UNA PELÍCULA GRATIS

La mayoría rechaza los volantes; algunos los toman con indiferencia y, sin siquiera verlos, siguen su camino dejando atrás al hombre que los reparte. Cuando el hombre me da el volante me detengo, lo observo y me invita a ver una película gratis. Lo dudo dos segundos y digo que sí. Sus ojos se iluminan y me invita a pasar. Tengo la certeza de que si pudiera, me llevaría en hombros al interior de la iglesia Scientology México.

Sube las escaleras que llevan al interior de la iglesia con gran rapidez. Yo por mi parte, voy lento. Me dice que me apresure ya que la película está a punto de comenzar. “Antes regístrese, por favor”. Me piden todos mis datos: teléfonos, domicilio, correo electrónico. Sólo pongo nombre. “Pon los datos que gustes”.

Temo que tengan una suerte de poderes mentales capaces de convencerme para ser parte de su secta; que sean capaces de leer dentro de mí y descubrir mis debilidades y explotarlas; que me ofrezcan una solución a mis problemas y yo caiga en la trampa.

La sala es pequeña pero respetable, tiene trece cómodos asientos. Soy el único en la sala. El hombre se va y regresa continuamente diciéndome que hay un problema pero ya empieza pronto. La puerta se cierra con agresividad dejándome adentro.

Unas letras en la pantalla advierten que la película está basada en un caso real de 1950… uno de tantos. Empieza mostrando la felicidad de una familia estadounidense. Un niño juega con su papá futbol americano. El niño crece y sigue jugando, pero en un partido sufre una terrible lesión. Se llama Jerry y está en el hospital, los doctores no son optimistas. No volverá a caminar. Su novia Bárbara va a visitarlo, tenían planes de casarse. Él le dice que lo deje, que debería estar “con alguien más romántico”. Los doctores juegan un papel de villanos, son perversos y oscuros. Jerry tiene alucinaciones en las que los doctores son aun más malos. Un psicólogo, el profesor Brown, dice que todos es producto de una esquizofrenia aguda y paranoia. Un día lo visita su novia (ni sus padres, ni nadie más lo visita) y le deja un libro que le mandó uno de sus compañeros de equipo: “Dianética la evolución de una ciencia”. El libro dice que todo lo que ocurre queda registrado en nuestra mente y eso nos afecta. Y que hay memorias inconscientes. Estas ocurren incluso cuando estamos desmayados, como un boxeador al ser noqueado. Un flashback del momento de la lesión: Jerry está inconsciente y uno de sus compañeros dice que no volverá a caminar. O sea que lo que provocó el estado de Jerry fue lo que dijo su compañero. Después de leer el libro intenta caminar, lo consigue con rapidez y en seguida comienza a danzar y brincar. Los doctores no pueden creer lo que pasó y al interrogarlo, les dice que fue por el libro. Cuando Jerry se va dicen que es un libro muy peligroso, puede dejarlos sin trabajo. Diez años después Jerry es feliz y está casado con Bárbara, tiene un hijo y juega con él futbol americano.

En el instante que termina la película las luces se encienden y la puerta se abre. Aparece un hombre de unos treinta años a quien llamaré V. Es de estatura media, viste pantalones negros, zapatos de punta cuadrada y una camisa azul; lleva el pelo corto y tiene un derrame en el ojo. Me pregunta qué me pareció. Lleva un libro en la mano (Dianética la evolución de una ciencia), que después me entrega.

—No entiendo. Entonces si su compañero no hubiera dicho que no iba a volver a caminar, ¿no le hubiera pasado nada?
—A lo largo de la vida nos ocurren muchas cosas que quedan registradas, esas cosas nos impiden el crecimiento. Pueden ser problemas con tu papá, con tus compañeros, cosas dolorosas, decepciones. Esas cosas nos afectan.

Repite ese discurso incansablemente. Si conocemos la mente podemos lograr lo que queramos y tener éxito en lo que nos propongamos. Las cosas malas que nos pasan son producto de traumas acumulados. V se pone constantemente como ejemplo: el estuvo en la calle, en el fango, llegó a esa iglesia y su vida cambió, tuvo éxito y encontró la alegría y la paz. Comenzó de nada en el trabajo y se convirtió en chef.

