PODEROSO CABALLERO
¿Qué hacen ustedes con su dinero? ¿Cuánto ganan? El dinero, me han dicho siempre, es un tema vulgar, y esta afirmación parece dicha por algún agiotista de novela balzaciana. Pero hablar de dinero con una mujer es todo un tema, es decir, que un hombre quiera saber del dinero de una mujer parece, lo menos, de poca etiqueta social. Si los hombres tienen dinero, es decir, si les sobra, se les ve. Conocí a un abogado que a golpe de vista traía sobre sí algo como sesenta mil pesos entre zapatos, calcetines, camisa, cinturón, pantalón, loción, reloj ufff, una joya, me refiero al reloj, no hablemos del auto. Entre abogados la apariencia lujosa es parte del negocio, de ahí que quisiera que su esposa también fuera una joya.
Para las feministas el dinero que las mujeres obtienen les proporciona libertad respecto del poder masculino, y es que con dos pesos no se paga la renta, ni el teléfono ni la luz, esto lo reconoce el mismísimo Chava Flores. Si Bartola tuviera dinero dejaría a su marido, eso parece inferirse de la canción, pero no, no es así, el dinero no emancipa por sí mismo. Lo que ahora se ve más es que seamos nosotras, muchas mujeres más de las que están dispuestas a saberlo, las que cohabitando con su pareja sostienen la familia, la casa y hasta al marido (y la amiga del marido en una de esas).
¿Cuánto cuesta mantener a una familia?, un conocido me confesó que él y sus amigos daban entre 50 y 100 pesos diarios para el “gasto”; ingenuamente yo pregunté que cómo le hacían esas mujeres. Él me contestó con llaneza: “tienen quien les ayude”, es decir, él o los Sanchos, la vieja historia, pues. Una amiga que sufrió brutal violencia a manos de su ex marido ni siquiera recibía gasto, él compraba todo y pagaba los servicios. En este esquema ella no era ni ama de casa; una más metía su dinero y el del marido en un fondo común de gastos y de ahí tomaban los dos (éste es el modelo autoproclamado como igualitario por sus usuarios). Sólo preguntando y exhibiéndose en pareja aparece el tema del dinero, yo he dividido gastos, he pagado proporcionalmente y también he aprendido a aceptar que me inviten los varones sean amigos, galanes o parejas. El dinero resulta un tema incómodo.
En nuestros días la imagen de millonaria atrae a legiones de mujeres en los diferentes esquemas para hacer dinero, desde la venta escalonada a lo Mary Kay o Amway, hasta la importación y distribución. Anillos de diamantes, autos lujosos, viajes, casas, son los nuevos estímulos para vendedoras, agentes inmobiliarios, corredores de bolsa, el éxito debe ser contemplado. Las mujeres que conozco y que “les va bien” son las prestamistas sin intereses de sus familias, llámese hermana, cuñado, tía, hijos adultos, padres. En muchos casos no es que les vaya bien, es que tienen la manía de guardar el dinero como osas en estado constante de hibernación porque se saben cuidadoras en solitario, y esto es lo que te hace diferente en términos del consumo. Son productoras de bienes para los otros, generalmente sin reciprocidad financiera.
Las amigas no hablamos de dinero, de cuánto ganamos, de qué hacemos con él, nos damos consejos a morir sobre las relaciones amorosas, incluso sobre el sexo, de hecho nos damos los mismos consejos siempre porque solemos tener la misma idea del amor y del sexo por muchos años pero sobre el dinero, no… No lo hemos vuelto parte de nuestras conversaciones cuando nos ponemos al día, ¿tendremos miedo?, seguro, ¿de qué?, ¿de adquirir no ya peso específico, sino material? Los cuatro personajes estereotípicos de Sex and the City hablaban de relaciones amorosas hasta la náusea, de la belleza hegemónica también, de buen sexo en demasía, mucho drama innecesario y frívolo. Vi la serie completa más de una vez y el dinero se trata en dos o tres ocasiones de manera central, una de ellas cuando la derrochadora protagonista necesita un préstamo y acude a sus amigas, solo una le dice que el dinero no se mezcla con la amistad. Curiosamente el dinero atraviesa toda la vida de estas mujeres, ¡viven en Manhattan, carajo! Hablar de dinero ahí era de mal gusto, salvo cuando se trataba de los hombres, harto patriarcalosa la serie.
Quizá por eso es que pasados los años (los míos, claro), Two Broke Girls me agrada –llega ahora que rebaso los cuarenta, irónico me parece–, estas dos chicas hablan tanto de dinero como de relaciones amorosas y sexuales: el dinero por escaso se cuenta sobre la cama, el dinero que falta para emprender se atesora, su departamento con todo y ser producido es acorde a esa pobreza. La relación más sana y larga en la serie es la que tiene la niña rica venida a menos con su mascota, un caballo, y con su padre preso por fraude financiero, y por supuesto el vínculo de estas dos amigas por emprender su propio negocio.
El dinero comienza a ser un tema con la edad, con los reveses de salud propia o de los padres, con los gastos de los hijos (quienes somos madres, o tías). Pocas son las mujeres de más de cincuenta años que cubren sus gastos médicos, a pesar de haber producido económicamente, de haber contado con ahorros, de haber sostenido hogares y parejas y parientes, quedan desprotegidas después de los sesenta, esperando la buena voluntad o la reciprocidad de aquellos a quienes mantuvieron. Y es que una anciana que hace dinero para mantenerse se asemeja más a la usurera de Crimen y castigo que al casi octogenario Carlos Slim.
Con todo, la mujer mayor con dinero y que no sufre por poseerlo, es una especie que comienza a multiplicarse.