribir y que hacía eso porque necesitaba dinero. Prácticamente fui a dos o tres talleres en esas seis semanas que estuvimos en Tánger. Luego, un poco por consejo de Paul, me fui a viajar por el interior. Entonces no, no fue en el contexto de un taller. Un poco al contrario, él se aburría un poco ahí, y me dijo, si no quiere venir no tiene que venir. Él decía es una lástima, mejor vaya a conocer. Me fui a viajar dos semanas y cuando regresé, una editorial de Nueva York le había pedido algo de material, como él no tenía nada y le gustaba que lo que yo hacía, me dijo que si él lo traducía pondría interesarles y así comenzó mi…. Fue mucha suerte. Hacía más o menos un año que había comenzado a escribir y ni siquiera me había atrevido a mandar a ningún sitio. Sí, en un periódico local había publicado. De hecho mi primer libro se publicó en inglés antes que en español.

Es claro que los viajes han sido parte de tu formación como escritor, ¿cómo entiendes el proceso viajar y escribir?

Para mí van un poco juntos, porque yo empecé a escribir un poco antes de meterme a la facultad de medicina, cuando hice ese viaje por Europa…, creo que nunca estuve tan solo, andaba así como de mochilero, pero no hice muchas amistades, viajaba en tren, hacía viajes muy largos. Ahí comencé a llenar cuadernos, sin pensar en escribir. Para mí el viaje y la literatura están relacionados.

Leí que estudiaste cine y que incluso dirigiste una película.

Estudié cine para poder hacerme estudiante, no quería vivir aquí. Tenía amigos en Nueva York, ahí tenía donde quedarme. Un amigo me aconsejó no volverme ilegal sino tratar de hacerme estudiante. Lo que me exigía menos tiempo, me permitía más escribir y me parecía más divertido, era el cine. No quería estudiar literatura, no quería estudiar nada muy serio. Lo hice por conveniencia un poco y pensando ingenuamente que con los libros no se gana dinero, y tal vez con el cine sí. Me equivocaba, pero era un estudio que me permitía leer y escribir casi como si no estuviera estudiando. Los estudios de cine no exigen mucho; los abandoné como al año y medio porque decidí tomar la colegiatura del próximo año e irme a Marruecos. Quemando los barcos ese año, me dediqué completamente a escribir mi segundo libro de cuentos. Y me abrieron las puertas, de verdad, si no hubiera tenido tanta suerte, no sé qué habría pasado, pero, en parte, gracias a Bowles y a sus traducciones, una casa española me escribió diciendo que había leído esas traducciones, que si podía conseguir los originales, así comencé a publicar en español. También empecé a traducir para poder ganar un poco de dinero, para mantenerme ocupado.

¿Qué opinas de la narrativa contemporánea?, por ejemplo, la narrativa sin trama.

Siempre ha habido cuentos sin trama; ahora, es un gran riesgo el querer escribir narrativa sin trama. Creo que en general es muy interesante experimentar con ese tipo de teorías, pero al final las tramas son naturales, es una manera casi de pensar, si no hay trama, uno la arma. Incluso con los sueños que son imágenes, al despertar uno cuenta como que fuera trama y no había trama. O como en la vida, al contar tu vida armas una trama. Es la manera en que nuestro cerebro funciona con un montón de datos, los ordena, datos ordenados en el tiempo crean una trama. Me parece una cosa recurrente el rechazo a la trama, es como pintar en un solo tono, que uno se pone para entrar en un tipo de juego, de actividad artística o literaria, pero no es nada más, no es nada definitivo, sino un experimento. Creo que las teorías son todas perfectas para ejercitarse, pero nunca van a determinar cómo debe hacerse un objeto, y en el fondo, todo lo que hacemos son ejercicios, algunos salen bien otros no.

¿Quiénes son tus autores favoritos?

La lista es larguísima, no tanto en cuento, pero en novela tengo una predilección por los ingleses, son a los que más he leído. En cambio en cuento, los norteamericanos, los franceses y los italianos. La literatura inglesa ha desarrollado más las formas de narrar. Para mí la novela moderna empieza con James, y ha tenido una influencia enorme.

Entre las obras de esos autores, ¿tienes un libro de cabecera?

En el tiempo que viajaba mucho y vivía en una maleta, sí, llevaba siempre las obras completas de Borges, lo llevé a todos lados durante muchos años. Yo leí mucho en bibliotecas.