—Eso es lo que hace la dianética, te da las tecnologías para que puedas enfrentar la vida de mejor manera.
—¿Qué tecnologías?
—Las herramientas. Todo eso viene en el libro. Es un libro que ayuda muchísimo. Es el primer paso para que comiences a entender y mejorar tu vida. Y es tan serio que tiene prólogos.

No puedo relacionar la seriedad de un libro con que tenga o no prólogos, no logro entender lo que dice. Realmente no da muchas explicaciones.

—¡Ven, te voy a enseñar unos videos!
Salimos de la sala. Me lleva al centro de la planta baja donde hay muchas pantallas que proyectan videos, en cada una hay diferentes temas. Me pide que tome asiento en una.

El primer video que pone se llama “Camino a la felicidad”. Donde nuevamente nos dice que la felicidad es posible perseverando y deshaciéndose de los malos pensamientos y recuerdos. El segundo se llama “No robes”, dice que robar es malo, y que incluso en los países comunistas el robo es castigado. En este momento pienso que la secuencia tiene lógica: primero me muestran que puedo alcanzar la felicidad, después que robar es malo, o sea, debo pagar por las cosas, felicidad incluida. Pone otro video “Florece y prospera”, otra vez lo mismo, las cosas malas nos afectan, pero si sigues intentando lograrás las metas. Muestra el ejemplo de un niño que hacia cuadros bastante bonitos, pero el papá los odiaba y los destrozaba, el niño seguía haciéndolos. Un día llega el papá a su casa y encuentra una multitud, todos los cuadros rotos están colgados en la pared de afuera de su casa, dispuestos de tal manera, que juntos forman el rostro de padre malvado.

V, que está parado un paso atrás de mi, supongo para poder verme, dice que eso es hermoso. V realmente lo cree. Me muestra un “código moral no religioso”. Es una lista que incluye no robes, no asesines, respeta las creencias religiosas de los demás, florece y prospera y algunos más. Los señala como si fueran una gran revelación aunque admite que algunos son bastante básicos y lógicos.

—Y bueno, el donativo cómo lo haces, cuánto.
—No entiendo.
—Nosotros nos mantenemos por medio de donativos.

El libro cuesta casi trescientos pesos e incluye una auditación. Hecha por expertos. En esta me evalúan y ven concretamente lo que está mal conmigo. Lleva muchas horas y es recomendable ir bien comido.

—Y sólo la auditación cuánto.
—Lo que pasa es que la regalamos, pero hay que comprar el libro.
—¿Tú haces auditaciones?
—No, espero un día hacerlas. Es el objetivo.

V nunca deja de mirar directamente a mis ojos, busca posiciones en las que pueda verme hacia abajo, hasta se pone de pie mientras estoy sentado. Mientras hablamos aparece una señora y comienza a tomar fotos. Le doy la espalda y V rápidamente me busca los ojos. Cuando creo que la señora se ha ido escucho un clic atrás de mí. Espero no salir en alguno de sus videos.

—Si no tienes no te preocupes, puedes dejar una parte. Lo que tengas. Cien pesos, ciento cincuenta, lo que tengas. Mi primer curso me lo pagó mi hermana.
—¿Has tomado muchos cursos?
—A ver… unos diez.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Tres años.

V retoma los mismos temas. Pienso que está desesperado. Me habla de los beneficios que puedo obtener. En cualquier ámbito puedo triunfar: en la escuela, el trabajo, si quiero tener una novia, etcétera. Ya estoy aburrido y comienzo a bostezar. Además de sentirme ansioso por la fotografía que recién tomaron. En otras pantallas, otros cientólogos muestran videos a más personas.

—Puedes hacer un test de personalidad, es completamente gratuito y sirve como comienzo.
—¿Qué es eso?
—Son unas preguntas que te hacen. Se evalúa por computadora y el resultado ayuda a detectar los puntos que están mal.
—¿Como la auditación?
—Es parecido, pero la auditación es más profunda. Y el test es gratis.

