Un chueco traficante, el asesino; un cabo, la víctima; Tacuba, el escenario
De un tiro que le atravesó el pecho fue asesinado ayer el cabo del Ejército Adalberto Martínez García, por un vendedor de objetos al parecer robados, al que apodan “El Jarocho”.
El alevoso crimen se registró a las 14 horas, en el interior de la lonchería denominada El Compadre del Guajolote, sita en el número 62 de las calles de Lago Güija, precisamente en el costado derecho del Cine Gran Vía, allá por el rumbo de Tacuba.
Dos testigos presenciales que fueron conducidos a la Novela Delegación, dijeron que nada sabían sobre el móvil de este asesinato, en vista de que no hubo discusión entre los actores del drama. El estas condiciones se supone que El Jarocho disparó en forma accidental o bien que cometió la agresión porque el militar se negó a comprarle tres relojes que llevaba.
El asesino se dio a la fuga empuñando un pistolón de calibre .45, y todo lo que se sabe de él es que vestía pantalón negro y camisa roja. Es como de 25 años de edad, delgado, de estatura regular y de tez morena.
“¡OYE, TÓMATE ALGO…!”
LA PRENSA logró saber que a las 31.30 horas salieron del cuartel que ocupa el 23º. Batallón de Infantería, el hoy occiso y el soldado Jorge Ramírez Flores, con el objeto de llevar un automóvil, propiedad de un comandante, para que le hicieran una reparación. El vehículo es un Dodge color verde, y con placas 12-31-75.
Mientras que los mecánicos hacian la compostura, Adalberto invitó a su compañero para que se fueran a tomar una cerveza en la citada lonchería, propiedad de José Serna Torres.
Cuando la parejas de militares atravesaba las calles de Lago Güija, Adalberto descubrió al “Jarocho” y le gritó: “¡Oye, ven a tomarte algo con nosotros… qué milagro que se te ve…!”
El aludido, originario del Estado de Veracruz, contestó: “Pues por aquí andamos… mira a ver cuál de estos te gusta…” Se refería a dos relojes que llevaba en la mano izquierda y otro más en la derecha.
El cabo los examinó y repuso que no llevaba mucho dinero encima y que, además, los relojes no le interesaban por ser de mala calidad.Fuimos enterados que el militar era afecto a comprar chucherías para después venderlas a sus compañeros.
Adalberto fué tomado del brazo por el civil y entraron a la loncheria. Nuestros informantes afirmaron que el vendedor se encontraba en estado de ebriedad.
TRES CERVEZAS, TRES BIRRIAS, UN TIRO
El trío se colocó en una mesa y ordenó a la sirvienta Gudelia Romero García que sirviera tres cervezas. Después de que se tomaron unos tragos, Adalberto sacó un billete de cincuenta pesos para pagar la cuenta, al tiempo de que pidió tres birrias.
Gudelia entregó el billete a la encargada del establecimiento, Gregoria Mendiolea Hernández. Esta penetró a una habitación en busca de cambio, y cuando la sirvienta se disponía a entregar los platos con birria, escuchó un disparo.
De momento, pensó que había estallado una llanta o algo por el estilo. Al volverse, se quedó muda de espanto. Vió que Adalberto se llevaba la mano derecha hacia el corazón, al tiempo que se doblaba sobre sí mismo, hasta caer de rodillas y con las manos sobre el piso.
Por su parte, Jorge permanecía clavado en su silla, como si lo hubieran petrificado, mientras que el homicida salía dando la espalda hacia la calle y empuñando la humeante pistola escuadra.
Cuando ya estuvo en la banqueta corrió como desesperado hacia la Avenida Marina Nacional. Nadie se atrevió a detenerle y tampoco nadie se fijó cuál fué el rumbo que en definitiva tomó. Todo esto ocurrió en cuestión de minutos y más tarde hicieron acto de presencia los uniformados con placas 2467 y 1461, quienes fueron llamados por varias personas que se dieron cuenta de la agresión.
LO ATRAVESÓ Y RETACHÓ EN UNA PARED
Cuando los policías estuvieron en el interior del local, pudieron percatarse que el cabo del Ejército ya había pasado a mejor vida. Anotaron que estaba en posición supina y con la cabeza dirigida hacia el Oriente.
Al hacer un rápido examen del escenario del crimen encontraron un proyectil de regular dimensión y un cartucho quemado bajo la mesa donde estaban tomando los militares y el civil. Ningún trabajo los costó descubrir que el criminal había utilizado una pistola de calibre .45, para cometer su fechoría.
Los policías vieron también un hueco en una de las paredes. La conclusión fué terrible. La bala había atravesado el cuerpo de Adalberto y todavía llevaba fuerza suficiente al estrellarse contra la pared.
Autoridades de la Novena Delegación tomaron conocimiento del caso y pronto solicitaron la intervención de la Policía Judicial. Sabuesos del segundo grupo procedieron a interrogar a la mesera y al compañero del hombre asesinado. Los interrogatorios fueron infructuosos, pues ninguna pista que pudiera llevarles hasta el asesino descubrieron.
Los mismos agentes acudieron a las autoridades militares para lograr la dirección de la casa donde viviera Adalberto e interrogaron a la esposa del militar, con la esperanza de que les proporcionara un indicio sobre el modo de vivir de “El Jarocho”, si es que lo conoce.
Pero hasta anoche nada se sabia sobre ese individuo. El cadáver será enviado hoy al Hospital Juárez con el objeto de que se le practique la autopsia de ley.
Publicada originalmente el 5 de abril de 1960 en La Prensa.