Desde niña me he identificado con los superhéroes o villanos, desde el hermoso Superman -visto en la enorme sala de dos pisos del Cine México a mis once o doce años en que salí con la sensación fantástica de estar a punto de volar, o de derretir objetos-; hasta el Hulk de Ang Lee, y el Guasón (Joker) en la interpretación de Heath Ledger. Mi cuerpo femenino admiraba la fuerza y crueldad de esos seres masculinos. Las versiones femeninas (Superchica, Batichica, Gatúbela) nunca introdujeron su garra en mi corazón.
En el glorioso Cine Teresa se exhibió una versión pornográfica del Estrangulador de Boston (cuyo nombre no recuerdo). La trama era como todo el cine porno, predecible, y en eso entre otras cuestiones estriba su encanto. El estrangulador tocaba el timbre, una mujer en liguero o negligé abría la puerta y lo dejaba pasar con el pretexto de que debía arreglar algo en el departamento. El estrangulador procedía a tener sexo con la mujer, acto seguido la mataba. Esto sucedía una y otra vez, con una y otra mujer en negligé o menos ropa que abría confiadamente la puerta… y las piernas. En la sala irrumpe de pronto la voz de un espectador: “No abras, ira, va entrar, te va a coger y luego te va a matar”. Una vez que este dicho se corroboraba en la pantalla, el espectador en cuestión exclamaba “¡Te lo dije, pendeja!”. Y así la intervención de la voz anónima acompañó cada acto sexual y cada asesinato de la interesante trama. Cierto, esos personajes femeninos carecían de sentido común según se veía en la película, eran monigotes incapaces de defenderse. Yo coincidía con el señor aquel, eran pendejas… Cada vez que veo una película de drama o de acción, o un thriller, hay una escena crucial en la que el héroe instruye a la damisela en peligro, algo así como “No salgas del auto”, acto seguido -adivinaron- ella sale, y esa desobediencia acarrea problemas al héroe al que vitoreamos. Yo solía decir en voz alta frente al televisor “Ay, qué pendeja…” Sí, lo decía, ahora procuro no ver esas películas.
Llegó BB, Beatrix Kiddo, alias Black Mamba y todo cambió. Admiré y me identifiqué con la furia de esa rubia, alta, estilizada, con su fuerza física; su periplo de muerte se despliega en dos películas completas, a lo largo de las cuales estrangula, mutila, y libra batallas de ríos de sangre entre toques humorísticos y maternales… Mientras la cólera de Aquiles se desata por la pérdida de Patroclo, la de Beatrix arde por la muerte de su bebé nonato, sólo la visión epifánica de su hija viva la perturba y apacigua un tanto. Beatrix me reconcilió no sólo con la ira tan humana, sino con su fuerza, la cual Tarantino virtuosamente enmarcó con la maternidad. Allí estaba esa rubia (estereotipo de mujer sosa y complaciente a la Marilyn), guerrera y madre: una deidad primigenia, que con aplomo reta a Bill: You and I have unfinished business…
A mi pequeño panteón de personajes femeninos formidables se suma Imperator Furiosa de Mad Max: Fury Road. Ya se ha escrito mucho sobre que si la película es feminista, sobre el boicot de machistas al filme porque las mujeres son más protagónicas (otros dicen que fue un boicot de mercadotecnia), sobre que el personaje de Charlize es manco, sobre que la película pasa con creces el Test de Bechdel, a mí me interesa que Splendid, Toast, y casi todas las mujeres que aparecen junto con Furiosa sufren de una rabia que hacen explícita, como Beatrix, y esa furia que nombra al personaje de Charlize Theron es también su fortaleza. Ahí están las ancianas, la manca, las que son objetos de placer, las máquinas de hacer hijos; descartadas unas, explotadas las otras. En México una mujer enojada es objeto de burla, está malcogida, en sus días, o loca simplemente, además si te enojas “te ves fea” decían mis maestras de secundaria. Furiosa y sus acompañantes retan con sus cuerpos a sus perseguidores, hacen muecas (no hay sonrisas estúpidas), golpean, patean, disparan, gritan, en una frase: matan y mueren, dejan de lado en casi todo momento su fragilidad física, no se amedrentan ante el poder masculino: por un instante Splendid embarazada es la más poderosa.
En esta película estar enojada, colérica no sólo está bien, es indispensable. Salí del cine con esa sensación fantástica de la infancia: Furiosas dejamos de ser víctimas, de Immortan Joe o del Estrangulador porno de Boston. Podemos volar, derretir objetos, conducir camiones, atravesar cualquier tormenta.