*Texto publicado en 2014 en Gonzo. Periodismo policiaco retro 01, de Producciones El salario del miedo. Si te interesa adquirir este ejemplar entra a www.elsalariodelmiedo.com.mx
los catorce años conocí de cerca una revista que cambiaría mi vida por completo. No tuve que saber de ella en los puestos de periódicos, tampoco me platicaron de ella. Prácticamente esta revista se metió a mi casa y en mi vida. Se trata de ALARMA! una revista que todo México conoce, que algunos rechazan, que otros siguen, pero de la que todos hablan.
Digo que se metió en mi casa porque mi cuñado David Jiménez Jiménez, esposo de mi hermana Silvia, era el diagramador o machoteador (lo que ahora es el diseñador) de la revista y cada que se le acumulaba el trabajo llevaba ALARMA! a su casa, donde yo vivía asilado.
Así que él trabajaba y yo aprendía, veía las notas antes que nadie y eso podía presumirlo a algunos de mis amigos.
Con el tiempo comencé a aprender a diagramar. Con paciencia, mi cuñado me enseñaba y después de decenas de páginas fallidas, finalmente una de las que yo hice se publicó tal cual. Me llené de alegría al verla impresa y luego de más de treinta años aún tengo el recorte.
Después de esa experiencia pasaron tres años para que entrara a trabajar a ALARMA!, un sueño que tenía, no precisamente por trabajar ahí, sino simplemente por trabajar, ya que en casa hacía falta el dinero y la escuela podía esperar, y esperó por siempre ya que nunca volví a clases.
El maestro
Ya como ayudante de la redacción de ALARMA! tuve el placer de ver cómo se hacían las portadas. Era un gusto ver a don Carlos Samayoa, creador de la revista en 1963, diagramar la página uno y la cuarenta. Daba vuelo a su imaginación y talento para crear verdaderas obras de arte en el cabeceo de las principales notas de la semana.
Don Carlos se regocijaba creando palabras, epítetos, adjetivos, frases donde describía a los “mujercitos” a las “hombrecitas”, a los “machos”, a los “feos”. En ese entonces nunca pensé que un día me tocaría tratar de hacer (aún trato) las portadas de ALARMA!
ALARMA! tiene muchas portadas que son llamativas, algunas escandalosas, otras divertidas, algunas quizá indignantes, pero siempre habrá alguien que recuerde alguna imagen, una palabra, una frase, un adjetivo. Es una revista que no puede ser ignorada.
El nacimiento
La primera edición de ALARMA! apareció en los puestos de revista el diecisiete de abril de 1963. Costaba un peso; y tres notas compartían la portada. Destacaba una cabeza que decía: “AIDA SIGUE EN LA CARCEL”. Así sin acentos y aún no incluía el signo de admiración al final. Se trataba de una famosa actriz de aquel tiempo que vivía una situación penosa en contraste con el glamour al que estaba acostumbrada.
La segunda nota decía: “ASESINE A EDILBERTA PORQUE LA AMABA”. CONFESION DE UN PADRASTRO QUE PASARA CUARENTA AÑOS EN PRISION. Una tragedia pasional entre un hombre y su hijastra que había acabado con la muerte de la joven.
La tercera nota daba cuenta de la muerte de un famoso policía.
El logotipo estaba hecho a mano y era el borrador del que ahora todos conocen, como si hubiera sido escrito por un dedo ensangrentado, quizá de una víctima que lanza un grito de auxilio: de alarma.
Los fondos y las plecas amarillas eran lo único que daba color a esa primera portada de una revista que acababa de nacer y cuyo futuro era incierto. Después, sólo un año después, su creador sabría que había dado en el clavo al aumentar el tiraje de una manera descomunal con las famosas “Poquianchis”.
Las Poquianchis
En enero de 1964, precisamente el día veintitrés, ALARMA! publica quizá el caso más importante de la época y el que provoca el boom de la revista. En Guanajuato fueron detenidas las hermanas González Valenzuela, Eva, Delfina y María Luisa, quienes habían sido señaladas como lenonas y tratantes de blancas, dueñas de varios tugurios en donde obligaban a decenas de mujeres a prostituirse.
ALARMA! publica el caso de la captura de las tres hermanas y destaca en varias páginas la historia de terror que vivieron cientos de jovencitas que eran robadas o compradas por las mujeres para atender a sus clientes en las cantinas. Clientes que iban desde macheteros, obreros, hasta policías y funcionarios públicos de varios municipios de Guanajuato, principalmente de San Francisco del Rincón y de León.
