TERCIOPELO

EL VARÓN INMÓVIL
Mariana Ozuna

La conmemoración del 8 de marzo sigue agitando con sus ondas nuestros barquitos de papel: mesas redondas, seminarios, reuniones académicas, efemérides en las redes sociales, y el tufo de convertir por medio del consumo este día en otro 10 de mayo: ofertas en spas, tiendas departamentales, salones de belleza. El 10 de mayo, los electrodomésticos para las mamás, quienes han de encargarse por siempre de las labores de casa; el 8 de marzo es para “consentirse una”, comprando y embelleciéndose para complacer…

He escuchado a muchos hombres etiquetarse como feministas, incluso sumarse a marchas, o proferir expresiones contra el sexismo y el patriarcado. La cuestión es que se suman, se adhieren o solidarizan, incluso con frases curiosas como “sí, pobres de ustedes”, “la tienen más difícil porque son mujeres”, “es que eres mamá y así está cabrón”… A veces a estos hombres, conocidos o amigos casi todos ellos, les pregunto qué están dispuestos a transformar con su feminismo simpatizante, y ahí todo se pone vago, aparece la “ayuda”. Ellos están dispuestos a ayudar en la casa, a ayudar en la crianza, a ayudar cocinando, a ayudar…, y claro, como es una ayuda pues a veces se puede y a veces no. La responsabilidad es de la mujer a cargo.

Asumir su papel como varones en la crianza tanto como para organizarse y exigir condiciones laborales que les permitan compartir con sus hijos más horas, lo veo difícil. Reunirse con otros hombres para estudiar y comprender de qué manera quieren ser hombres, lo veo difícil. Es un lugar común entre mujeres decir que los hombres no hablan, como lo es entre los varones decir que nosotras nos excedemos en parlotear. El punto es que los movimientos obreros, los movimientos sociales encabezados por hombres son parte de la historia mundial, pero cuando se trata de cuestionar los beneficios de la servidumbre femenina, parece que hay poca inspiración o interés.

En su cara se dibuja la perplejidad o la incomodad al menos, cuando a mis amigos o amantes les pregunto ¿cómo piensas participar en la crianza de tus hijos (los que expresan que sí quieren ser padres)?, ¿te harías cargo de lavar la ropa siempre? (y siempre es siempre, per secuela seculorum), ¿pedirías un día en el trabajo so pretexto de estar enfermo para asistir al festival de la primavera? La paternidad es un vínculo que transformaría en pocas generaciones las relaciones entre hombres y mujeres: los niños modelan su masculinidad a partir de sus padres, si el padre espera ser servido y lo es por las mujeres, su hijo imita esa conducta…; mientras las hijas ven en la relación con el padre el modelo de relación para con los otros hombres.

La pregunta que cada día se responde mejor y tristemente es una a la que se enfrentan tantas mujeres (estuve tentada a decir que todas, pero no hay espacio para defender ese todas) es: ¿quién se hace cargo de los cuidados de tu padre (del padre del varón, claro está) si enferma? Y ahí, en lo mórbido y en los cuidados en general los varones insisten en “no sé cómo”, en “es que en el trabajo no puedo salirme antes”, “es que llego cansado y todavía tener que…”, “es mi papá, ¿cómo voy a bañarlo, mi hermana mejor?”, “es la casa de mi mamá y a ella le gusta atenderme, así es ella”. Claro por ahí hay los que lavan, planchan, cambian pañales, cuidan a sus papás, son los escasos, basta revisar nuestras historias familiares sin ir a estadísticas (porque de esto no se hacen estadísticas). Y quizá usen el verbo “ayudar”, o quizá lo celebren todo el tiempo (el otro extremo que he de confesar me sulfura): “yo soy el que cocina en casa, yo sí le cambio los pañales a mi hijo, yo lo llevo al baño…”, tanto lo dicen que hay que agradecérselo todo el tiempo.

La parte de movimiento del movimiento feminista, la que se refiere a acciones concretas y cotidianas es menos popular entre los varones feministas; es preferible adherirse, ser solidario desde el pensamiento, estudiando la teoría de género, en medio de la irrevocable cotidianidad de beneficios a los que no renuncian. Hay también los que me sorprenden, los que se hacen víctimas (esa postura tan estudiada por el feminismo), y estos varones son víctimas ¡del patriarcado!, y nos exigen que “los comprendamos”, para ellos es difícil ser hombres en este su mundo de competencia y ferocidad, donde el tamaño sí importa, ellos, las nuevas víctimas…

Por ahí, hay los que hablan de sí (grupos y seminarios de nuevas masculinidades), transforman su manera de estar en el mundo, y lo hacen haciéndolo, arriesgándose, planteando lo cotidiano como espacio modelable, confrontando a otros hombres y no a las mujeres como suelen hacerlo los feministas adheridos. El feminismo se trata también de un mirarse honesto, constante, crítico. Y los varones son los únicos que podrían llevar a cabo esta tarea consigo mismos, dejar el observar inmóvil y convertirse en su personal movimiento.

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