Mientas espero me cuenta otra vez su vida y me muestra la oficina de L. Ronald Hubbard, el fundador de la religión. Hubbard está muerto pero en cada iglesia hay una oficina para él.

—¿Aun eres chef?
—No, ya no. ahora me dedico cien por ciento a esto. Porque si ayudamos a alguien nos ayudamos a nosotros mismos. El mundo puede ser muy feo, y por eso tratamos de ayudar a los que podamos.

Por primera vez deja de verme a los ojos. Mira al suelo y noto tristeza en sus palabras. Parece que trata de convencerse a él mismo y no a mí. Me lleva a otro sitio donde hay sillas y espacio para que pueda hacer mi test gratuito. Miro a la calle y quiero irme. Me da el examen y un lápiz. Me pide responder los más rápido posible, sin pensarlo mucho, para que las respuestas sean más honestas y el resultado más preciso. Hojeo el examen: son doscientas preguntas.

El examen es ridículo, hay tres opciones por pregunta. Una es sí, o casi todo el tiempo, la segunda es un punto intermedio y la otra es no, o casi nunca. O algo así. Algunas preguntas son absurdas: si hojeo horarios de trenes, autobuses, directorios o diccionarios sólo por placer; si sufro espasmos sin ningún motivo; si terminaría con la vida de un animal por evitarle el sufrimiento; si canto o salivo sólo por placer; si requeriría un claro esfuerzo por mi parte considerar el suicidio; si castigaría corporalmente a un niño de diez años si sus acciones fueran malas; si mi voz es monótona; si estoy a favor de la discriminación racial. Son preguntas extrañas, pero trato de responderlas con la mayor honestidad posible. Mi aburrimiento, la extensión del test, y el contenido del mismo, me obligan a hacerlo lo más rápido posible. De cualquier forma, es lo que me piden.

Termino y busco a V, le doy mi test y lo lleva con otra persona para que lo evalúe. La persona a cargo de esta labor es quien repartía los volantes. Aquí todos tienen muchas funciones. Mientras espero, me llevan a otra pantalla y me ponen más videos. Ya no pongo atención.

Llega el encargado de interpretar los resultados y repartir volantes. Tiene unos cincuenta años y la camisa arrugada, parece fatigado. Me da una hoja con una tabla y me explica que tengo estados convenientes, normales y otros inaceptables. En cuanto a certeza y energía estoy bien; responsabilidad y serenidad en niveles normales (nada alarmante); comunicación y relaciones personales no estoy muy bien. Puede ser porque soy tímido o no me gustan las personas, o ambas. Me recomiendan dos cursos: “Cómo superar los altibajos” y “Cómo mejorar las relaciones con los demás”. Cada uno cuesta setecientos pesos.

—¿Puedo tomar varios cursos a la vez?
—No, únicamente uno por vez.

Esto me sorprende. Me entrega mi hoja y me dice que me esperan para comenzar los cursos. Me despido y busco a V.

Lo encuentro en la recepción. Le comento mis resultados y qué cursos me recomiendan.

—Muy bien, esos son muy buenos.
—¿No hay forma de comprar los libros en otra parte?
—Pues a menos que los compres en Estados Unidos.
—¿Tú no puedes prestármelos, o no hay una biblioteca donde pueda consultarlos?
—Sí, hay una biblioteca allá arriba.

Parece igual de cansado que yo. Y supongo decepcionado. Ya no me dice mucho. Llevo tres horas dentro y mi vejiga no lo soporta más. Pregunto por el baño.

Al bajar busco a V. Quiero preguntarle si no extraña ser chef, cómo se mantiene, si realmente es feliz. No está. Doy una vuelta esperando que aparezca. En las paredes hay libreros con una cantidad obscena de libros y devedés. V no está en ninguna parte. Desisto y salgo. Al salir me siento mejor. Llevo la mano a la bolsa de mi pantalón. Mi cartera sigue ahí.

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