Desde la primera edición que ALARMA! publicó del caso, el tiraje aumentó significativamente, no se diga las ediciones posteriores, ya que se llevó un seguimiento puntual del caso: desde las investigaciones, las declaraciones, los señalamientos, los culpables, los inocentes, las muertes. Por supuesto que las imágenes fueron fundamentales en las publicaciones, tanto así que el director no se conformó con lo que el corresponsal mandaba cada semana, sino que envió a un reportero, don Jesús Sánchez Hermosillo, acompañado de un fotógrafo desde la Ciudad de México, exclusivamente para dar cuenta detalle a detalle del tenebroso caso que ya había levantado ámpula en todo el país.
Esa primera portada de Las Poquianchis mostraba un encabezado inquisidor: MUERTE A LAS POQUIANCHIS!; un título secundario decía: URGE LA PENA DE MUERTE! (ya con los signos de admiración al final que ahora son una característica de la revista).
Se necesitaron varias páginas interiores para poder describir los horrores “como los de un campo de concentración”, decía el texto. Muchas fotos, a manera de estampas del averno de las tres principales involucradas en la explotación de mujeres en antros de Guanajuato.
EN LEÓN LA VIDA NO VALE NADA! decía otro título.
Mujeres y niños daban un terrorífico testimonio de la crueldad de las tres hermanas González Valenzuela, desde robo de mujeres, secuestro y compra, hasta los maltrato a los hijos de las víctimas.
La segunda edición, que aumentó a doscientos quince mil ejemplares, fue titulada así: “LOS CRÍMENES DE LAS POQUIANCHIS” y tiene una foto que ahora nadie se atrevería a publicar. Un niño de escasos tres o cuatro años de edad señalaba a una de las hermanas Valenzuela que estaba sentada. Una cabeza secundaria decía: “ELLA ME PEGABA CUANDO ME COMÍA LOS ALIMENTOS DE SU PERRO”.
El drama en todo su esplendor, el menor encarando a la mujer que lo golpeaba en la boca con un zapato por comerse el alimento del perro al que la mujer consentía. El niño, con nombre y apellido, era hijo de una de las mujeres explotadas por las temibles Poquianchis. Una foto imposible de publicar en estos tiempos.
Después, los tirajes comenzaron a subir hasta llegar a los trescientos mil ejemplares semanales con casi una venta total. Sin duda el éxito había llegado para la revista, para la empresa y para la nota roja.
Índice de fuego
ALARMA! comenzaba a provocar, a escandalizar y a ser reconocida por lo que rezaba su lema: ÚNICAMENTE LA VERDAD. Se había convertido en un medio de denuncia, que lo mismo exhibía a un delincuente, un crimen, que a un mal policía o un funcionario corrupto. “Ándate con cuidado o sales en ALARMA!“, comenzaba a decir el vox pópuli.
ALARMA! era (y es) como diría alguna vez uno de sus encabezados “el índice de fuego” que señala “lo malo” de nuestra sociedad.
En 1968, ALARMA! publicó el ataque a los estudiantes con el encabezado NOCHE DE HORROR EN TLATELOLCO!; en una cabeza secundaria decía QUE TRISTEZA… NOS SEGUIMOS MATANDO ENTRE MEXICANOS! Tenía dos fotos, una de unos soldados de espaldas y otra de los estudiantes en el bando contrario.
Si bien el texto en páginas interiores narraba los hechos “oficiales”, las fotos decían totalmente lo contrario, hacían contrapeso a todo lo señalado; hablaban por sí solas. Los cadáveres apilados, que pocos medios publicaron en su momento, mostraban la violencia extrema con la que se había actuado contra los estudiantes, daban testimonio de inocentes vidas perdidas. Hablaban de un gobierno autoritario, represor, asesino.
San Juanicazo
En noviembre de 1984 una explosión despertó a vecinos de San Juan Ixhuatepec, en Tlalnepantla, Estado de México. Muchos de los habitantes de esa zona fallecieron calcinados, otros simplemente desaparecieron debido al intenso fuego que generó la fuga de gas.
El título de ALARMA! fue INFERNAL EXPLOSION DE GAS! Otra cabeza en la misma portada señalaba COMO EL FIN DEL MUNDO! Se trataba de una tragedia de gran magnitud que cimbró el municipio de Tlalnepantla, Estado de México en los límites con el Distrito Federal. La fotografía era la de dos esferas que contenían miles y miles de litros de gas que habían estallado durante la madrugada provocando un sin número de muertes.
De nuevo el drama popular. La gente afectada era de escasos recursos, gente que había urbanizado con modestas viviendas la zona conocida también como San Juanico.
