eguimos todavía en la infancia del minuto 34 y a un alemán se le ocurre burlarse de nosotros por ser mexicanos. Pronuncia la burla y no podemos entenderla del todo. Le digo a mi amigo Beto, que es tapatío:
—¿Qué dijo este cabrón?
Beto tampoco me sabe decir y volteamos a ver la pantalla.
Si la burla viene de un desconocido y quizás sea racista, es bueno que sea en lengua que uno no domina para evitar el enojo en balde.
El coraje, sin embargo, se me queda en la boca. Poco después, el alemán estruja nuestro lábaro patrio de nylon, lo jalonea, y Beto se enoja y le pone un alto con voz seria.
Seguimos viendo en Berlín el partido donde Alemania y México se enfrentan y, para ser sinceros, domina en mi ánimo un complejo de inferioridad ante la ingeniería alemana.
Treinta o cuarenta segundos después un jugador alemán se resbala, arranca el contragolpe de los mexicanos y la jugada restante ya es hoy efeméride: a 1600 kilómetros de Berlín, en el estadio Luzhniki de Moscú, las piernas hidalgas del Chucky Lozano nos acaban de vengar: México: 1, Alemania: 0. ¡Qué canícula!
Todo mundo se emociona, pero nosotros, que estamos en Berlín y nos acaban de intentar ofender, un poco más que el resto. Volteo a ver envalentonado al alemán de la burla con cara de “¿quiobo?” y no le queda más que contestar:
—Das ist Fußball [CRIES IN GERMAN].
Festejamos con medios litros de cerveza rubia. Seguimos rodeados de varios cientos de alemanes en la Kulturbrauerei, centro cultural que alguna vez fue cervecería, en el barrio Prenzlauer Berg de Berlín, y somos poquitos los mexas aquí. Restan aún casi sesenta minutos para defender la ventaja.
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En la madrugada de ese mismo 17 de junio la versión dominical de Die Welt sale de las prensas. Lleva en la primera plana una caricatura trágica, cuya soberbia se convertirá con el gol de Lozano en un harakiri; pero esto casi nadie lo puede pronosticar, porque todos —mexicanos incluso— esperamos que el partido sea una comedia para Alemania. La única temeraria que conozco —más por patriotismo que por providencia— es Pamela, la amiga que nos invita a ver el partido en la Kulturbrauerei. Pamela apuesta 20 euros a que México gana; si México lo hace, ella recibe, según el cálculo de la app, 88 euros.
La primera plana de Die Welt, pues, dice con carrilla: “Sorry, México. Hoy nosotros construimos el muro”. Detrás de la portería tapiada con ladrillo, Donald Trump se asoma y exclama en un globo: “What? ¿Alemania primero?” Y una foto de Manuel Neuer, el portero, responde en su globo respectivo: “Pero prometemos que después del silbatazo final lo derrumbamos de nuevo”. (Al día siguiente la FIFA multa a la FMF por diez mil francos suizos porque los aficionados mexicanos le gritaban “puto” a Neuer cada vez que despejaba.)
A las tres y cuatro de la tarde ya estamos todos insolándonos en el patio de la Kulturbrauerei, esperando a que empiece el partido. A esa hora The Huffington Post Deutschland publica una nota donde califica la portada de Die Welt como “de mal gusto”. Estas son sus razones
a) Las políticas racistas de Trump
b) El agrio recuerdo del Muro de Berlín, que dividió en dos esta ciudad, este país, y que costó más de cien vidas, y que por lo tanto convierte a la caricatura en un autogol.
c) La fecha: el 17 de junio se conmemora el levantamiento de 1953, en el cual los albañiles que construían la avenida Stalin-Allee, hoy Karl-Marx-Allee, se rebelaron contra el gobierno de la Alemania Oriental; hubo varios muertos en la represión del evento de premoniciones murales y por lo tanto es delicada la fecha.
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En las Puertas de Brandenburgo comienza la calle del 17 de Junio, que cruza el Tiergarten y abraza la glorieta de la Siegesäule —la Columna de la Victoria— a mitad de su extensión. En ese punto Ronald Reagan exclamó en 1987: “Camarada Gorbachov, derribe este Muro”. Las Puertas de Brandenburgo son el lugar de la mayor concentración de Berlín para ver el partido en pantalla gigante. Llego con Beto, una vez que terminó el partido, porque nos dijeron que la celebración mexicana, a falta de Ángel de la Independencia, iba a ser en la Columna de la Victoria de la calle 17 de Junio. Las vías están cerradas al tráfico y por eso vamos a pie hasta el monumento. Igual que el Ángel, tiene en la cima una victoria alada de color dorado.