Actualmente eres uno de los escritores centroamericanos más reconocidos, ¿cómo ves la literatura guatemalteca en estos momentos?

De mi generación todos han tirado la toalla prácticamente, aparte de uno o dos. Hace mucho que no publican nada, no creo que no tengan nada dentro del escritorio, pero no practican mucho. Hay muchos poetas, gente más joven, pero creo que el talento narrativo ha caído por el cine, por el cine narrativo. De hecho, conozco a varios que han comenzado como poetas, pero últimamente se han dedicado a hacer cine, un medio muy seductor, lo que creo que se ha vuelto mucho más fácil ahora. En mi opinión, mucho talento narrativo se ha encaminado por ahí. Cuando me fui (se refiere a Guatemala, a causa de la guerra) también era un desierto, no había nada en los ochenta, todo el mundo se iba, y al volver al final de los noventa, había mucha efervescencia, ahora hay muchas mujeres que están escribiendo novela, más que hombres.

Cada escritor tiene una manera de trabajar, un proceso creativo, ¿cuál es el tuyo?

Generalmente espero a que me den muchas ganas de escribir y entonces me pongo a escribir, pero hay vacíos; a veces no, pero, no tengo disciplina diaria.

Siendo un escritor tan prolífico, llama la atención el que no te apegues a la recomendación que dan muchos, la de escribir todos los días.

Me da curiosidad como algunos escritores que hacen eso escriben libros interesantes, de verdad, pero no sé. Digamos que cuando no tengo nada que escribir y no quiero perder el tiempo, hago traducciones. Más o menos, alterno un libro mío y una traducción, y casi cada año hago una traducción o más o menos un año sí y uno no. Un poco para mantenerme ocupado, y siempre se aprende algo de los autores que a uno le gustan y los traduce, es una gran escuela. En español hay pocos escritores que se dedican a traducir, aunque haya ejemplos muy ilustres, no es una práctica muy común. Es mucho mejor leer una traducción de un autor que una traducción, digamos, profesional, de un traductor. Además es una gran gimnasia, como para mantenerse en contacto con el propio idioma. Soluciona los problemas que a uno no se le ocurren: cómo expresar esta idea, giros de pensamiento o formas de pensar que en inglés pueden ser muy naturales y en español no. El buscar un equivalente es también un buen ejercicio para escribir.

¿Qué piensas sobre escribir la propia vida y fabular?

Es lo que hacemos todos.

Te lo pregunto lo porque me llama mucho la atención que dedicarás a tus padres el cuento La entrega.

A mi madre la secuestraron, pero en ese cuento no hay nada identificable de ese secuestro, del ambiente sí. A mí me tocó llevar el dinero de rescate, y sabía cómo se siente eso. Los detalles son inventados.

Noté que muchos de tus protagonistas son niños.

No predominan pero sí, hay varios. No sé, eso no sé por qué, porque la verdad es que antes de comenzar a escribir, no pienso qué voy a escribir o qué sería bueno escribir. Creo que tratar de entrar en la mente de un niño, le da a uno mucha libertad porque no hay nada tan estructurado y uno puede inventar más, tal vez por eso, por instinto utilizo ese vehículo.

Muchos escritores realizan una investigación previa a la escritura, ¿tú lo haces?

En los cuentos casi nada, en la novela me ha tocado. Digamos, voy a entrar en una avenida y no conozco nada, entonces me ha tocado investigar para hablar como con cierta autoridad. Pero que generalmente es por situaciones o personajes secundarios. Nunca me pongo a investigar para escribir una novela, lo que es un ejercicio muy norteamericano. Pero, si una novela me lleva a un lugar desconocido y quiero entrar un poquito en profundidad, ahí, hago una pausa y me documento un poco, pero es raro.

¿Escribes más sobre Guatemala?

O sobre lugares donde he vivido, que tampoco es necesario, pero si uno va a Perú, y le pasa algo, uno tiene todo el derecho de contarlo como alguien que está de visita. Lo que sería un error, sería hacer creer que uno conoce muy bien el lugar sobre el que está escribiendo, la ignorancia, a veces, es más fértil que el conocimiento.

 

Fotografía del autor tomada de: http://www.soy502.com/articulo/guatemalteco-rodrigo-rey-rosa-gana-premio-jose-donoso-2015

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