La última portada que puedo comentar entre las más famosas de la primera época de ALARMA! es sin duda la del terremoto de 1985. Un temblor de 8.1 grados en la escala de Ritcher que sacudió de fea manera la Ciudad de México.
La capital del país parecía zona de guerra después de las 7:19 horas de ese diecinueve de septiembre de 1985. Edificios derrumbados, gente atrapada, muerte por todos lados, principalmente en el Centro Histórico, en donde las añejas construcciones quedaron convertidas en un montón de escombros.
A pesar de la magnitud del sismo, y de los daños en multifamiliares, como los de Tlatelolco, la cifra oficial de muertos fue de algo así como seis mil personas, aunque al parecer hubo más, al final se hablaba de unas cuarenta mil, pero sabemos que a los gobiernos les gusta maquillar las cifras para aminorar su responsabilidad en casos como este.
ALARMA!, como en todos los sucesos relevantes, dio cuenta puntualmente de los hechos con una edición digamos casi especial, sólo con algunas páginas de otros temas que ya estaba adelantadas en los talleres.
La primera edición tenía un encabezado simple: TERREMOTO! Otros títulos en la misma portada fueron PÁNICO, HORROR, MUERTE!, LÁGRIMAS, LUTO! y LA CAPITAL, DESTROZADA!
Esta edición alcanzó un tiraje de dos millones y medio de ejemplares, todo un récord para la empresa, y quizá en cuanto al tiraje de una revista semanal en México. En esta ocasión no había fotos de cadáveres, y aunque se acusa a ALARMA! de lucrar con este tipo de imágenes, esta vez sólo eran edificios derrumbados, gente rescatando a víctimas, bomberos en acción, ruinas, todo menos gente muerta.
Muere ALARMA!
Nueve meses después, ALARMA! fue censurada y por unos años estuvo fuera de circulación. Como pretexto, la Secretaría de Gobernación acusó a la publicación de ser pornográfica, pero en realidad se trataba de un golpe estratégico para acabar con su hermana la revista Impacto, que señalaba constantemente las pifias del gobierno de Miguel de la Madrid.
Parecía que se había acabado uno de los medios que daban fiel testimonio a la nota roja del país, parecía que la revista especializada en publicar muertes de todo tipo se había convertido en un cadáver.
ALARMA! estuvo muerta durante cinco años, pero al sexto resucitó.
El veintinueve de junio de 1991 vuelve a la vida y retoma el lugar que decenas de revistas quisieron tomar en su ausencia. Convertida en El Nuevo ALARMA! regresa con su inconfundible color amarillo, con su mismo logotipo, y con su sello característico en los encabezados.
Me tocó auxiliar al nuevo director de la revista, Daniel Barragán Beltrán en la renaciente edición. Tuve la oportunidad de diagramar la revista número cero de esta nueva era, y al parecer las enseñanzas de don Carlos Samayoa no fueron en vano, ya que desde la primera portada volvimos a recapturar al publico que había esperado pacientemente el resurgimiento de ALARMA!
Los lectores, como fieles amantes, esperaron en los puestos de revistas y cuando salió de nuevo a la venta la compraron como si nunca hubiera estado fuera de circulación. La química entre la revista y sus lectores seguía intacta. Como dos enamorados volvían a encontrarse para no dejarse nunca más.
Nueva Era
Tuve que esperar muchos años más para llegar a la dirección de ALARMA! A la muerte de Daniel Barragán me dieron la oportunidad de ser el editor, labor que hago con mucho gusto y aún con el fantasma de don Carlos Samayoa a la hora de cabecear las portadas y las notas interiores. Tratar de igualar un poco al maestro es un labor desafiante semana a semana.
Más de mil números hemos editado en esta nueva época (1125 a la hora de escribir este texto) y quizá la portada que podemos mencionar como una de las más importantes es precisamente la del número mil.
Una portada con un collage de decapitados y una cabeza que solamente dice MIL!, algunos se confundieron pensando que se trataba de mil decapitados, pero los fieles lectores sabían que era la edición especial de otras mil semanas de labor incansable.
Desde aquellas páginas que diagramé hasta ahora han pasado más de treinta años y aún me sigo emocionando cada semana al ver una nueva edición, ahora no con mi diseño, sino con mis encabezados que me ponen a pensar más de lo que mi capacidad real me lo permite.
Me tengo que esforzar cada siete días para tratar de igualar las enseñanzas del maestro Carlos Samayoa, quien nos enseñó su peculiar estilo de aminorar el drama de cada caso con sus encabezados cargados de humor negro, como nos gusta a los mexicanos.