Cuando llegamos, después de atravesar medio Tiergarten, tomamos el paso subterráneo para llegar a la glorieta. Por el subsuelo de Berlín varios mexas vienen cantando el Cielito lindo y la canción retumba en los pasillos subterráneos. Chocamos las manos, nos felicitamos, hacemos patria instantánea. Parece que ya todos se van. Pero no, no todos. Allá otro grupo sigue cantando.
Salimos a la superficie de nuevo al pie de la Columna de la Victoria. Ahí encontramos un grupo de mexas que no parecen mexas: son unos cuarenta o cincuenta cachorros de la pigmentocracia mexicana. Pasan del Cielito lindo al artista de moda, Luis Miguel, y luego a canciones pop de mirrey, cursis, que no reconozco. Lo que sí reconozco es el dialecto cupular de Antara, Angelópolis, Andares, Paseo San Pedro.
Ya lo había advertido en la Kulturbrauerei: buena parte de los espectadores mexas parecen alemanes.
Exagero, evidentemente, pero sabemos a lo que me refiero. A esta confusión se agrega la de que muchos alemanes traigan la playera de visitante, que es verde como la de la selección mexicana y que en algunos casos tiene los rombos que me recuerda alguna playera noventera de fútbol, quizás del América.
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Al terminar el partido Beto y yo nos tomamos una foto en pose Juan Escutia con la bandera de nylon. Yo había dedicado los quince minutos del medio tiempo a ver a un muchachón alemán con cuerpo de jugador de rugby y cara de mi Chucky Lozano.
Pertenecía al mismo grupo donde dos presuntos heterosexuales, uno chaparrito y el otro alto, ambos chulos, aprovechaban la escasez de asientos para sentarse el bajito en el alto.
El espectáculo nos perturbó alegremente a Beto y a mí. Después del partido, al tomarnos la foto, el muchachón alemán nos pinta dedo. Yo no lo percibo, porque estoy de espaldas, lo percibe una amiga en el Facebook cuando posteo la foto y lo confirmo examinando la serie de tomas en el celular.
Beto concluye más tarde: los alemanes no están acostumbrados a perder y menos ante un país como el nuestro.
Y por eso se enojan. Al salir de la Kulturbrauerei Beto me dice que hay que agarrar la fiesta. Vamos por chela, le digo, y tres minutos después ya salimos del Späti con dos Rothaus heladas, que fermentan en la Selva Negra. ¿A dónde? El único lugar que se me ocurre es el Mauerpark, que está a cinco minutos y tiene algunas ruinas del muro.
Y allá vamos. En el camino, afuera del metro Eberswalder Straße, un morro con sombrero de tigre nos dice: “Mexiko ist Scheiße”, expresión que quiere decir tanto “México es mierda” cómo “Estoy bien ardido y no puedo creer que una selección inferior de un país tercermundista nos haya ganado a nosotros, los campeones del mundo”.
Beto le responde con elegancia:
—Pero ¿quién ganó?
Y no hay más que decir.
Seguimos hacia el Mauerpark. Entramos por la parte oriental. A nadie parece importarle aquí el fútbol: hipsters o hippies no más. Una banda de percusiones improvisa un trozo de África todo domingo y nosotros nos empinamos la Rothaus para irnos a la Columna de la Victoria.
Al otro día Beto va con su camisa de la selección a la chamba y confirma que los alemanes, sus colegas, no saben perder. No sólo no lo felicitan, sino que no le hablan y cuando lo hacen es para decirle que fuimos suertudos, porque la victoria se debe a que Alemania jugó mal y no a que México se haya rifado.
Por mi parte, voy a clase de alemán. En llegando a la escuela Mohamed, el sirio buen mozo, me felicita. Subo al aula y me recibe una breve ovación. La maestra se inclina gentilmente y me felicita.
Yo le correspondo y agradezco con otra inclinación. Mohamed habla de la victoria; Livio, el rumano, me llama con ironía “Weltmeister” una y otra vez; y yo me siento, idealmente, reina por un día.
La maestra me pregunta: ¿Qué piensas: Alemania jugó mal o México jugó bien? Yo, que no sé nada de fútbol y que suelo detestar este deporte, le digo:
—Ambas cosas [LAUGHS IN SPANISH].